Me quedo como idiota viendo hacia la puerta, cuando de pronto siento la presencia de alguien y, al voltear veo a Ulises con una sonrisa que juro me molesta.
⎯¡Eres increíble colega!⎯ me felicita, y siento que lo quiero matar.
⎯¿Por qué?
⎯Hace unos días, decías que cada vez es más difícil conocer a alguien y ahora, sales de aquí junto con un paciente… ¿cómo llamas a eso?
Ulises entendió mal. Le dije eso para que dejara de molestarme en el bar al que fuimos ya que quería conocer a una chica través de mí.
⎯Luz es amiga mía de la infancia. Mi padre y su padre son socios y bueno, no sé si viste pero traía una pequeña entre sus brazos…
⎯¿Madre soltera?, mejor no te metas con ella. Sobre todo tú, va a querer que seas el proveedor de la niña⎯ brome, y ahora sé porque Ulises se quedará soltero el resto de sus días.
⎯No, es su sobrina… en fin, le dije que mi carro estaba con el mecánico y que tenía tiempo antes de que estuviera listo e iré a pasar un rato con ellas⎯ comento, con media sonrisa.
⎯Pero… tu no tienes carro.
⎯Pero ella no lo sabe⎯ le digo y le cierro el ojo⎯ nos vemos colega.
Termino la conversación y voy lo más rápido posible a los vestidores para el personal para quitarme la bata y el uniforme y cambiarme de ropa. Después, voy al baño me peino y lavo los dientes y el rostro y cuando estoy listo… suspiro.
⎯Tranquilo David, ya ha estado muchas veces a solas con Luz, muchisimas y hoy, tiemblas como novato⎯ me digo a mi mismo frente al espejo.
Después salgo corriendo del lugar para bajar las escaleras lo más rápido que puedo y al llegar al recibidor, la veo ahí, de pie junto con Sabina dentro de la carriola y el móvil en la mano.
Sólo sé tu mismo. Me consuelo, aunque en realidad creo que ser yo mismo fue lo que alejó a Luz de mi.
⎯¿Listas?⎯ pregunto y Luz voltea y me sonríe.
⎯Listas.
Tomo la carriola y comienzo a caminar junto con Luz ⎯ venga, el Tío David te paseará hoy⎯ le digo a Sabina, que viene muy atenta viendo hacia delante.
⎯No eres su tío⎯ me dice Luz, acomodando algo en esa bolsa tan conocida para mí.
⎯Eso lo va a decidir ella hoy⎯ contesto seguro.
Ambos comenzamos a caminar hacia el metro, mientras la niña va señalando los distintos lugares y a las personas.
⎯¡Guau, guau!⎯ nos dice, al ver un perro pasar.
⎯Mira que precioso⎯ le dice Luz, con voz tierna.
Había visto a Luz en muchas etapas de su vida. Como hermana mayor, hija, amiga y estudiante pero jamás como tía y juro que es lo más tierno que he visto. La veo tan atenta, tan tierna, tan amable; siento tanto y no puedo expresarlo.
⎯¿Cómo es que terminaste cuidando a tu sobrina? ⎯ inquiero, para hacer que Luz voltee a verme y poder sentir su mirada en mí.
⎯Mis padres se fueron a México por el verano para ir con mi hermano. Mi hermana María Julia se quedó en Ibiza estudiando para sus exámenes y me pidió que cuidara a Sabi.
⎯Y, ¿Cómo es que llegaste de Madrid a Ibiza?
⎯Pues en avión, Canarias… fui al aeropuerto y…
⎯Eso no quise decir, ya sé como se llega, si no, ¿por qué estás en Madrid?⎯ la interrumpo y a mi mente llega los miles de debates que tenía con ella porque no hacía la pregunta correcta.
⎯Pues es que tu preguntaste y yo…
⎯Luz…
⎯Bueno, porque Sabi se aburre en la casa.
⎯¿Sabi o tú?⎯ pregunto y ella sonríe y juro que se sonroja al verme.
⎯No importa. Lo importante es que estamos acá pasando un día tía- sobrina y al parecer, debo incluirte.
⎯Tiempo tía, tío y sobrina⎯ insisto.
⎯Hace una hora ni la conocías y, ¿ahora eres tío?, ¡jamás!⎯ me comenta, y me río bajito.
⎯¿Qué tiene de malo?,⎯ digo entre risas⎯ ya le di un caramelo.
⎯Que no seas necio, no puedes ser tío por un caramelo.
⎯¿Necio yo?, tú eres la más necia aquí ⎯ contesto.
Luz se lleva las manos hacia el pecho y trata de mantener su postura antes de comenzar a reír⎯ tú también eres muy necio, y vanidoso, siempre viéndote en los reflejos.
⎯¿Qué reflejos?, no hemos pasado ni un reflejo… ¿de qué hablas?
Ambos comenzamos a reírnos. Luz y yo siempre tuvimos esto, un estira y afloje que terminaba en risas o uno cediendo a lo que quería el otro, la mayoría de las veces yo cedía pero admito que me encantaba discutirle.
⎯En fin, pasará días conmigo y luego nos iremos a Ibiza. Tengo otro viaje así que no podrá irse conmigo.
⎯Si, no creo que llevar a tu sobrina a cuevas sea buena idea ⎯ replico.
Luz niega con la cabeza y me da una ligera palmada en el hombro, esa que siempre me daba cuando decía algo imprudente en algún lugar. Me siento tan a gusto, tan feliz, tan familiar. Con ella no tengo que fingir nada, ni esconder nada, ella me conoce y no le da miedo ni vergüenza hablar conmigo.
Los dos bajamos a la estación del metro y después de pagar el boleto nos subimos al vagón en silencio. Me quedo observándola, memorizando cada rasgo de su rostro, reconociendo lo que ya había visto antes y acoplándome a lo nuevo.
Eres bella… muy bella, pienso, y aunque quiera decírselo, no podría, ella me lo prohibió hace años atrás después de la broma que le hice.
⎯¿Qué?⎯ me pregunta, cuando su mirada se junta con la mía.
⎯La genética de tu madre es bastante fuerte, se parece muchísimo a ella⎯ hablo, salvándome de nuevo.
⎯Sí, es una mini Ximena, ⎯ contesta Luz sonriente⎯ preferible eso porque si se hubiera parecido al papá⎯ me comenta, y luego le da un beso a la niña.
⎯¿Quién es el padre?
⎯Eduardo Jaz, ¿el que se fue de “intercambio a Canadá”?⎯ me pregunta.
⎯¡Claro!, dice el rumor que tu padre canceló a la familia por completo⎯ hablo.
⎯No es un rumor, la canceló. Lo hizo por dejar a su hija embarazada a los 17 años y luego echarle la culpa de todo. Así que ya sabes… nuestro círculo es bastante cerrado, no todos entran⎯ comenta viéndome a los ojos y sé lo que insinúa con eso.
Luz me “canceló” de su vida hace tiempo, algo que yo pensé era para siempre pero, al parecer, nunca fue así. Ella me cuenta todo lo que paso entre María Julia y Jaz, y como a sus padres no les importaron los rumores. Cuando de pronto el metro frena y me voy contra ella arrinconándola entre mi cuerpo y otra persona.
⎯Perdón⎯ murmuro, y el tenerla tan cerca siento, literal, como mi piel se eriza desde mi cuello recorriendo hasta el dedo meñique de mi pie, una sensación que solo ella puede provocar en mí, ya que lo había logrado antes sin que lo supiera. Su aroma a lavanda me trae recuerdos, incluyendo la vez que nos vimos en Perú…
⎯No pasa nada, el metro es el metro⎯ me contesta, y nuestras miradas se quedan estáticas.
¿Es normal que quiera besarla?, o simplemente es mi instinto de siempre haciendo lo que mejor sabe hacer…
⎯Creo que aquí bajamos⎯ dice Luz en un murmuro.
⎯Cierto… cierto⎯ afirmo y me separo de ella para que tome la carriola y baje a Sabina del vagón.
Siento mi cuerpo completamente adormilado, como si alguna especie de hechizo se hubiese puesto en mí y ahora, no sé como reaccionar.
¡Qué demonios te pasa David!, ¡este no es el David normal!, pienso, aunque creo que ya no sé ni quién soy desde hace mucho tiempo pero no me molesta.
⎯¡Ey!⎯ me habla Luz desde el anden del metro ⎯¿me sigues o te quedas? ⎯ inquiere.
⎯Te sigo…⎯ contesto más como un manifiesto que como una respuesta, para después bajarme del vagón e ir a su lado.