[Gael]
Compartir el mismo espacio con Adela ha removido pensamientos y sentimientos en mí que no pensé volverían a pasar por mi cuerpo y por mi mente. Ayer por la noche tardé mucho en conciliar el sueño, primero tratando de verla a través de la oscuridad de la noche, y después sintiendo sus movimientos mientras dormía, escuchando su respiración, tratando de adivinar si está soñando o no; en verdad ha sido una de las torturas más grandes que mi cuerpo ha podido soportar.
Esta noche que pasamos juntos he descubierto algunas cosas sobre Adela. La primera es que suele enrollar su cabello en uno de sus dedos mientras se arrulla para dormir, la segunda y la más sexy, que debajo de su bata no trae ropa interior y la tercera que toma unas pastillas de las cuales aún no sé para qué son. Me quedé dormido exactamente a las 3 am y cuando abrí los ojos ella ya no estaba a mi lado. Es obvio que no va a huir, ¿para qué vendría hasta acá y después huiría de mi lado? Así que me levanto con cuidado y trato de buscar algunas pistas en la habitación. Su maleta sigue aquí, está tirada en el piso y abierta con toda la ropa dentro, así que definitivamente ella no se ha ido.
Me pongo una playera y el pantalón del pijama y salgo a la sala para encontrarla completamente vacía. No hay nadie en la cocina, no hay nadie en el comedor y por lo que veo el jardín está vacío. Es una casa más pequeña y aún se siente el enorme espacio entre los dos. Comienzo a preparar el café cuando escucho que la puerta del jardín se abre y entra ella con una sudadera de color gris y unos leggings para hacer ejercicio, y sin pensarlo dos veces, se la quita exhibiendo ese hermoso cuerpo, espectacular, que solo había visto en la revista. Me encanta, se ve hermosa con todo el sudor recorriendo su cuerpo y con ese top que enmarca su busto de una manera excepcional.
Adela camina por la sala y todavía no se percata de que estoy en la cocina, o simplemente ha decidido ignorarme y seguirse al cuarto. La veo caminar tan sensual y vuelvo a imaginar esas torneadas piernas que me enloquecen y ese abdomen que ahora es tan diferente a como yo lo conocí. De pronto, sin querer, muevo la taza con la mano y hace un ruido que la hace voltear.
— Buenos días — le digo de inmediato y regreso a mi labor de poner el café.
— Buenos días — me dice sin mucha emoción y debo tener una cara de tonto porque se ríe ligeramente.
— ¿Saliste a correr? — pregunto, huyendo de ese momento incómodo entre los dos.
— No, no puedo correr — me confiesa — pero hice un poco de bicicleta estática en el gimnasio y algo de pesas.
— Me alegra que el gimnasio sea de tu agrado — me limito a contestar.
Los dos nos quedamos de nuevo sin palabras, pero debo admitir que desde ayer el ambiente que se respira entre los dos es de calma, una calma que posiblemente pueda alterarse con cualquier comentario incómodo, pero al menos no estamos peleando desde el amanecer hasta el anochecer. Adela camina hacia la habitación y después de unos segundos tomando un poco del agua que dejó anoche al lado de su mesita.
— Gael — dice interrumpiendo el silencio — ¿Me podrías decir cuál es tu plan? — y después se sienta en el comedor que está justo al lado de la cocina.
— ¿Para qué quiere saber? — pregunto.
— Para saber lo que me espera, para saber qué tengo que decir y qué hacer — comenta.
— ¿Así como un guión? Un guión para comportarte en frente de mi familia — y ella me ve con esa cara de orgullo que tanto odio.
— Si voy a actuar que nos amamos, al menos dame un poco de información, cariño.
Me acerco a ella y me pongo de pie a su lado, cruzo los brazos y la observo. No hay guion, mi vida — le digo molesto — simplemente será improvisación, si tan buena actriz eres podrás hacerlo de maravilla, ¿no crees?
— ¿Quieres exponerme, cierto? — dice enojada — ¿Quieres aprovecharte de todo lo que podrás hacer sin que yo te pueda decir nada?
— No, simplemente actuaré como lo que somos, una pareja casada que se ama. Ahora no lo vemos claro, pero tú y yo no hemos perdido esa conexión y amor que nos tenemos.
Adela se para de la silla y me ve directo a los ojos — pues aprovecha estos momentos, Gael, porque después serás un hombre muy divorciado y tendrás que buscarte a otra que te siga la farsa.
— Pues créeme que no me faltan candidatas — le digo sin poder controlarlo y ella obviamente se molesta y se va a la habitación. Mientras camina, puedo notar que trae un moretón en la costilla y me gana la curiosidad de saber qué fue lo que le pasó, pero ahora no es el momento. Mi comentario me ha hecho quedar como un idiota y necesito saber cómo resarcirlo.
Termino de preparar el café e intento cocinar mi desayuno. En verdad, no tengo mucha hambre después de lo que pasó, pero al menos debo fingir un poco más afuera de la habitación para esperar a que ella salga. Es chistoso cómo estamos tan acostumbrados a tomar turnos que los respetamos como si fuera algo dogmático. Si ella está en la cocina, debo estar en otro cuarto, pero eso se debe acabar ahora.
Camino decidido hacia la habitación y abro la puerta sin avisar cuando la veo desnuda frente a mí mirándose en el espejo. Afortunadamente, no me ha visto, pero yo, yo tengo toda la ventaja del mundo y como adolescente, todo mi cuerpo se emociona y no hago más que recorrer cada parte de su cuerpo que se expone frente a mí. Sé que Adela ha estado haciendo ejercicio, pero no sabía cuánto y me arrepiento de no haberlo notado antes.
Como ya había dicho, sus piernas ahora están mejor formadas y estilizadas, su abdomen se encuentra completamente marcado, tiene una espalda que podría comer a besos mientras le hago el amor. Sus pechos han tomado mejor forma y para coronar la imagen, ese trasero, tan tentador como siempre. Ella es diferente y me gusta su diferencia.
Puedo ver cómo el cabello largo y negro cae sobre sus hombros cubriendo sus pezones y en el momento menos imaginado se agacha para ponerse la braga de color negro provocando que vea, más de lo que merezco. Es increíble como una imagen puede dejarte como idiota, pero no quiero hacer nada más allá, así que controlo todo lo que siento en mí.
Ella se coloca el sostén y muero por ayudarla a abrocharlo en su espalda y de paso tocar su piel, pero simplemente lo veo, como si fuera un amor platónico que no puedo poseer, como el hombre del puesto de revistas que solo observa las fotografías; en eso me he convertido, en un mero espectador.
Cuando está completamente en ropa interior, decido dar el paso hacia el baño. Ella me ve y se cubre con la bata del baño. Yo finjo no ver nada y con esa mirada tan intensa que tiene, me sigue hasta donde voy y luego me ve cerrar la puerta. Inmediatamente, abro la ducha y sin importarme la temperatura del agua, entro para poder aliviar todo lo que siento en mí. No cabe duda que casi un año sin sexo sí puede pasar factura. Yo sí me ayudo un poco con esa situación, pero ella ¿lo hará?
Termino de ducharme y salgo inmediatamente al cuarto. Ella se encuentra sentada en el tocador, maquillándose y, a propósito, me quito la toalla frente a ella, dejando al descubierto mi cuerpo. Quiero que lo vea, quiero sentir su mirada de deseo sobre mí. La necesito, y no lo voy a negar, necesito empujarla a que lo haga. Adela me ve a través del espejo y, al verme desnudo, desvía la mirada hacia otro lado.
—¿Podrías vestirte en el baño cuando esté yo? — me dice, molesta, aunque sé que le ha gustado lo que vio.
—¿En el baño? ¿Qué somos? ¿Adolescentes? Esta también es mi habitación y estamos casados, así que no tiene nada de malo que me vista en este lugar.
Comienzo a buscar mi bóxer y lo que me pondré este día. Ella pretende regresar a sus actividades, pero en verdad puedo sentir a veces su mirada sobre mí, ¿aún le gustará mi pecho?, ¿me desea como la primera vez que estuvimos juntos? Cuando no me dejaba de acariciarme el torso mientras estaba encima de mí, haciéndome el amor con locura.
Me pongo los pantalones de mezclilla negros y después una playera de cuello largo del mismo color, entro de nuevo al baño y después de peinarme y cepillarme los dientes salgo de nuevo a verla. Ella se pone de pie y sin poder evitarlo sonrió. Trae un vestido corto de tela, muy abrigado, de cuello largo, que complementó con unas medias negras y esas botas que tanto le gustan. Su cabello está amarrado con una cola muy simple y como siempre, los labios rojos, su toque especial.
Al verme parado ahí, ella pasa a mi lado para tomar sus cosas, dejando esa estela de aromas que tanto me gusta. El famoso Coco Mademoiselle, su perfume sello, impregna el aire, y desde que la conozco siempre se lo pone.
— Estoy lista — me dice seria, mientras busca las gafas de sol y un ligero abrigo rojo que le da vida a tanto negro.
Yo termino de ponerme mi abrigo y, como un acto reflejo, la tomo de la mano. Ambos salimos del cuarto
— No es necesario que me tomes de la mano, Gael — dice tranquila.
— Sí, si es necesario, porque necesito que te acostumbres a eso. Este día no te voy a soltar — afirmo, mirándola a los ojos.
— Vale, ¿quieres jugar, no? Ok, juguemos. Si vas a jugar conmigo, yo te advierto que también me voy a divertir.
— ¿Por qué todo tiene que ser un juego contigo, Adela? ¿Por qué no puedes dejarte llevar por la situación? — le pregunto mientras nos subimos a la camioneta que está guardada en el garaje de la casa.
— La última vez que me dejé llevar, acabé en tu cama, ¿recuerdas? Esta vez no se repetirá, mucho menos sabiendo que has estado con no sé cuántas mujeres. No quiero que, además de toda la humillación que me has hecho, me pegues algo que no deseo — y se sube a la camioneta.
Tengo tantas ganas de decirle que no estuve con nadie, que al igual que ella, he estado mucho tiempo sin sexo, sin tocar a nadie, sin besar a nadie, porque no pude. Solo puedo con ella. Pero solo de pensar que lo tengo que hacer, sé que todo saldrá mal.
Me subo al otro lado de la camioneta y la arranco para dirigirnos a casa de mis padres. Hoy es una comida familiar donde nos darán la bienvenida y habrá otros amigos, así que es el momento perfecto para que Adela y yo podamos darnos esas caricias que aún no nos hemos atrevido a hacer en privado y sin actuar. Mientras manejo, puedo ver que ella va leyendo de nuevo y me ignora por completo.
— Te ves hermosa hoy, Adela — y ella me voltea a ver de la forma más natural.
— Tú no te ves mal — me dice sin más palabras, y yo lo tomo como un cumplido. Nos cuesta tanto elogiarnos mutuamente, pero según la psicóloga, eso nos acercará cada vez más y debo continuar haciéndolo.
Lo que Adela no sabe es que he tenido sesiones solo en otro lugar y he hablado de esto con ella. Tal vez nunca deba decírselo o deba esperar el momento oportuno, pero desde la primera sesión en pareja y empezar a recordar lo que hemos vivido, pensé que sería una buena idea tomarlas solo. Ella fue la que me dijo que la trajera de vacaciones, en pocas palabras, me dijo que debíamos salir de ese ambiente tóxico y llegar a uno más neutro y amigable, en pocas palabras, Málaga y la casa de mis padres.
El resto del camino nos lo pasamos callados. En verdad, no tenemos mucho que contarnos, o si lo tenemos, pero no nos atrevemos a preguntarnos todavía sobre nuestros días o planes a futuro o en nuestras carreras. Hemos pedido muchas cosas y en este viaje planeo recuperar al menos la mitad.
Llegamos a casa de mis padres unos momentos después, y cuando paro la camioneta, ella voltea y me ve. Tenemos esa mirada donde los dos nos ponemos de acuerdo para lo que va a pasar y lo que vamos a decir, pero esta vez la improvisación debe llegar a nosotros porque no hay guion.
— Una vez más — me dice ella en voz baja, pero antes de que se baje, me acerco a ella y le doy un tierno beso en los labios. Otra vez me nació dárselo. No está dentro de un acuerdo ni un diálogo que hay que seguir, simplemente soy un hombre que desea tanto a esa mujer que no puede reprimirlo. Afortunadamente, ella no me dice nada y me sigue la corriente, también los disfruta, y eso me hace besarla cada vez más.
La gloria, así, podría describir los besos de Adela, que desde la primera vez que lo hice, me dan vida y después me la roban cuando deja de hacerlo. Esta vez parece ser que lo que vimos en la habitación nos ha hecho un poco más débiles en voluntad, y ella se entrega a ese beso como si quisiera arrancarme la ropa en ese momento y hacerme el amor, no simplemente cogerme, vilmente cogerme ahí.
Un golpe en la puerta nos separa de inmediato, como dos adolescentes besándose a escondidas después de regresar de una cita. Es mi padre que alegre, nos da la bienvenida y nos pide que bajemos. A los dos ya no nos da tiempo de decir una excusa o de reprocharnos el beso, simplemente ella baja de la camioneta y abraza a mi madre.
— Doctora Carasusan — le dice bromeando, y Adela sonríe. Esa sonrisa que da es muy sincera y me encanta.
— Señor — dice ella educada.
— ¿Cuándo me vas a decir suegro? — y la vuelve a abrazar.
Ella se ríe y luego le dice — Suegro, ¿cómo está?
— Mucho mejor — y se ríe.
— ¿A mí no me saludarás, padre? — le digo de broma, y después recibo un abrazo que se me hace extremadamente cálido.
— ¡Hijo! Gusto en verlos a los dos. Ya los están esperando todos, entren.
Adela comienza a caminar, y yo le tomo ligeramente del brazo para que ambos entremos así a la casa. Debo admitir que el contacto con ella es raro, pero no ha perdido su calidez. De pronto, al entrar a la casa, ella me aprieta la mano. Supongo que está nerviosa de ver a mi madre. Ella siempre dijo que pensaba que mi madre no la quería, pero no es verdad. Mi madre la adora e incluso el verano pasado que pasé vacaciones con ellos, no dejaban de hablar de ella.
— Tranquila, Dela, todo estará bien — le susurro en el oído, y espontáneamente ella roza mi cuello con su nariz, erizando mi piel.
— ¡Adela! — dice mi madre al verla y le da un abrazo — ¡Felicidades por tu nominación a los Globos de Oro! Fui a ver tu nueva película y me parece fantástica.
— Gracias — dice ella sonriente — por eso hago las películas, para que mi suegra me felicite cuando me ve.
¿Adela está nominada a un globo de oro? ¿De qué se trata su nueva película? No cabe duda que esta guerra en la que estamos nos ha alejado más de lo que pensamos, incluso el motivo de nuestro matrimonio falso, nuestras carreras, ya no tiene ningún sentido.
— ¿Qué te pareció a ti hijo? — me pregunta mi madre y Adela me voltea a ver interesada.
— Bueno, yo creo que Adela se vio fantástica — miento y ella lanza una pequeña risa entre los labios burlándose de mi respuesta.
— No solo fantástica, la mejor. Ven, vamos que tengo una amiga que quiere conocerte — dice mi madre y avanza delante de nosotros.
Tomo a Adela ligeramente del brazo y me acerco a su oído — ¿Estás nominada a un globo de oro? ¿Por qué no lo sabía?
— Hay muchas cosas que no sabes ya sobre mí Gael, yo te recomiendo que te actualices y cumplas tu papel en este matrimonio. — Y se suelta para acompañar a mi madre.
Sí, me dolió que mi familia sepa más de Adela que yo y ella tiene razón, debería estar un poco más actualizado sobre su carrera y sobre su película, pero ya es muy tarde para eso. Ahora, lo único que queda es seguir con esta farsa y ver hacia dónde nos lleva.
[Adela]
Este día ha sido una montaña rusa de emociones que no me ha dejado tranquila desde el principio, y ahora que estamos de regreso en nuestra casa, por fin, he tenido tiempo para asimilar las cosas. Debo admitir que la comida en casa de mis suegros ha sido genial, el convivir con ellos y platicar con los hermanos de Gael me han dado un motivo más para seguir aquí. Ellos me agradan y me duele saber qué pensarán cuando sepan que hemos terminado la relación y que nunca más volveremos a tener reuniones así.
Ahora, mientras me encuentro sentada en el tocador trenzado mi cabello, para acostarme a dormir, no puedo dejar de pensar en lo que pasó en la mañana. Ver a Gael desnudo, frente al espejo, me ha hecho recordar todos esos momentos cuando estuvimos juntos. Me han dado unas ganas inmensas de besar su pecho, de pasar mis manos sobre su torso y sentir su piel, esa piel cálida que desde ayer me mantiene al borde de la cama y del deseo.
Después, ese beso, el que me dio antes de que su padre nos interrumpiera, sé que ya he perdido voluntad en eso de poner resistencia y admito que me da miedo saber a qué más ya no le pondré.
— Adela — escucho su voz que interrumpe mis pensamientos y volteo a verlo por el espejo y lo encuentro de nuevo con el torso desnudo y en bóxers.
— Dime — le contesto, tratando de evitar el contacto de su mirada.
— Apagaré la luz de la cocina, ¿quieres algo?
— Sí, un vaso con agua, por favor.
Y él me sonríe. Yo siento que mi fuerza de voluntad va en picada.
Todo esto lo está haciendo a propósito Adela, tienes que ser fuerte, tienes que resistir a todas la pruebas que te ponga, no puedes caer por una simple sonrisa después de meses de humillaciones y de situaciones incómodas, me digo a mí misma mientras termino de trenzarme el cabello.
Me pongo de pie de inmediato para irme a mi lado de la cama, cuando él vuelve a entrar con el vaso con agua y los dos quedamos frente a frente, él me ve con esa mirada intensa y yo me pierdo en sus ojos. Gael deja el vaso encima de la cajonera y se acerca a mí, sacando ese pecho que tanto me gusta y después sube ambas manos para acariciar mi rostro y tomarlo con ternura, estamos tan cerca el uno del otro que es imposible que pueda escapar, él acerca sus labios a los míos y su mirada se clava en mis pupilas.
— Adela —me susurra. Debo admitir que amo cómo susurra mi nombre cada vez que me va a besar. Es como si para él fuera un hechizo que echara en mí antes de fusionar sus labios con los míos.
Entonces, con toda la intención del mundo, dejo que me bese. Sus labios calientes tocan los míos fríos, y me dejo llevar por el deseo de comérmelo completo a besos, de acariciarlo, de sentir sus manos sobre mi rostro y, sobre todo, sentir esa pasión con la que siempre lo hace.
Nuestros labios son unos en este momento. No hay duda de que Gael sabe lo que hace, sincroniza sus labios con los míos, nuestras respiraciones se coordinan y lo que estaba apagado se vuelve a encender. Me encanta sentir la cercanía de su cuerpo con el mío, el roce de su pecho contra el mío y de pronto sus manos entran en el juego y comienzan a bajar sobre mi cuello para después seguir su paso hacia otras partes de mi cuerpo. Gael baja su mano y de pronto siento el dolor que me hace pegar un grito que nos saca del trance.
— ¡Ahhhh! —Y Gael se aleja preocupado.
— ¿Todo bien? Me dice agitado tratando de contener todo el éxtasis que acabamos de pasar.
— Sí, lo siento, pero me estoy recuperando de una costilla rota —le respondo y me siento a la orilla de la cama.
—¿Tienes una costilla rota? ¿Pero? ¿Cómo? —me pregunta confundido.
— Sí, mientras grababa me caí y me rompí la costilla. Durante meses estuve con yeso. Ahora solo tengo un tratamiento, pero aún siento un poco de dolor al contacto —Y saco el pastillero con mis medicinas—. Hoy no me dio tiempo de tomarme la pastilla, así que tengo un poco de dolor.
Me tomo la dosis que debo tomar y después me meto a la cama con todo el deseo recorriendo mi cuerpo. Él hace lo mismo, y nos quedamos ambos viendo al techo. Estos momentos incómodos son los que me hacen pensar que posiblemente él y yo no tengamos nada en común.
Apago la luz de mi lado y la habitación se queda a oscuras. Los dos queremos decir todo, pero las palabras no salen de nuestras bocas. Los besos han sido la única fuente de comunicación sincera entre nosotros.
— Me encantan tus besos, Adela — me confiesa, haciendo eco en la habitación.
— A mí también me encantan tus besos, Gael — le digo, aprovechando que la oscuridad es mi escudo y que siento que no puede verme.
Sin esperarlo, siento su aliento sobre mi cuello, lo que me alerta por completo.
— Buenas noches, Adela — me susurra con esa voz tan sexy que tiene, y me hace sonreír. Espero, en verdad, que la oscuridad sea mi aliada.
— Buenas noches, Gael — le respondo, sintiendo cómo se aleja, dejándome con ganas de más.