En todos mis años en Madrid jamás había venido al Real Jardín Botánico, porque no me interesaba, sin embargo, aquí estoy, entrando al lugar, a lado de Luz que prepara su cámara de una forma como si fuera un ritual y empujando a Sabina en la carriola. 

⎯¡Miya!⎯ grita la niña, señalando las flores que había delante de ella. 

⎯¿Te gustan las flores?⎯ le pregunto. Y en seguida paro la carriola para tomar a la niña entre mis brazos que, en seguida, me estira las manos para irse conmigo. 

Me gustan los niños, siempre me han gustado. Creo que son la parte mas genial del ser humano. No sé si quiero tener hijos, no lo he pensado aunque, si llego a tener un hijo, espero sea con alguien que quiera, no uno que deje por accidente en algún lugar; por eso soy tan estricto con mis reglas. 

Sabina estira la mano y cierra su pequeño puño para tomar el pétalo de la flor ⎯ con cuidado, recuerda que son frágiles, ¿si?⎯ le hablo con cariño. 

⎯¿Y tú?⎯ escucho la voz de luz y al voltear le sonrío ⎯¿Pediatra? 

⎯¿Qué?, ¿no puedo? ⎯ contesto, y Luz sonríe. 

⎯Si puedes pero, te imaginé en todas las áreas de la medicina mejor en pediatría⎯ confiesa⎯ cuando me lo contaste pensé que sería otra cosa. 

⎯¿Y de qué me imaginabas?⎯ pregunto con un toque de coquetería, mientras nuestras miradas se cruzan y siento esta revolución de sensación dentro de mi cuerpo. 

⎯No sé… ¿cardiólogo? ⎯ pregunta. 

Sonrío ⎯¿lo dices por lo que dice la gente de mí?⎯ inquiero. Tomo a Sabi de ambas manos y comienzo a caminar junto con ella por los caminos del jardín ⎯ que tenga una reputación dudosa, no influye en mi trabajo⎯ le aseguro. 

⎯¿De qué reputación hablas?⎯ me pregunta y luego se muerde los labios⎯¡ah!, de tu reputación de Picaflor. 

El escuchar eso hace que me transporte completamente a Perú, a ese encuentro que tuve con el colibrí, y que significaba buena suerte. ¿Luz sabrá que tener un Picaflor en su vida le dará buena suerte?

⎯¿Así le dices tú?, yo lo llamo mujeriego y sí… no influye⎯ le aseguro. 

La mirada de Luz cambia a una más apagada⎯ lo dices como si estuvieses orgulloso⎯ me comenta. 

Sin que mis ojos se separen de los suyos le contesto⎯ no tiene nada de malo que me gusten las mujeres, ¿o sí? Que sea picaflor, como le dices, no me hace un mal hombre⎯ respondo. 

⎯Nunca dije que eras mal hombre⎯ responde en el mismo tono de voz, mientras sus ojos me desnudan por completo⎯ todos sabemos que no lo eres. 

Arqueo las cejas de inmediato ⎯¿Todos sabemos?⎯ pregunto y ella de inmediato esquiva la mirada para evitar que vea como se sonroja ⎯¡Ah!, la familia Ruíz de Con habla del tío David en casa. 

⎯No eres tío, ya te dije⎯ responde en ese tono de necedad que hoy recién descubro me vuelve loco⎯ solo lo comentamos una vez, hace mucho tiempo. 

Me muerdo los labios⎯ ¿les contaste que nos vimos en Perú?⎯ pregunto con curiosidad. 

⎯No, no hablé del tema. 

⎯¿Segura?⎯ insisto. 

⎯Segura⎯ habla firme, evitando mi mirada ⎯ no desvíes la conversación y mejor dime porque eres pediatra. 

Sonrío, esta mujer siempre se tiene que salir con la suya.

⎯Mi madre era pediatra, ¿tú eres fotógrafa por tu padre, no es así? 

Ella sonríe. Paso a Sabina por detrás de mi cabeza y la siento sobre mis hombros. Escuchamos como ella ríe y luego sus manos sujetan mi cabeza. 

⎯Soy fotógrafa porque mi padre una vez me contó que cuando él era joven, quería tomar foto de algo único y extraordinario, pero nunca lo logró… yo le prometí que lo haría. 

⎯Y, ¿por eso estabas en la cueva? ⎯ pregunto. 

⎯Tal vez⎯ responde coqueta, para después subir la cámara y tomarme una foto. Al verla sonríe. 

¿Será que yo soy eso extraordinario?

⎯¿Puedo verla?⎯ pregunto. 

Ambos vamos a sentarnos a una de las bancas del jardín y ella me enseña la foto. Luz, en todos los años que llevo de conocerla, jamás me había tomado una foto tan cerca, bueno, al menos una de la que yo me diera cuenta. 

La veo y no me reconozco, ese hombre que ella captó no soy yo. El David Canarias que yace reflejado ahí, se nota relajado, feliz, con una mirada distinta y, ahora, entiendo lo que todos me decían cuando regresé. 

⎯Es la foto más bonita que me han tomado… y eso que me han tomado varias en un estudio para los artículos que escribo pero, nada como esta. 

⎯Luego te la regalo, si quieres ⎯ me responde aún viendo la foto. 

⎯¿Eso quiere decir que oficialmente soy el tío David?⎯ insisto. 

Levanta ella su rostro y quedamos tan cerca uno del otro que puedo ver sus preciosas pestañas, esas ligeras pecas que se hacen sobre sus pómulos y esos labios tan carnosos y naturales que me excitan, me excitan tanto. 

⎯No David⎯ escucho su voz ⎯ todavía te falta el helado y el origami. 

Mientras mi respiración se acelera con su sonrisa, y mi corazón late como si hubiese corrido miles de kilómetros, no puedo evitar decirle⎯ no te recordaba así de hermosa Luz Ruíz de Con. 

Ella, al escuchar eso, esquiva su mirada y luego revisa otras fotos ⎯ basta David, conmigo no funciona así y lo sabes. Ni siquiera lo pienses. Mejor sigamos caminando⎯ me comenta, para ponerse de pie y comenzó a empujar la carriola. 

Volteo a ver a Sabina que está jugando con su vestido y “platicando”⎯ sería buen tío sabes⎯ le digo y ella voltea a verme y me sonríe ⎯ supongo que tengo que aprender origami. ¿Crees que le podrías decir a tu tía Luz que no es broma lo que le digo?⎯ Sabina me sonríe ⎯ ¿eso es un sí?

⎯¡Oye!, Vamos… ⎯ me grita Luz y yo me pongo de pie junto con la niña. 

Camino hacia ella y alcanzarla camino a su lado en silencio. Observo como va tomando fotos, como enfoca esa parte del paisaje que quiere tomar y como se muerde los labios para enfocar mejor. 

Dios, ¿pero qué te pasa David?, pareces adolescente…¡es Luz Ruíz de Con!, ¡es Luz!, las Ruíz de Con están prohibidas.

⎯¿Te debo algo?⎯ me pregunta Luz, sacándome de mi trance. 

⎯¿Qué? 

⎯¿Que si te debo algo?, no dejas de mirarme y me estás poniendo nerviosa… 

⎯Lo siento, lo siento⎯ me disculpo, para luego irme junto con Sabina a otro lado del jardín y alejarme de Luz un momento. Pongo a la niña sobre el pasto y ella me toma de la mano para caminar junto conmigo. Comienzo a jugar, a hacerla reír y a correr persiguiendo a los pájaros que se atraviesan, cuando de pronto ella me estira los brazos y me pide que la cargue. 

⎯Dormí, Davi⎯ me pide. 

⎯¿Tienes sueño?⎯ le pregunto, y ella asiente con la cabeza. Veo el bulto en su frente y me doy cuenta que ya ha disminuido considerablemente⎯ venga, durmamos un poco⎯ le digo para después sentarme debajo de un árbol, darle un poco de agua a Sabi y que ella caiga dormida entre mis brazos. Luz se une a nosotros ⎯ ves, soy tan tío David⎯ le indico. 

⎯Le caíste bien, es todo⎯ defiende Luz, mientras acaricia su precioso cabello. 

Vuelvo a quedarme como idiota viéndola y cuando nuestras miradas se cruzan pregunto algo de inmediato ⎯y,¿de casualidad puedo saber a donde vas?, ¿a otra cueva? 

Canarias, eres un tonto…

⎯No, voy a San Sebastian, al País Vasco a tomar fotos en una boda. 

⎯¿Boda?, ¿fotógrafa de bodas? ⎯ insisto. Juro que muero por saber todo sobre ella. 

⎯Sí, un poco de dinero no cae mal. 

⎯Pensé que tu padre te mantenía. 

⎯No, no me mantiene, me ayuda con el piso pero, todo lo demás va por mi cuenta… sabes que en mi familia nada es gratis. 

⎯Y, ¿puedo saber cuándo regresas a Madrid?⎯ pregunto sin tapujos, y de la manera más natural. 

Ella sonríe y niega con la cabeza ⎯ no te diré. 

⎯¿Por qué no?, solo es una pregunta⎯ hablo casi en un murmuro, y acercándome un poco más a ella. 

Luz vuelve a conectar conmigo. Su mirada se hace profunda y juro que puedo ver sus pensamientos a través de sus pupilas ⎯ porque así, si volvemos a vernos… será cosa del destino. 

Destino…

⎯¿El destino?⎯ pregunto. 

⎯No debí decirte eso, te burlarás⎯ me comenta. 

⎯No, no… ⎯ hablo de inmediato y juro que parezco desesperado⎯ no lo haré… dime. 

⎯Está bien. Hay gente que cree en un ser supremo a la hora de encontrarse con alguien, mi familia cree en el destino… así que… 

¿Eso quiere decir que Luz quiere volver a encontrarse conmigo?, estoy confundido… o ¿no?

⎯El destino… me gusta⎯ recito en un murmuro, y puedo sentir como mi rostro se va acercando al de ella, como si Luz fuera ese polo opuesto que me atrae. De nuevo recuerdo las palabras de mi padre y me alejo de inmediato ⎯¿crees que el destino me dé tiempo de aprender origami antes de verte?⎯ bromeo para romper mi tensión. 

Ella se ríe y lo hace de una forma tan armoniosa que me hace sonreír ⎯ eres insoportable David. Mejor vamos que tu carro debe estar listo. 

⎯¿Carro?, ¿qué carro?, ¡ah si!, el carro ⎯ recuerdo la mentira que le dije. 

⎯Supongo que querrás saber si quedo bien… 

En verdad no me importa nada… solo quería pasar el tiempo contigo… 

Ella se pone de pie, pongo a Sabina en la carriola y en silencio, como si supiéramos que todo llegó a su fin, caminamos hacia la entrada del lugar para después ir hacia la estación. 

⎯Bueno pues… gracias por todo. 

⎯De nada⎯ respondo sin dejar de verla a los ojos ⎯ que te vaya bien de viaje. 

⎯Gracias, que te vaya bien en lo que tengas que hacer⎯ me comenta. Por un breve instante ambos nos vemos, como si quisiésemos recordar algo, como si no pudiésemos creer que nos hemos vuelto a encontrar⎯ cuídate Canarias⎯ finaliza. 

⎯Igualmente, Lucito⎯ respondo bajito haciendo que ella sonría ⎯ adiós Sabi, te debo un helado⎯ le digo a la niña que con la mano me dice adiós mientras se aleja con ella. 

Por un breve instante me quedo viendo como se aleja de mí en cámara lenta, como su precioso cabello se mueve con el movimiento de su cuerpo, como su olor a lavanda se queda en mí, y sonrío al recordar esa mirada y esa risa tan sincera que me lleva lejos, muy lejos, a recuerdos que tenía enterrados. 

Luz cree en el destino, en ese donde dos personas se encuentran porque están destinados a estar juntos, sin embargo, lo que ella no sabe es que yo hago mi propio destino, y sí, ella es parte de él. 

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