Ibiza 

Se supone que debería de estar feliz después de todo lo que pasó, pero, no lo estoy. En verdad me siento miserable en un lugar donde cada noche hay fiesta, y donde la música, las bebidas y el jaleo está a tope. Desde que llegué, me la he pasado acostado en mi cama, sintiendo el aire por el balcón, escuchando a lo lejos las olas y a mi hermana reír a carcajadas en su habitación para después escuchar la música clásica y a ella practicando. 

Me levanto a comer porque mi madre viene por mí, literal. Y cuando ya no quiero estar en mi habitación, me la paso en la biblioteca leyendo algo que me apetezca, el problema es que no me concentro, para nada, porque no dejo de pensar en Luz.  

Ella está tan cerca, y yo la siento tan lejos. De pronto la lucecita de su casa se enciende y me hace saber que está ahí. Me la imagino viendo por su balcón, tomando fotos, o caminando por la playa. No sé si ella piense en mí como yo lo hago con ella, me gustaría mucho saberlo. 

Dentro de unos días, me quedaré solo con Ainhoa en esta casa, ya que mis padres viajarán con los Ruiz de Con a unas cortas vacaciones en el segundo yate de mi padre. La verdad, no quiero decir que me arrepiento de haber venido acá, pero, solo de pensar que me quedaré con Ainhoa, me hace querer huir a Madrid, porque eso significa que Manuel vendrá a la casa y yo tendré que sufrir el síndrome del chaperón. Supongo que de nuevo estoy celoso. 

Sin embargo, haré todo lo posible por entretenerme, por hacer de mis vacaciones obligadas algo mejor, por estar tranquilo y en paz, y tratar de no toparme con Luz o molestarla, lo único que no necesito ahora es recordarle que soy un idiota. 

⎯ ¡Levántate, hermano!, iremos al centro comercial ⎯ escucho la voz de mi hermana, interrumpiendo mis pensamientos. Me quedo en silencio, fingiendo que estoy dormido, pero de nuevo escucho su voz ⎯ ¿David? 

⎯ Estoy muy a gusto acostado en la sala, ¿no puedes ir sola? 

⎯ No, quiero que me lleves tú. Iremos de compras ⎯ insiste, para luego aventar las llaves del auto y que caigan al sofá. 

⎯ Se supone que ya sabes manejar… o mejor dile al chofer que te lleve. 

⎯ No, me vas a llevar tú, porque estoy harta de verte aquí, todo aburrido, deprimido, causando lástima. Vamos, ¡venga!, no te cambies, que así estás guapo ⎯ me alienta. 

Suspiro.⎯ Ya te dije que no. 

⎯ Si no vas, pasaré todo tu aburrido tiempo diciendo: me llevas, me llevas, me llevas, me llevas. 

⎯¡Vale, vamos! ⎯ expreso enojado, mientras me levanto, y me acuerdo de cuando Ainhoa estaba pequeña. Solía perseguirme a todas partes, gritando “Davi” para que la cargara o jugara con ella. Supongo que esas costumbres nunca terminan. 

⎯ Vale, te llevo, pero tienes tres horas, pasa ese tiempo y me regreso, te dejo ahí. No te buscaré y no me importa lo que estés haciendo ⎯ le advierto, 

Mi hermana se ríe, puedo ver su cabello completamente rizado y castaño, moverse con gracia, y el recuerdo de cuando ella estaba pequeña me vuelve a la mente. 

⎯ ¡Ay Canarias! ⎯ me llama por nuestro apellido ⎯ así puedes aprovechar para comprarte ropa de tu talla. Desde que bajaste de peso toda tu ropa te queda holgada y los pantalones se te caen, ¿qué pasó con mi hermano el galán?, ahora pareces rapero. 

⎯ Tal vez quiera ser rapero. 

⎯ Esa ni tú te la crees, siempre has sido tan vanidoso. Así que vamos, no perdamos tiempo. 

Me quedo de pie un minuto, tratando de enviarle al cuerpo la señal de que debo empezar a caminar, pero, al parecer, no lo desea. Siento la mano de Ainhoa tomando la mía y como me jala. 

⎯ Vamos… Tal vez hoy las cosas mejoren ⎯ me dice. 

Suspiro ⎯  vamos, pero no gastaré dinero. 

⎯ No lo hagas, solo sal a que te dé el sol. 

Así, ambos dejamos la casa, y solo sentir el sol de Ibiza, recuerdo del porqué odio salir a esta hora, o tal vez, no, pero no quiero estar afuera. Subimos a mi antiguo auto, el primero que me compró mi padre, y lo alejo de la entrada para tomar el camino. Ainhoa, como siempre, prende la radio y la música electrónica empieza a sonar y ella le cambia. 

⎯ ¿No tienes otro disco aquí que no sea de ABBA? ⎯ pregunta, mientras busca en la guantera. 

⎯ No, ABBA es todo lo que escucho. 

⎯ ¡Qué aburrido!

⎯ No quiero hablar, Ainhoa, solo déjame conducir. 

⎯ Bueno ⎯ responde, para luego abrir la ventana y sentir el aire caliente. Por un momento se queda en silencio, pero es un espacio breve, ya que voltea a verme con esa mirada de niña buena que me hace consentirla.⎯ ¿Es verdad lo que dijiste de las relaciones? 

⎯ Ainhoa. 

⎯ Venga, dime… No es que yo no sepa que las tienes y que tú no sepas que las tengo… ¿Quieres que te recuerde? 

⎯ No creo que sea un tema del cual hablar con mi hermana. 

⎯ No has tenido encuentros porque estabas esperando a Luz, ¿cierto? ⎯ insiste. 

⎯ Tal vez he querido probar ahora el celibato. 

⎯ ¡JA! ⎯ expresa, para luego negar con la cabeza ⎯ David, eres activo sexualmente desde los catorce, creo, ¿por qué el celibato ahora?, sobre todo cuando estás en tu mejor momento. Tienes un gran trabajo, eres un partidazo y eres guapo. 

Sonrío.⎯ ¿Recuerdas en lo que me metió ser un partidazo?

Ainhoa deja de verme y luego comienza a buscar algo en su bolsa. Saca un labial, baja el espejo y comienza a pintarse los labios. La veo de reojo, ¿desde cuándo mi hermana pequeña la que corría en pañales se pinta los labios de rojo? 

⎯ Yo solo te digo una cosa, David, ¿qué tipo de hombre serías si no puedes luchar por la mujer que amas? ⎯ me comenta, para luego verme a los ojos.⎯ Pasaste años seduciendo a muchas mujeres y ahora, ¿eres un cobarde cuando se trata de ganarte el amor de la mujer que amas en verdad?

⎯ No soy un cobarde. 

⎯ Pues desde aquí lo veo. Eres el cobarde que lleva días encerrado en su casa y no quiere salir a la esquina para no encontrársela. Si no puedes luchar por ella, entonces, no te la mereces… 

⎯ No todos tenemos un amor como el tuyo y el de Manuel. 

⎯ No, pero él jamás se dio por vencido, a pesar de lo que pasó, sigue ahí, luchando por mí, y eso es mucho mejor que nada. Un hombre no es hombre por la cantidad de mujeres que lleva a su cama, sino porque puede mantener a la que ama a su lado. No me decepciones, David, y demuéstrame que eres el hombre que admiro. 

Después de eso me quedo callado, mi hermana jamás me había hablado así, y no está errada, ¿en verdad dejaré ir a Luz?, ¿me esconderé de ella el resto de mi vida?. De pronto, me veo en esta imagen donde la veo feliz, casada con otro hombre, mientras yo no puedo dejar de pensar que ese pude ser yo. 

Creo que ella tiene razón, será mejor arriesgarme e insistir, que ver de lejos y arrepentirme, ¿quién sabe?, tal vez tenga una última oportunidad de hacerlo bien y la única manera de hacerlo es insistiendo.

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