Alegra 

Hoy es el día. Hoy es el día que conoceré a mis hijos, y estoy muerta de miedo. No pude dormir. No lo hice entre la emoción y el nerviosismo. 

Tenemos casa llena: mis hermanos, mis tíos y mis padres están aquí. Todos menos Lila, quien aún no puede viajar con mi sobrina, por lo que solo está conmigo de manera virtual. Por eso estoy emocionada. 

Estoy nerviosa, porque seré madre… ¡SERÉ MADRE!, y no tengo idea de cómo serlo o de qué hacer. Me encuentro a unas horas de irme al hospital, y creo que caeré en pánico, solo quiero caer en pánico.

Escucho cómo Karl repite lo que tenemos que llevar al hospital y repasa una y otra vez lo que está dentro de la maleta. Ropa, toallas, pañales, cobijas, ropa para mí, ropa para él, los pañales, los últimos estudios que me tomaron. Me estoy volviendo loca, solo quiero salir de aquí.

Son las seis de la mañana, y estoy programada para entrar al quirófano a las 11:30. Solo estaremos nosotros dos, mi papá, qué gracias al cielo, pudo obtener el permiso para fungir como el pediatra que asista en el parto y también estará otro pediatra con él, uno del hospital, porque son gemelos y cada uno debe ser cuidado.

Respiro profundo, mientras muevo mi vientre y me aseguro de que mis bebés se muevan. El obstetra me dijo hace días que los bebés deben moverse hasta minutos antes de entrar al quirófano, así que por mi ansiedad los he movido demás. 

Karl me está volviendo loca, pero, no le diré nada. Está emocionado, tratando de organizar todo por mí para dejarme descansar todo lo que pueda, pero me es imposible. Así que me levanto con mucho trabajo de la cama y comienzo a buscar el vestido que me pondré este día. 

—¿Todo bien? —me pregunta. 

—Sí. Solo iré a dar un paseo. 

—¿Ahora?, son las seis de la mañana. Tenemos que salir de aquí a las siete para llegar a las ocho al hospital —habla rápido, por lo nerviosa que está. 

—Lo sé, solo… iré a pasear a Arqui. 

—Tristán dijo que él lo pasearía —responde. 

—Karl… solo quiero salir. No te preocupes. 

—Vale. Con cuidado, amor —contesta. 

Abro la puerta de la habitación y salgo a paso lento. La casa no está completamente en silencio. Mi padre y mi madre siempre se despiertan muy temprano y están tomando café en la cocina. Mi tía Julie también está despierta. Al parecer, están en una videollamada con mi tío Manuel, quien se quedó en el penthouse con mi tía Ainhoa, Héctor y Daniel. Sabina y Cho también se quedaron con ellos, por motivos de espacio.

 Y mi hermano, Tristán, él se instaló aquí porque se quedará varias semanas con nosotros. Nos ayudará mientras trabaja de forma remota. Sila y Moríns llegarán en unos días con sus hijos. Se quedaron en Madrid porque él tenía que hacer cosas de la fundación y mi hermana estaba arreglando algo de la oficina de educación médica, de la que es encargada.

Bajo las escaleras con cuidado, y al entrar a la cocina, veo a mi madre riendo con mi tía y a mi padre leyendo algo en su Ipad, bastante concentrado. 

—¡La próxima mamá despertó! —Escucho la voz de mi tío Manuel. 

Mi tía Ainhoa se acerca a la cámara y me saluda. 

—¿Lista? —inquiere. 

De pronto, sin saber por qué, me pongo a llorar. 

—¡Ay no! —murmura mi madre. Ella se pone de pie y va conmigo para abrazarme—. ¿Qué pasa corazón? 

—Tengo miedo, mucho miedo —confieso. 

—Todo saldrá bien. Todo. 

—Es que… —Entonces recuerdo que Karl ya había estado en esta situación. Me da miedo que vuelva a suceder. 

—Tranquila. 

—Son los nervios antes. La comprendo tan bien. —Escucho a mi tía Julie. 

Mi madre me acerca dónde están los demás y mi padre me abraza. La mirada de mis tíos se posa sobre mí, igual que la de mis padres. 

—Lo siento, soy una cobarde. Estoy segura de que Lila fue más valiente. 

—No compares un embarazo con otro. Concéntrate en el tuyo —me contesta mi papá. 

—Estoy segura de que empezó a sentir los dolores y lo tenía todo figurado. 

Mi madre acaricia mi cabello. 

—Nadie, nadie lo tiene figurado en el momento de parir. Es gracioso porque nos dan clases para saber cómo pujar y respirar, pero en el momento, todo se olvida. 

—Y nosotros también lo olvidamos —agrega mi Tío Manuel. 

—Karl está arriba como loco, repasando una y otra vez las cosas de la maleta. Me está volviendo loca. 

—Bueno, al menos hace eso. Tu tío Manuel, el día que nació Daniel, olvidó la maleta completa. Tuvo que llamarle a tu tía Julie para que le comprara ropa. Tu tía iba bajando del avión y le compró ropa en el aeropuerto. Tu primo salió del quirófano con un pañalero que decía “nacido para volar, vestido para conquistar” —relata mi tía Ainhoa. 

Todos se ríen.

—Lo resolví, eso era lo que querías —responde mi tío. 

—Semanas buscando el conjunto perfecto para que saliera del quirófano, y terminó con ese. Aún lo conservamos.

Suspiro. 

—¿Siempre estuvieron preparados para ser padres? —les pregunto. 

—No —responden todos en coro.

—Mucho menos tu padre —habla mi tío Robert, quien entra por la puerta de la cocina, trayendo una caja con donas—. Un día antes de que nacieran, hizo su maleta y fue hacia el aeropuerto. Esperaba tomar un avión e irse lejos. 

—¿Eso es verdad? —le pregunto a mi madre. 

Mis padres asienten con la cabeza. 

—No compré un boleto, pero veía la pantalla de las salidas. Me daba terror ser padre y eso que ya lo era de Sila. No me lo tomes a mal, las amo, y las deseamos tanto. Pero cuando todo se hizo real para mí, enloquecí. 

—Y, ¿qué hiciste, mamá? 

—Nada. Estaba segura de que tu padre no se iría. Solo lo dejé respirar, tener su momento y él volvió. —Mi madre acaricia mi cabello—. Nadie está preparado para tener hijos, Alegra. Ni como madre. Tu tía Julie, ¿crees que estaba preparada cuando tuvo a Jo y a Jon? Y eso que ya había tenido a Sabina antes. Cuando adoptamos a Sila, no teníamos ni idea de lo que se venía y cuando Ainhoa tuvo a tus primos; lloro por semanas. 

—Fue muy frustrante, pero al final… todo salió bien. 

—No es por quemar a tu hermana, pero, no la está pasando, tampoco tan bien. Por fortuna, no está sola, y tiene mucha ayuda. Sin embargo, está bien tener miedo porque lo que pasará en unas horas, cambiará tu vida. Pero del miedo, sale la transformación. Sale la fuerza interior. Y en cuánto veas los rostros de tus hijos, olvidarás en primer lugar por qué tenías miedo. Y simplemente, recibirás el amor incondicional que tendrán para ti. Y lo harás bien, porque todos aquí estaremos para ayudarte. Todos, absolutamente todos. 

—Seguimos criando a tu padre, ¿que no lo hagamos a tus hijos? —bromea mi tío Manuel. 

—Cállate, o le digo a Ainhoa lo que pasó en el nacimiento de Héctor. 

—¿Qué pasó? —pregunta mi tía. 

—Nada mi amor… Nos vemos por la tarde —Agrega, y después cierra la videollamada. 

La casa se queda en silencio por un instante y siento a mis hijos moverse. Están listos para nacer. 

—¿Estarás a mi lado, verdad? —le pregunto a mi madre. 

—Ahí estaré. Y te ayudaré. —Me consuela, para luego abrazarme. Sorpresivamente, mis tíos y mi padre me abrazan también. De pronto, ya no me siento con miedo. 

***

Tal vez las personas piensen que una cesárea programada le quita dramatismo al momento del nacimiento, pero esta era la opción que teníamos para que nuestros hijos llegaran al mundo, sanos y salvos. Sin embargo, lo que más me gusta, es que no será caótico, todo estará en paz. 

El calor del sol inunda la habitación del hospital mientras mis manos buscan la tranquilidad en las manos de Karl. Él se encuentra sentado a mi lado, viendo hacia la ventana, mientras mueve una pierna, nervioso. 

—Es raro estar aquí como paciente y no como doctor —murmura. 

—O como hija de un doctor —agrego. 

Mi mirada está fija en el reloj. Hace unas horas que me pusieron el suero, y me prepararon pero, aún no han venido a buscarnos. Un gran suspiro se escapa de mi pecho; Karl aprieta mi mano. 

—Respira. Pronto vendrán por nosotros. Tu padre ya llegó, y se está preparando en el quirófano. 

—Mi padre —murmuro, y me dan ganas de llorar. 

La puerta se abre, y sé que es momento de irnos. Aprieto aún más fuerte su mano, y él la besa. 

—Me uniré a ti en unos segundos. Debo ir a vestirme. 

Karl me da un beso sobre la frente, y después, veo cómo se aleja de mí. De pronto, me llevan por todo el corredor hacia el quirófano. Por última vez, muevo a mis bebés dentro de mi vientre y trato de recordar esa sensación. Dejo mis manos sobre él, porque sé que pronto, ya no estarán ahí, sino en mis brazos. 

Tan solo llego al quirófano. Esta se convierte en un escenario de amor, cuando mi padre entra por la puerta, vestido y listo para recibir a sus nietos. Debajo del cubrebocas puedo ver su sonrisa, y sus ojos brillando. 

—Tranquila, aquí estoy. Tu padre no permitirá que nada pase —me murmura. 

Me viene a la mente las noches que tenía miedo a las tormentas. Cuando me iba a dormir con ellos y mi padre me decía lo mismo; me sentía muy segura y después caía profundamente dormida. 

—No permitas que les pase nada, ¿si? —le ruego—. No lo permitas. 

—Te juro que todo estará bien. 

De pronto, todo a mi alrededor cambia. No solo por las piernas entumecidas, sino por los doctores y enfermeras que entran al quirófano para asistir el parto. Momentos después, entra Karl. Que gracias a mi padre le permitieron estar conmigo desde el principio, así que estará a mi lado durante todo el proceso, el cuál comienza de inmediato. 

—Estamos a unos minutos de conocerlos —me murmura. 

Asiento con la cabeza, porque no puedo hacer más. Me han tapado la vista y no sé lo que está pasando. Escucho a los doctores hablar de otras cosas, menos del procedimiento. Hasta que, de pronto, escucho la voz de mi padre. 

—¡Prepárate, Ale!, ya viene el primero. 

Tomo un respiro, y Karl me da un beso sobre la frente. 

—Vamos a ser padres, amor mío. ¿Pensaste que nuestras citas no citas nos llevarían por este camino? 

—No —murmuro, entre lágrimas. 

—¡Aquí viene! —Escuchamos la voz del doctor. 

Karl levanta la mirada y de forma automática el primer llanto rompe la tensión de la habitación. Ahí está un bebé, dando su primer suspiro de vida. Mis ojos se llenan de lágrimas y Karl voltea a verme con los ojos azules, brillando. 

—¡Es hermoso!, ¡es rubio! —expresa—. Tiene cabello rubio. 

—¿Está bien? —pregunto, mientras veo como mi padre se lo lleva. 

Karl me suelta la mano y va junto con él a recibirlo. Momentos después, regresa con el pequeñito, que tan solo me siente, se pega a mi pecho. 

—Tiene hambre —murmura Karl. 

—Maël. Tú eres, Maël —lo nombro. 

Minutos después, se vuelve a escuchar la voz del doctor. 

—¡Viene el otro! 

El llanto de Davide se escucha fuerte, por todo el lugar, provocando que Karl me diga emocionado. 

—¡Davide es hermoso!, también es rubio. 

—Como tú —murmuro, mientras mi otro bebé, está prendido a mi pecho. 

Instantes después, mi padre llega y me muestra a Davide, que prácticamente es igual a su hermano. Mismo rostro, mismo cabello pero, diferente personalidad. Mientras Maël yace pacífico en mi regazo, Davide no para de llorar. 

—Son perfectos —murmuro—. Perfectos. 

Y así, como mi madre lo dijo: el miedo se fue.

Al sentir el cálido peso de mis gemelos en mis brazos, sus cuerpos delicados y vulnerables pegados a mi pecho, algo profundo se agitó en lo más íntimo de mi ser. En ese instante de conexión sublime, comprendí con una claridad cristalina algo que nunca había considerado antes: ya no había lugar para el miedo en mi corazón. Ahora, mi papel en el mundo había adquirido un propósito más grande y sagrado: ser la protectora, la cuidadora de estos dos seres que dependían de mí para todo.

Miré a mis pequeños con ojos rebosantes de amor y determinación. En sus rostros dormidos, encontré la promesa de un mañana lleno de posibilidades y aventuras, pero también la fragilidad que solo la vida puede ofrecer. En ese momento, supe que mi misión era mantenerlos a salvo, protegerlos de cualquier peligro que pudiera acechar en el camino.

Mis brazos los envolvieron con ternura, sintiendo el latido de sus corazones, sincronizándose con el mío. Cerré los ojos y me sumergí en el silencio reconfortante de la habitación, dejando que el amor que sentía por ellos llenara cada rincón de mi ser.

Ya no había espacio para la duda o la indecisión. Con cada respiración, con cada latido de mi corazón, me comprometí a ser su escudo contra las adversidades del mundo exterior. Sería su roca en medio de la tormenta, su luz en la oscuridad, su refugio seguro en medio de la incertidumbre.

Y así, con mis gemelos dormidos en mis brazos, me convertí en su mundo. Yo era su mundo, la primera en muchas experiencias y la que les enseñaría el camino correcto. Y con los ojos llenos de lágrimas, les murmuré a ambos: Tranquilos, aquí estoy. Su madre no permitirá que nada pase. 

Karl, con los ojos llenos de lágrimas me observa, y un beso tierno se escapa de sus labios y lo deposita en los míos. 

Karl, con una mirada llena de amor y gratitud, acaricia con ternura la cabeza de nuestro hijo Maël, quien yace dormido sobre mi pecho. 

—Te amo, Alegra Canarias. Me has hecho el hombre más feliz del mundo —murmura con voz suave, su mirada reflejando el amor incondicional que siente en este instante. 

Mis ojos se llenan de lágrimas mientras contemplo a Karl y a nuestros hijos, sintiendo una oleada de emociones abrumadoras que amenazan con desbordarse. En ese momento, en esa habitación llena de amor y recuerdos, todo cobra sentido.

Recuerdo cada momento compartido con Karl, desde las primeras citas no citas, hasta las aventuras que hemos vivido juntos. Las risas compartidas, las discusiones que nos hicieron más fuertes, los momentos de complicidad y ternura que han marcado nuestro camino hasta aquí.

—Y yo te amo, Karl —respondo con voz entrecortada por la emoción, mis dedos acariciando con ternura la mejilla de nuestro, Davide. 

En ese instante, nuestras miradas se encuentran, y en silencio compartimos un vínculo que trasciende las palabras. Ahora somos cuatro, y el miedo se ha ido por la ventana. Una nueva Alegra, nació hoy junto con Maël y Davide.

Fin de la parte 2

12 Responses

    1. Recordé el instante que tuve en mis brazos a mi tesoro!!!
      Eso fue justo lo que sentí, gracias Ana!! Por regalarnos tan hermosa descripción!!!
      Estoy llorando Junto a Alegra de la emoción!!!

  1. Me hizo acordar cuando tuve a mi hijo, es un momento único, que no se puede explicar con palabras, solo se puede sentir y guardar en lo más preciado de nuestro corazón ❤️

  2. Bello capitulo con ese sentimiento que solo una madre lo puede transmitir, amén que tu transmites demasiado en cada momento, situación o historia me llenaste los ojos de basuritas =) y esos werito que llegaron a cambiar y llenar de amor a su mami y papi =)

  3. Lograr transmitir ese sentimiento de poder que nació en Alegra al tener a sus bebés y emocionarse hasta las lágrimas.
    Gracias Ana por darle tu impronta a cada historia 🙂

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