Tengo una novia, es en todo lo que puedo pensar. Estoy enamorado de la mujer perfecta, inteligente, valiente, tierna, y hermosa. Luz ha despertado en mí, facetas que no conocía, sentimientos y sensaciones que no pensé que viviría.

La amo de todas las formas posibles, disfruto todo el tiempo a su lado, entre besos, abrazos, caricias y sobre todo esto que se llama compañía. 

De pronto la noción del tiempo ya no tiene sentido. Las horas se me pasan rápido, mientras camino por la playa tomándola de la mano, riéndome de las anécdotas que me cuenta y disfrutado de su compañía. 

Sin embargo, no se puede negar el hecho de que Luz es guapa, y mucho, y que tiene la combinación perfecta de facciones y atributos que me vuelven loco y que despiertan en mí a ese hombre que por mucho tiempo ha estado dormido. 

Así que besarla, acariciarla, estar cerca de ella, me vuelve loco, más allá de lo que yo puedo sobrellevar. De pronto, el deseo de tener más intimidad con ella despertó. 

La quiero, la deseo, la amo, y solo quiero estar con ella en todos los ámbitos posibles. Sin embargo, mi tiempo en Ibiza se ha terminado y debo regresar a Madrid para seguir trabajando en el hospital, así que tendré que separarme de Luz, aunque no lo deseo, por mí, me pasaría el resto de la vida a su lado. 

Entonces, después todo este tiempo junto a ella, este era mi último día, por lo que decidí visitarla, esta vez, para darle un regalo y unos últimos besos antes de que me regrese.

Sé que Luz estará en Madrid pronto, pero no creo poder esperar tanto, no después de haber probado lo que es estar enamorado. 

Así que, me dirijo a su casa un poco más tarde de lo normal, ya que estuve bastante ocupado por la mañana y al ver que todas las luces estaban apagadas supuse que la única manera era entrar por el balcón, ese que, días atrás, había sido parte de una descalabrada monumental. 

Cuál Romeo, me atrevo a subirlo hasta llegar a la ventana de Luz, y tocando débilmente para que nadie me descubriera. De pronto, veo el hermoso rostro de Luz delante de mí y como las puertas se abren. 

⎯ ¿Qué haces aquí? ⎯ me pregunta con una sonrisa, mientras me deja pasar. 

⎯ Vine a dejarte esto antes de regresarme a Madrid mañana ⎯ le comento. 

Luz cierra las puertas del balcón y de pronto todo se oscurece a nuestro al rededor. Así le entrego el regalo y ella lo toma con una sonrisa en el rostro. Lo abre con cuidado y ve un dije de oro en forma de L. 

⎯ Sé que tu cumpleaños está cerca y posiblemente no estaré contigo, así que… Feliz cumpleaños. 

Luz saca el dije de la caja y después de observarlo me da un beso sobre los labios.⎯ Gracias, me encanta. 

⎯ De nada, ¿te lo pongo? ⎯ pregunto. 

Ella asiente con la cabeza, luego se voltea y recoge el cabello largo y negro para que, momentos después, yo cuelgue el dije al rededor del cuello. 

Ambos nos vemos de frente y al verlo sobre su cuello, enmarcando su pecho, sonrío.⎯ Te queda hermoso. 

⎯ Gracias, me gusta ⎯ contesta. 

Entonces sucede la magia. Nuestras miradas se cruzan y siento cómo todo mi cuerpo se enciende. Una mirada basta de ella para hacerme sentir todo sin ni siquiera tocarme. 

⎯ ¿Crees que puedas vivir unas semanas sin mí? ⎯ pregunta. 

⎯ Lo intentaré ⎯ respondo en un murmullo ⎯, pero te hablaré diario. 

⎯ Y yo te responderé diario ⎯ me promete. 

Volvemos a quedarnos en silencio, viéndonos a los ojos. La observo de pies a cabeza, a esta mujer que me trae loco, de la que descubro cada vez más cosas cada vez que la veo. Ya no solo me dijo en su sonrisa, en sus ojos brillantes y sus labios coquetos, si no en esa figura tan sensual, sus pechos, sus caderas, su cuello. Luz es tan guapa, tan sensual, tan bella; despierta todo en mí, todo. 

Me muerdo los labios y acercándome a ella le pido ⎯ ¿Me das un beso? 

Ella se sonroja, y aun jugando con el dije, va hacia mí para darme uno ligero sobre los labios. 

Así, le respondo sintiendo los nervios en cada movimiento de nuestras bocas. Luego me separa para sentir esa adrenalina corriendo por mi cuerpo. La veo con los ojos cerrados, y entonces, regreso a continuar con este beso que, sé, desea que no termine. Lentamente, me voy abriendo paso poco a poco hasta que nuestras lenguas se juntan y comienzan a jugar. 

Puedo escuchar la respiración agitada de Luz, y como sus manos se recargan sobre mis hombros. El deseo me invade y no puedo evitar cargarla de la cintura y hacer que ella envuelva sus piernas en mi cintura. 

Nervioso, excitado, feliz, comienzo a caminar hacia la cama y la recuesto con toda la ternura posible. Veo cómo ella abre los ojos y por primera vez, en todo mi vida, puedo ver reflejado en deseo en una mujer. Luz me desea, y no como solo David Picaflor, si no, como David, el hombre que la hará feliz. 

En este momento los nervios me pueden más que el deseo, ¿por qué?, porque aunque he hecho esto muchas veces, en diferente, y mucho. Luz no es una chica que salió de un bar conmigo, es la mujer que amo y de pronto la presión de ser el mejor en este ámbito me gana. 

Aun así, mi deseo de hombre me gana y, sobre todo, después de haber pasado tanto tiempo sin sentir el toque de otra mujer, comienzo a bajar mis labios hacia su cuello. Mis manos recorren su cuerpo por encima de la ligera pijama. Puedo escucharla gemir en mi oído, tratando de sobrellevar todas las sensaciones que le hago sentir. 

Todo pasa perfecto, todo empieza tan bien, y en un acto automático me levanto y me quito la camiseta en un solo movimiento, descubriendo mi torso frente a ella y haciéndola sonrojar aún más. 

Ella estira sus manos y lo toca ligeramente, provocando que mi piel se erice por completo. Cierro los ojos, mientras todas las sensaciones pasan por mi cuerpo, invitándome a seguir. 

⎯ David ⎯ murmura mi nombre. 

Y yo vuelvo a besar sus labios para bajar hacia sus pechos, mientras sus manos se prenden a mi cabello. 

⎯ David… ⎯ vuelve a decir mi nombre. 

⎯ Dime ⎯ contesto, pero al sentir que trata de alejarme, caigo en cuenta que ella está llamando mi atención ⎯¿te gusta? ⎯ pregunto, algo inseguro. 

⎯ Sí, pero… es que yo…⎯ trata de decirme y noto que está nerviosa. 

Entonces, levanto mi rostro y la veo al suyo. 

⎯ ¿Qué es lo que pasa? ⎯ inquiero preocupado. 

¿Qué no le gusta?, ¿qué no lo estoy haciendo bien?, pienso. Pero después caigo en cuenta que no tiene nada que ver conmigo sino, con ella. 

Luz se levanta y se sienta sobre la cama, cubriéndose el pecho y tratando de tranquilizarse. 

⎯ ¿Qué pasa? ⎯ insisto, sentándome a su lado.⎯ ¿Te lastimé?, ¿te hice algo? 

⎯ No, no es que ⎯ responde tímida. Su mirada va hacia el suelo y puedo ver la vergüenza en su rostro ⎯, es que yo nunca lo he hecho ⎯ confiesa. 

⎯ ¿Qué no has hecho? ⎯ pregunto, pero luego caigo en cuenta y me arrepiento de haber hecho esa cuestión. 

⎯ Lo que tú quieres hacer ahora, yo nunca he tenido sexo. 

⎯ ¡Oh! ⎯ exclamo, en un murmullo. 

¡Ves David!, debes dejar de pensar en ti mismo… Pudiste haberla lastimado sin querer, mi mente me dice. 

⎯ Te iba a decir eso en Madrid, pero… lo siento ⎯ habla para, después, cubrirse el rostro. 

He dicho que Luz ha despertado en mí sensaciones que jamás había sentido y hoy me despertó una tremenda ternura. Así que, tomo sus manos y hago que se descubra el rostro. 

⎯ No, no, está bien. Fue mi culpa, me dejé llevar por mis instintos y debí pensarlo mejor.

Luz voltea y me ve con los ojos brillantes y el rostro rojizo.⎯ Lo siento. 

Acaricio su rostro.⎯ No, no debes pedirme perdón. Todo estará bien, amor ⎯ me atrevo a decir, para después abrazarla. 

Solo de pensar que pude haberla lastimado me hace sentir fatal. 

⎯ No es que no quiera, al contrario, te deseo y mucho, pero… ⎯ y vuelve a sonrojarse. 

⎯ No te disculpes, al contrario, debería ser yo quién lo haga. Iremos a tu ritmo, ¿vale?, yo te amo y esperaré el tiempo que necesites, no es algo obligatorio. 

Me pongo la playera y ella acaricia mi rostro para luego darme un beso ligero sobre los labios. ⎯ ¿Qué te parece si dormimos un rato juntos, ¿quieres?⎯ le propongo ⎯, solos tú y yo, juntitos. 

⎯ Gracias ⎯ respondió ella, y aun con vergüenza se recostó sobre la cama. Yo me recosté a su lado y la tomé entre mis brazos. 

Ella se acomoda y suspira. Yo le doy un beso sobre la frente y ahí, en la oscuridad de la habitación que, hace momentos, estuvo por ser testigo de un incendio, yacemos en silencio. 

⎯ Te amo ⎯ le digo. 

⎯ Te amo más ⎯ responde, para luego quedarse dormida. 

Sin embargo, yo no puedo hacerlo. Porque otra obsesión se me ha metido en la cabeza, ¿seré capaz de hacerle el amor a Luz como se lo merece cuando esté lista?, o, ¿qué tal si nunca he sabido cómo?, la pregunta es, ¿sé cómo hacer el amor?, ¿qué tal si estar de flor en flor me ha quitado la capacidad de hacerlo? Lo que menos quiero es lastimarla o hacerle pasar un mal rato… tal vez no soy tan buen amante como pensaba, ahora, tengo que ser el amante de Luz. 

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