Ibiza nunca ha sido mi lugar favorito. Incluso cuando me fui a Madrid sentí una enorme liberación porque me había alejado de aquí. Sin embargo, a mis padres le encanta y sé que tienen intenciones de quedarse aquí hasta su vejez. Ainhoa, también muere por irse a vivir a Madrid pero, ella tiene otros planes. Quiere esperar a Manuel, iniciar esa vida juntos en una nueva ciudad y, por eso, aún lo espera, aunque sé que pronto me alcanzará allá cuando consiga su sueño. 

También me alejé de Ibiza por muchas otras razones y una de ellas es la que ansío ver en este momento, por lo que entro al hotel de los Lafuente con la única esperanza de que ella esté aquí, que ese “llamado destino”, me la permita ver. 

Tan solo entramos al salón, mi padre tomó su papel de presidente y comenzó a saludar a todos. Al parecer, la sorpresa de la tarde fui yo, y cuando digo eso fue porque tanto socios como hijas de estos se acercaron a mí para saludarme. Es extraño cuando tu no conoces a nadie pero todos te conocen a la perfección, cuando las personas saben qué carrera estudiaste, dónde vivías y detalles tan específicos que te asustan; no es nada raro cuando ellos te vieron crecer. 

⎯Mírate ahora, todo un pediatra, nada que ver con el niño que le robó la cerveza a su papá y se puso una borrachera ⎯ comenta una pareja de socios, para luego reír. 

⎯Además, eres un pediatra muy guapo, ¿eh?, me hubiese gustado tener una hija para presentártela, excepto que… ¿ya sabes? ⎯ insinúa. 

Todos se ríen, yo lo hago solo por educación; así me educó mi madre. ⎯ Lo siento, ahora soy un alma libre. 

Libre para buscar a Luz Ruíz de Con, pienso, mientras veo hacia ambos lados del lugar tratando de encontrarla. 

⎯O mujeriego ⎯ me murmura mi hermana y yo volteo a verla con un rostro de querer matarla. 

⎯Eso es bueno. El caso es que te diviertas antes de establecerte por completo. Además, un buen partido como tú debe tener mujeres por montones ⎯ me dice otra señora. 

¿Soy un buen partido?, claro que sí. Toda la vida lo he sido y mientras siga siendo hijo de David Canarias Donato lo seré. Sin embargo, soy un buen partido para las demás chicas pero, para Luz no lo soy, para ella soy la persona menos adecuada para estar con ella. 

De pronto, todos voltearon a la entrada y sonrieron. Me distraen de mis pensamientos y cuando me percato, Tristán y su familia van entrando por la puerta. El hombre que venía al lado era Manuel, ese pequeño niño que había llegado a su vida a la edad de los ocho años y que, ahora, se perfilaba para ser el esposo de su hermana; o más bien, siempre se supo. 

Entonces me quedo atento viendo a la entrada, ¿dónde está ella?, ¿por qué no vino ella?, tal vez se enteró que yo estaba aquí y decidió no hacerlo… ya lo ha hecho otras veces. 

⎯¿A quién buscas? ⎯me interrumpe Ainhoa. Pero ya no me da tiempo de contestar porque Tristán y Ximena se acercan a nosotros con la pequeña Sabina en brazos. En cuanto me ve me sonríe y yo le sonrío de vuelta. 

⎯Buenas tardes ⎯ nos dice Tristán, con esa sonrisa y tono suave característicos. 

Mi padre me ha contado que la vida de Tristán no era lo que es ahora, que en algún tiempo muy lejano, él estaba completamente solo y destruído y que lo único que quería era desaparecer. Por alguna razón, me identifico con esa sensación. 

Después de saludarnos a todos, Ximena voltea a verme y se acerca a mí ⎯ ¡Qué grande estás!, poco quedó del chico que nadaba en nuestra piscina. 

⎯Gracias, señora ⎯ respondo sonrojado. 

⎯Dime Ximena, ya te dije, siempre te lo he dicho ⎯ me comenta. 

Y es verdad, solo que por educación jamás me he atrevido a hacerlo. Me quedo en silencio un momento más, viendo hacia la puerta hasta que me atrevo a preguntar. 

⎯¿No vino su hija? 

⎯¿Cuál de las dos?, bueno, tres ⎯ me dice Tristán viendo a Sabina. 

De pronto siento que estoy completamente vulnerable aquí y que mis sentimientos y ganas me están delatando por lo que, evado con otra frase ⎯ cierto, no recordaba que eran tres ahora. 

Tristán se acerca a mí y como si fuera un secreto que solo él y yo sabemos me dice ⎯ María Julia está viendo algunas cosas de su beca y Luz… anda por ahí. 

¡Vino!, ¡si vino!… 

⎯¿Por ahí? ⎯ pregunto, lo más tranquilo posible. 

⎯Sí, es la fotógrafa oficial del evento, pero vio algo antes de entrar y dijo que ahora llegaba… no tarda ⎯ me comenta, para después irse. 

Tristán me deja de pie en medio del lugar, con el corazón latiendo emocionado y con una sonrisa que necesito esconder. Debo comportarme lo más relajado posible en frente de ella, no quiero que mis pensamientos y sentimientos me delante y en cierta manera la asusten; me estoy volviendo loco. Me distraigo caminando por el lugar, voy hacia la mesa de canapés y después de tomar varios me voy hacia una de las ventanas. 

Veo hacia afuera, buscando a Luz con la mirada, tratando de ver cómo viene hoy, si traerá su hermoso peinado de trenzas, o el cabello suelto con las punta onduladas, o mi favorito, con esa cola de caballo alta que hace que sus ojos resplandezcan. 

¿Dónde estás Ruíz de Con?, ¿dónde estás? , pienso. 

⎯¡Sonríe! ⎯ escucho su voz y al voltear escucho el click de su cámara y cuando la baja veo sus hermosos ojos brillando. 

Mi corazón late tan rápido que siento se escucha por arriba de las voces del salón, las manos me sudan como jamás había pasado y me por un momento, olvido donde estoy. Todo esto que siento es ridículo pero, se siente tan intensamente bien. 

⎯Es tu mejor foto, ¿eh? ⎯ me comenta, viendo la pantalla de la cámara. 

Me tranquilizo lo mejor que puedo, y trato de no sonreír como tonto ⎯ ¿A ver? ⎯ le pregunto. 

⎯Irá a mi mural de las mejores fotos que he tomado ⎯ habla pícara, sin mostrar nada. 

⎯No Luz, déjame ver ⎯ le pido y trato de tomar la cámara y ella la quita de inmediato. 

⎯No señor, arruinarás la foto de tu vida ⎯ me comenta, entre risas, haciéndome recordar las veces que trataba de ver sus fotos y no me dejaba. Luz despierta en mí ese adolescente relajado que era con ella, ese que se sentía tan bien. 

⎯Ya, te lo pido ⎯ insisto entre sonrisas. Ella me la enseña la foto que en realidad sale perfecta pero tengo una cara de estúpido que no puedo con ella ⎯ ¡Bórrala, Luz!, Salí horrible. 

⎯Sales bien, es tu mejor foto. 

Claro que piensas que es mi mejor foto, te gusta cuando no salgo como yo quiero… adoras llevarme la contraria. 

⎯Mi mejor foto es con Sabi, me dijiste que me la regalarías, ¿dónde está? 

⎯En algún lugar que no te diré ⎯ comenta coqueta. 

Nuestras miradas se cruzan y las pupilas de ella en las mías hacen que todo se mueva por dentro, justo como esa vez en vacaciones, donde descubrí lo que ella podía provocar en mí. Las manos me sudan, el corazón me late tan rápido que creo me dará un infarto. 

Luz se sonroja y baja su mirada, perdiendo el contacto con la mía y haciendo que pueda vivir un minuto más. ⎯¿Llevas tu cámara por todas partes? ⎯ le pregunto, tontamente. 

⎯Sí, pero esta vez estoy trabajando. Tu padre me contrató como fotógrafa oficial y me dijo que tenía que tomar fotos de todo lo que viera… 

⎯Pues con esa foto puedo decir que no estás haciendo bien tu trabajo ⎯ bromeo. 

⎯Mi trabajo lo hago bien, yo no tengo la culpa de que no sepas posar y seas feo ⎯ me provoca.

⎯¿Me dices feo? ⎯ caigo en su juego.

Luz me sonríe y luego se acerca a mí poniéndome sumamente nervioso ⎯ Te cortaste el cabello ⎯ me dice, y siento su mano despeinado mi cabello y provocando que mi piel se erice. 

⎯A mi padre no le gusta el cabello largo ⎯ contesto completamente idiotizado ⎯ además tenía que cambiar de imagen. 

⎯Te hubieses cambiado entonces esa sonrisa pícara que tienes ⎯ contesta, para luego morderse los labios. 

¿A caso me está coqueteando o, yo estoy viéndolo a mi manera? 

Sin pensarla mucho me acerco a ella arrinconándola un poco hacia la ventana. No me importa quién nos vea, no me importa donde estoy, solo quiero estar con ella. 

⎯¿Entonces te gusta? ⎯ pregunto sincero. 

Ella se sonroja y vuelve a sonreír ⎯ me tengo que ir a trabajar pero, me dio gusto verte, Canarias ⎯ me responde, dejando mi pregunta al aire. 

⎯El origami está en proceso. 

⎯Pero aún le debes el helado, cuídate ⎯ se despide, y sin decir más, sin mirarme más… se aleja. 

Me quedo unos momentos viéndola trabajar, observando con detenimiento como toma fotos y platica con los invitados. Sobre mi cabello aún siento sus dedos, y en mi estómago siento esa sensación que no me deja en paz. Tomo unos sorbos de mi bebida, tratando de que eso desparezca, pero no se va, ya es imposible. 

⎯¿David? ⎯ escucho la voz de una chica y al voltear veo que es Sofía, mi compañera del liceo. 

⎯¡Hola guapa!, ¿qué haces aquí? ⎯pregunto amable. 

⎯Trabajo en el hotel, hace mucho que no te veía por aquí. 

⎯Lo que pasa es que mi trabajo me absorbe y casi no vengo para acá ⎯ respondo y volteo a ver a Luz que aun sigue tomando fotos. 

⎯Pues, me alegra verte… ¿quieres ir por una copa al rato?, termino a las siete. 

⎯¿Copa?

⎯Si ya sabes, para ponernos al día… ¿te parece? 

⎯Sí claro, me encantaría ⎯ respondo de inmediato pero a la misma velocidad me arrepiento, ya que la mirada de Luz está sobre mí y, por una razón, la veo sumamente decepcionada o triste. Es la misma mirada que me dio cuando invité a su amiga a la fiesta y no a ella, la que se reflejó en su mente días después cuando nuestro lazo se rompió para siempre. 

¡Mierda, David!, ¿qué hiciste? , pienso mientras no sé que hacer. ¿Podría ir hacia Luz y decirle que solo es una copa?, ¿que en realidad no quiero nada con ella?, o, ¿debo dejarlo así? 

Sin embargo, ya no puedo hacer nada por ahora, Luz me esconde la mirada el resto del día y cuando menos lo esperé, desapareció de la fiesta haciéndome sentir culpable. A las siete que tomé la copa en el bar, no podía dejar de pensar en ella. Sé que una persona como yo no está acostumbrada a dar explicaciones, pero esta vez necesito darlas, necesito que Luz confié en mí porque, me da miedo admitirlo, pero, creo que siento por ella más de lo que pensé que sentía. Creo que me estoy enamorado. 

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