Después de la visita a la casa de Luz no pude dormir en toda la noche pensando en lo que me dijo. Me odié profundamente, así como odio mi pasado y todo lo que hice sin saber que, en un futuro, me afectaría.
Pensé mucho en cada palabra, pero, también, en sus hermosos ojos marrones tan expresivos que me decían otra narrativa: ella también sentía algo por mí, por más que lo quisiera negar.
Así, dando vueltas sobre la cama, me llegó la mañana, y vi amanecer. Los rayos de sol ni siquiera entraban por la ventana cuando yo ya me encontraba haciendo flexiones sobre el suelo, abdominales y un poco de cardio. Necesitaba quitarme la ansiedad, me esperaban unas horas muy largas.
Después puse el café, saqué la ropa que me iba a poner, y me metí a la ducha para que el agua caliente hiciera lo suyo. No lo logró, solo me sentí peor y unas ganas de ir a casa de Luz y volver a intentarlo llegaron a mi mente, aunque después no le vi sentido.
Solo una oportunidad… necesito una oportunidad, pienso, mientras termino de enjuagarme y de relajar mi cuerpo.
Abro la cortina y salgo de la ducha para, de inmediato, ponerme la toalla sobre la cintura. Aun el cuerpo me duele de todas las horas de guardia que he hecho, las que me faltan, así que estoy considerado tomarme un relajante muscular para poder moverme mejor.
⎯ Tal vez un poco más de chocolate de Oaxaca me sirva⎯ murmuro, mientras me cepillo el cabello frente al espejo.
Abro la puerta del baño y, al salir de la habitación, veo a Alexandra recostada sobre mi cama, vistiendo solamente ropa interior. En otro momento este sería un tiempo excelente para hacer lo mío y echarme un polvo antes de irme, pero, no quiero, solo quiero irme de aquí.
⎯¿Qué haces aquí?⎯ pregunto sorprendido.
⎯¡Guau!, esa pregunta jamás me la habías hecho, pero, bueno… la verdad te extrañaba, así que vine y abrí con la llave de la maceta. Quería darte una sorpresa aunque, me hubiese gustado sorprenderte en la ducha.
¡Cierto!, olvidé cambiar la estúpida cerradura, Marta me lo advirtió, pienso, para luego ir hacia el armario.
⎯Mira, tengo que ir a trabajar, mi turno empieza en tres horas y debo llegar⎯ le justifico, mientras saco la ropa interior.
En realidad no quiero sexo con ella, es más, no quiero nada… Solo quiero estar con Luz y sentir vivo de nuevo.
⎯Vamos, una rápido, ¿sí?, aunque sé que contigo eso es imposible.
Alexandra se pone de pie y viene hacia mí. Con decisión mete las manos debajo de la toalla y toca mi hombría que, reacciona de inmediato. Llevo meses sin sexo, lo deseo, pero, no con ella, no necesito que sea ella.
⎯¿Quieres que te ayude, guapo?⎯ me propone.
⎯ Alex…⎯ comienzo, pero el timbre de la puerta hace que calle. Me aseguro la toalla y luego le digo con firmeza⎯ te pido que te vistas, tengo que irme, ¿si?
Sin dejar que me responda, voy hacia la puerta y sin mucho pudor abro la puerta tal como estoy. Me sorprendo cuando delante de mí está Luz, con una sonrisa y esos ojos brillantes que tanto me gustan.⎯Hola⎯ me dice tímida. Luz me ve de pies a cabeza y se sonroja ⎯¿torta de elote?, es como un pacto de paz. Ella me pone la bolsa de plástico caliente sobre la mano.⎯ No creo que salga como la de mi madre, pero, hice el intento.
¡Reacciona!
⎯Gracias⎯ contesto, y me pongo nervioso al saber que Alexandra se encuentra en mi habitación.
⎯De nada, me dices si te gusta. También te traje…⎯ y Luz comienza a buscar en su bolso de siempre con mucha atención, sacando varias cosas.
Al escuchar el ruido en mi habitación cierro los ojos, rogándole a todos los dioses que Alexandra no haga lo suyo. Sin embargo, mis ruegos no son escuchados.
⎯¿David?, ¿en serio no regresarás?⎯ me pregunta y al voltear la veo recargada sobre el marco de la puerta de mi habitación solo vistiendo ropa interior⎯ ven, solo un poquito antes de que te vayas.
¡Mierda!, pienso.
Los ojos de Luz lo expresan todo. Sin darme explicaciones guarda la cámara una vez más en su bolso y sale de mi piso sin decir adiós, seguramente decepcionada y volviéndose a dar cuenta de que todo sigue igual.
⎯¡Espera!, ¡espera Luz!⎯ le pido, y logro salir para tomarle del brazo mientras ella trata de huir por el pasillo.
Ella voltea a verme y nuestras miradas se unen haciéndome estremecer. No puedo negar que Luz me trae loco y me mueve más que Alexandra en ropa interior.
⎯Sólo déjame, ¿quieres?⎯ me pide⎯ ya hice el ridículo, no tienes que echármelo en cara.
⎯Es que no es lo que piensas⎯ me justifico, sin remedio, pero me urge que ella sepa que no es lo piensa ⎯ ella acaba de llegar y yo…
⎯No tienes nada que justificarme, David⎯ habla firme⎯ no somos nada, lo único que estás haciendo es comprobar lo que te dije ayer.
No, te lo pido, no…, digo en mi mente, mientras saca de su bolsa algo y me lo entrega.
⎯ Tú me entregaste a bebé, yo te regreso tu bata y… aquí está el libro que me pediste.
⎯ Luz… no ⎯ trato de hablar.
⎯ Solo léelo y cuando lo termines, déjalo al lado de la puerta. Regrésamelo por favor, me lo regaló mi abu⎯ me pide, y veo como sus ojos se llena de lágrimas.
La observo detenidamente, y conozco esa mirada porque ya me la dio alguna vez en el pasado. Es decepción, vil y pura decepción y yo soy el culpable una vez más.
⎯Luz…
⎯Me tengo que ir, suerte⎯ me desea.
⎯Solo⎯ trato de ligar una palabra con la otra para formar una frase, pero, ella, se suelta del brazo con fuerza⎯ solo deja el libro donde te pedí.
En eso, ella abre la puerta de las escaleras de emergencia y las baja dejándome atrás con el libro en las manos. De pronto noto que del filo de este sale un papel y, al abrirlo, veo que es la foto de Sabina conmigo en el parque, a todo color. La volteo y leo con atención.
“Siento lo que dije ayer, ya no me debes un helado, quedamos a mano. Espero se repita lo anoche. Luz”
⎯¡Mierda!⎯ expreso, para luego regresar a mi piso con el libro en la mano, entra furioso y dejarlo sobre el suelo.
⎯Vístete⎯ le digo a Alexandra, mientras busco algo que ponerme en el armario.
⎯¿Qué?, ¿Cómo?⎯ pregunta.
⎯¡Solo hazlo!⎯ hablo enojado⎯ acabas de arruinar la oportunidad que perdí.
⎯¿De qué hablas?⎯ me pregunta, y luego se ríe.
⎯Ves a la mujer que se fue… me quiero casar con ella, quiero pasar mi vida con ella, ⎯ lo digo en voz alta y de pronto me cae el peso de las palabras⎯ si la pierdo, si ella se va… no me lo perdonaré nunca, así que vístete, cuando regrese, ya no te quiero ver aquí⎯ recito, para terminar de ponerme la camisa y salir corriendo de ahí.
Necesito alcanzarla, necesito pedirle que me dé otra oportunidad.