A pesar de que pude llegar a mi casa a buena hora para dormir un rato, no pude pegar los ojos. La culpa de lo que había hecho me carcomía y no me dejaba en paz. ¿Cómo pude ser tan estúpido como para caer de nuevo?, si me sentía tan bien, tan pleno con solo estar con ella, ¿en qué momento pensé que era buena idea?

Di tantas vueltas en la cama que vi los primeros rayos del sol aparecer por mi ventana. Cuando el despertador sonó yo ya había hecho los abdominales y lagartijas del día, y estaba preparando mi ropa para la cita de hoy; aunque ya no sé si me la merezco.

Dejé mi casa justo a las 9:40 am para poder llegar puntual con ella y ahora que son las 11:00 me encuentro frente a su puerta a punto de tocar y verla de nuevo. No sé si se note lo que pasó anoche, espero que no, pero lo que antes me daba orgullo, ahora me da una vergüenza que no sé cómo describir; necesito que Luz me crea.

⎯ Buenos días ⎯ escucho su melodiosa voz cuando ella abre la puerta.

De inmediato sonrío al verla frente a mí, tan hermosa, tan segura, tan perfecta.⎯ Buenos días, necedades, ¿te sientes mejor? ⎯ le pregunto.

Ella asiente ⎯ Sí, gracias, ahora estoy lista para ir a esa cita que arruiné ayer ⎯ habla, para luego morderse los labios.

Doy unos pasos al frente, entró a su piso y tomándola de la cintura le digo.⎯ ¿Me das un beso?

Luz se sonroja de inmediato, pero esta vez, no es nada tímida y se acerca a mis labios para besarme. Lo hace levemente, como si solo los acariciara; sin embargo, yo la jalo, hacía mi, y le doy un beso que nos quita la respiración.

No voy a negarlo, después de la fantasía de anoche moría por besarle, por sentir su cuerpo juntito al mío, por respirar ese perfume a lavanda que ya me acompaña todo el día y que se me ha hecho indispensable para vivir.

⎯ Me encanta ⎯ le murmuro, cuando dejo de besarla y la veo a los ojos.

Luz vuelve a sonrojarse.⎯ Jamás me habían dado un beso y ahora tú me has dado tantos que no sé si pueda vivir sin ellos ⎯ confiesa.

Beso su frente. ⎯ No tienes que prescindir de ellos, te besaré lo que desees ⎯ acaricio su mejilla ⎯, ¿estás lista para la cita?

⎯ Lista ⎯ me responde para estirar su mano y tomar su bolsa.

Ambos salimos de su piso para dirigirnos al elevador y, sin dudarlo ni un poco, entrar y empezar la cita. Las puertas se cierran y puedo sentir la mirada de Luz sobre mí, esa que yo a veces evito porque me pone nervioso.

⎯ ¿Qué me ves, necedades? ⎯ pregunto.

⎯ Nada, estoy pensando cosas ⎯ me responde.

Me volteo, la tomo de la cintura y la beso ligeramente sobre sus labios ⎯ ¿Qué cosas?

Puedo sentir cómo su cuerpo tiembla levemente. A Luz la pongo nerviosa, la sonrojo, le gusto, y me gusta, me gusta mucho. En mis años de Picaflor me habían dicho de todo que era guapo, gallardo, sexi, pero Luz me lo hace sentir, me lo transmite.

Los ojos de Luz brillan, lo hacen tan bonito que siento que estoy viendo dos estrellas, de esas que se ven en el cielo cuando estoy solo en la playa por las noches.⎯ Me gusta como traes tu cabello hoy ⎯ le digo ⎯, me gusta cuando lo peinas o lo traes como si fuera una corona de trenzas.

⎯ Gracias ⎯ responde en un murmullo.

⎯ También me gusta tu perfume ⎯ le digo al oído, acercándome a su cuello y sintiendo cómo su piel se eriza.⎯ En realidad, me gustas toda tú ⎯ le digo. Beso, su frente, luego bajo a la punta de su nariz y finalmente a sus labios, donde me prendo a ella sin que ambos lo podamos evitar.

Unas semanas atrás Luz no sabía lo que era besar, se le sentía insegura, pero hoy, es una experta besándome, haciéndome sentir tan amado, tan seguro, tan feliz.

⎯ ¿Me vas a decir qué pensabas? ⎯ insisto.

⎯ Nada, ya te dije ⎯ responde sonrojada.

Y en ese instante Luz se zafa de mis brazos y sale del elevador riéndose, haciendo que yo la siga detrás y la tome de la mano. Cuando lo hacemos, una reacción eléctrica recorre mi cuerpo y el corazón se me tranquiliza a un grado que jamás había sentido.

Es ella, es ella, escucho en mi mente, y ya no lo puedo negar más, es ella la persona con la que soy más feliz.

Así, tomados de la mano, Luz y yo recorremos las calles de Madrid dándole una perspectiva nueva a todo. Siento como si jamás hubiese recorrido la ciudad, vivido o caminado aquí. Ante las anécdotas de Luz todo esto es nuevo, todo en realidad es nuevo para mí.

⎯ Siempre había querido venir aquí, ¿sabes? ⎯ le confieso, mientras esperamos en el teleférico de la Rosaleda.

⎯ Siempre hay una primera vez, dice mi madre ⎯ contesta coqueta.

El teleférico llega y de inmediato loso dos subimos al cubículo. La abrazo por detrás, enredando mis brazos en su cuerpo, y ambos vemos por la ventana para disfrutar el paisaje. Vuelvo a sentir cómo Luz tiembla, supongo que también todo esto es nuevo para ella.

⎯ ¿Tienes frío? ⎯ le pregunto.

⎯ Solo un poco ⎯ me dice, pero sé que es un pretexto.

Aun así, Luz baja sus manos y entrelaza sus dedos con los míos a la altura de su cintura. Tampoco quiere que me vaya y yo, claro que no lo haré. Mientras llegamos a nuestro destino le murmuro cosas al oído que la hacen sonreír. Beso su cuello, levemente, muerdo el lóbulo de su oreja.

⎯ Me gusta tenerte cerquita, me haces sentir calorcito.

⎯ ¿Calorcito? ⎯ pregunta ella curiosa.

⎯ Sí, tienes ese calor que hace a uno sentirse bien, a gusto, querido. Tu calor se lleva todo el frío que siempre siento en mi cuerpo; Luz eres magia.

Ella voltea su cuerpo para quedar frente a mí y me dice ⎯ no uses palabras de seducción para conseguir algo, Canarias. Así no funciona conmigo, me gusta más que sean honestos.

⎯ Soy honesto ⎯ le respondo ⎯ jamás le he dicho esto a nadie. Sé que no me crees pero es verdad. Tú me has dado un nuevo vocabulario que nunca pensé que utilizaría.

Luz me sonríe y acaricia mi rostro con esas hermosas y suaves manos que tiene ⎯ si somos honestos, ¿puedo confesarte algo?

⎯ Lo que quieras.

⎯ Yo ya había venido aquí.

⎯ ¿Qué? ⎯ pregunto sorprendido ⎯, y ¿por qué no me dijiste?

⎯ Es que estás tan emocionado que no quise romperte el corazón ⎯ me dice con ternura. ⎯ Sin embargo, estoy emocionada porque lo haré contigo ⎯ y diciendo esto me besa ligeramente.

⎯ Me lo dices para no romperme el corazón ⎯ le comento.

⎯ No, es verdad, todas mis experiencias contigo son nuevas, aunque ya haya estado aquí. No es lo mismo tomar tu mano y recorrerlo que hacerlo yo sola.

⎯ Más te vale, si no tendré que llevarte a otro lugar, como por ejemplo París.

⎯ Hmmmm ⎯ me hace, frunciendo el ceño ⎯ ya fui.

⎯ ¿Italia?

⎯ También…

⎯ Pues… me he quedado sin opciones.

⎯ El mundo es demasiado grande para quedarte sin opciones, David Canarias. Mira, si quieres puedes llevarme a Praga, no he ido.

⎯ Pues a Praga será… ⎯ respondo entre sonrisas.

Las puertas del teleférico se abren y de la mano salimos para comenzar a caminar por el lugar. De pronto, mi mente se va a otras cosas que no me había permitido pensar antes, como por ejemplo el hecho de ver otros lugares solo por placer y sin querer huir del lugar donde me encuentro. Confieso que cuando viaje a Perú fue con ese sentido, huir, huir, huir.

⎯ ¿Todo bien? ⎯ escucho su voz.

⎯ Sí, solo pensaba que no he visto tantos lugares como tú. Ni siquiera la mitad de Europa y eso que tengo las posibilidades. Supongo que he perdido mucho tiempo enfocando mi energía en otras cosas.

Luz se detiene y revuelve mi cabello con su mano.⎯ Algún día lo harás, hay momentos para todo, para viajar, llorar… reír.

⎯ Confiar ⎯ complemento. Me acerco a ella y le beso en la nariz ⎯ ¿Confías en mí?

Ella asiente.⎯ Cada día un poquito más, Canarias.

Después de ese intercambio de diálogos y miradas, seguimos caminando, admirando el paisaje y yo veo cómo Luz toma fotografías a diestra y siniestra. Cuando termina, nos sentamos en una de las bancas y ella me muestra las fotos del lugar, para luego pasar a la de sus últimos viajes. A mi mente viene la Luz adolescente que solía sentarse sola en el receso y comía sola observando a las personas. Yo la observaba a ella, me gustaba su calma, su personalidad, sus gestos.

⎯ Siempre has sido así de nerd ⎯ le comento cuando ella termina de explicarme, y se ríe ⎯ recuerdo la primera vez que llegaste Luz.

⎯ ¿De verdad?, ¿no estabas muy ocupado siendo tú? ⎯ me pregunta.

⎯ No siempre. Además, eras diferente, llegaste con ese acento y unas enormes gafas. Eras tan tímida que no hablabas con nadie y comías sola en la banca.

Luz se sonroja ⎯ bueno, no estaba sola, nunca fui de muchas amigas, siempre he sido solitaria. Además, tenía a mi familia que como son ya era demasiada gente ⎯ y se ríe bajito. Ambos nos quedamos viendo una foto de Tristán y Sabina viendo un paisaje y a Ximena, su madre, tratando de arreglarle el vestido. De pronto, ella me habla sacándome de mi trance.

⎯ ¿Cómo era tu madre, David? ⎯ me pregunta.

Esa cuestión se me hace de lo más rara porque en realidad nadie me pregunta por ella. Todos piensan que Fátima es mi madre, así que jamás he tenido que responder. Sin embargo, sé que en un punto le dije a Luz lo de mi madre y ella no lo olvidó, ahora me hace esta pregunta que no sé cómo responder.

⎯ Pues, era hermosa… supongo ⎯ dudo, porque trato de recordarla ⎯ no tengo muchos recuerdos de ella en realidad. Mi padre escondió todas las fotos de ella, supongo que le duele recordarla, así que yo tampoco la recuerdo ⎯ hablo con nostalgia.⎯ Supongo que quitarse la vida ahogándose en el mar debe ser la razón.

Y de pronto río ligeramente, no porque me guste la idea, sino porque quiero cubrir todo el dolor y la melancolía que su recuerdo me causa.

⎯ No, sabía que eso había pasado ⎯ responde ella.

⎯ Nunca se lo había dicho a nadie, supongo que no había necesidad ⎯ digo. ⎯ Tenía depresión postparto y mi padre estaba demasiado ocupado para notarlo. Un día salió a caminar a la playa y jamás regresó. Solo sé que me dejó dormido dentro de la cuna y bueno… aquí estoy.⎯ Suspiro para evitar llorar porque, aunque no la recuerdo del todo, me duele mucho lo que pasó. ⎯ En fin, mi padre se casó con Fátima, tuvieron a Ainhoa y es la única madre que conozco.

Luz me mira a los ojos, y me da una sonrisa de oreja a oreja, para luego darme un beso sobre la mejilla. ⎯ Gracias ⎯ murmura.

⎯ ¿Por qué? ⎯ inquiero.

⎯ Porque al fin te veo a ti. Te has quitado el facha picaflor y me demostraste tu verdadero tú. Eres un buen hombre David, y estoy segura de que tu madre te amaba con el alma… no creas que se fue por no quererte.

Mi madre me ha dicho esto, cientos de veces, pero escucharlo de los labios de Luz me hace creerle, me hace sentir que en realidad soy un hombre bueno y que tengo la capacidad de amar porque alguien me amó, y que por eso puedo llegar a amar a Luz.

⎯ Al contrario, gracias a ti ⎯ contesto, para darle un beso sobre los labios.⎯ Jamás le había dicho esto a nadie, me alegra que te lo haya dicho. Y que pienses que soy un buen hombre.

⎯ Me alegra que me lo hayas dicho ⎯ me responde, para besarme de nuevo.

Nuestros labios se coordinan y de nuevo volvemos a caer en uno de esos besos que nos hacen olvidar todo. Sentirla tan cerquita de mí, tan segura y confiada, eso me está volviendo loco; supongo que es a lo que le llaman intimidad.

⎯ Luz, te quiero en mi vida ⎯ confieso sin dudarlo ⎯, ¿puedes quedarte?

Ella se sonroja, veo una chispa en sus ojos y una sonrisa tan bonita que me hace sonreír ⎯ Pensé que ya estaba en tu vida.

⎯ Entonces… quédate, y te prometo que te haré feliz ⎯ finalizo, y besándonos de nuevo, cerramos el trato.

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