Antonio

Ese momento en el que te das cuenta de que la vida sin la persona que amas no es vida, sabes que debes hacer lo que sea para estar a su lado. Así que agradezco que Lila me haya dejado compartir esta nueva etapa con ella. Mi emoción está por las nubes, solo de saber que pasaré este tiempo con ella en México.

En pocos días arreglé todo para poder irme a México con ella e, incluso, renté un avión privado, no solo para que Lila fuese más cómoda, sino para que los Karagiannis no supiesen dónde iba; necesito mantener esto en secreto lo más que pueda.

También, sé que le prometí a Théa que conocería a Lila; sin embargo, una vez más todo ha cambiado. La invité a México para que no se quedase sola, pero ahora fue ella quien me dijo que no. Solo me pidió que le dejara la tarjeta, que le comprara el auto y que, después, ella me alcanzaría unos días después del nacimiento de mi hija, para no incomodar. Théa y yo llegamos a acuerdos que ambos estamos dispuestos a cumplir. Estamos juntos en esto; sin embargo, no juntos. Es algo difícil de explicar, pero nosotros nos entendemos y es más que suficiente.

Así que tomé mi camino. Hice mis maletas y Théa insistió en acompañarme al aeropuerto. Ella no se bajó, solo se despidió de mí y me deseó lo mejor. Me comentó que pronto nos veríamos y que estaba feliz de conocer a mi hija. Después, Cairo y ella se fueron dejándome en la entrada.

Lila llegó en un auto del conglomerado. Me comentó que sus padres se habían ido a Nueva York con Alegra, pero, que pronto los veríamos en México, porque irían al chequeo mensual. Después, abordamos el avión, platicamos unos minutos y me pidió irse a dormir, ya que el avión traía una cama integrada. Entró a la habitación, se acostó y yo dormí sobre uno de los asientos. Ambos nos despertamos treinta minutos antes de aterrizar en la Ciudad de México: descansados, hambrientos y de buen humor.

—Lo siento. Desde que estoy embarazada duermo mucho, más ahora que estoy a semanas de dar a luz. —Se disculpa, mientras toma un sorbo de agua.

—Cuando dices semanas, siento que será mañana —contesto.

Lila sonríe y se pone las manos sobre el vientre.

—Sé que faltan todavía tres meses, pero es nada. De pronto, tendré 36 semanas y estaré lista para tener el bebé en cualquier momento.

Suspiro.

—Espero no caer en pánico ese día.

Lila niega con la cabeza.

—No pasará nada, todo saldrá bien.

—¿Cómo estás tan segura?

—Bueno, vengo de una familia con dos doctores. Mi padre desde pequeña me ha dado la seguridad en cualquier procedimiento. Además, él estará aquí. Tiene licencia para trabajar en México, después de tantos años de vivir acá. Así que todo estará bien.

Escucho hablar a Lila sobre su padre y me hace recordar al mío. Me llevaba bien con mi padre, pero no teníamos esa cercanía, ni me brindaba esa seguridad. Él era buen padre en lo que le correspondía, en la crianza, en los modales, pero nada más.

—Entonces, todo saldrá bien. —Cambio mi conversación.

Ella asiente.

Sentimos cómo el avión se mueve, girando levemente hacia la izquierda. Ella cierra los ojos.

—Dios, me dijeron que las náuseas solo eran por el primer trimestre, y ya casi voy a parir y no se van.

—¿Necesitas algo?

—No, se me pasará —contesta, y se queda quieta por un momento.

La observo detenidamente. Lila se ve hermosa, resplandeciendo con la gracia única que solo el embarazo puede otorgar. Su cabello, que antes rozaba sus hombros, ha crecido más de lo normal, formando una cascada suave que enmarca su rostro.

La maternidad le ha otorgado a su piel un brillo especial. Donde antes había un destello, ahora hay una luminosidad que irradia vitalidad y amor. Sus ojos, siempre expresivos, ahora tienen un fulgor diferente. Una chispa de anticipación y ternura que habla del inminente regalo de la vida que lleva dentro. La transformación que ha experimentado Lila va más allá de lo visual; es como si cada cambio físico estuviera acompañado por una evolución interna.

Ella abre los ojos y sonríe.

—Ahora se me antojaron unas quesadillas de queso con flor de calabaza, como las que venden en el mercado.

—¿Qué? —pregunto.

—Sí. Pablo suele traerlas al piso. Las como con una salsa de tomate sin picante y me sabe a gloria. ¿Nunca las has probado?

—No.

—¿Qué comes cada vez que vienes?

—Pues… la comida del hotel. En realidad, solo vengo a verte y me voy, no salgo.

Lila sonríe.

—Pues, espero que ahora que vivas aquí al menos salgas un poco o, ¿te quedarás encerrado mientras llega Mena?

—Me quedaré contigo.

—Antonio. Yo trabajo. Aún puedo hacerlo. Mañana solo descanso, pero después debo ir con Rosy a ver lo de mi marca. También salgo al supermercado y a hacer otras cosas.

—Lo entiendo. Pues, yo veré qué hago.

—¿No trabajarás?

—Sí. Pero, lo que importa eres tú. Al diablo los Karagiannis y sus tratos. Además, tengo que prepararme para ser padre, ¿no?

Lila se ríe bajito.

—¿Prepararte?

—Sí. Ya sabes. En todo lo que conlleva ser papá: cambio de pañales, papillas, fórmulas, etapas. Es más. —Entonces, saco de mi maleta de mano mi Ipad y abro mi librería—. He comprado decenas de libros.

Le muestro a Lila y ella sonríe.

—¿Vas a leer tantos libros?

—Sí. Tengo mucho trabajo que hacer. —Estiro mi mano y tomo la suya. Lila se extraña por unos segundos, pero, después, ella la aprieta levemente con confianza—. Yo no tuve una vida muy precaria, me hizo falta mucho, demasiado. Tuve una infancia dolorosa y tuve que madurar muy rápido. No tengo muchas referencias de buenos padres y no quiero repetirlo con mi pequeña. Quiero que, a pesar de todo, de los acuerdos que tengamos y de nuestra relación, Menita tenga una buena vida, que sepa que siempre puede contar con su padre y que sea feliz, muy feliz.

Lila se muerde levemente el labio desembocando en una sonrisa amplia.

—No creo que tengas que leer tantos libros, confío en que serás un buen padre.

—Aun así, lo haré. Nunca he tenido un tema que me apasione, ni sueños, o deseos de saber o hacer algo. Pero, por primera vez, los tengo. Por primera vez quiero hacer planes. Quiero que mi niña tenga esa capacidad de soñar, de sentirse libre, y yo se la daré, ¿comprendes?

Lila asiente con la cabeza.

—Mena sabe que lo tendrá.

—¿Se lo has dicho? —inquiero, bastante interesado.

Lila asiente.

—Este bebé fue hecho con el amor más grande que alguna vez nos tuvimos, y yo, desde el inicio, le dije que eres un buen hombre, y que me querías mucho.

Te quiero. No, te amo, pienso.

—Así que ella sabe que su padre la adora. —Lila acaricia su vientre—. Es una bebé que ya está rodeada de mucho amor. Del tuyo, mi familia, de Pablo.

Debí haber hecho un gesto, porque Lila me pregunta:

—Dijiste que te gustaba Pablo.

—Me gusta. Sé que es un buen hombre y te quiere. Simplemente, se me hace raro que esté entre los nombres.

—Bueno. Si te preocupa que Mena piense que es su padre, no lo será. Ella sabrá bien que Antonio de Marruecos lo es y que Pablo es el compañero de su madre y que también la querrá, ¿no sé si me explico?

—Lo tengo claro. Solo que me da miedo que la niña no me reconozca, ¿sabes?

—¿Por qué?

—Por la distancia. No siempre me puedo quedar en México con ustedes.

Lila se entristece un poco. Creo que sabe que la decisión que está tomando de quedarse en México, no es lo conveniente para todos. Sin embargo, no quiero estresarla, así que continúo.

—Tal vez, si compró la casa en venta al lado de tu tía Julie, pueda tirar el muro y así Mena podría pasarse de una casa a otra.

Lila se ríe.

—Y yo compro la que está al lado de mis padres y ya vivimos los cinco felices.

—¿Los cinco?

—¿Tu mujer no vendría a vivir contigo? —pregunta.

Cierto, Théa. Me siento terrible que siempre me tengan que recordar que ella está atada a mí.

—Cierto, los cinco. Mena tendrá una familia inusual, pero siempre llena de amor. —Concluyo.

De pronto, nos anuncian de la cabina que es hora de aterrizar y ambos nos preparamos. Después de ahí, llega el silencio y ya no hablamos de nada profundo, solo de banalidades.

Lila me mostró la ciudad desde sus ojos, contándome los lugares que visitaba cuando era pequeña. Me contó un poco más sobre sus abuelos, sobre su tío que vivía acá con su pareja y sus dos hijos que eran menores que ella por unos años.

Después, llegamos al piso. Por fortuna el auto pudo meterse hasta la entrada y así Lila no caminó tanto. Eso sí, subir las escaleras siempre será lo único que jamás se podrá evitar.

—¡Dios!, ¿mi padre no pudo instalar un elevador?

—¿El edificio es de tu padre?

—Es del conglomerado. Incluso, el edificio es herencia de mi madre y mis tíos, pero los tres decidieron que así fuese. Sin embargo, el piso es herencia de mi madre. Es raro, pero ella fue la única que vivió aquí y por eso mi abuelo se lo dejó, pero mi madre simplemente no lo considera solo suyo y muchos hemos pasado por aquí.

Me río.

—Tu familia, siempre unida.

—Siempre.

Así, entro al piso de Lila y sonrío. El aire del lugar lleva consigo la esencia de su perfume y cada rincón está impregnado con recuerdos. Las fotografías decoran el lugar de una forma tan bonita que no se ven amontonadas o pesadas sobre los muros. Sonrío, de pronto me imagino a mi hija creciendo aquí, tranquila, en su propia libertad, sin preocupaciones y envidias. Solo rodeada de amor.

—¿Dónde pongo la maleta? —pregunto.

—En la habitación. —Me pide Lila.

Yo la sigo hasta allá, y noto que hay un nuevo armario de madera.

—Veo que tienes nuevo armario.

—Sí, Pablo está haciendo arreglos en la casa. Necesitábamos un nuevo armario y lo instaló. Es muy amplio.

Suspiro. Trato de evitar que mis celos se noten.

—Me alegro —miento—. Veo que no solo es la habitación.

—También es la cocina y la sala. Acaba de terminar el cuarto de Mena. Solo falta decorarlo.

—Hmmm —Expreso. Sin poder evitarlo.

Lila lo nota y me dice:

—Estaba esperando a que vinieras para que lo hiciéramos juntos. Creo que necesito el gusto del padre para el resto de la decoración y muebles.

Sonrío, al parecer debo dejar de pensar que todos están en mi contra.

—Será un placer.

—Bien. Empezaremos la próxima semana. Primero, debo ir a ver cosas de mi trabajo y asegurarme que todo esté marchando bien.

—Claro.

Lila se pone las manos sobre el vientre.

—Vamos, te llevo al piso de abajo.

—No, está bien… yo puedo ir solo.

—No, te acompaño.

Así, ambos salimos de la habitación y ella me abre la puerta para salir de ahí. Confieso que me gustaría que ella me dijese que puedo quedarme en la sala a dormir sobre el sofá. Pero, por ahora, no quiero motivos para algún tipo de pelea.

Lila baja las escaleras con cuidado, cogiéndose del pasamanos. Yo trato de ayudarla, pero ella me pide que mejor lleve mi pesada maleta. Cuando al fin llegamos, ella abre la puerta y me da la llave.

—Ten. Tu nuevo hogar —bromea.

Donde estés Lila, es un hogar, pienso.

Entro al piso, y me percato de que es igual de colorido, solo que más pequeño que el de arriba. Solo tiene una habitación, la sala, la cocina comedor y un balcón que da para la calle. En los muros, también hay fotografías.

—Era el piso donde vivía mi abuela de soltera, Ximena Caballero. Después fue taller y volvió a ser piso hace años. Creo que estará perfecto para ti. Está completamente remodelado, así que todo funciona muy bien.

—Gracias.

—Tal vez no es como la casa donde vives, pero, servirá.

—Me encanta —hablo con honestidad.

Lila y yo nos quedamos en silencio. Es ese silencio de incertidumbre, donde no sabemos qué decir pero a la vez, queremos decir todo. Ella me ve a los ojos, tratando de encontrar algo que me gustaría saber que es. ¿Amor?, lo tengo, ¿esperanza?, también, ¿tristeza?, definitivamente, ¿qué más quiere?

—Bueno, me voy a dormir. Pero, mañana tengo el día libre y podemos ir a conocer la ciudad, y a comprar comida, los refrigeradores están vacíos.

—Me encantaría.

Lila suspira.

—Buenas noches, Antonio.

—Buenas noches, Lila —contesto, para luego verla partir.

Me quedo solo, en medio de ese piso lleno de color y de recuerdos, y, aunque no estoy con Lila, sonrío. Porque a pesar de todo estoy con ella, tendré una hija con ella, y viviré mi vida al lado de ella.

En este momento, me viene a la mente la frase que Théa me dijo antes de partir.

“Vive tu vida, pero vive por ti.”

Y ahora, en mi nuevo hogar, eso es exactamente lo que haré.

9 Responses

  1. Muy bien Antonio, sigo teniendo sentimientos encontrados; pero estoy impaciente por que ya Pablo y Thea se encuentren…

  2. Paciencia Antonio, hay que ser pacientes. Todo a su tiempo y el destino ya tiro sus cartas asi que todo se irá dando. Que emociónnnnnn ❤️❤️❤️❤️❤️❤️

  3. Bueno Antonio y Lila ya están tomando su rumbo, ahora falta Thea y Pablo ojalá ese encuentro sea rápido, y se prenda el incendio entre ellos porque la chispa ya existe

  4. Me hace mucha ilusión que justo el piso de soltera albergue a Antonio en esta etapa. Nuevos comienzos en lugares importantes.

  5. El amor y la esperanza de Antonio le ayudarán a mantener la calma que necesita en esta dulce espera… ❤️❤️❤️

  6. Definitivo Antonio es difícil pero tienes que tomar las cosas con calma y guardar los celos, pero vas bien ya estas allá con ella cerca =) aprovecha ahora que Pablo no esta 🙂

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  1. Muy bien Antonio, sigo teniendo sentimientos encontrados; pero estoy impaciente por que ya Pablo y Thea se encuentren…

  2. Paciencia Antonio, hay que ser pacientes. Todo a su tiempo y el destino ya tiro sus cartas asi que todo se irá dando. Que emociónnnnnn ❤️❤️❤️❤️❤️❤️

  3. Bueno Antonio y Lila ya están tomando su rumbo, ahora falta Thea y Pablo ojalá ese encuentro sea rápido, y se prenda el incendio entre ellos porque la chispa ya existe

  4. Me hace mucha ilusión que justo el piso de soltera albergue a Antonio en esta etapa. Nuevos comienzos en lugares importantes.

  5. El amor y la esperanza de Antonio le ayudarán a mantener la calma que necesita en esta dulce espera… ❤️❤️❤️

  6. Definitivo Antonio es difícil pero tienes que tomar las cosas con calma y guardar los celos, pero vas bien ya estas allá con ella cerca =) aprovecha ahora que Pablo no esta 🙂

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