Théa
La oscuridad del sueño me envuelve, y me encuentro atrapada en una pesadilla que se niega a dejarme en paz. Revivo el día en que Chez, como una sombra siniestra, se abalanzó sobre mi vida y me arrebató lo único que era mío de una forma terrible y descomunal.
—No te preocupes, mi vida, todo estará bien.
La tensión cuelga en el aire de mi sueño, una pesadez que presagia la tragedia. Veo el rostro retorcido de Chez, sus ojos destilan maldad como un veneno letal. Sus manos, garras afiladas, desgarran mi paz, dejando cicatrices invisibles pero inolvidables en mi ser.
Mis gritos silenciosos resuenan en la penumbra onírica mientras revivo cada momento del ataque. Mi cuerpo tiembla en la vigilia de mis sueños, mi mente se encuentra atrapada en la espiral de la angustia. Las sombras cierran filas a mi alrededor, y mis sollozos llenan el espacio con un eco desgarrador.
—¡Déjame en paz! —pienso, ya que en ese instante no pude hablar—. Suéltame.
Siento dolor en mi parte baja, uno terrible que me hace llorar. Mi cuerpo se siente entumecido, pero el dolor es algo que recuerdo después de que el efecto de la droga pasa.
—Tú no vas a ser de nadie más, Théa. No me importa si estás casada con Antonio de Marruecos. Tú eres mía, para la eternidad —escucho su terrible voz.
—¡Déjame!, ¡déjame!, ¡déjame! —grito en mi interior.
De repente, me despierto. Mi cuerpo se alza de la cama en un espasmo desgarrador. El sudor frío empapa mi piel, mi corazón late con furia descontrolada. La realidad y el sueño se mezclan, confundiéndome. La habitación, aunque iluminada por el sol, se transforma en un laberinto de sombras amenazadoras.
Mi respiración está agitada, como si luchara por inhalar el oxígeno que el recuerdo me arrebató. Cierro los ojos con fuerza, pero las imágenes de la pesadilla persisten, pintando mi mente con el horror del pasado. Unos sollozos ahogados escapan de mis labios, mi cuerpo tiembla con una vulnerabilidad cruda.
Me aferro desesperadamente a la realidad, pero el eco del pánico persiste, resonando en cada rincón de mi ser. El recuerdo de aquel día no se va, por más que lo desee. Es una pesadilla que se repite una y otra vez, que me persigue como un fantasma. El terror aún me sostiene en sus garras invisibles.
Así, tomo el móvil y me percato de que son las once de la mañana. Es lo más tarde que he dormido, y sin embargo, en lugar de sentirme bien me siento terrible. Como si estas horas extras de sueño le hubiesen dado a mi mente tiempo para volver a ese horrible día. Ahora recuerdo por qué en casa me despierto antes de las seis de la mañana.
Sin embargo, no estoy en mi casa, sino en un hotel. Por motivos del viaje de Antonio, estoy viviendo en la suite uno del hotel Gran Meliá Madrid Elysium, escondiéndome de todos y todo hasta que sea mi turno de viajar a México. Para evitar llamadas incómodas a mi padre, sospechas de Dehlia, y preguntas, decidí salirme el día que Antonio viajó, dando la impresión de que nos habíamos ido juntos hacia América. Así, Dehlia y el resto de la casa pensarían que nos fuimos de luna de miel, adelantada.
Solo Cairo está enterado de que estoy viviendo aquí. Trato de que mi vida sea un poco más normal, libre, sin tener que estar dando explicaciones constantes del por qué mi marido viaja sin mí. Simplemente, trato de tener un poco de paz en medio de todo el desastre que es mi vida.
No obstante, al parecer, no importa si me hospedo en uno de los mejores hoteles de Madrid o si me quedo bajo un puente, la pesadilla recurrente de mi abuso continúa acechando mi mente una y otra vez, drenando mi energía por completo. Uno no puede escapar de su mente, por más que lo intente, pero al menos, en este hermoso hotel, all-inclusive, puedo escapar de mi realidad y sentirme bien conmigo misma.
Me levanto de la cama, mi cuerpo aún tembloroso después de la pesadilla que me persigue cada noche. La tentación de volver a dormir me acoge, pero la realidad me golpea: ya es tarde, debo alistarme para ir al bar con Pablo y ver si me puede ofrecer trabajo.
Anhelo desesperadamente ocuparme con algo más que dar vueltas por las calles, observando cosas que no puedo comprar, participando en actividades que están fuera de mi alcance y, sobre todo, buscando disfrutar de una libertad que parece inalcanzable.
Caminar por las calles se ha convertido en una experiencia cargada de miedo y alerta constante, incapaz de disfrutar de lo que me rodea. La razón por la cual insistí en que Antonio me proporcionara un auto grande fue para tener una vía de escape en caso de peligro. Si Chez aparece, mi mente ya ha trazado un plan: atropellarlo sin remordimientos, aplastarlo como a una cucaracha que merece su destino.
Los pensamientos de hacerle daño a Chez han invadido mi mente en múltiples ocasiones, pero no estoy segura de si tendría la fuerza necesaria para llevarlos a cabo si alguna vez lo tuviera frente a mí.
No puedo seguir pasando los días en este constante estado de temor. Por eso, busco desesperadamente un trabajo que me permita despejarme. No me importa si es lavando baños o realizando cualquier otra tarea. Mi único deseo es comenzar a trabajar, ahorrar ese dinero mientras dependo de lo que Antonio me proporciona. Así, si llega el día en que necesite huir, tendré los recursos para sostenerme por un tiempo, y contaré con un breve historial laboral que podría ayudarme a encontrar otro empleo en el futuro.
Solo quiero escapar. Necesito estar preparada para cualquier eventualidad y sé que, si me esfuerzo, soy constante y disciplinada, lo lograré. Puede que mi sueño de convertirme en enfermera se vea afectado por la limitada educación que mi padre optó por darme, pero la búsqueda de mi libertad, el reencuentro con mi madre y liberarme de los Karagiannis son metas que estoy decidida a alcanzar.
Me meto a dar una ducha rápida para librarme del sudor que se acumuló en mi piel. Siento como mi piel está sensible después de la pesadilla tan vívida que tuve. Por suerte, mi corazón a regresado a sus latidos convencionales, y ya no siento como si quisiese correr por toda la habitación.
—Mejor me hubiese dado un baño en la bañera —murmuro, al ver la hermosa y elegante bañera que hay frente a mí.
Pero el tiempo apremia, así que dejo de lado por completo la idea y continúo duchándome, eliminando todo rastro de una noche terrible para dar paso a un día que espero sea tranquilo. Después de unos momentos, salgo, me dirijo al espejo y comienzo mi rutina.
De repente, una sonrisa ilumina mi rostro al recordar la risa contagiosa de Pablo. Cada vez que resuena en mis oídos, me llena de alegría. Lástima que ese hombre ya haya fijado sus ojos en otra mujer. Sin embargo, eso no me impide pensar en él, en fantasear con su bien formado cuerpo, en soñar con esos brazos fuertes y seguros, en anhelar rozar sus labios.
Pablo es tan guapo, tan encantador y educado. Posee una voz que al hablar tiene el poder de derretir y una mirada que puede tranquilizar incluso a la persona más iracunda. Su sonrisa es preciosa, con esa dentadura perfecta y esa esencia de coquetería. Su risa es alegre, me encanta cuando hace una pequeña mueca y un hoyuelo se forma en su mejilla. También me gusta su timidez, esa que lo hace sonrojar y levantar las cejas levemente para evitar que su rostro se ponga completamente rojo.
Es el hombre perfecto, al menos para mí, pero al parecer, también lo es para alguien más, y me duele no haberlo encontrado antes. Aunque, al reflexionar, me doy cuenta de que incluso si lo hubiera conocido antes, Pablo y yo no podríamos ser nada debido a todas las complicaciones que rodean mi vida. Sin embargo, si él hubiera sentido lo mismo por mí, sería la persona por la que lucharía, la razón por la que desafiaría a toda mi familia, la motivación para irme al fin del mundo.
Después de perderme en mis pensamientos por un momento, selecciono un bonito conjunto de vaqueros con un suéter abrigador. Peino mi cabello de la mejor manera posible, tratando de definir mis rizos, y me aplico un poco de maquillaje. Aunque mi estómago está vacío, los efectos del ataque de ansiedad persisten y me quitan las ganas de comer. Me cubro con un abrigo y decido salir a la calle; es hora de comenzar mi día.
Decidida, bajo al lobby del hotel, donde está estrictamente prohibido permitir que alguien suba sin mi aviso. Saludo a las personas que atienden la recepción y salgo del hotel. Aunque me encantaría ponerme los audífonos y sumergirme en la música, el miedo constante de que Chez pueda aparecer sin que lo escuche me limita, así que me conformo con tararear en voz baja una canción mientras camino lo más rápido posible hacia el metro. Ansiando aprender a manejar para evitar caminar sola por las calles, bajo las escaleras con prisa, paso la tarjeta y corro hacia el andén.
Sé que no tengo prisa, pero estar menos sola y más cerca de mi destino disminuye mi ansiedad. —Calma, Théa —me murmuro mientras espero el metro de pie. Me reconforta que haya otras personas a mi alrededor, pero que el vagón no esté tan lleno como para no poder identificar quién entra y quién sale. La ansiedad es una sensación tan compleja que no sé cómo explicarla; solo sé que vivir con ella no es vivir, y ya estoy cansada.
Puedo sentir cómo mi cuerpo está tan alerta que mis manos comienzan a sudar. Estar al aire libre me afecta, me siento tan vulnerable que disfrutar se convierte en algo imposible. Muevo la pierna izquierda en pequeños movimientos de arriba a abajo, distribuyendo el peso sobre los dedos de los pies. Solo quiero que llegue el vagón antes de colapsar de ansiedad aquí. Momentos después, finalmente llega.
Soy la primera en subirme, tomo asiento y respiro profundamente. Lo he logrado, solo son tres estaciones y luego a correr. Cierro los ojos, tratando de evitar el ataque de ansiedad, y por un instante creo que lo he logrado. Mis alarmas se encienden cuando una voz me pide permiso para sentarse a mi lado.
—No —expreso, de inmediato, al pobre anciano que solo quiere sentarse en el único lugar libre—. No, no quiero, no.
Me pongo de pie y se lo ofrezco.
—¿Se siente bien? —me pregunta.
—Sí, sí…
Las puertas del vagón se abren y, aunque no es mi estación, decido bajarme. No puedo soportarlo más. Esto me está destrozando. Subo las escaleras de la estación y tomo la decisión de correr, literalmente. Es ridículo, pero es necesario para mí. Atravieso cuadras y cuadras, siempre me ha gustado correr. Lo hago con fuerza, con velocidad, enfocada en mi destino. Sin dudar, sin tropezar, simplemente alejándome de algo que va a suceder, algo que no entiendo, pero que quiero evitar a toda costa.
No quiero volver a sentirme vulnerable, no quiero ser atacada de la misma manera en que lo hizo Chez. Anhelo ser fuerte, pero me siento más débil que nunca. Solo quiero ser yo misma, pero, ¿quién soy? No lo sé, especialmente cuando toda mi vida me han dicho que no soy nadie.
Milagrosamente, llego a la puerta del bar, sudada, despeinada, viéndome como una indigente. Abro la puerta y lo primero que veo es a Pilar y a su padre en la barra.
—Théa —expresa Pilar. Pero su rostro es de mera preocupación—. ¿Todo bien?
—Sí, sí, miento.
Sin embargo, me desvanezco, sin poner resistencia, sin que pueda comunicar otra palabra. Solo me dejo caer sobre el piso del bar.
***
—¿Quiere que le traiga algo más, señorita Pilar? —escucho a lo lejos.
—No, con esto está bien, pronto despertará.
—¿Segura?
—Sí, sí. Yo la atiendo.
El silencio se hace un momento, y después el sonido de la puerta que se abre y cierra de inmediato. No sé dónde estoy, sé que estoy en el bar, pero, no sé en qué parte. Siento mi cuerpo adolorido, como si hubiese hecho ejercicio. Supongo que correr cuadras completas te pasa factura.
—¿Ya despierta? —Escucho la voz de un hombre.
—Sí, ya casi, papá.
Abro los ojos y lo primero que veo es el techo. Después, volteo la cabeza y fotografía de un hombre de descendencia oriental, y una mujer rubia, con unos trillizos sobre sus regazos, aparece ante mis ojos.
—¿Cómo? —pregunto.
—Es Cho, el dueño del bar, ella es mi hermana, Sabina, y mis sobrinos. Jaz, Sirena y Eric
Sonrío.
—¿Te sientes mejor? —inquiere.
—Sí, no fue nada.
—¿Nada?, traías el pulso acelerado a mil, y te desmayaste. Además, estás muy pálida. Digo, eres de piel blanca, pero no así.
—No te preocupes. De verdad.
—Pili, amor, ¿por qué no vas a la cafetería de Vicente y le pides un paquete de desayuno y se lo traes a Théa? —Interrumpe su padre.
—No, yo…
—Con un zumo de naranja, dile que yo se lo paso a pagar luego.
—Vale —responde, Pili, para luego salir de ahí.
—No es necesario, en verdad… —Trato de excusarme, pero, Jaz, niega con la cabeza.
—¿Desde cuándo tienes ataques de pánico? —me pregunta.
Me quedo en silencio.
—Venga, tú y yo nos parecemos más de lo que crees.
—No lo creo…
—Claro que sí. Apellido poderoso, pero que no puedes usar y solo te trae problemas. Una vida rodeada de lujos, pero tú te sientes tan mal que no la disfrutas. Siempre pensando que vales poco, pero por dentro, con un gran potencial.
—Señor Jaz…
—¿Cuándo le dirás a Pablo que eres esposa de Antonio de Marruecos? —inquiere.
Al escuchar el apellido de Antonio, por una situación, me siento atrapada en el acto, como si me hubiesen descubierto. Sin embargo, no tendría por qué sentirme así, no hay nada de malo en ello.
—¿Cómo lo supo?
—Puede que Pablo ignore muchas cosas de tu mundo, pero, yo no.
—No le he dicho, porque no se ha dado la necesidad —justifico.
Hmmm…
—Es verdad.
—No te creo… —responde.
—Bueno, también porque siento que si lo sabe cambiará su actitud conmigo.
—¿De qué manera? —inquiere, bastante interesado, como si supiese algo que yo no.
—Bueno. Él sabe que estoy casada, pero, me trata normal. Si sabe que soy esposa de alguien como Antonio de Marruecos, tal vez se aleja y… perdería su amistad. No sé, a veces las personas con poder y dinero intimidan, y no quiero que él piense que soy igual.
—¡Ah!, yo pensé que era por otra situación —habla, Jaz.
—¿Pilar también lo sabe? —inquiero.
Jaz niega con la cabeza.
—Mi hija no está interesada en nada de eso, desde pequeña la eduqué para que fuese así. Yo estoy enterado porque bueno… tengo contactos.
Sonrío.
—No le dirá a Pablo, ¿verdad?
Jaz niega.
—Ni una palabra saldrá de mis labios. No me corresponde eso. Solo te pido una cosa. No lastimes al muchacho, ya la pasa mal.
Entonces, recuerdo lo que me dijo sobre su novia, y me vuelve a coger la nostalgia.
—Sí, no te preocupes. No será así. Sé lo que se siente pasarla mal.
Jaz sonríe.
—¿Te puedo dar un consejo, Théa? —me pregunta.
—Sí, claro.
—Tu pasado, no dicta tu futuro.
—Pero, ¿si mi pasado me persigue todo el tiempo? —inquiero.
—Pues, por más rápido que corras, no huirás de él. Te recomiendo que te detengas, te des la vuelta y lo enfrentes. Si es que quieres un futuro próspero.
—Usted, ¿hizo lo mismo? —le pregunto, viendo la prótesis de su pierna.
Jaz, niega con la cabeza.
—A mí me alcanzó mientras huía y me dejó un recuerdo de lo cobarde que fui. No dejes que eso te suceda.
Sonrío. Pocas veces en mi vida alguien me ha hablado con tanta paciencia y ternura. Ahora entiendo por qué Pilar es así.
—Me siento perdida, señor Jaz.
—No lo estás. Solo estás confundida, pero, por lo que veo, ya estás decidida a cambiarlo. Pablo me comentó que buscas trabajo.
—Sí —hablo con ilusión—, de lo que sea.
—¿De lo que sea?
—Sí.
—Bueno, ¿qué es lo que puedes hacer?
Esa pregunta siempre me queda grande porque, en realidad, no sé hacer mucho. Mis hermanas me tenían prácticamente de Cenicienta, y no terminé mis estudios, así que “nada” podría ser la respuesta correcta.
Jaz, siente mi duda en el largo silencio que hago.
—Igual que yo, hace muchos años —agrega.
—¿Cómo?
—Eso mismo me preguntó mi suegro, el día que mi esposa fue a pedirle trabajo para mí. Y mi respuesta, fue la misma. Silencio.
—Y, ¿qué pasó?
—Me dio trabajo de lo que había, empecé limpiando los baños.
—Puedo limpiar baños.
—No Théa, no eres para limpiar años, eres para algo más grande.
—¿Grande? —pregunto, para luego reír bajito.
—Sí. Tu destino no es trabajar en un bar, pero por algo debes empezar. Yo te veo como alguien grande… incluso, famosa.
—¿Famosa? —pregunto, para reír a carcajadas—¡Ay, señor Jaz!, se nota que no me conoce.
Jaz es ahora quien sonríe.
—Te conozco, y sé que lo lograrás. Cuando seas famosa y grande, acuérdate de mí.
—Lo haré.
En ese instante, Pilar entra por la puerta, con dos bolsas de papel llenas.
—Listo, con todo y zumo de naranja —comenta.
—Gracias.
—Pili, amor, me dijiste que necesitabas a alguien que trabajara contigo detrás de la barra. Théa puede ayudarte. Será el asistente de bartender.
—¿Asistente de bartender? —pregunta.
—Sí, sí. Se encargará de contar las botellas, limpiar la barra y le puedes enseñar a hacer las bebidas, y otras cosas. —Jaz voltea a verme—. ¿qué dices?
—Si Pilar está de acuerdo.
Jaz voltea y ve a su hija. Pilar, asiente de inmediato.
—Claro. Tienes potencial.
—¡Excelente!, comienzas hoy… así que más vale que desayunes porque hay mucho trabajo que hacer, ¿no Pilar? —insiste su padre.
—Sí, claro.
—También puedo ayudar en otros lados: limpiar las mesas, barrer, trapear…
—Claro, pero tu puesto es… asistente de bartender, ¿vale?
—Vale —acepto, sintiéndome importante y agradecida con Jaz, de haberme dado una oportunidad.
***
Años después, cuando Jaz murió, me enteré de que ese puesto ni existía en el bar. Que él, lo había inventado para ayudarme, para sacarme del hoyo en el que me encontraba y darme la fuerza para enfrentar las cosas. El día que gané mi primer premio, se lo agradecí en mi discurso, y no hay día en que no me acuerde de él con cariño.
19 Responses
Jaz 💜 su vida es una historia que me gusta leer aunque sea a pedacitos.
Y ahora quiero saber ¿Que será en el futuro Théa? ¿Cuál es su destino?
Ayyyyy se me fue un lagrimon al leer de la partida de Jaz❣️
Hayy que bonito encontrar a persona que te ayudan sinceramente 💕
Bello capítulo 🤩
Ay nostálgico el final del capítulo.
Jaz es buen hombre se equivocó pero supo cómo remediar lo que hizo.
Ay mi Thea eres una gran mujer 💕
Que bonito que Jaz pudiera transmitir de sus malas experiencias a Thea para que pudiera salir del bollo del pánico, lindo capítulo
Aaawww 🥺🥺 con esos últimos párrafos se me metió una basurita en los ojos 🥺🥺🤍
Jaz entendiendo a la perfección a Thea!!!
La vida dando a cada quien lo que le tocaba en su momento. Jaz tuvo sus errores y tuvo la oportunidad de repararlos y ser mejor persona. Me encantó el giro del personaje, despues de odiarlo terminé queriendole. Y me alegra que Thea este rodeado por ese otro pedacito de extencion de los Ruiz de con y Canarias. Será epico cuando Pablo y Thea se enteren de lo cercano que fueron y estuvieron siempre. Y Famosa, premios, discurso???? En que se convierte Thea???? Que emoción. Gracias Ana. Es hermosa esta historia.
Que emoción me dio este capítulo cuánta sabiduría le dieron a Jaz los acontecimientos de su vida, primero fue con Cho y ahora con Thea hermosos capitulos
Ay, me ardieron los ojitos 😭😭😭😭.
Yo creo que Thes pinta…
Jaz, a la mala aprendió, se corrigió y enmendó su vida. Que bueno que logró hacer buenos cambios y ayudar a otros.
Sus malas experiencias le permitió dar buenos consejos y ayudar a otros.
Ya quiero ver el futuro de Théa.
Hermoso, Jaz al final saco la gran persona que tenía dentro y bastantes lecciones de vida que dió y ayudo a varias personas a ser grandes entre esos Cho
Que bueno leer sobre los errores de Jaz así como ayudó a Cho ahora con thea
Donde se puede leer la muerte de Jaz
Sentí una presión en el estómago mientras Théa corría, rogando que llegara bien al bar. 🥺 Es una sensación horrible sentirse perseguida 😔.
Jaz, empecé odiandote, pero poco a poco mi percepción sobre ti ha tenido un giro increíble. No cabe duda que eres una gran persona. Gracias por ayudar a quien lo necesita y porque tener ese buen ojo para descubrir los pesares ajenos y brindar consejos que salvan vidas. 🥹
Ojalá todo el mundo tuviera la oportunidad de redimirse en vida de sus errores y enseñar/ayudar a otros.
El daño que hacen los padres a los hijos como Jaz que casi les cuestan la vida.
Me sacó un lagrimón pensar en su partida, en los hijos prestados que le dio recuperar a su hija de sangre.
Jaz le brindó la contención que tanto necesitaba Thea… 🥰
Jaz siempre tan especial 🥰😘😍
Thea empezó su camino y poco a poco saldrá del espacio reducido y oscuro en el que está!
Como es la magia de lo que escribes, nos haces odiar tanto a un personaje y ahora el giro de hasta agradecerle a Jaz por aconsejar y ayudar a Thea y por ser mejor persona claro aprendiendo de los errores.