[Alegra]

Una semana después.

Nuestro último San Valentín no salió como esperábamos. Fue romántico, sí. Tuvimos sexo hasta que nos cansamos, sí. Cenamos delicioso, sí. Irradiamos amor, sí. Pero lo que me dijo Karl fue algo que me mantuvo despierta durante la noche, y no solo el insomnio y las ganas infinitas de ir al baño.

Una vez más, Rico se ha metido en mi vida, y ahora lo ha hecho con el hombre que amo. No entiendo cuál es la necesidad de ese estafador, bueno para nada, de aparecer de nuevo en mi vida. Ya no sé si es mala suerte o destino; cualquiera de los dos, no me gusta, y tendré que hacer algo.

Así que, como novia tóxica, logré sacar el número de móvil de Rico, del móvil de Karl. Lo llamé e hice una cita con él en un restaurante cercano a mi trabajo. Le dije a Karl que me quedaría un poco más tarde, y que cuando terminara le diría, para que estuviera pendiente de mi regreso.

Sé que a Karl le preocupa que ande sola por la calle, con un embarazo tan avanzado y usando el metro. Sin embargo, por ahora, no estoy dispuesta a comprar un carro para manejarlo en Nueva York, y los taxis son muy caros; aunque por supuesto, en este momento, será mi última opción.

Entonces, tan solo terminé de trabajar, me dirigí a mi cita con Rico, a ese restaurante que vende una de las mejores pizzas que he probado. Estoy hambrienta, pero también molesta, por lo que es una combinación fatal y espero que Rico esté preparado para eso.

Entro al restaurante y, de tan solo verlo, quiero lanzarme encima. Sin embargo, me controlo y me acerco a la mesa con toda la seriedad y calma posible.

Rico me sonríe, con esa estúpida mueca de Latin Lover, y ese fleco horrible, que le cae como un rizo, sobre la frente.

—Alegra —me saluda, poniéndose de pie.

—¡Oh, vamos, Rico!, basta de formalidades —respondo—. Esto será rápido, porque muero de hambre y debo llegar a cenar a casa.

—¡Ah!, ¿entonces Karl no sabe de nuestro pequeño encuentro? —comenta coqueto—. Me encanta.

—Cállate y escúchame —me dirijo hacia él, y Rico abre los ojos sorprendido de mi tono—. No estoy de mucho humor para soportar tus bromitas. Karl ya me contó en lo que lo involucraste.

—¿Involucré? Creo que Karl está demasiado grandecito para que digas eso.

—No me vengas con ese cuento, Rico. Te conozco bien y conozco mejor a mi marido, y sé que él no haría nada así por gusto. Lo hace, porque así siente que está cuidando a la fundación que ama, a la familia que le ha tendido la mano, los intereses de la carrera que le apasiona. Karl no es un hombre que pueda ignorar lo que haces y seguir como si nada. Lo involucraste, porque ahora tienes a alguien pesado, alguien influyente de la clínica que al salvar su trasero tendrá que salvar el tuyo.

—Te equivocas. Karl es un buen doctor, si lo llamé fue porque necesitaba de su asesoría —me responde de inmediato.

—No me vengas con ese diálogo, Rico. Tú nunca das un paso sin calcularlo. Sé que pudiste haber llamado a alguien más. Te conozco.

—Pues no tanto —contesta, en el mismo tono en el que le hablo—¿crees que porque follamos tres veces ya me conoces del todo?

—Uno conoce a una persona muy bien en la cama. Eres egocéntrico, ambicioso y nada dadivoso. Como el sexo que tuvimos. Además de flojo, porque siempre me pedías que estuviera arriba.

—¡JA! —expresa, para luego cruzar los brazos.

No sé si las personas del restaurante me están escuchando, pero no me importa, siento que para hablar con Rico debo ser así: firme, decidida y levantar la voz.

Nos quedamos en silencio un momento, supongo que cada uno está pensando los diálogos que diremos y cómo nos defenderemos. Él habla primero.

—Mira, Alegra. Sé que piensas que tienes razón en todo y que esto va a salir mal, pero no será así. Todo está bien. En verdad aprecio a Karl, es mi amigo, y jamás lo metería en algo que fuese peligroso.

—No lo sé, ¿qué te parece un consultorio clandestino en la calle más horrible del mundo?

—Shhhh, cállate, no lo digas en voz alta.

—Ves, si guess algo “nada peligroso”, no me callarías.

—Lo digo porque no todos lo tienen que saber —me corrige.

—Pues ojalá lo supieran… —amenazo. Entonces, tomo un respiro y acomodando mis ideas, le digo—. Rico, no sé si lo hiciste por un movimiento calculado o porque en realidad consideras que mi esposo es un gran médico. Sin embargo, has metido a Karl en algo de lo que ya no puede salir. Sabes que si denuncia tu clínica clandestina

 él también tendría problemas. Y si le dice a la Fundación de las medicinas y el mobiliario, él saldría raspado por no decirlo a tiempo y podría perder su trabajo. Lo jalaste a tu plan y ahora, no hay escapatoria y lo sabes. Karl no es un niño pequeño, no le prohibiré nada, absolutamente nada. Pero se me hace bajo que hayas jugado esa carta, sobre todo al enterarte de que era mi esposo.

—Te juro…

—Estoy hablando —le interrumpo—. El caso es que Karl, al contrario de ti, tiene mucho que perder si algo sale mal. Él tiene una familia, una mujer que lo ama y próximamente será padre de gemelos. Si algo le pasa, perjudicarías más allá de una persona, por lo que te pido, no, te ruego, que andes con cuidado, que no lo expongas a algún peligro.

Rico, visiblemente incómodo, busca las palabras adecuadas para responder, pero finalmente asiente con la cabeza en señal de entendimiento.

—No lo haré.

—No solo me lo digas a la ligera, quiero que lo pienses bien, que lo reflexiones y que sepas que Karl no está solo, me tiene a mí. Y aquí va mi amenaza —hablo en tono serio y bastante enojado—. Si algo le pasa a Karl, si sale lastimado o en algún problema. Te juro, Rico, que usaré todo el poder que tiene mi familia para hundirte en la cárcel. Me aseguraré que pierdas tu licencia para siempre y que jamás puedas volver al oficio de doctor.

De pronto, siento un dolor punzante en el vientre que me hace guardar silencio y poner las manos sobre él. Rico abre los ojos, y se pone de pie de inmediato, al notar que me pongo algo pálida.

—¿Qué te pasa? —inquiere.

—Nada, no me pasa nada.

—Alegra, te pusiste pálida… ¿qué te pasa?

—No lo sé… yo.

En eso, vuelvo a sentir otra punzada, que me hace flaquear. Me tomo de la silla con fuerza, y siento la mano de Rico, sobre mi brazo, tratando de ayudarme.

—No me toques…

—Alegra, es evidente que te pasa algo… ¡déjame ayudarte!

—¡Qué no! —expreso, y al tratar de dar un paso, vuelvo a sentir otra punzada, y se doblan mis piernas. Rico actúa rápido y me carga.

—¡Dios! —grita, al sentir mi peso—. Te llevaré al hospital.

—No…

—Solo vamos al hospital —me pide—. Confía en mí.

Yo me quedo en silencio. El dolor es bastante fuerte y sé que si no voy al hospital de inmediato, algo le puede pasar a mis bebés.

—Vamos —digo en un murmullo. Llena de incertidumbre y miedo.

13 Responses

  1. Ay Dios. Será ya van a llegar los polizones? Y la cita secreta ya no podrá ser secreta, porq Karl preguntara q hacian juntos. Solo espero esten bien los bebes..❤️

  2. Bien. Alegra defendiendo a su familia. Ojalá q rico entienda y se porte bien. A su vez será q llegan los bebés ojalá q si jeje

  3. Que sea este nacimiento la oportunidad de Rico de “renacer” y elegir bien lo que está por venir, por él y por Karl.

  4. Si le pasa algo a los tres también sera culpa de ese mugre Rico aaaaahhh quiero golpearlo, cuando se entere Karl tal vez el si lo golpee.

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