Un mensaje me desvió de mi camino, y terminé en un bar del centro junto con Ulises y uno de sus amigos tomándome una cerveza. En mi mente ese era el plan de mi noche, ya que no deseaba quitarme la sensación tan bonita que me había dejado la cita con Luz. Sin embargo, entre risas, una copa más y la música latina que empezó a mover los miembros de mi cuerpo, cedí.
Cuando menos me di cuenta ya me encontraba en medio de la pista moviéndome al ritmo de la música, y con dos o tres chicas a mi alrededor. En mi defensa, me sentía feliz, eufórico, lleno de esta sensación de bienestar que jamás había sentido. Sin embargo, y es un pretexto muy idiota, otros de mis instintos se activaron en mí, y después de casi tres años sin estar en la cama con nadie, caí.
Así, terminé bailando con una chica de cabello castaño y cuerpo curvado que se movía de una manera fenomenal. Ella se acercó a mí, no yo a ella, y caí tan rápido que no pude ni siquiera pararme a reflexionar. Sentir el roce de su cuerpo sobre el mío desató un deseo que apenas pude controlar, y con los besos de Luz presentes se formó una bomba que explotó sin que pudiese decir ‘no’.
Acto seguido, la chica y yo salimos del bar. Ella jalándome de la mano hasta un taxi que nos llevó a ese lugar desconocido, uno nuevo, uno más, del que supe más tarde tendría que huir. Tan solo el auto arrancó, la chica me agarró a besos, permitió que mis manos recorrieran su cuerpo, husmearan debajo de su falda, excitándome aún más.
¡Vaya espectáculo que se chutó el taxista!
Finalmente, entre besos y caricias, llegamos a su piso, y al entrar me sentí en este espiral, donde yo caía, tratando de lidiar entre el deseo y ¿la culpa?, aún no lo sé. Solo sé que esta mujer me daría hoy lo que he estado buscando desde hace tiempo atrás y estoy dispuesto a disfrutarlo.
⎯ Llegamos, guapo ⎯ me dice la chica, mientras entramos a un piso bastante desordenado, con ropa tirada por el suelo, y los trastes sucios sobre el fregadero.
Jamás me ha importado el lugar de mis polvos, pero esta vez he puesto un poco más de atención al lugar donde he llegado. Los labios de la chica me besan de nuevo, y sin que yo ponga mucha resistencia me lleva hacia el único sofá despejado. Ella me empuja y yo caigo sobre él para luego sentir el peso de su cuerpo sobre mí.
Sus manos traviesas comienzan a abrir mi camisa, y el contacto de sus manos con mi piel me hace delirar. ⎯ Vamos a ver si es verdad ⎯ murmura, y no entiendo lo que lo dice, pero he caído bajo el hechizo y no me importa.⎯ ¡Uy!, ¡qué bueno estás!
En eso, la veo a los ojos y juro por Dios que veo a Luz Ruiz de Con frente a mí, con esa sonrisa que me encanta, y esos labios tan bonitos que me encanta besar. Bajo mi mirada y veo sus pechos, esos tan grandes y bien formados con los que he fantaseado siempre.
⎯ ¿Qué estás haciendo? ⎯ le pregunto, cuando veo que comienza a desabrocharse la parte de arriba de su vestimenta.
⎯ ¿Qué crees que hago guapo? ⎯ escucho, y de pronto veo el cuerpo de la chica con un precioso conjunto de lencería color piel que no deja nada a la imaginación.
¡Dios!, eres tan bella Luz, pienso, mientras mis manos automáticamente tocan sus senos y mi boca comienza a devorarlos, causando gemidos en todo el lugar.
Así no…
⎯¿Te gustan?⎯ me pregunta ⎯ son tuyos.
Subo mi rostro, y de nuevo está ella, Luz. ¿Qué demonios me está pasando?
⎯ Son lindos ⎯ murmuro, mientras mis ojos no dejan de verla.
⎯ Te van a gustar más sin sostén ⎯ me responde, y de inmediato hago mi truco para quitarlo en un dos por tres.
⎯ ¡Guau! ⎯ se sorprende, para luego reír. Con esa risa vuelvo a ver a la chica del bar y la imagen de Luz desaparece.
Creo que jamás había estado tan ebrio en mi vida o, ¿a caso estoy perdiendo la razón?
⎯ Manos mágicas ⎯ respondo.
⎯ Entonces, tu reputación te precede, David Canarias, no solo eres guapo y sensual, sino… bueno, esto…⎯ comenta, para luego comenzar a desabrochar mi pantalón.
Al decir mi nombre completo concluyo que si estamos juntos no es por casualidad, sino que ella me escogió para esta noche. Ágilmente, me quita el pantalón y en un dos por tres ya estoy en bóxer, con mi hombría completamente excitada y listo para lo que sea.
⎯ Ahora muéstrame lo que he escuchado de ti ⎯ me murmura, y veo como saca mi miembro con mucha facilidad.
Me quedo en silencio, mientras veo cómo se pone de pie y se baja a la altura de mis piernas para comenzar a jugar conmigo. Sin embargo, Luz vuelve a aparecerse frente a mí y es ella quién con su boca me da ese placer que tanto busco. Mis manos se van directo a su espalda, la acaricio, la disfruto, me dejo llevar por lo que sucede.
Así no, David, sabes que no será así, me traiciona mi mente.
⎯ Así no qué ⎯ murmuro.
La chica se pone de pie, se quita la pequeña braga y después subió mi bóxer para comenzar a frotar su intimidad con la mía. Sus labios me devoran, sus manos me causan el placer que tanto buscaba, pero cuando la veo no es ella, es Luz, la hermosa Luz que tanto deseo desde nuestro primer encuentro.
La imagen del bikini amarillo viene a mi mente, esa que de adolescente me mantuvo en vela por varias noches.
⎯ Dime que eres mío ⎯ escucho su voz.
⎯ Soy tuyo… Luz ⎯ murmuro, viéndola frente a mí.
⎯ Soy Sabrina, tontito ⎯ me corrige y una vez más veo a la chica del bar.
¡Basta, David!, concéntrate, pienso, pero la imagen de Luz no se va. Es que te deseo tanto.
⎯ Te necesito ⎯ escucho.
⎯ Yo también te necesito ⎯ digo, y toco el rostro de Luz para pegarme a sus labios ⎯ no sabes cuánto te deseo.
⎯ ¿Me deseas? ⎯ me pregunta Luz, con esa sonrisa que me vuelve loco.
⎯ Mucho… te deseo tanto Luz, no sabes cómo me gustas.
⎯ No soy Luz, soy Sabrina ⎯ me vuelven a corregir.
Pero ya no me importa, es Luz la que está frente a mí, es ella a la que deseo hacerle el amor, la que en este momento me mantiene excitado. Mi cuerpo está a punto de explotar, mis besos se dirigen hacia sus pechos, jalo su cabello levemente, mientras escucho un gemir que me invita a más.
⎯ Me encantas Luz, no sabes cuánto ⎯ confieso.
⎯ ¡Dale con Luz! ⎯ escucho un grito que me saca de mi fantasía y cuando menos me espero ella me aleja de sus pechos y de nuevo es la chica del bar.
¿Qué me está pasando?
⎯ Perdón, Sabrina, Sabrina.
⎯ ¿Quién es esa Luz? ⎯ me pregunta ⎯, pensé que no tenías a nadie.
⎯ Lo siento es que… ⎯ trato de justificarme, pero me es imposible. No hay pretexto para lo que hice y yo estoy dispuesto a mentir, aunque no le puedo decir que estoy fantaseando con otra mujer.
⎯ Sabes qué ⎯ me dice la chica del bar, y comienza a vestirse. Supongo que la fiesta ha terminado. ⎯ No puedo creerlo, primero mi ex, ahora tú, ¿qué les pasa a los hombres? Nunca están en el momento, tienen un mujerón como yo y piensan en otra.
Es que la otra es más que un mujerón.
⎯ Lo siento, mira, no era mi intención ofenderte ⎯ me disculpo ⎯ no sé qué me pasó.
⎯ ¿No sabes qué pasó?, ¡no sabes qué pasó!, Es más… ¿Por qué me estoy vistiendo yo? ⎯ me pregunta, para luego recoger mi ropa del piso y aventarla ⎯ ¡Tú eres quien debes irte!, ¡Lárgate!
Me pongo de pie para comenzar a vestirme, pero ella me empuja hacia la puerta. ⎯ Oye, pero al menos déjame vestirme.
⎯ ¡Claro!, yo aquí, entregándome en cuerpo y alma y tú pensando en otra. Son increíbles todos ustedes, sabes gracias a ti, ahora estoy considerando el lesbianismo como mi primera opción.
⎯¿El lesbianismo?
⎯ Iré por la vida diciendo que gracias a David Canarias me hice lesbiana.
⎯ ¿Lesbiana? ⎯ pregunto, aun sin entender.
⎯ ¡Lárgate! ⎯ me grita, y me saca de su piso con mi ropa entre las manos y solo en bóxer.
El portazo de la puerta retumba en mis oídos, y de pronto me encuentro en medio del corredor, desnudo, descalzo y al parecer quemado ante la sociedad de mujeres de Madrid.
⎯ Lo siento Sabina ⎯ le digo a través de la puerta.
⎯ ¡Sabrina! ⎯ me grita.
Cierto, el otro es el nombre de la pequeñita.
Me visto lo más rápido que puedo para no hacer otro espectáculo, mientras no me puedo dejar de preguntar ¿qué fue lo que paso ahí dentro?
De pronto, un sentimiento de culpa me golpea y me percato que acabo de traicionar de cierta forma la confianza de Luz y todavía tuve la mente para fantasear que le hacía el amor a ella. Ahora entiendo los pensamientos de ‘así no’, porque sé que así no quiero que pase con ella.
⎯ Eres de verdad increíble, David ⎯ me regaño ⎯, ¿cómo es que caíste?. Luz jamás debe enterarse de esto, ¿vale?, ella no se lo merece.
Sin embargo, mi autoterapia no funciona tan bien como quisiera, ya que mientras me alejo de ahí no dejo de sentir la culpa, esa que posiblemente esté en mi sistema cuando la vuelva a ver dentro de unas horas. Dicen que los viejos hábitos mueren lento, supongo que para dejar de ser picaflor es un hábito que aún no entiende que debe desaparecer.