Théa

Mis ojos se abren y noto toda la habitación iluminada. Otro día más ha pasado y yo, por primera vez, no he tenido pesadillas. He tenido una noche plena, llena de sueños bonitos y del calor remanente de Pablo en mi cuerpo. Estoy feliz, por primera vez sé que soy feliz. Desperté con una sonrisa que, sé, no se me quitará en todo el día, y espero que los sueños sigan así por mucho tiempo.

Estiro mi cuerpo. Después me doy la vuelta y abrazo la almohada. Cierro mis ojos y de nuevo la imagen de Pablo y yo en ese beso espontáneo regresa a mí. No tengo mucha idea de cómo sucedió, ni el porqué. Solo que mi corazón se sentía acelerado, mi cuerpo seguro y mis labios se dejaron llevar por los suyos.

Pablo besa tan bonito, tan pasional, tan entregado. Aún puedo sentir su mano acariciando mi mejilla, su respiración coordinada con la mía, y esa mirada llena de brillo que me dio cuando terminamos de hacerlo. Sé que no he besado tanto como yo quisiera, pero, sé que Pablo besa bien, y no negará que desearía besarlo de nuevo.

En ese instante abro los ojos, mi móvil está vibrando, y al ver el nombre de Antonio me acuerdo de que estoy casada, lo que me baja a la realidad de una forma rápida y pegando contra el suelo; de forma literal. Porque, al tratar de coger el móvil de la mesita de noche, me he caído de la cama.

—¡Mierda! —expreso, levantándome de inmediato y tomando el móvil—. ¿Diga? 

—¡Théa!, pensé que no responderías. —Escucho al otro lado del móvil—. ¿Todo bien? 

—Sí, sí… es que estaba haciendo algo y corrí hasta acá para coger el móvil. ¿Qué pasa?, ¿todo bien? 

—Sí, solo hablaba para saber cómo estabas. 

—Bien, todo excelente. 

—¿Sigues en el hotel? —inquiere. 

—Sí. Ya te dije que no regresaré hasta que lo hagas tú. Debemos llegar juntos porque oficialmente lo estamos. 

—Lo sé, lo sé… —habla. 

Me pongo de pie, voy hacia el armario y comienzo a sacar la ropa que me pondré hoy. Primero, tomo de mi bolsa el sobre con el dinero, el que me dio Jaz, saco unos pocos euros y después, meto el sobre en la caja fuerte. 

Antonio suspira. 

—¿Qué pasa? —inquiero. 

Él no me responde de inmediato, se queda unos segundos en silencio, como si estuviese pensando sus palabras.

—Lila y yo nos besamos. 

Sonrío. 

—¿De verdad? 

—Sí, fue espontáneo y sentí cómo ella me desea. Creo que nuestro amor aún no ha muerto, creo que puedo salvarlo, que puedo recuperar su amor. 

Suspiro. 

—Eso es genial, Antonio. ¿Crees que Lila esté dispuesta a darte otra oportunidad? 

—Pues. Hoy saldremos a cenar. No sé si abordaremos ese tema, solo saldremos para tener tiempo juntos, solos, antes de que llegue Mena. Por cierto, quiero que vengas antes para que conozcas a Lila.

—No, no puedo —respondo de inmediato. 

—¿No puedes?, ¿por qué? 

—Tengo que trabajar. Apenas le pediré a mi jefe permiso para ir por unos días a verte. 

—¿Trabajar?, ¿cómo es eso?, ¿dónde trabajas?, ¿en qué o de qué? 

—Trabajo es trabajo, Antonio. No te diré más. Solo te diré que me gusta mucho, me hace bien sentirme útil y que ahora tengo responsabilidades. Ya no solo es vagar por la casa e inventarme algo que hacer. Ahora, tengo un horario, días de descanso y no puedo irme desde ahora a México. Además, ¿qué haré allá? Si es verdad lo que dices que pueden recuperar su amor, yo sería un estorbo. 

—Bueno, pensaba que podrías viajar por acá, ver la ciudad, es bonita… 

—No, iré cuando sea debido, ¿vale? Tú continúa a solas con Lila, disfruta. 

—Pero, ¿estás bien? —Suspira—. Mira Théa, que no puedo dejar de preocuparme por ti.

Mientras escucho su voz, camino por la habitación, buscando y recogiendo cosas. Me acerco a la ventana que da a la calle y me percato que no haya nadie afuera; en pocas palabras que Chez no esté esperándome. 

—Pues, no te preocupes —hablo—. Todo estará bien. Créeme, nunca he estado mejor. 

Y al decir eso, me sonrojo. 

—¿Segura? 

—Mira, Antonio. Sé que te sientes culpable porque todo esto no fue parte el trato. Pero, pensé que ya habíamos acordado otro. Así que, somos amigos, olvídate de mí y simplemente sigamos cubriéndonos las espaldas para ser felices, ¿te parece? 

Sé que no puedo verlo, pero, estoy segura de que ha sonreído. 

—Un día te pagaré todo esto con creces. 

—Solo quiero el divorcio —contesto. 

Él se ríe. 

—Cuídate, Théa. 

—Igualmente. 

Él termina la llamada y yo aviento el móvil hacia la cama. Hoy es mi día libre, y pienso hacer algo que sea equivalente con la felicidad que tengo. Tomaré uno de los deseos de mi lista e iré por él. 

Saco la libreta, y veo todo lo que me he prometido realizar ahora con mi nueva libertad. Repaso los deseos y veo uno muy fácil que me hace sonreír. 

—Supongo que puedo hacer esto sin problemas. 

Así, como una adolescente emocionada por su primer beso, voy hacia el baño para ducharme y comenzar el día. 

***

Salgo emocionada del hotel y me dirijo hacia el metro. Sin embargo, me sorprendo cuando veo a Pablo en la esquina, volteando para ambos lados, buscando algo. Hoy, viene completamente vestido de negro, con un suéter de cuello alto y ese hermoso abrigo negro que le queda fenomenal. Me detengo a lo lejos, quiero admirarlo. Fijarme en todas sus manías, en lo que hace cuando no lo estoy viendo. Como cuando él se pasa los dedos largos por el cabello y lo acomoda. O cuando sube las cejas al mismo tiempo, cuando se sorprende. Como juega con el lápiz mientras está concentrado, entre otras cosas que me fascinan.

En un destello, su mirada se fija en mí y noto como se emociona. Me estaba buscando a mí y no puedo entender cómo es que descubrió por donde vivía. Se supone que el hotel es un secreto bien guardado, ¿será que tengo que cambiar de locación? 

—¡Théa! —pronuncia mi nombre. 

Comienza a caminar hacia mí, bastante apurado, como si quisiera hablar conmigo con urgencia. 

—Pablo —respondo con una sonrisa—. ¿Qué haces por aquí? 

—Bueno, es increíble que te haya encontrado. No sabía si lo haría. Solo seguí el camino que tomaste ayer y caminé con la esperanza de encontrarte. Sé que hoy no vas al bar y pues… 

Me sonrojo. Solo de pensar que Pablo me estaba buscando a mí. 

—¿Vives por aquí? 

—Sí, por aquí. 

Pablo voltea y solo ve el hotel que es lo más cercano, todo lo demás son locales de comida o de venta de algún servicio. 

—¿En el hotel? 

Asiento con la cabeza. 

—¿Por qué? 

—Es largo de explicar —respondo. Por una razón siento mucha vergüenza. 

Pablo no insiste. Sin embargo, su rostro cambia y la chispa de alegría en sus ojos, desaparece. 

—Théa, creo que tenemos que hablar. 

—Sí, claro. 

—¿Puedo invitarte un café? —inquiere. 

—Bueno… 

Meto la mano a mi bolso y toco el cuaderno donde escribo todo lo que tenemos qué hacer. 

—Ibas apurada, ¿dónde vas? 

—Pues estaba pensando ir al cine. 

—¿Cómo? 

—Sí, al cine. Nunca he ido al cine, y quería aprovechar mi día en eso. Hay una película que quiero ver. 

Pablo me ve con ojos de incredulidad. Sé que piensa que estoy inventando lo del cine, pero, todo es verdad. Hay cosas tan sencillas que yo no he hecho debido a todas las prohibiciones de los Karagiannis. Si alguien pudiese leer mi lista, pensaría que es la de una niña.

— Pues… si quieres te acompaño y así hablo contigo, ¿te parece? 

— Vale… 

Los dos comenzamos a caminar hacia la dirección del metro; aun en silencio. Así seguimos hacia el área de vagones, y, hasta que estuvimos en marcha, él habló. 

— Théa, con respecto a lo de ayer —inicia. 

El corazón se me hace pequeño, porque sé exactamente lo que me dirá. No lo quiero escuchar, pero sé que es inevitable. Así que, le ahorro el discurso y lo interrumpo. 

—Creo que fue un error, Pablo. 

Él suspira, como si liberara un gran peso. 

—Fue el momento —justifica. 

—Sí. Supongo que también el estar solos nos pasa factura. Tú tienes a tu novia y yo estoy casada. No creo que esto vaya a avanzar mucho, ¿sabes? 

—Por supuesto. 

—Así que, no te preocupes. Yo no diré nada, todo esto será un secreto y puedes estar tranquilo, no volverá a suceder.

Él se queda en silencio, pero, no es uno incómodo. Siento que, muy dentro de él, no quiere que esto termine así. Como si le doliera en cierta manera. Sin embargo, no dice nada. Solo me lo comunica con su mirada

Confieso, que una parte de mí, deseaba que Pablo viniese a decirme otra cosa. Que me asegurara que había sentido lo que yo sentí, que me prometiera que estaríamos juntos. 

Sin embargo, la vida de nuevo me pone en mi sitio, y al parecer, enamorarme y no ser correspondida es lo mío. 

—¿Qué película verás? —interrumpe mi silencio. 

—No sé. La que esté en el horario. Si te soy honesta no sé mucho de cine, solo quiero vivir la experiencia. 

Pablo sonríe.

—Eres bastante… 

—¿Rara? 

—No, misteriosa. No dices mucho, pero con tu rostro expresas todo. Trabajas en un puesto de asistente de bartender, cuando es evidente que no necesitas trabajar. 

—¿Eso quiere decir que ya no seré tu asistente? —pregunto, con una sonrisa. 

Pablo asiente. 

—Si claro, olvidé que te promovieron anoche. 

Me río bajito. 

—Eres todo un misterio, Théa. Y a pesar de todo eso, eres la persona en la que más confío. Y no entiendo por qué. 

Suspiro. 

—Tal vez es porque te gusta el misterio. 

—Tal vez. 

El vagón se detiene y noto que faltan unas cuantas estaciones para llegar a dónde quiero. Pablo y yo seguimos en silencio, pero de esos donde hay tanto que decir que no se sabe por donde empezar. 

—Entonces, ¿tu lista? 

—Son deseos y sueños. Es una tontería —admito. 

—¿Puedo verla? 

Me sonrojo. 

—Yo… 

—Si quieres, no es obligatorio. Solo que, intuyo que el ir al cine es uno de ellos y pensé que tal vez, podríamos cumplir otros cuántos sobre la marcha. 

—¡Ay, no! Me da mucha pena. 

—Venga. Soy yo, Théa. ¿Qué puede pasar? 

Entonces, un poco nerviosa, saco la libreta de la bolsa, la abro justo en el lugar y se la enseño. 

Pablo comienza a leer. Levanta las cejas al ver uno que otro, y después pasa de hoja. 

—¡No! —le pido. Impidiendo que lo haga—. Esos no, son más privados. Solo lo de estas dos hojas. 

—Bueno, aprender a manejar ese ya lo tachaste. 

—Sí. 

—Ir al cine, allá vamos…

—¿Vamos? 

—Sí, ¿puedo ir contigo? Yo también quiero ver esa película. 

—Bueno, está bien —accedo, y trato de que el color rojo no se me note en las mejillas. 

—Aprender a andar en bicicleta. Un picnic en un parque. Comer comida exótica. Viajar a otro país… conocer París. Todo esto…  

—Son deseos muy básicos, lo sé. Los escribí hace mucho, algunos cuándo era una niña. Supongo que ahora se ven ridículos. 

—Para nada. Ningún deseo es ridículo si nos hace sentirnos vivos y con un propósito en la vida —contesta. Después, amplía su sonrisa—. Mira, este si podemos cumplir hoy. Tengo el lugar exacto. 

Me acerco para ver lo que escribí y me río. 

—¡Ay no!, ¡qué pena! 

—Nada de pena. Sé que lo vas a disfrutar. Además, es el momento perfecto. 

—Bueno, si lo crees. 

—Lo creo —afirma, haciéndome sonreír. 

El metro se detiene, y yo me pongo de pie para bajar del vagón, pero Pablo, me detiene. Se pone de pie y me toma del brazo para regresarme dentro del vagón. 

—¿Qué sucede? —comento. 

Pablo me voltea en contra de la puerta y me ve a los ojos, como si no quisiera que viese algo. 

—Tengo una mejor idea. Tal vez no es el cine, pero, podrás ver una pantalla, el espacio, y ¿rosetas de maíz? 

—Pues… —dudo. 

—¿Confías en mí? —me pregunta. 

Entonces, las puertas del vagón se cierran y él encoge los hombros. 

—Supongo que el destino ha decidido. 

—Sí, sí, el destino —digo, incrédula. 

Y con una sonrisa, regreso a mi asiento.  

12 Responses

  1. Estoy emocionada por lo que vendrá… 😍.

    Ya quiero leer lo que sigue y conocer el plan de Pablo. 🤭

  2. Pobre Thea. Me encanta cuando se siente feliz, se lo merece. Ahora a empezar a ver como nuega el destino. Ya los quiero ver en accion jajajajaja

  3. Será que Théa será la economista que sustituya a Robert Carter…
    Dónde la llevará Pablo que sea semejante a cumplir su deseo de ver una pelicula cineasta…
    Pablo está entre la lealtad que siente hacia Lila y su deseo por Théa…

  4. Seguro lo que no quiso que viera es porque algún sueño lo involucra a el, pero aun así ahí van los dos a pasar mas momentos juntos =)

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *