Parece que a ambos nos ha afectado el accidente de manera distinta. Aunque desde entonces no hemos hablado al respecto, los cuerpos y las acciones no mienten; simplemente se dejan llevar por lo que sienten.
Al abrir los ojos esta mañana y girarme para mirar a Adela, me sorprendió encontrar su cuerpo junto al mío, su mano reposando sobre mi pecho. Después de días de dormir casi al borde de la cama, hoy está tan cerca que puedo sentir su respiración tranquila en mi cuello.
La rodeo con mis brazos, la atraigo más hacia mí. No hay duda de que, desde el día anterior, ha regalado los mejores momentos que he experimentado. Este es el segundo, justo en la víspera de Nochebuena, y pienso aprovecharlo al máximo, consciente de que podría ser el último.
Ella aún no se ha movido, y mientras la observo dormir, contemplo detenidamente su cuerpo. Desde lejos, es fenomenal, pero de cerca, es aún mejor, especialmente ahora que ha intensificado su rutina de ejercicios, gracias a sus papeles en las películas. Sus hermosas piernas rozan las mías, y su bata roja, ligeramente levantada por el movimiento del sueño, me permite vislumbrar un destello de su glúteo, evocando recuerdos de nuestra primera vez juntos. Fue la mejor tarde de mi vida, aquella que me hizo adicto a ella, la que marcó todo lo que sé sobre relaciones y sexo. Fue entonces cuando asumí que estábamos destinados a estar juntos de esa manera.
(Recuerdo)
Recuerdo que era una tarde lluviosa en Los Ángeles, después de una presentación. Estaba aburrido; mi plan de salir a explorar la ciudad había sido frustrado por la lluvia persistente, dejándome atrapado en el hotel a la espera de que el clima mejorara.
Adela y yo llevábamos meses intercambiando mensajes sin descanso. Ella compartía sus días conmigo, y yo los míos con ella. De vez en cuando, nos conectábamos a través de videollamadas para intercambiar sonrisas, y nuestras conversaciones a menudo se tornaban profundas y significativas.
Recién había sido plantada en el altar, y no estaba buscando iniciar ninguna relación en ese momento. Sin embargo, cada vez que nos veíamos o coincidíamos, siempre acababa robándole un beso, lo que demostraba todo lo contrario a sus palabras.
Esa tarde, habíamos tenido una de esas conversaciones profundas por WhatsApp, cargadas de deseo y necesidad de desahogo. Yo había actuado en consecuencia, aunque desconocía su reacción.
De repente, sonaron golpes en la puerta de mi habitación de hotel, lo cual me sorprendió, ya que no esperaba a nadie. Me acerqué con curiosidad y abrí la puerta para encontrarme con Adela parada frente a mí, completamente empapada por la lluvia.
—Adela ¿Qué haces aquí? —le pregunté sorprendido.
—Gael —me dijo al verme, y antes de que yo pudiera cerrar la puerta, me besó ardientemente.
Mis labios respondieron de inmediato y ella con el pie terminó de cerrar la puerta para tener privacidad en la habitación.
Mientras nos besábamos, caminamos hacia el sillón de la habitación. Sin poder evitarlo, caí sobre él para luego recibirla en mi regazo. Puse mis manos sobre sus caderas y comencé a levantar poco a poco el vestido que traía puesto.
Ella, abrió mi camisa con fuerza, tanto que los botones salieron disparados por toda la habitación.
—No importa —me susurra, con sus labios encima de los míos—, luego te regalo otra igual. —Y continuó besándome.
Yo le quité el vestido por completo y lo arrojé a un lado, cayendo en alguna parte de la habitación. Su lencería color piel echó a volar mi imaginación. Ella bajó sus manos, sin dejar de besarme, y desabrochó mi pantalón sin ningún pudor, liberando todo y haciéndome sentir mejor al contacto de sus manos con mi hombría.
— ¡Fóllame! —me pidió decidida, mientras yo llegaba al paraíso al sentir sus manos jugando conmigo.
Me levanté del sillón en un solo movimiento y entre mis brazos la lleve a la cama y la recosté. No medí mi fuerza por la excitación del momento provocando que cayera con brusquedad; ella se rió.
Dejándome llevar, en lugar de bajar su braga, la rompí para quitársela, dejándome ver su hermosa intimidad.
—Luego te compro otra —repetí las palabras que ella me dijo mientras me bajaba por completo el pantalón y me quitaba el bóxer.
Después hundí mi boca en ella, saboreé su intimidad con mi lengua, provocando pequeños gemidos que me encendían cada vez más. Adela es cien por ciento sexual; escorpio dicen, así que para ella hacer el amor es otro nivel. Puede sentir sus manos jalando mi cabello para manipularme y así llegar al orgasmo, qué momentos después se dio gracias a mi lengua.
—Me encanta —murmuró excitada mientras movía sus caderas.
Me subí a su altura y la volteé de inmediato, acomodándola, boca abajo. Comencé a besar esa hermosa espalda, le quité el sostén con mis dedos y cuando sus pechos se liberaron los tomé con mis manos y los acaricié un poco, mientras ella se sostenía con sus brazos y levantaba las caderas invitándome a que entrara en ella.
—Espera —murmuró—, mi bolsa.
Yo me bajé de inmediato de la cama y traje su bolsa. Ella sacó un condón y se lo puso con una facilidad que nunca había visto.
—Mujer prevenida vale por dos —pronunció y volvió a la posición en la que estaba.
Entré en ella. Debo admitir, que fue un poco raro sentir a ella con el preservativo puesto. Sin embargo, las sensaciones que sentí me encantaron. Comencé a moverme, las pieles respondieron y los gemidos comenzaron a sonar por toda la habitación.
Ella se aferró a las sábanas, mientras yo acaricié todo su cuerpo. Pasé ligeramente mis uñas por toda su espalda y finalmente jalé un poco su cabello atrayéndola a mí.
—Sigue —murmuró—, no pares.
No quería parar, no lo hice. Verla así excitada y sobre mi cama, fue una de las fantasías que logré cumplir desde que la conocí.
No paré, no quise. Verla así excitada y sobre mi cama fue unas de las fantasías que logré cumplir desde que la conozco.
—Vamos Gael, sigue así, hazlo así —me dijo con fuerza y vi sus manos tomar la sábana con fuerza.
Continúe moviéndome lo más fuerte que pude, disfrutando de cada sensación, de cada movimiento y sobre todo de las pequeñas olas de placer que provocó en mí. Confieso que nunca, en toda mi vida sexual, había tenido sexo tan “rudo” como el que tuve con ella y me encantó.
Ella llegó primero al orgasmo y al verla morder la almohada mientras el placer corría por todo su cuerpo, fue una imagen que nunca podré superar.
Ella se levantó de nuevo y volteó para verme.
—Sigue, me encanta esta posición. —Y me acerqué a besarla.
—Es de mis favoritas ahora —le confesé y volví a empezar, con la idea de provocarle más de un orgasmo.
—-
Pensé que ese día, tener sexo así había sido resultado de la cantidad de mensajes que nos enviábamos. Sin embargo, con el tiempo comprendí que no era así. Adela me había brindado la mejor experiencia sexual de mi vida, y eso explicaba por qué no podía estar con nadie más después de ella. Sabía que lo que experimentaría con otros no sería igual.
Afortunadamente, después de lo de ayer, mi cuerpo se siente tranquilo y lo que acabo de recordar no ha encendido completamente mi deseo. Pero eso no significa que no anhele besarla apasionadamente mientras duerme sobre mi pecho. No quiero perderla. Ayer le confesé todo, esperando una respuesta, y creo que la he obtenido. Si no fuera así, ella no estaría recostada a mi lado de esta manera, haciéndome sentir que Adela es mi mujer y que nuestro matrimonio es feliz.
Cierro los ojos y me sumerjo en ese momento, deseando que ella no se despierte y descubra nuestra escena juntos, temiendo que decida ponerle fin. Los minutos pasan en calma y silencio. Adela sigue durmiendo plácidamente, y yo no me atrevo a moverme, sintiéndome como si fuera una bomba a punto de estallar con cualquier movimiento.
Después de un tiempo que se me hace eterno, ella finalmente abre los ojos y, al notar mi presencia a su lado, se levanta un poco sorprendida.
—Tranquila Dela, todo está bien — le susurro invitándo a que vuelva a recargarse sobre mi pecho.
Ella actúa como si hubiera pasado algo más entre los dos, incluso revisa su ropa y me ve a mí buscando algún tipo de rastro.
—Ven, no vamos a hacer nada —le pido y con mi brazo vuelvo a invitarla a que se recargue ahí.
—Solo porque es Nochebuena — me murmura, condicionando la escena y vuelve a recargarse en mí.
—Solo porque es Nochebuena — repito y entre el calor de nuestros cuerpos y la paz del momento, volvemos a quedarnos dormidos sin más.