⎯ ¡Esto no puede ser! ⎯  grita el padre de la señorita Manzanello, mientras todos estamos dentro de la habitación. 

⎯ Le voy a pedir que no grite, es un hospital, no una cantina ⎯ hablo con propiedad. 

⎯ ¡Yo grito lo que se me da la gana! ⎯ me responde. 

⎯ ¡Basta ya, papá! ⎯ grita la chica, desesperada, mientras sigue en llanto. 

Se supone que este debería ser el mejor momento de su vida, y ahora hay cuatro personas en su habitación discutiendo como idiotas. 

Me quedo en silencio, porque yo no tengo nada más que decir. Es evidente que el niño no es mío y que es imposible que pueda, en cierta manera, obligarme a ser el padre. 

⎯ Debe haber un error ⎯ continúa. 

⎯ No hay errores ⎯ defiende mi padre ⎯, es evidente que el niño no es de mi hijo. 

⎯ ¿Qué tal si tienen un tipo gen que da la piel negra? ⎯ comenta la madre, que ha entrado, junto con la mía ⎯, digo, es evidente que puede pasar, su esposa es de piel negra. 

⎯ No es hijo de David ⎯ insiste mi madre firme, mi genética no tiene nada que ver. 

Me duele decir esto, pero, tengo que defenderme.⎯ Fátima no es mi madre genética ⎯ hablo, y todos se quedan callados ⎯, mi madre falleció cuando era un bebé, y no, así que el tipo de piel de mi madre no tiene nada que ver con este bebé. 

El padre, desesperado, se acerca a mí y me toma del cuello de la bata.⎯ ¡Ese hijo es tuyo!, ¡Cómo te atreves a negarlo! 

⎯ ¿Me puede soltar, por favor? ⎯ pido con educación. 

⎯ ¡Primero la enamoras!, ¡le haces un hijo!, y ahora, ¡niegas esa paternidad! 

Lo tomo de las manos y hago que me suelte.⎯ Le respondería de la peor de las maneras, señor, pero mi madre no crio un patán, tal vez un picaflor, pero no un patán y no le responderé. Solo sé que desde el principio le dije que ese bebé no era mío y no es así. 

⎯ Y, ¿cómo estabas tan seguro? ⎯ habla Ainhoa, que está de pie, abrazando la bolsa de osito. 

⎯ No lo diré. 

⎯ ¡Ah, no!, ¡ahora lo dices! ⎯ me exige la madre, si más argumentos para defenderse. 

Suspiro.⎯ No es de su incumbencia, sé que no es mío y siempre lo supe. 

⎯ ¡Diles David! ⎯ me pide mi hermana ⎯ si es la única forma en que te crean. 

Volteo a ver a la señorita Manzanello ⎯ Tú y yo no tuvimos relaciones esa noche, y lo sabes. 

⎯ Claro que no… está el video… 

⎯  No he tenido relaciones desde que me fui a Colombia ⎯ les digo a mis padres, y el rostro de mi padre lo dice todo y ahora sé que me creen ⎯ no he estado con nadie desde ese momento, porque no he querido. 

⎯ Eso no prueba nada…⎯ contesta la madre. 

⎯ Es por Luz, ¿cierto? ⎯ interrumpe mi hermana, con una sonrisa de oreja a oreja ⎯, por ella fue… ¡Qué lindo! 

⎯ Ainhoa, por favor, hija ⎯ le pide mi padre con cariño. 

⎯ Aun así, se mandarán a hacer las pruebas de ADN y mientras tanto este bebé es tuyo ⎯ me comenta el padre de Manzanello. 

⎯ Si mi hijo dice que no es suyo, se lo creo… ⎯ me defiende el mío, sorprendiéndome un poco.⎯ Además es evidente… 

⎯ ¡Eso es racismo! ⎯ grita Manzanello. 

⎯ No hay racismo aquí, son evidencias claras. NO ES MÍO ⎯ hablo firme. 

De pronto, la puerta de la habitación se abre, y un hombre mayor, como de unos cuarenta años, entra, dejándonos a todos sorprendidos. 

⎯ ¡Ándale! ⎯ expresa mi hermana al verlo. 

Los ojos de los padres de Manzanello se abren de inmediato, y como si las respuestas cayeran del cielo, sé que he ganado mi caso. 

La madre voltea, ve a su hija, y luego al hombre.⎯ No me digas… 

⎯ Al parecer, el verdadero padre ha aparecido, ¿cierto? ⎯ comenta mi papá, al ver que el bebé es una copia del hombre. 

⎯¡TÚ! ⎯ expresa el padre de Manzanello ⎯, ¡cómo pudiste!, ¡es mi hija! 

⎯ Lo siento, es que… ⎯ habla y de pronto no sé si estoy dentro de una escena romántica. 

No sé si en este momento me tiene que dar coraje o alivio. El primero porque esta mentira me quitó lo que más quería, y lo segundo, porque compruebo que siempre tuve razón. 

⎯ Como soy un hombre de honor, cubriré los gastos del hospital ⎯ habla mi padre ⎯, sin embargo, ni de locos, mi hijo va a reconocer a ese bebé, porque es más que evidente que no es de él. Hasta aquí llegamos. 

⎯ ¡Canarias! ⎯ expresa el hombre, pero al ver que su hija niega con la cabeza, toda la verdad se ha revelado. 

⎯ Bueno pues… ⎯ comenta Ainhoa, dándole el regalo a la madre de Manzanello ⎯ Les dejo esto, es un pequeño presente, no es necesario que agradezcan, adiós. 

Los cuatro salimos de la habitación más aliviados que nunca, y mi madre me da un abrazo, y luego un beso sobre la mejilla. 

⎯ Eres un buen hombre, David…

⎯ Gracias, mamá.

⎯ Entonces, sin sobrinos todavía… ⎯ habla Ainhoa y yo niego. Ella me abraza.⎯ Te quiero. 

⎯ Yo más. 

Mi madre y mi hermana se adelantan y mi padre se acerca. 

⎯ Te comportaste como un hombre, estoy orgulloso de ti. 

⎯ Gracias ⎯ agradezco. 

Suspira.⎯ Me gustaría que vinieras a Ibiza con nosotros. 

⎯ No puedo… 

⎯ Si puedes… Lula me dijo que has trabajado tanto que puedes hacerlo… Ven a casa, descansa ⎯ me pide. 

Asiento con la cabeza, supongo que unos días en la casa de mis padres no me caerían mal. 

⎯ Bien… admito. 

⎯ Además, en unos días tendrás la casa para ti y Ainhoa, nos iremos en un pequeño viaje… 

⎯ Vale… ⎯ digo. 

Mi padre mi abraza, y siento cómo mi cuerpo reacciona diferente. Él nunca fue del tipo de padres que expresaba así su amor, pero, ahora, parece que es algo que él desea. 

⎯ Estoy feliz por ti… te quiero ⎯ admite, para después alejarse. 

Supongo que este día le devolvió la tranquilidad a todos… Ojalá me hubiese regresado el amor de Luz. 

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