Théa

Siempre deseé viajar a otro país. Conocer nuevos lugares, comer comida local y disfrutar de los sitios importantes. Pensé que cuando los Karagiannis me sacaron de la Isla donde vivía, me pasaría eso. Y ahora lo tengo un poco, ya que vivo en Madrid. 

Sin embargo, no es lo mismo, que viajar a México, saber que estoy en otro continente y que, lejos de mi familia y de Chez, podré recorrer libre las calles y ser una turista más – al menos eso espero. 

La despedida con Pablo, en Ibiza, fue bastante apresurada. Simplemente, se despertó, me dijo que tenía que marcharse y que le daba pena no poder regresar conmigo a Madrid. Me dio un beso, dulce e intenso, y me prometió que iba a arreglar las cosas para que pudiésemos estar juntos – yo le creo. Ya deseo volver a verlo. 

Por mi parte, la soledad no duró mucho, ya que, cuando me encontraba en el aeropuerto para volar a Madrid, Antonio me avisó que tenía que viajar a México, porque Lila estaba en trabajo de parto y quería que conociera a su hija.

Conocer a la hija de mi marido que está por nacer, es un tema muy raro y que muchos pensarían que es una locura. Pero, no lo es para mí. No es que Lila sea su amante, en lo que a mí respecta, ella es a quien ama Antonio y yo estoy consciente. Sin embargo, no sé cómo lo tome Pablo. 

Me dijo, que irá a hablar con su novia para decirle la verdad y expresarle sus sentimientos. Pero, ¿qué pasará cuando él sea libre?, yo no lo seré. Así que puede que no le guste la idea de estar con una mujer casada, por más que sea un arreglo. 

No cabe duda que el amor es complicado, y sobre todo, cuando uno se encuentra amarrado a una persona que no está destinada a ser. Tengo la esperanza de que Antonio, también se lleve bien con Pablo y le explique la situación y la comprenda, si no, creo que mi romance con él tendrá que esperar, o posiblemente, no se dará. 

Bajo del avión un poco nerviosa, pero sin miedo. Por primera vez en mi vida, no tengo este delirio de persecución, por lo que me puedo mover en paz por el lugar. Mi maleta no está registrada, así que paso fácilmente migración, para después, dirigirme a la puerta de salida donde se supone, Antonio estará esperando por mí. 

Antes de salir, voy al baño. Me lavo los dientes, me refresco, y me hago un peinado alto, porque hace calor. Antonio me comentó que toda la familia de Lila está con ellos, así que, al menos, quiero causar una buena impresión, de que estoy aseada y limpia. Estoy nerviosa por ellos, no sé lo que piensen de mí, pero supongo que todas las miradas serán válidas. 

Así, paso la puerta de salida, y entre las personas, observo a Antonio, quien destaca por su altura y por su cabello dorado que siempre trae amarrado. Me regala una sonrisa, y, de inmediato, se acerca a mí para ayudarme con la maleta, por más pequeña que sea. 

—¡Bienvenida! —me dice, para darme un abrazo que me toma por sorpresa.

Al parecer, esta nueva etapa lo ha hecho un hombre más alegre y ahora lo demuestra. Yo no estoy acostumbrada a los abrazos y sé que Antonio tampoco, pero no me desagrada que estemos implementando esto. 

—¿Cómo estuvo tu viaje? —me pregunta. 

—Largo, pero bien. Y, ¿tú? —pregunto, al ver su rostro—. Te ves feliz. 

—Gracias por no notar las ojeras. Llevo apenas dos días y no he dormido nada. Pero sí, estoy feliz, radiante. Es algo tan increíble. No lo sé. Creo que nací para ser padre. 

—Ya veo. Y me alegro —contesto. 

—¿En verdad te alegras? 

Sonrío. 

—¡Por supuesto! Además, a pesar de todo, te salió bien. Y tienes una razón muy grande para ir en contra de la corriente. 

Antonio me pide que lo siga, y juntos caminamos hacia la salida del aeropuerto, donde la camioneta y el chofer nos están esperando. Vamos platicando sobre el vuelo, y el viaje, 

Cuando nos subimos a la camioneta, el chofer me saluda con una sonrisa. 

—Buenas, mi nombre es Toño —me contesta, cuando le pregunto su nombre—. Soy tocayo acá del señor. 

Sonrío. 

—Contraté este auto con chofer en una empresa aquí en México —me explica. 

—¡La mejor empresa en México! —habla Toño, provocando una risa en mí. 

—Toño es medio hablador —me señala, Antonio. 

—Me gusta. Mi chofer Cairo también es así —le anuncio. 

—Ahora, ¿dónde llevamos a la señorita? —inquiere Toño. 

—Señora, Toño. Ya te dije que Théa es mi esposa. 

—¡ESPOSA!, ¿y la señorita Lila qué es?, ¿ella sabe que tiene una esposa? Bueno, también no es que la señorita Lila no tenga cola que le pisen, ella también con el joven… 

—Toño, solo maneja —le interrumpe Antonio. 

—Está bien… ¡Ay esta modernidad! — se queja, para después, arrancar el auto e incorporarse al camino para salir del aeropuerto.  

—No sabía que los choferes fueran tan entrometidos  —comento, entre risas. 

—No debería, pero, al parecer, me tocó el más entrometido. Es culpa de la familia de Lila, le hacen conversación a todos. 

Sonrío. 

Comienzo a ver la ciudad, al parecer, llegué a buena hora porque vamos bastante rápido y no hay tanto tráfico. Leí que México es una de las ciudades con más tráfico del mundo. 

—Y, ¿cómo va todo por Madrid? —me pregunta. 

—Pues, traigo noticias. 

—¿Noticias? 

—Cairo, que es mi espía, dice que la familia comienza a preguntar sobre nosotros. Sospechan que no estamos de luna de miel y mi padre amenazó con ir a Madrid a buscarnos. Debes hacer algo. 

—Lo haré. Me ha estado llamando y siempre le digo que no me interrumpa, que estoy haciendo hijos. 

Me río bajito. 

—Literal. 

—Literal —responde. 

—También, me enteré de que Cassandra perdió al bebé —digo con tristeza—. Sin embargo, mi hermana no está triste, sino furiosa. Quiero pensar que es otra forma de expresar la tristeza, pero, viniendo de ella, creo que sabe que la estrategia de consolidar su flaqueante matrimonio, terminó. 

—Tu padre tenía mucho interés en ese bebé, como en el nuestro. Al parecer quiere formar alianzas de todas las maneras posibles. 

—También, eso lo tendrás que solucionar. Si estamos de luna de miel haciendo hijos, ¿dónde estará cuando no se dé? No podrás decir que eres estéril, porque no creo que te atrevas a negar a Ximena. 

—¡Claro que no! —expresa. 

—Entonces, ¿la estéril seré yo? —inquiero, y él niega. 

—Debe haber otra forma. Sin embargo, no quiero pensar en eso ahora. ¿Podemos hacerlo después? 

—Podemos, pero fuera de esta burbúja, la vida sigue. Y la presión esá recayendo sobre mí. 

—Lo sé. Y lo siento. Siempre tengo este sentimiento de culpa contigo. 

—Sin culpas, más acciones. Que yo también tengo asuntos —contesto, segura y él me ve a los ojos. 

—¿Algo que contarme? 

—No es el momento, Antonio. Es tú momento. 

Él me sonríe. 

—Bueno, al menos si tu padre nos hace una videollamada, ahora estamos juntos. Estoy casando de decirle que estás en el SPA. 

—Tal vez, deberías pagarme un Spa y a Lila también. Hay baños de hierbas que ayudan a limpiar el cuerpo después del parto. 

—No lo sabía. 

—En la isla los hacían al aire libre. Era bonito —contesto. 

—Lo tomaré en cuenta. 

Volteo a la ventana y noto que la ciudad se hace cada vez más colonial. Hay más personas y los colores resaltan y se mezclan con el sol y el cielo azul. 

—Estamos justo en el centro. El piso de Lila está en el centro. Luego podremos salir a caminar si quieres. 

—Podré… porque como nuevo padre no creo que puedas. 

—Bueno, le pediré a uno de los 1000 primos de Lila que te acompañe. 

Me río, para después ponerme seria. 

—¿Cómo va todo? 

—Difícil. Son educados y amables, pero entrar a un contexto más de hermandad es complicado. Ahora entiendo cuando dicen que a un Canarias y un Ruíz de Con no lo pueden tirar. Tienen demasiado apoyo. Su poder no es por las empresas, ni el dinero, es porque su familia es fuerte. En fin. Supongo que algún día todo estará bien. 

—Al menos Mena está protegida. 

—Por lo menos. 

El auto se detiene, y Toño me abre la puerta. Estamos cerca de la acera, pero no veo ninguna puerta de algún edificio, solo locales. 

—Por acá —me avisa Antonio—. Lila vive en un edificio que está dentro de este callejón. 

—Vale. 

El edificio colonial se erige majestuoso ante mis ojos, con sus paredes de un blanco impoluto y azulejos azules que adornan las fachadas. Cada detalle parece cuidadosamente conservado, desde las molduras en las ventanas hasta las macetas de barro que albergan coloridas flores en el umbral de la entrada.

Una enorme escalera de madera maciza se alza en el centro del vestíbulo, invitándome a subir y explorar más allá. La luz del sol, filtrándose a través de las vidrieras, crea un juego de sombras y reflejos en el suelo pulido, añadiendo un toque de misterio y encanto al lugar. Por un momento, me siento transportada a una época pasada, donde la elegancia y el esplendor eran la norma.

—Cómo ves, el acceso es bastante difícil. 

Me río. 

—Vamos, te ayudo. 

Antonio y yo comenzamos a subir las escaleras. No platicamos, solo respiramos. Cuando llegamos al nivel donde está el piso donde se queda, abre la puerta y solo deja la maleta en la entrada. 

—Vamos, Mena está despierta y Lila dispuesta. Así que aprovechemos para presentarte. 

—Está bien —hablo nerviosa. 

Antonio cierra la puerta y me muestra el resto de las escaleras. 

—¿Es en serio? 

—Lo es. Pregunté por qué no hay elevador y me dijeron que es demasiado antiguo para poner uno. Pero te juro que vale la pena el esfuerzo. 

Suspiro. Mi cuerpo comienza a sentir el cansancio del Jet Lag, pero, sé, que conocer a Lila será unos minutos y después podré bajar a descansar. Así que subo las escaleras. El tramo no es tan largo como pensé. Veo una única puerta de madera, de color verde, que resalta de todas las puertas color café que vi abajo. 

—¿Lista? —me pregunta.

No lo estoy, pero no me queda de otra. Antonio abre la puerta y de inmediato los colores se centran en mi pupila. La luz del sol ilumina todo el lugar y un ambiente a hogar, se respira. Escucho cuchicheos, risas y una que otra plática de niños. 

En cuánto cierra la puerta, un hombre alto y de cabello negro se asoma por el balcón. 

—¿Cho? —pregunto, bastante sorprendida, al igual que él. 

—Sí, ¿te conozco? 

—No, bueno… —titubeo. 

Él se acerca a mí. Su altura es impresionante, y más su cuerpo. Es increíblemente marcado. Se nota fuerte. 

—No todos me dicen Cho. Solo los que me conocen en privado. ¿Cómo supiste?  

—Bueno… 

En ese instante, salen más personas del balcón, de unas escaleras que provienen del techo y de la cocina. Al parecer, toda la familia está aquí. 

—Pues, en un bar. Trabajo en un bar dónde está tu foto con tu esposa e hijos. 

—¿Trabajas en uno de mis bares? —pregunta, bastante sorprendido. 

—Sí. Pilar…

—¿Conoces a Pilar? —pregunta una mujer de pelo castaño claro. Al verla, noto que es Sabina.

—Sí. Es mi amiga. 

—¡Qué casualidad!, ¡qué pequeño es el mundo! —expresa Cho. 

—Théa, ellos son la familia de Lila: su hermano Tristán, su hermana Sila, su esposo Moríns, sus hijos: Lolo, Luciano o Lucho, Fátima y eva. 

—Hola —saludo. 

—Ellos son sus primos: Daniel y Héctor. Sus papás Manuel y Ainhoa. Ella es María Julia, su esposo Robert, Jon su hijo y… 

—¿Jo? —pregunto, al ver a la mujer rubia. 

—¡Guau! —expresa, sin poder creer lo que está pasando. 

—Igual… ¡guau! 

—Esto se está poniendo raro —expresa el esposo de Sila. 

Sí, muy raro, pienso. 

—Y bueno, al parecer ya conoces a Adrián. Ella es Sabina y sus hijos: Sirena, Jaz y Eric. 

—Jaz… —murmuro, al acordarme de él. 

—En fin, luego conversamos —dice, Cho—. ¡Vámonos! Dejemos a la tía Lila en paz y descansar. 

—¿Dónde van? —pregunto a Antonio. 

—Al cine. 

—¿Todos? 

—Menos yo… oficialmente me quedo a ayudar. 

Todos con una sonrisa se despiden de mí. Y de pronto, el piso se hace más grande al solo ser pocas personas las que nos quedamos. 

—Vamos —nos dice Tristán, quien camina hacia la habitación. 

Así, nos dirigimos a la puerta de la habitación, junto con Antonio, y antes de entrar suspiro. Mientras Tristán toca la puerta, me veo a Antonio. 

—Le traje un regalo a tu hija —comento, y saco de mi bolsa una pequeña bolsa de tela—. Es un dije de “círculo de la vida”, le dará protección eterna. Para que se lo dés. 

—Gracias. Pero dáselo tú. 

La puerta se abre. Lo primero que veo es a Lila en cama, con la bebé en brazos envuelta en una hermosa cobija ligera que tiene su nombre bordado: Ximena. Después, un hombre alto, de cabello rizado, cano, y con aspecto relajado, se acerca a nosotros. 

—Bienvenida, Théa. 

—Señor Canarias —hablo con emoción—. Es un placer conocerlo. 

—¿Me conoces? —pregunta. 

—Sí, claro. 

—Bueno, con que no lo hayas visto en una fotografía, en un bar, con otra familia, todo está bien —bromea Tristán, haciéndome reír. 

—No escuches a mi hijo, suele ser muy graciosito —contesta, David. 

—Leí el último artículo que escribió en la revista de MedSpain. Muy interesante. 

—¿Eres doctora? —pregunta, bastante interesado. 

—No. Bueno. Me gusta la medicina e iba a ser enfermera. 

—Y, ¿qué pasó? —me pregunta. 

—Creo que soy muy tonta, no me aceptaron… 

David pone rostro de no comprender la situación, pero, no pregunta más.

—Bueno, esperaré a tu madre en la sala. No debe tardar. 

—Sí. Me avisas cuando lleguen los pañales —le pide Lila. 

Tanto padre e hijo salen por la puerta de la habitación, dejándonos solos. De pronto, somos Lila, Antonio y yo, viéndonos mutuamente, como si tratáramos de adivinar lo que está a punto de suceder. 

—Hola, yo soy Théa. —Rompo el silencio. 

—Hola —saluda Lila, con una sonrisa. 

La pequeña Mena duerme entre sus brazos, arropada bajo el manto y pegada al pecho de su madre. 

—Es hermosa. Muchas felicidades. 

—Gracias —contesta, mientras observa a su hija. 

—Le traje este regalo, espero que lo aceptes. Es un círculo de la vida, le dará protección eterna. Puedes ponérselo o no. O regalarlo —concluyo. 

Lila lo toma y le pide a Antonio que lo abra. El dije dorado y pequeño sale de la bolsa brillando. 

—Muchas gracias —expresa Lila—. Se lo pondré cuando esté más grande. 

—También se lo puedes poner de pulsera, la cadena se presta para eso —digo nerviosa. 

Lila sonríe y con una mano, mide la muñeca de su hija. 

—Te prometo que lo llevará. Será parte de su tía, Théa. 

Al escuchar eso, mi estrés y tensión bajan por completo. Yo pensé que esto sería una gran pelea, o algo incómodo. Sin embargo, todo está bastante tranquilo. 

—¿Tía? —inquiero. 

—Sí. Tenemos que hacer algo para hacerte sentir bienvenida, ¿no crees? —me pregunta Lila. 

—Bueno… puedo ser la amiga del papá —contesto. 

—Tía es más familiar. Además, aquí en México los amigos cercanos se convierten en tíos. Es honrífico. 

Sonrío. 

—Lila. Yo no amo a Antonio. Mi intención nunca fue hacerte daño. Yo, solo soy víctima de las circunstancias y… 

—Lo entiendo. Él me lo explicó todo. Y quiero decirte que de mi parte no habrá ni un reclamo, ni nada que reprocharte. Al contrario, creo que deberíamos empezar esta relación con el pie derecho, por el bien de los tres. 

—Sí, claro. 

En ese instante, la niña se mueve y comienza a llorar. Antonio comienza a ayudarle y me percato que estoy de sobra. 

—¿Puedo venir a verte después?, ¿cuándo estés más dispuesta? Puedo ayudarte a lavar los trastes. 

Lila asiente. 

—Sí, claro, debes estar cansada. 

La puerta de la habitación se abre, y Tristán entra con un plato de comida. 

—Lils, ya llegaron los pañales —anuncia, colocando los platos sobre el mueble. 

—Gracias. 

La habitación comienza a achicarse debido a la cantidad de personas dentro, así que sé que es mi momento de irme. 

—Volveré mañana, ¿vale? Platicaremos mejor. 

—Sí claro, tengo mucho que decirte. Espero que descanses y estés cómoda. 

—Sí, claro. 

—Vamos —me indica Antonio. 

Veo a la hermosa niña por última vez. Con ese cabello precioso, y esa piel rosada. Sonrío. 

—Es hermosa. 

—Gracias —agradece Lila, orgullosa. 

Antonio me indica que salga por la puerta y yo camino hacia la sala. 

—Te acompaño al piso, y luego regresaré —me indica, Antonio. 

Abre la puerta verde del piso y, de pronto, siento como el tiempo se detiene, al verlo a él, de pie, con esa sonrisa en los labios y las manos con paquetes de pañales. Pablo, él se encuentra frente a mí. Y su mirada, expresa lo mismo que la mía: completa sorpresa. 

—¡Ah!, Théa, él es Pablo, el novio de Lila. 

—¿Novio? —pregunto, pero mi tono es más de tristeza que de asombro. 

—Pablo, ella es Théa. Mi esposa. 

Nos presenta, Antonio, y en ese momento, solo quiero desaparecer. 

19 Responses

  1. Dios mío 😳😳😳😳😳😳😳😳😳😳 ¡No manches wey! 😂😂
    Jajajajaja algo así me imaginé ese encuentro final 🤭🤭

  2. Que bien como se trataron ambas, ninguna tiene culpa de la situación. Espero sigan así y tengan una linda amistad 💕

  3. Ufff que extraño todo jejeje como dice toño esa modernidad jejejeje y es entendible jajaja. Con lila y los demas salio todo bien. Uffff Pabloooo quede nerviosa 😱😱😱😱😱😱😱😱

  4. Ana 🙏 otro capítulo están de infarto, ya quiero leer lo que pasará, Thea se merece un amor bonito 🥰🥰🥰

  5. Que Bueno que Lila recibió bien a Thea .al igual que su familia…..Ohhh que encuentro tan raro jajaja….pero al fin se van a arreglar las cosas… Ana nos podrías regalar otros capítulos por favorrr…

  6. Fue un mate de risa con Toño!!! Sería genial que se pueda comentar en cada estrofa!!!

    Ese encuentro entre Thea y Lila estuvo hermoso!
    Y más cuando a Thea la acogen como parte de la familia, no la miran, ni hacen sentir mal!!! Son unos bellos y Mena, esa chikitina si que está uniendo más que lazos!!!! Será una pequeña sultana.
    Pd. No caí en cuenta que Antonio tenía el cabello largo

  7. Que bien ya todos están viendo que Thea es una buena chica y conociendolos de una la van hacer parte de la familia. Ahora vamos a ver cómo van a manejar este encuentro Pablo y Thea

  8. Que bien para Thea sentir la acogida de Lila, ahora a comprender junto a Pablo que el destino había trazado sus caminos…❤️❤️❤️

  9. Woow esto si esta como raro y moderno, pero son las circunstancias que se fueron dando así, que cosas Antonio ya bien relacionado con todos los nombres de la familia =) el final remato el capitulo y ahora que pasara.

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