Karl 

Ximena Hayat Canarias llegó al mundo, y la familia le dio una cálida bienvenida como la nueva integrante del clan. “Hayat” significa “vida” o “gran existencia”, y según el relato que nos contó Sila, Antonio la nombró así cuando la sostuvo entre sus brazos por primera vez. Así que ahora Alegra y yo tenemos una nueva sobrina, una pequeña que trae consigo la promesa de nuevos momentos de alegría y amor en nuestras vidas.

Toda la familia está reunida en México, conociendo a la pequeña Mena. Incluso Cho y Sabina viajaron desde Hawái con sus hijos para el evento, así que tienen la casa llena allí y se espera que para el nacimiento de nuestros hijos suceda lo mismo. Es un momento de unión y celebración, donde las distancias se acortan por el vínculo que compartimos.

Sin embargo, Alegra se siente triste. Siempre le dijo a su hermana que estaría presente en el nacimiento de su primer bebé, porque juraba que no tendría hijos. Ahora, Alegra se encuentra muy embarazada, con un vientre bastante pronunciado y sin posibilidad de viajar en avión para verla. Así que ahora, ambas tendrán que esperar a estar bien para reunirse nuevamente. Serán prácticamente tres meses, si es que Lila se anima a venir. Es un periodo de espera que se vuelve más largo cuando se anhela compartir esos momentos especiales con los seres queridos.

Mientras tanto, nosotros esperamos la llegada de nuestros propios hijos, preparándonos a nuestra manera para recibirlos en nuestro hogar. Hemos comprado los colechos y los hemos puesto uno a cada lado de nuestra cama, preparados para esas noches de cuidado y cercanía con los recién llegados. Cambiamos la cama matrimonial por un colchón king size para que, Alegra, pueda descansar de manera más cómoda durante los últimos meses de su embarazo, priorizando su bienestar y comodidad.

El cuarto de los niños está listo, con el clóset lleno de ropa para todos los meses, aunque sospecho que no usarán ni la mitad. Hemos comprobado la mecedora, el calentador de mamilas, la carriola para gemelos, entre otras cosas que Alegra pensó necesarias para la llegada de nuestros hijos. Con decir que mis hijos tendrán mejores ropas que yo. Es un proceso de preparación que nos llena de emoción y anticipación, mientras imaginamos las risas y el amor que llenarán nuestro hogar con la llegada de nuestros pequeños.

Los días pasan entre la ansiedad y la preparación. Alegra y yo nos sumergimos en la lectura de libros sobre crianza, intercambiando ideas y opiniones sobre cómo queremos criar a nuestros hijos. Aunque la mayoría del tiempo nos la vivimos imaginando los lugares a donde los llevaremos: la playa, Disneyland, España y Holanda. 

Mientras tanto, recibimos constantes noticias de la familia en México. Fotos de la pequeña Mena llenan nuestras conversaciones. Nos sentimos reconfortados al ver el amor que rodea a su sobrina. Saber que pronto estaremos todos juntos, compartiendo momentos familiares, nos llena de esperanza y emoción.

También los preparativos médicos continúan. Visitamos al médico regularmente, asegurándonos de que todo esté en orden para el gran día. Alegra se cuida con esmero, siguiendo todas las recomendaciones para un embarazo saludable y sin presiones. Ha bajado su ritmo de trabajo, y reagendado todas las citas; incluyendo la de Bad Bunny. 

A medida que se acerca la fecha prevista de parto, las emociones se intensifican. Nos preparamos mental y emocionalmente para recibir a nuestros hijos. Cada día que pasa nos acerca un poco más a ese momento mágico en el que finalmente los conoceremos y comenzaremos esta nueva etapa de nuestras vidas juntos.

Así, entre la espera y la preparación, he decidido que Alegra y yo tengamos días románticos de pareja, antes de que lleguen los bebés, por lo que pedí unos días libres para llevar a Alegra a un viaje corto a las afueras de Nueva York y olvidarnos de la ciudad y las obligaciones. Por lo que reservé una casa a la orilla del mar en Fire Island, una Isla que, según Rico, ofrece un ambiente bohemio y relajado. Con playas vírgenes, senderos naturales y bastante tranquilo. Perfecto para un escape en pareja. Además, le dará a Alegra la oportunidad de tomar fotografías de paisajes y alejarse un poco de los flashes de luz de las celebridades. Todo sea por su descanso. 

Como la forma de llegar allí es primero en tren y después en ferry, he decidido alquilar un auto para que vayamos más cómodos, tanto por carretera como en el ferry, además de que será más fácil transportarnos en el interior de la isla. Así que ambos hicimos una maleta de fin de semana, subimos a Arqui y tomamos camino a Fire Island, bastante animados y felices de poder compartir este momento. No sin antes esperar a que Alegra fuera al baño como cuatro veces antes de salir.

Desde el momento en que pusimos un pie en el ferry, supe que estábamos a punto de embarcarnos en una aventura única. Alegra y yo nos encontramos en la cubierta, rodeados por el aire salado y la emoción palpable que flota en el ambiente. El ferry se desliza suavemente sobre las aguas azules del océano, acercándonos cada vez más a nuestro destino: Fire Island.

Observo cómo las olas se mecen con la brisa marina mientras el horizonte se expande ante nosotros. A lo lejos, divisamos la silueta de la isla, con sus dunas de arena dorada y bosques frondosos. 

Finalmente, el ferry atracó en el puerto de Sayville, y Alegra y yo nos apresuramos a desembarcar, llenos de emoción. El sol brilla en lo alto, así como el aire fresco y la promesa de aventuras frente a nosotros se hace palpable. 

Después de desembarcar del ferry, emprendemos el corto viaje en automóvil hasta nuestra casa de alquiler en la orilla del mar. Con cada kilómetro que avanzamos, el paisaje cambia, pasando de las calles urbanas de Sayville a los caminos rodeados de vegetación que conducen a la costa.

Así, llegamos a nuestra casa de alquiler, una encantadora cabaña justo en la orilla del mar. Nos estacionamos el auto frente a la casa y respiramos profundamente el aire fresco del océano.

—¡Llegamos! —expreso. 

—¡Al fin!, muero de ganas por ir al baño —responde Alegra, bajándose como puede. 

Ella abre la puerta, y Arqui salta para salir corriendo hacia la entrada. Yo le grito que vuelva, pero, el perro, al parecer, quiere entrar. 

—Venga, vamos que me estoy haciendo y no quieres que me haga en los pantalones, otra vez. 

Me río, al recordar la vez que no llegó al baño subiendo las escaleras. 

—Vamos. —Y la tomo de la mano. 

Ambos, nos dirigimos a la puerta de la casa. Esta es pintoresca, con paredes blancas y ventanas adornadas con cortinas ondeantes. El sonido de las olas rompiendo suavemente en la playa es como música para nuestros oídos mientras nos acercamos a la entrada.

Al abrir la puerta, nos recibe una ráfaga de aire salado y la cálida luz del sol filtrándose por las ventanas. El interior es acogedor y luminoso, con muebles cómodos y una decoración sencilla pero elegante. Desde el salón, se puede ver la playa a través de las ventanas, invitándonos a salir y explorar.

—¿Te gusta? —le pregunto. 

—¡Me encanta!, pero… 

—Está por allá. —Le indico. Y mi embarazada esposa camina lo más rápido que puede y entra al baño. Puedo escuchar una expresión de alivio. 

Arqui, mueve la cola en frente de las puertas del salón, esperando a que las abra para salir corriendo al mar. 

—Te pido que no te vayas lejos, ¿vale? —le digo.

Sin embargo, abro las puertas y el perro sale sin ataduras hacia el mar, entrando alegremente y bañándose en el agua. 

—¡Aquimides, qué te dije! —grito, pero el perro no me escucha—. Cómo seré padre de dos niños, si este hijo perruno no me entiende —me quejo. 

Me quedo observando el mar y sonrío. Después de unos meses de terrible nieve, ahora podemos comenzar a sentir el calor y disfrutar de la naturaleza que nos rodea. Me hubiese gustado haber hecho esto antes, tener más citas junto al mar, disfrutar un poco más de los alrededores de la ciudad. Pero, no me arrepiento, sé que con los bebés también podremos viajar por todos lados y que ellos nunca se separen de nosotros. 

—¡Dios!, pensé que no llegaba —me dice mi mujer, mientras camina hacia mí vistiendo un vestido floreado que es dos tallas más grande que la suya. 

Aun así, Alegra se ve hermosa. Su cabello tiene los rizos increíblemente definidos, su piel brilla, su mirada expresa amor y su sonrisa se ha vuelto más amplia. La veo, y sonrío. 

—¿Qué pasa? —me pregunta. 

Voy hacia ella y pongo mis manos sobre su vientre. 

—Nada, ¿qué no puedo sonreír al ver a mi esposa? 

—Claro que puedes. Pero, las sonrisas contigo son cosa seria. Un día me sonreíste y años después me tienes con dos bebés en mi vientre y sin poder verme los pies desde hace meses. 

Me río. 

—Eso es bueno, ¿cierto? —inquiero. 

Alegra inclina su cabeza ligeramente hacia adelante, cerrando los ojos con suavidad mientras se acerca a mí. Siento el roce suave de sus labios contra los míos, un beso tierno y delicado que transmite cariño y complicidad. Sus labios son cálidos y suaves, y el contacto dura apenas unos segundos, pero es suficiente para sentir una oleada de emociones recorrer mi cuerpo. 

En ese breve momento, el mundo parece detenerse y solo existimos nosotros dos, compartiendo un instante de intimidad y conexión. Cuando nos separamos, sus ojos se encuentran con los míos, brillantes y llenos de ternura, y una sonrisa ilumina su rostro.

—Eso es nuevo —murmuro. 

—No todos nuestros besos deben llevar a sexo. 

—No todos llevan a sexo —aclaro. 

—El 80 %, sí. 

Los dos nos reímos. Ella recarga sus manos sobre mi pecho. 

—¿Qué es lo que tienes planeado para estos días? Recuerda que me es imposible moverme, así que el senderismo queda descartado. 

Sonrío. 

—No mi vida. Vamos a descansar. No hay actividades planeadas. Si quieres quedarte todo el día aquí, lo haremos. Hay suficiente comida, al parecer a Arqui le encanta el mar y tú podrás pasearte en bikini. 

—No lo creo. Ningún bikini se me ve bonito ya. 

—Para mí, siempre serás bella. 

Alegra se sonroja. 

—Solo quiero que descanses y, que me acompañes a una cena esta noche. 

Ella levanta la ceja; sé que he captado su curiosidad. 

—¿Cena? No traje nada adecuado para una cena. 

—Esto es adecuado, un bikini es adecuado, cualquier vestido es adecuado. Solo quiero que seamos tú y yo, solos, por última vez en nuestras vidas. Donde podamos hablar libremente, disfrutarnos, ser Alegra y Karl. 

—Me parece —contesta—. Solo te pido nada que me provoque más gases, ya ando bastante gaseosa. 

Me río. 

—No te preocupes amor. Todo está bajo control. 

La abrazo, y ella trata de recargarse sobre mi pecho; le es imposible. 

—Pronto lo haremos una vez más —le murmuro, mientras siento su aroma a lavanda. 

***

Decidimos quedarnos en casa y disfrutar de la playa que teníamos justo frente a nosotros. Alegra se puso más cómoda y fresca y, con una sonrisa en el rostro, comenzó a tomar fotografías del paisaje, de nosotros, del momento. Mientras ella se perdía en el sitio, en busca de la toma perfecta, yo me dirigí hacia la playa junto a Arqui. Quién corría y saltaba alegremente a mi alrededor, contagiándome su entusiasmo mientras nos sumergíamos juntos en las olas del océano.

A medida que avanzaba la mañana, regresamos a casa. Mientras Alegra repasaba las fotos que había tomado, yo me ocupé de adornar la terraza con luces parpadeantes y velas perfumadas, creando un ambiente íntimo y acogedor para nuestra cena juntos.

Cuando el sol comenzó a descender en el horizonte, supe que era el momento perfecto para comenzar la cena, así que me puse manos a la obra creando un menú ligero y fresco: ensaladas, pasta fría, entre otras cosas. También, puse un poco de vino tinto sobre la mesa, ya que a Alegra se le permite una copa y es la única que tomará durante su embarazo. 

Finalmente, Alegra aparece en la puerta. Vistiendo un bonito y fresco vestido color blanco, un suave bronceado por el sol, y con el cabello amarrado a lo alto, con unos mechones cayendo al lado de su rostro. 

—Te ves hermosa. 

—¿Crees? —pregunta, mientras toma mi mano y le ayudo a bajar a la terraza. 

—Lo creo —inquiero. 

Ella camina con cuidado y después de que le muevo la silla, se sienta con mucho cuidado. El vientre ya está muy abultado, así que ahora tiene miedo a caerse y no poder levantarse. 

—¿Vino? 

—Por favor —responde. 

Sirvo una copa de vino y se la doy. Después lleno la mía y me siento frente a ella. La luz de las velas alumbra nuestro rostro. 

—Brindemos por nuestros bebés. Que en unas semanas estarán entre nosotros, después de un largo camino. 

—Salud —habla, Alegra. Después toma un sorbo—. También brindemos por nosotros. Por lo que nos espera y que nunca pensamos que pasaría. 

Nos reímos. Porque en realidad Alegra y yo nunca pensamos que llegaríamos a tener hijos. Ella insistía en ser la tía eterna y yo, solo quería pasar mi vida a su lado. 

Ambos tomamos un sorbo, para después dejar la copa sobre la mesa y comenzar a comer. Lo hacemos entre sonrisas, viéndonos a los ojos y ella admirando mi sazón. A ella le gusta cómo cocino, así que procuro hacerlo lo más seguido posible. Pero creo que esta vez me salió bastante bien. 

Después de unos bocados, Alegra comienza a hablar. 

—Tengo que decirte algo. 

—Dime. 

—¿Recuerdas la primera vez que nos conocimos? —pregunta. 

Yo la veo extrañado, porque nunca pensé que ella fuese a ese punto. 

—Sí. Nos conocimos en el hospital. Tú ibas con tu hermana, Lila. Ambas bajaron del elevador y yo esperaba a tu padre en la sala de espera, mientras él hablaba con Ben sobre contratarme. 

—Recuerdo que te pusiste de pie de inmediato, tan solo me viste. Así como si fueses Mr. Darcy. Hiciste una reverencia con la cabeza cuando me acerqué, pero, ni siquiera me hablaste. Solo me viste con esos hermosos ojos azules y sonreíste levemente. Pude ver en tu mirada que pensaste millones de cosas. 

—Así es. Estaba sorprendido porque la descripción de tu hermana Sila se había quedado corta. Eras más hermosa de lo que me dijo. Y me puse nervioso. Siempre me has puesto así, nervioso. Permanecer tranquilo a tu lado ha sido uno de los retos más grandes de mi vida. 

Alegra se ríe. 

—¿Tú qué pensaste? —inquiero. 

Alegra suspira. Después se mueve los labios ligeramente y sonríe. 

—Que esa mirada azul era preciosa, pero que esa sonrisa me desquiciaba. Pensé: ¿De dónde sacaron a este hombre?, ¿del siglo XVIII? 

—Bueno. Soy hijo de un embajador. Me dieron clases de etiqueta. Así que era algo natural para mí. 

—Pues, fue lindo —responde. Alegra, toma mi mano y la acaricia con ternura. —Quiero que le enseñes eso a nuestros hijos. 

—¿A ser un caballero del siglo XVIII? 

—No. A hacer sentir a las mujeres así. Darles esa importancia cuando entran a la habitación. —Suspira—. ¿Sabes por qué no quise nada contigo desde el principio? 

—¿Por qué? 

—Porque pensé: ese hombre no es para una sola noche, es para toda la vida. Es el típico hombre que quieres presentarle a tus padres, compartir una vida, tener hijos.

—¡Mira!, no estabas tan errada —contesto. 

—Yo, no quería esto —continúa—. Me daba miedo caer en una rutina, en odiar mi vida, en que me cortaran la libertad que me habían otorgado mis padres. Y de pronto, llegaste y rompiste con esa idea de tajo. Karl, jamás te he agradecido por tu paciencia, por los regalos, por seguirme la corriente, por amarme tal y como soy. Por apoyarme hasta en las ideas más locas y por seguirme hasta acá. Te agradezco por hacer de lo ordinario, algo extraordinario. Y quiero decirte, que estoy muy orgullosa de ser la madre de tus hijos. Yo nunca pensé que alguien sería lo suficientemente valiente como para atreverse a tener hijos conmigo.  

—¡Hijos! —expreso, al notar la magnitud de la palabra. 

—Así es. Hijos. 

Me pongo de pie y me arrodillo frente a ella para poner mi oído sobre su vientre. 

—No es cuestión de valentía, por eso dicen que el amor, para no ver las banderas rojas. 

—¡Karl! —me reclama, dándome un ligero golpe en la cabeza. 

—Es broma. 

—Nuestros hijos tenían que llegar porque tu pastilla falló… 

—¡Qué romántico!

—No, ya en serio. Esto que está pasando, tenía que pasar. Desde el primer momento en que te vi, debió pasar. Ahora, nuestras vidas cambiarán, Alegra. Y será un caos muy diferente. Ya no es el mío y el tuyo, es nuestro caos, y te prometo, que estaré ahí para ti, con toda la paciencia, el amor y el respeto que siempre te he tenido. 

Alegra suspira. 

—No puedo creer que hayamos sido lo suficientemente valientes para crear nuestro propio caos. 

—Tal vez por eso nos pertenecemos. Tu caótica y yo amante del caos… algo debía suceder sí o sí. 

Levanto mi rostro y ella lo toma entre sus manos. 

—¿Listo para dejar de ser solo nosotros dos? 

—Nací listo para ser el padre de tus hijos, Alegra Canarias. ¿Tú estás lista? 

—No —contesta, para luego romper en risas nerviosas—. No estoy lista. Tengo miedo. No quiero que nada malo suceda. La incertidumbre me da ansiedad. 

—No pasará —comento, acariciando su vientre—. Yo estaré contigo en ese quirófano, y me aseguraré de que Davide, Maël y tú, estén bien. No les pasará nada, te prometo. 

—Confío en ti… —me murmura—. Confío en ti. 

Suspiro. 

6 Responses

  1. La pequeña y gran sultana Ximena ya nació, de verdad que esta familia es comunicativa, mira que venirme a enterar por Karl y no por Lila jajaja
    Que lindos Karl y Alegra teniendo lonque nunca pensaron que obtendrían. Por un momento pensé que Alegra daría a luz en el ferry o la playa algo muy normal en la caótica relación de ellos

  2. Menita =) su tita desde donde este estará feliz =)
    Karl siempre pensando en su mujer y en que este cómoda es un amor de hombre =) me encanta cuando regaña a Arqui jajaja su relación es única.

  3. Qué importante ser pareja antes que padres para hacerse compañía en las dificultades que conlleva.

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