La cita continuó de una forma tan sencilla y en paz que jamás pensé que pasaría así. Yo inexperto en esto del amor y Luz, toda una novata, tuvimos el mejor tiempo de nuestra vida paseando por Madrid, comiendo en un pequeño restaurante vegetariano y riéndonos de todo un poco y besándonos mucho, tanto que creí que se me desgastarían los labios.
Sin embargo, todo lo que empieza debe acabar y por primera vez en mi vida no quiero que pase. Esta vez no quiero huir, ni olvidar, escaparme por un balcón y olvidar su nombre. Quiero quedarme, besarla hasta que se quede dormida, aspirar ese delicioso olor a lavanda que me ha traído una enorme calma. Quiero quedarme.
⎯ Bueno, pues hemos llegado ⎯ me dice Luz, mientras nos detenemos en frente de la puerta de su edificio.
Le sonrío, acarició su mejilla y la tomo de la cintura ⎯ ¿Me das un beso? ⎯ pregunto.
Luz, con un poco más de confianza, reposa sus brazos sobre mis hombros, se pone de puntillas y me besa.
Puedo sentir cómo nuestros labios hacen contacto y, de inmediato, empiezan a moverse con una soltura que por fin ambos hemos conseguido crear después de tantos intentos. Me atrevo a jugar con su lengua, le pido acceso y ella me lo da. La aprieto fuerte contra mi cuerpo, pidiéndole en cierta manera que no se vaya o que no me deje ir.
Poco a poco nos vamos separando, hasta que vuelvo a verla. Sus ojos cerrados me indican que le gustó y que, al igual que yo, está experimentando cientos de sensaciones por todo su cuerpo que posiblemente no puede sobrellevar.
⎯ Supongo que ya terminó mi primera y única cita, ¿no es así? ⎯ pregunto, un poco melancólico.
⎯ Supones bien… ⎯ contesta Luz, para luego sonreírme.
Pídeme que me quede, anhelo en mi mente.
⎯ Espero la hayas aprovechado y disfrutado ⎯ finaliza.
⎯ Créeme, lo hice ⎯ beso su nariz con ternura haciéndola sonrojar, luego se separa de mí y empieza a buscar las llaves de la entrada del edificio.⎯ Luz, dame otra cita. No importa si es entre hoy y el 31 de diciembre de este año.
Ella se ríe bajito, se acerca a mí y me da un beso sobre la comisura de los labios.⎯ Dame una fecha.
⎯ Mañana ⎯ contesto de inmediato.
Luz frunce el ceño ⎯ ¡Ups!, no puedo. Tengo cosas que hacer.
⎯ ¿Pasado mañana? ⎯ insisto.
⎯ No puedo entre semana ⎯ me aclara.
⎯ Bien, entonces… ¿El fin de semana de nuevo?
⎯ Sí, pero, estaré en Ibiza… festejando el cumpleaños de mi padre ⎯ me aclara.
Sonrío. ⎯ Bien, ahí estaré en Ibiza, festejando el cumpleaños con Necedades de Con.
Ella se muerde los labios y asiente. Después me da otro beso de despedida y se aleja de mí.⎯ Hasta luego, Picaflor. Gracias por todo.
Veo cómo entra a su edificio y desaparece de ahí, cerrando la puerta. No puedo dejar de sonreír y no quiero, no lo deseo. Simplemente, ya no quiero ser Picaflor, ahora solo quiero ser David Canarias, y pasar el resto de mi vida con Luz, porque muy dentro de mí sé, que la he encontrado.
Me quedo un momento más viendo hacia la puerta, como si estuviese esperando a que ella bajara una vez más y me invitara a entrar. Sin embargo, sé que Luz no es así, y que con ella debo tener no solo paciencia, sino mucho respeto. Ella no es mujer de una sola noche, es una mujer para toda la vida, y si me toma dos años más que ella confíe en mí, que sean esos y más.
Así, me doy la vuelta para comenzar a caminar hacia el metro y regresar a mi piso, esta vez sin desvíos o llamadas que me hagan sentir culpable de nuevo. La noche es tan perfecta, que me hubiese gustado llevar a Luz a bailar, darle besos bajo la canción más romántica, y si me pongo cursi llevarla a un mirador para disfrutar la vista.
No obstante, en el momento en que voy bajando las escaleras del metro, mi móvil suena y al ver el número del piso de Madrid, sé que esto no puede ser nada bueno.
⎯¿Diga?⎯ respondo.
⎯ Joven David, soy Mar, la asistente de su padre ⎯ me dice en una voz algo rara.
⎯ Dime Mar.
⎯ Su padre me rogó que no lo hiciera, pero se siente mal y tuvo que llamar al doctor. De pronto se desmayó en su habitación y pues…
⎯ ¡Voy! ⎯ le respondo, y bajo las escaleras corriendo para tomar el siguiente vagón.