Alegra 

Me encuentro aquí, en este lugar frío y estéril que llaman sala de urgencias. Estoy recostada en una camilla, rodeada de extraños con batas blancas y el zumbido constante de las máquinas que monitorean mi estado y el de mis bebés. Mi vientre está hinchado, abultado por la vida que crece dentro de mí, y mis manos no pueden evitar acariciarlo en un intento desesperado por transmitirles calma a mis pequeños.

Karl aún no ha llegado. Estoy sola, atrapada en este mar de incertidumbre, con la ansiedad retorciéndose en mi pecho como una serpiente venenosa. ¿Dónde está él? ¿Por qué no está aquí conmigo en este momento tan crucial? Mi mente da vueltas en círculos, atrapada en un torbellino de pensamientos oscuros y temores incontrolables.

Intento mantener la calma, intento convencerme a mí misma de que todo estará bien. Les hablo a mis bebés en un susurro suave, tratando de infundirles la misma tranquilidad que estoy luchando por encontrar. Les prometo que los protegeré con todas mis fuerzas, que los amaré con cada fibra de mi ser, que haré todo lo posible para asegurarme de que lleguen a este mundo sanos y salvos.

Pero mi voz tiembla, mis palabras se desvanecen en el aire y mis ojos se llenan de lágrimas que amenazan con desbordarse en cualquier momento. Por más que intento mantener la compostura, por más que intento convencerme de que soy fuerte, la verdad es que estoy asustada. Estoy asustada de lo que pueda pasar, de lo que pueda sucederle a mis bebés, y de si mis decisiones les han causado daño. 

Y entonces, está él. Rico. No debería estar aquí, no debería estar cerca de mí en este momento tan íntimo y personal. Pero aquí está, con esa sonrisa que me saca de quicio, y esa mirada que me provoca ahorcarlo; si no fuese por mi vientre, ya lo hubiera matado. 

Intento ignorarlo, intento enfocarme en mi respiración, en mis bebés, en cualquier cosa que no sea él. Pero su presencia es difícil de ignorar, sobre todo cuando se pasea por todo el lugar, viendo los aparatos y viendo por la ventana y la puerta; al parecer está nervioso. 

—¿Buscando nuevas cosas que robarte? —le pregunto, de mala gana. 

Rico voltea a verme y se ríe bajito. Como si se estuviera burlando de mí. 

—No, estaba viendo que la fundación Sila Canarias, compra el equipo más barato del mercado, nada que ver con esto. 

—Y, aun así, te lo robas. Hasta para robar eres idiota. 

Rico no me dice nada. Al parecer, paré su jueguito de insultar la fundación.

—No entiendo que es lo que sigues haciendo aquí. 

—No puedes estar en urgencias sola, necesitas a alguien —me recuerda, y odio que tenga razón. 

—Bueno, al menos siéntate que me estás volviendo loca —comento. 

Rico se acerca a mí y me sonríe. 

—Cuando llegue Karl, ¿ya sabes lo que le dirás?, ¿cómo le explicarás que yo esté aquí? 

Suspiro. 

—No sé, Rico. Primero debo saber si mis bebés están bien.

Para este momento, los dolores han parado y mis bebés se mueven, así que sé que todo está bien. O al menos eso es lo que espero. Llevo dos horas aquí, y lo único que me han hecho es un ultrasonido, donde me dijeron que mis bebés están bien.

—Bueno, piénsalo… porque no creo que a Karl le guste que su mujer haya ido a hacer justicia por su propia mano. 

—Pues a Karl no le gustará que su “compañero” le haya provocado dolores en el vientre, por estar inventando estupideces. 

—Pues, ¿quién me citó? 

—Yo. 

—Pues ahí está. Tal vez, si dejaras que las cosas fluyeran, ahora estarías con Karl en tu casa, y no aquí conmigo. Aunque bueno, no es la primera vez que estamos solos en una habitación. —Y me guiñé un ojo. 

Este hombre me saca de quicio, no puedo creer que lo vi guapo durante unos meses. Debí haber escogido al pelirrojo, tenía buen cuerpo y era más simpático. Pude haber olvidado sus dientes si solo le cubría el rostro y no lo besaba.

Ahora que recuerdo, escogí a Rico porque bailaba muy bien, me hizo reír bastantes veces y está bien dotado. No como mi Karl, pero, lo está. Y, para unas noches, era suficiente; actualmente sería, NADA. 

En ese preciso instante, la cortina que me separaba de los otros pacientes, se corre de golpe. Mis ojos se llenan de esperanza al ver a Karl parado frente a mí, con una expresión de angustia pintada en su rostro.

Sus ojos están abiertos como platos, reflejando el temor y la inquietud que lo consume por dentro. Puedo ver cómo su pecho sube y baja agitadamente, como si estuviera luchando por recuperar el aliento después de una carrera desenfrenada. 

—¡Karl! —exclamo, aliviada de verlo finalmente a mi lado. Su presencia me tranquiliza de inmediato. 

Él se acerca a paso rápido, con los ojos fijos en mí, como si temiera que desapareciera en cualquier momento. Sus manos tiemblan ligeramente a su lado, revelando la intensidad de sus emociones. 

—¿Estás bien? —pregunta con voz entrecortada, su preocupación es palpable en cada palabra. 

Asiento con la cabeza, tratando de sonreír a pesar de la situación.

—Estoy bien —respondo, intentando transmitirle calma con mi voz—. Los bebés también están bien.

Él exhala un suspiro de alivio, sus hombros caen ligeramente mientras se sienta en la silla junto a la camilla. Su rostro está palidecido por la preocupación, pero una chispa brilla en sus ojos al saber que nosotros estamos a salvo. De pronto, ve a Rico, quien había pasado desapercibido por completo y la expresión de sorpresa vuelve. 

—Rico, ¿qué haces aquí? —inquiere. 

Él voltea a verme y me deja con la respuesta. Sé que debí hacerle caso pensando en un buen pretexto, pero estaba tan preocupada por los bebés que nada se me ocurría y ahora, no sé qué decir. 

—Alegra iba pasando por la calle cuando comenzó a sentirse mal. Coincidió que yo iba saliendo de un local, y la ayudé. Me preocupé por ella y por eso la traje a urgencias —contesta Rico por mí, al ver que no tenía nada que decir. Me impresiona la facilidad que tiene para inventar historias.

—¿Eso es verdad? —inquiere, Karl. 

La verdad no me gusta mentirle, porque él no sabe mentir. No obstante, en este momento quiero que esto termine, que Rico se vaya y yo pueda salir de aquí. 

—Sí, eso fue lo que pasó. 

Karl sonríe. 

—Gracias, Rico. 

—De nada, colega. No podía dejar a tu novia ahí, con dolores en medio de la calle. 

Rico voltea a verme y noto como ligeramente me cierra un ojo. 

¡Lo odio!, pienso. 

—Miss Canarias. —Escuchamos en la entrada. 

Vemos al doctor entrando, con una sonrisa. Karl me toma la mano y trata de consolarme. El doctor también saluda a Rico y luego se dirige a nosotros. 

—Doctor, ¿tuve una amenaza de aborto? —pregunto, preocupada. 

Él niega con la cabeza.

Fortunately not —contesta, con una sonrisa. 

—¿Entonces? —pregunta Karl, bastante preocupado. 

—Miss Canarias —dice mi nombre—. Usted tiene colitis. 

—¿Cómo? —pregunto.

—¿Colitis? —pregunta Rico. Como si en verdad estuviera interesado. 

—Pero, el dolor abdominal era bastante fuerte y… —comienzo a decir.

—Recuerde que su cuerpo ha cambiado con el embarazo —me explica, con un acento en español bastante marcado. Como el de mi tío Robert, pero en sus inicios. Ahora, parece que jamás fue americano y siempre fue español—. Así que, usted tiene poco espacio para el estómago en su cuerpo. Los bebés se mueven, comprimen el estómago y le dan esos dolores abdominales. Terribles. Seguro que siente fatiga que confundió con la del embarazo o posiblemente diarrhea. 

Rico me lanza una mirada sospechosa y yo simplemente me quiero morir. No pensaba que todos se enterasen de que tenía diarrea, pero, al parecer, es el momento. 

—Pensé que había sido algo que comí. 

—Pues no… es colitis. Ahora, le recomiendo que descanse hasta que sus bebés lleguen a término. 

—¡WHAT! —expreso, casi levantándome de la camilla—. No puedo hacer eso, ¡Bad Bunny tiene una sesión fotográfica conmigo! 

—¿Bad Bunny? —pregunta Rico, bastante impactado— ¿Me invitas? 

—¡Por supuesto que no! —respondo, dejándome llevar. 

—Bueno. Yo no sé qué tiene de especial ese conejo, pero tampoco le recomiendo que esté cerca de las heces, igual que los gatos. 

Todos nos quedamos en silencio. Karl quiere reír. Supongo que los nervios se han ido, pero, necesita sacarlos de su sistema de alguna manera. 

—OK. Solo unas horas más en observación y podrá irse. Le haré una nota de descanso, understood? 

Asiento con la cabeza como niña regañada.

—Su marido puede venir a darme unos datos faltantes y le explicaré la respuesta —dice, señalando a Rico. 

—No, mi marido es él —apunto mi mirada a Karl. 

Él se voltea y me da un beso sobre la frente. 

—Vuelvo, mi amor. Tranquila, todo está bien —me consuela. 

Karl sale del lugar, junto con el doctor, y yo me quedo a solas con Rico. Él, inmediatamente, se acerca a mí. 

—Ya estamos a mano. 

—No estamos a mano de nada —contesto—. Yo no te pedí que mintieras por mí, lo iba a hacer a mi manera. 

—Aun así. Ya está dicho. Así que me debes tu lealtad. 

—¡Dios!, eres de verdad insoportable. 

—Te ayudé a llegar. Si eso hubiese sido una amenaza de aborto, gracias a mí hubieses llegado. —Respira hondo—. Mira Alegra, te juro que no le pasará nada a Karl. En verdad lo aprecio como amigo y como colega. 

—Decías que yo era tu amiga y, ¿recuerdas lo que hiciste? 

—Bueno. Ese Rico era otro. Pero el Rico que te habla ahora es diferente. Así que, te juro por mi vida que no le pasará nada a Karl, ¿vale?

Me quedo en silencio. Trato de creerle, pero aún no puedo. Sin embargo, ya no tengo más opción, las acciones están hechas y seguir luchando contra esto, porque me está haciendo daño y no quiero más sustos. 

—Solo vete, Rico. Pero, te juro, que si le pasa algo a Karl, te enviaré a mi abogado y es fiero, muy fiero —le amenazo. 

Rico, asiente con la cabeza y luego se va, dejándome sola. 

Sigo acariciando mi vientre, me alegra mucho que mis hijos estén bien, y que no haya amenaza de perderlos. Jamás había sentido tanto terror en mi vida como lo hice hoy. Y lo peor de todo, es que pensé que lo pasaría sola. 

Karl entra con unas hojas en las manos y al verme, sonríe. 

—Listo, mi Ale. En una hora nos podemos ir. Van a seguir monitoreando a los bebés, solo por si las dudas. —Se acerca al monitor—. Aunque según las lecturas de los corazones, los bebés están perfectos. 

—Me siento más tranquila ahora que estás aquí. —Estiro la mano y él la toma. 

—Ale… creo que el doctor tiene razón y debes parar. 

—Pero… esa sesión de fotos es lo que impulsará mi carrera. Debes entender. 

—Lo sé. Y no creo que tu carrera se impulse con él, solamente. Además, si tu jefa cree que eres la mejor, va a reagendar. 

—No lo creo —digo con tristeza, mientras sigo acariciando mi vientre—. Sin embargo, me importa más el bienestar de mis bebés, y hoy fue un aviso de que debo bajarle al ritmo de trabajo y descansar. 

—Así es… —me contesta, y toma mi mano—. No te angusties. Sé que te da miedo perder tu trabajo, y lo comprendo, pero estoy seguro de que no pasará. Es más, creo que estos niños son nuestra estrella de buena suerte y que grandes cosas sucederán. 

Respiro. 

—Pensé que los perdería, Karl. 

—No, nadie perderá nada… Estos niños llegarán a término, y nacerá sanos. Ya verás. 

—Te creo —contesto, mientras recargo mi cabeza sobre su hombro. 

Karl se acomoda, y me da un beso sobre la frente. 

—Sé que fuiste a reclamarle a Rico. 

Levanto la mirada y la suya azul hace contacto con la mía. 

—No sé mentir, pero Rico tampoco. Una historia demasiado elaborada como para ser natural.

—Solo quería asegurarme de que estarás bien. 

—Lo estaré —me contesta. Karl se separa de mí y me ve a los ojos—. Te juro, Alegra Canarias, aquí, con nuestros hijos en tu vientre, que jamás te dejaré. Criaremos a nuestros hijos juntos, los veremos, crecer y envejeceremos juntos. Y tú sabes que yo siempre cumplo mis promesas. 

—¿Me lo prometes? —pregunto, entrelazando sus dedos con los míos. 

—Te lo juro —habla seguro, viéndome a los ojos. 

Lo abrazo, y siento su aroma envolviéndome por completo. Quién diría que, años después, le exigiría cumplir esa promesa, justo en ese mismo hospital.

9 Responses

  1. Ay como odio a ese Rico. Hasta a mi me da colitis de solo saber de ese descarado. Tan bellos mi Karl. Pero me perdi un poco en el ultimo parrafo. No lo entendi muy bien. 🤭 amanecí lenta hoy jejeje

    1. Que nervios con el último párrafo pero esperare el ciclo normal de la historia
      Me alegro q los bebes estén bien

  2. Porque Alegra le llega a exigir a Karl que cumpla su promesa? Será que Karl se separa de Alegra? Y porque Karl en ese hospital, abandona la fundación?

    Ay no, ya me dió a mi también.

    Rico lo tengo en la mira, presiento que en cualquier momento veremos como daña a Karl y a Alegra.

  3. Ay Ana, menos tacto que el doctor hablando de la Diarrhea de Ale jajajaja esa bomba del final, una patada dolía menos.

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