Salir con Ainhoa de compras no fue tan mala idea después de sentir el sol en mi piel. Caminamos por el Centro Comercial, mientras veo como mi hermana se mide un vestido tras otro, y me enseña algunos conjuntos para mí. 

Al final terminé comprando una que otra cosa, y cargando las bolsas de Ainhoa, porque definitivamente mi hermana no tiene control. Supongo que aquí se ve quién es la consentida de papá. 

⎯ Si sigues así dejarás a la compañía en banca rota ⎯ le reclamo, cuando veo que pasa una vez más la tarjeta para pagar unos zapatos. 

⎯ Solo te aviso que todo esto fue previamente autorizado por papá ⎯ me dice, en tono de coquetería, para después tomar una bolsa más. 

⎯ Si claro. Quiero ver su rostro cuando llegue el recibo de la tarjeta de crédito, vas a querer que te preste dinero y no será posible. 

⎯ ¿Te mencioné que es tu tarjeta y no la mía? ⎯ me contesta, para luego reír. 

Ambos salimos del local y siento el peso de los nuevos zapatos que se han agregado a la pila de bolsas. Los dos vamos en silencio, escuchando las conversaciones de las otras personas que están comprando o paseando, cuando de pronto veo una cara conocida. 

⎯ ¿No es la más pequeña de los Ruiz de Con? ⎯ le pregunto, al ver a la niña en medio de la plaza, llorando. 

⎯ Sí, es Sabina ⎯ me confirma mi hermana. 

Me acerco a ella y con una sonrisa le digo.⎯ Pero mira quién es, la más pequeña de los Ruiz de Con ⎯ le digo, y Sabina en seguida se va a mis brazos y me abraza, para soltarse a llorar. ⎯ ¿Estás perdida, mi cielo? ⎯ le pregunto, y ella asiente con la cabeza. 

⎯ No te preocupes, ya estás con el tío David ⎯ le consuelo. ⎯ ¿Ves algún Ruiz de Con por ahí? ⎯ le pregunto a mi hermana. 

⎯ No, pero si hay alguno, espero que sea Manuel. Quiero ver si sigue igual de guapo ⎯ comenta, y mi mirada le dice que no es el momento. 

⎯ Concéntrate, Ainhoa. Ve a María Julia o a Luz ⎯ y pronuncio ese nombre en voz baja porque siento que me caerá un rayo o algo así. 

⎯ ¡Davi!, sobete… ¿Sí? ⎯ me pregunta la nena, y al voltear veo un local donde venden sorbetes. 

⎯ ¿Quieres uno? ⎯ pregunto y ella asiente muy segura, al parecer el susto se le ha olvidado. 

⎯ Bueno, pero después buscamos a tu madre ⎯  le advierto. Volteo a ver a mi hermana.⎯ Voy a comprarle un sorbete a Sabina, si ves a cualquiera de los Ruiz…

⎯ Yo quiero ir, hace mucho calor ⎯ comenta, y luego me sonríe. 

⎯ Ainhoa… 

⎯ Solo es un sorbete, vamos rápido y seguimos nuestra búsqueda, ¿no es así, Sabi? ⎯ le pregunta a la niña que enseguida accede. ⎯¿Ves? 

⎯ Vamos… ⎯ hablo sin remedio, y los tres nos dirigimos hacia el local y de inmediato, como si Ainhoa fue una niña, toma a Sabi y la lleva a pedir lo que se le antoja. 

Yo sigo alerta o más bien atento, ¿qué pasa si aparece Luz?, ¿qué le diré?. Quiero correr, pero a la vez quedarme, esto hasta parece algo pre- planeado por todos para que yo saliese de mi cueva y la enfrentara. 

⎯ ¡Mira! ⎯ me interrumpe Sabina, mostrándome el sorbete. 

Le sonrío y la tomo de la mano para llevarla hacia una de las bancas y sentarme junto con ella.⎯ Nos quedaremos un rato aquí y si no vemos a tu madre, te llevo a tu casa ⎯ le advierto. 

La niña asiente, pero parece tan a gusto, sentada a mi lado que parece ya no importarle el miedo o la incertidumbre que padeció momentos atrás. 

De pronto escucho que alguien grita su nombre, y al voltear veo a María Julia y a Manuel correr hacia donde estamos. Mis ojos enseguida buscan a Luz, pero, al parecer, no viene con ellos. 

⎯ ¡Dios mío!, ¡estás bien!, te busqué tanto, pensé que te había pasado algo ⎯ comenta, mientras la abraza entre lágrimas. 

⎯ La nena está bien, solo está pegajosa por el sorbete, todo está bien ⎯ le aseguro. 

⎯ ¡Gracias, Canarias!, te debo una ⎯ expresa para luego abrazarme. 

⎯ No hay de qué ⎯ respondo, pero mi mirada va hacia el pasillo y no a ella. 

⎯ No vino con nosotros, se quedó en casa estudiando ⎯ me dice Manuel. 

⎯ ¡Ah!, pues qué bien ⎯ respondo, como si nada. 

La situación se vuelve algo incómoda, ya que ellos tienen mucho que preguntar y yo mucho que decir. 

⎯ ¿Qué les parece si vamos a comer algo? ⎯ habla Ainhoa. 

⎯ Sí, y David podría aclarar todo lo que pasó, porque ni Luz ni él nos dice nada ⎯ agrega María Julia. 

Volteo a ver a Ainhoa que, como siempre, va corriendo detrás de Manuel. 

⎯ ¿Por qué presiento que esto estaba planeado? ⎯ le murmuro, pero ella no me dice nada, solo toma la mano de Manuel y se va con él. 

***

Al entrar al restaurante el calor se reduce poco a poco. Como ya nos conocen, nos dan una de las tantas mesas de siempre y una bebida de cortesía. Cuando el mesero se aleja con el pedido, todas las miradas van hacia mí. 

⎯ ¿Entonces? ⎯ me pregunta María Julia. 

⎯ ¿Segura que es el momento indicado? ⎯ pregunto. 

⎯ Solo dinos, ¿sí?, llevamos meses con una Luz tan apagada que ya la queremos rebautizar como “sombría” ⎯ comenta Manuel. 

Suspiro.⎯ No me alejé de ella porque no la quiera, o porque la haya engañado… 

⎯ Vale, ¿entonces? ⎯ insiste María Julia, bastante a la defensiva. 

⎯ Trataron de colgarle un milagrito a David ⎯ interrumpe Ainhoa. 

⎯ ¿Cómo? 

⎯ No te hagas que no sabes Manuel ⎯ le reclamo, ya que sé que él está muy al pendiente de todo. 

⎯ Manu no sabe ⎯ le defiende Ainhoa ⎯, supuse que hasta que no se resolviera no era bueno decirle. 

Me asombro. En verdad no pensé que mi hermana hiciese eso, pero, se lo agradezco. 

⎯ Lo que Ainhoa quiso decir es que una de mis tantos, ya saben ⎯ y todos asienten ⎯, le dijo a su padre que tendríamos un bebé y pues… 

⎯ ¿Tienes un bebé con otra? ⎯ pregunta María Julia. 

⎯ No, claro que no, siempre supe que era mentira. Solo que fue un gran problema y al final, no supe controlarlo. Mis intenciones eran venir a Ibiza y contarle a Luz todo, pero, con mi mala suerte, llegó justo cuando Alexandra. 

⎯ ¡Dios!  ⎯ expresa mi hermana. 

⎯ Alexandra llegó por sus cosas y pues… la imaginación corrió. Lo que puedo asegurarles es que el bebé no es mío. 

⎯ ¿Seguro?, ¿segurísimo? ⎯ me pregunta María Julia. 

⎯ Lo juro. 

⎯ Está comprobado, porque el bebé nació de color. 

⎯ ¡QUÉ! ⎯ expresan Manu y María Julia. 

 ⎯ Así es, el socio del padre y la chica estaban enamorados y bueno, al parecer estaba prohibido porque no le quería decir ⎯ finalizo. 

Todos se quedan en silencio, supongo que igual de impactados con las noticias que yo. 

⎯ Creo que deberías buscar a Luz ⎯ rompe el silencio Ainhoa. 

⎯ Hermana… 

⎯ Podrías hacerlo, Luz está aquí ⎯ me dice Manuel. 

⎯ Es necia, no me escuchará. 

⎯ Pero tú debes ser aún más necio… ¿Qué no la amas? ⎯ me pregunta, María Julia. 

⎯ Como no tienen idea… 

⎯¡Entonces! ⎯ me anima Ainhoa. 

Me quedo en silencio bajo la mirada de todos, me están obligando a ceder o más bien, animando a ir. 

⎯ ¿Seguros que está en casa y me recibirá? ⎯ pregunto. 

⎯ La primera si, la segunda… ⎯ Y María Julia niega. 

⎯ Vale, no importa… no tengo nada que perder, ¿qué podría pasar? ⎯ digo en voz alta, y aunque me veo valiente por dentro tiemblo de miedo. 

Sé que esta es la oportunidad por la que he estado rogando… 

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