Hasta ahora, nadie me había puesto en jaque como Luz lo hizo en segundos y debo admitir que eso me encantó. Con sus besos, comencé a liberarme poco a poco, mientras ella disfrutaba de la sensación que le provocaba. 

Mis manos se fueron directo a su peinado alto, y en segundos lo deshice para que su cabello largo y pesado cayera sobre sus hombros. Un enervante olor a lavanda invadió mis sentidos. 

Las manos de luz, tímidas, acarician mi pecho con una ternura, formando pequeños círculos que alteran todos mis sentidos. Siento cómo mi cuerpo arde, pero, a la vez, como los nervios no pueden abandonarme. 

No sé qué me pasa, se supone que esto lo he hecho tantas veces que debería saber que sigue, sin embargo, con Luz no es así. Su seguridad, su belleza, su sensualidad me ha dejado sin palabras y ha hecho que cada inseguridad en mí nazca. 

Los labios de Luz se sienten tan bien sobre los míos, y su piel contra mi piel es todo lo que necesito en este momento. Mis manos la tocan, pero estoy tan nervioso que no sé si lo hago bien. 

⎯ No te sientas presionado ⎯ me murmura al oído ⎯, solo ámame, tócame como hubieses querido que te tocaran. Yo lo hago así, y también así te beso. 

Sonrío al escuchar sus palabras y cuando menos me doy cuenta ella acaricia mi rostro para seguir besándome con un deseo que jamás había sentido. 

Tantas mujeres habían pasado por mi vida, tantos besos habían disfrutado mis labios, pero los de Luz, no se comparaban con nada. 

Entre beso y beso, ella se va desinhibiendo, dejando llevar, hasta el punto en que ella comienza a desnudarse frente a mí. Primero quita su cinturón para dejar libre la parte de arriba de su vestido. Baja con cuidado el cierre que mantiene la tela atada a la piel, y, en seguida, sus pechos se muestran al descubierto frente a mí. 

¡Ah!, esos pechos que por mucho tiempo soñé acariciar, me esperan ansiosos para que lo haga. Siento mi corazón agitado al igual que mi respiración, mi hombría está dura, excitada, lista, pero quiero seguir disfrutando de lo que veo. 

Luz se pone de pie, se baja el resto del vestido quedándose en la pequeña braga que trae puesta. Es una obra de arte, todo lo que he deseado en una mujer y ahora, está a punto de ser mía o, tal vez, estoy a punto de ser suyo. 

⎯ Eres hermosa, Luz ⎯ le digo en un murmullo, mientras ella juega con su cabello sensualmente. 

Se muerde ligeramente los labios, para después regresar a la posición inicial, sentándose sobre mí. Mis manos van directo hacia sus pechos, acariciándolos, para luego besarlos, haciéndola gemir de una manera tan increíble, que cuando llego a succionar su pezón ella expresa ⎯ ¡Qué delicia! ⎯ y sí, lo es tanto para ella como para mí. 

En ese instante, ella comienza a mover sus caderas sobre mí, mi hombría se pone cada vez más dura y solo con eso ella empieza a sentir placer. Los largos y delicados dedos de Luz, bajan hacia mi cinturón y lo quitan, al igual que mi pantalón, descubriendo lo que hay debajo. 

Al ver mi bulto se sonroja, y a mí me hace sonreír levemente. Todo esto es nuevo para ella y me agrada que le guste. No obstante, ella no deja de sorprenderme cuando, con delicadeza, baja sus manos y libera mi hombría.

⎯ Enséñame ⎯ me pide ⎯, dime cómo te toco. 

¿Cómo me toca?, jamás me habían preguntado eso, pienso, mientras veo los ojos brillantes de mi novia. 

Tomo su mano, y con cuidado la llevo a mi hombría que, tan solo sentir su mano caliente, me enciende aún más. 

⎯ Así ⎯ le pido, y ella comienza a hacerlo. Primero lento, después con más confianza, enloqueciéndome. 

Nadie antes me había tocado así, más que yo mismo, pero ahora, creo que este será mi recuerdo más erótico de la vida. 

Sus ojos se clavan en los míos, mientras su sonrisa pícara acompaña la escena. Luz está disfrutándolo, le gusta tenerme así y yo, no negaré que me encanta. 

⎯ ¿Te gusta? ⎯ me pregunta, y yo en lugar de palabras voy hacia sus pechos y los besos de nuevo. Subo a su boca y mientras ella juega conmigo, a mí se me ocurre jugar con ella. 

Mis dedos se inmiscuyen en su intimidad que, ya está bastante húmeda, pero al momento ella se hace para atrás. 

⎯ ¿Te lastimé? ⎯ pregunto angustiado. 

Ella niega. ⎯ No, no, es que se siente diferente cuando alguien más lo hace que tú misma ⎯ me comenta, sorprendiéndome un poco. Supongo que lo nota porque me responde.⎯ Soy Virgen, David, pero también curiosa y mucho. 

Sonrío, y solo de imaginármela tocándose sola me prende más. Así, llevo los dedos hacia mi boca y los chupo para lubricarlos. Puedo saborearla, probarla. Vuelvo a acariciarla, esta vez con más cuidado y ella comienza a gemir en mi oído. Luz quiere seguir jugando conmigo, pero, no puede, el placer le ha ganado y ahora solo está concentrada en ese orgasmo que posiblemente tenga. Momentos después, libera su cuerpo, cerró los ojos y a mí, me dejó sin palabras. 

Luz abre sus ojos, tan grandes y brillantes, y en un tono más seguro me pregunta.⎯ ¿Podemos?

Sé lo que eso significa, y aunque estoy plenamente excitado y lo haría así, nada más, hay una regla picaflor que deseo cumplir con ella. 

⎯ No tienes que pedir permiso, solo espera ⎯ le pido, para estirarme lo más que puedo y sacar la caja de preservativos que tengo en el cajón de al lado. 

Saco uno, y para que mis nervios no se noten, bromeo con ella.⎯ Con el cuerpo caliente y la cabeza fría ⎯ le digo, mientras lo pongo con una maestría que me alegro tener en este instante. Luz se queda viéndome, sé que sabe que hacer, pero no como, por lo que sonrío y le invito.⎯ Hazlo tú, ve a tu ritmo, yo te quiero sentir a ti. 

Luz, pasa saliva, luego se pone en el lugar correcto y poco a poco va entrando a mí. Las ansias me ganan, e placer me invade, pero me contengo al ver su rostro un poco tenso y que denota algo de dolor. 

Cuando logra entrar por completo, abre los ojos y me ve directamente. 

⎯ ¿Estás bien? ⎯ le pregunto, mientras acaricio su cabello. 

⎯ Sí, lo estoy ⎯ responde tímida. 

Mis manos se acomodan sobre sus perfectas caderas y el beso que me da me tranquiliza. 

⎯ Muévete a tu ritmo, a mí me gusta ⎯ le invito. 

Y así, entre besos, Luz comienza a moverse sobre mí, primero con torpeza y tiento, para después liberarse. Comienzo a sentirme en otro mundo, lleno de sensaciones inexplicables. Entre besos y caricias, ella y yo, tenemos esa conexión que antes me hacía falta y a la que me he vuelto adicto. 

Escucho sus gemidos llenos de placer, mientras sus labios mojados se unen a los míos. Todo lo que hace Luz es perfecto, para mí lo es. Lejos quedaron los gritos escandalosos, las exigencias, los escapes, ahora todo es sensualidad. 

Veo su hermoso cuerpo, cubierto por la iluminación de las tenues luces de mis lámparas, el movimiento de sus pechos, ese rostro nuevo que me está mostrando lleno de placer y erotismo, y sus labios mordiéndose continuamente, sobrellevando el placer. 

El movimiento de sus caderas es hipnotizante. Siento el ritmo con mis manos atadas a ellas, porque en cierto sentido me siento en un sueño erótico del que no puedo despertar. 

Luz baja hacia mi cuello y cuando estoy cerca de su oído, le confieso. ⎯ Te amo, Luz. 

⎯ Yo también te amo ⎯ responde entre gemidos, y en su intimidad siento que ella está a punto de llegar a ese momento tan deseado. 

⎯ Sigue, me gusta ⎯ la invito. 

Pero no era necesario hacerlo, ya que ella lo hace automáticamente hasta que siento su cuerpo tensarse y luego liberarse sobre mí. Cierro los ojos para disfrutar este momento y, al abrirlos, la veo a ella sonreír para luego sonrojarse. 

Yo me libero también, y lanzo un gemido bajito que a ella le gusta porque me lo indica con su rostro. 

Luz se envuelve entre mis brazos, nuestras pieles se juntan y yo, creo que es la primera vez que me hacen el amor. La primera vez que siento que todo esto y sí, quiero volver a repetirlo. 

De pronto una lágrima corre por mi mejilla sin explicación. A mi pecho vienen otras sensaciones que me hacen un hueco en el estómago y que trato de controlar, ya que no quiero arruinar el momento. 

Siento que Luz me ha liberado de una maldición al que estaba atado. Como si me hubiese quitado de encima, esta sensación de no ser amado, y la sustituyó por un amor que jamás había experimentado. 

⎯ Te amo, Luz. Te amo como no tienes idea ⎯ le confieso, mientras nuestros corazones laten sobre nuestras pieles.⎯ Jamás te vayas. 

⎯ Jamás ⎯ me responde, para luego ambos guardar silencio. 

Cuando sentimos que todo ha pasado y se ha tranquilizado, me pongo de pie y así desnudos la tomo entre mis brazos. 

⎯ ¿Qué pasa? ⎯ pregunta sonriente. 

⎯ ¿Crees que esto terminó?, no… esto apenas va empezando ⎯ le digo, para luego besarla y llevarla en brazos hacia mi habitación. 

La recuesto sobre la cama y de nuevo comienzo a besar su cuerpo. Quiero más, necesito más y ella, también lo quiere. Así que sin más, la hago mía, las veces que ella desee, las veces que ambos queramos. 

***

Seis de la mañana. Escucho la alarma en la mesita de noche que hay al lado de la cama. Abro los ojos y torpemente estiro mi mano para apagarla, luego me volteo y veo a Luz dormida a mi lado placidamente. La tomo entre mis brazos y la recargo sobre mi pecho. 

⎯ Te amo ⎯ le murmuro, para darle un beso sobre la frente y volver a dormir. 

Esta vez el Picaflor no vuela, esta vez no abandona el lecho sin dejar rastro. Esta vez, deseo y voy a quedarme a su lado, porque al fin la he encontrado, al fin, soy un hombre enamorado. 

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