[ADELA] 

Gael se prende de mis labios, robándome la oportunidad de decirle algo más, aunque no pretendo hacerlo, porque es evidente que yo lo deseo tanto como él me desea a mí. Su mano se posa cuidadosamente sobre mi pierna y comienza a echar su cuerpo hacia mí tratando de recostarme sobre el piso.

 ―No ―le digo alejándome de él― aquí no, los vidrios.

  Él se pone de pie de inmediato y después me da la mano para que yo haga lo mismo. Me jala con cuidado y cuando estoy al lado de él me toma de la mano y me lleva apresuradamente hacia su estudio, camina con muchas ansias como pensando que en cualquier momento me voy a arrepentir y salir corriendo, pero esta vez no lo haré, no hay interrupciones, solamente estamos él y yo en toda la casa.

Entramos a su estudio y en cuanto doy unos pasos adentro, él cierra la puerta y después camina hacia mí quitándose la playera mojada y dejándola caer en el camino. Se acerca hacia mí y levanta mi pesado suéter para que, después, este vuele y caiga en algún lado de la habitación.

 Mi torso está completamente desnudo, ya que no llevo nada abajo. Él me observa detenidamente mientras la respiración de ambos se encuentra completamente agitada. No se atreve a tocarme, así que tomo una de sus manos y lo pongo sobre uno de mis pechos.

 ―Hazlo ―le susurro―. Tócame. 

Siento su cálida mano bajando por la línea de mis pechos hasta llegar a mi ombligo.

―Adela ―dice mi nombre como siempre lo hace y con cuidado se acerca a mí y toma mi rostro para comenzar a besarme sin ninguna restricción de mi parte.

Mientras me besa, baja sus manos, me toma de los muslos y me carga, sin ningún problema, a la altura de sus caderas. Ambos llegamos a la alfombra que se encuentra en medio de la habitación. Gael se arrodilla sobre el piso conmigo, todavía enredada en sus caderas y besándolo sin dejarlo respirar, para después acostarme ahí, dejándome completamente expuesta, semidesnuda, recostada, sobre esa alfombra blanca y suave que huele a un perfume de recién lavada.

Él me observa. El ambiente arde de deseo y sus ojos lo dicen todo. Gael se desabrocha el pantalón y lo desliza por sus piernas hasta que cae al piso. Está completamente desnudo, supongo que entre las prisas no logró vestirse completamente. Por primera vez en todo este tiempo de convivencia juntos no lo había visto así, por lo que la imagen me hace sonreír con picardía y él hace lo mismo. 

Baja con cuidado, y avienta su cuerpo sosteniéndose con sus brazos, quedando arriba de mí. Mi respiración agitada provoca que mi abdomen suba y baje con desesperación, él lo besa provocándome cosquillas. Gael recorre todo mi torso hasta llegar a mi cuello que besa con, aún, más ternura. Al sentirlo tan cerca cierro los ojos, porque es completamente un éxtasis tan nuevo y a la vez tan conocido.

―¿Estás bien? ―me susurra al oído.

― Sí ―le digo de inmediato y después lo beso para demostrarle que nada pasa en este momento, nada que no queramos que pase.

Nos hundimos en nuestros labios por un momento más, disfrutando el momento, reconociendo nuestros sentidos y provocando nuestros cuerpos. El beso de Gael es cálido, profundo, con un deseo incontrolable. Sus manos se encuentran recargadas, lado a lado de mi cuerpo, lo que deja las mías libres para comenzar a tocarlo. 

Estas recorren desde su cuello, bajando por su abdomen hasta su hombría, que ya denota una excitación evidente y que yo muero por tener dentro de mí.

― Tócame ―me dice excitado mientras veo cómo cierra los ojos, cuando mis manos se ponen en contacto con ella.

Comienzo a jugar con ella, acariciándolo lentamente, reconociendo, explorando las nuevas sensaciones que, con solamente tocarlo, puedo lograr. Él gime de placer y muerde sus labios expresando lo mucho que le gusta estar en esa posición. Con una de sus manos para la mía de inmediato y la pone al lado.

―Déjame probarte Adela ―me murmura, bajando su boca hacia mi cintura. 

Besa mi ombligo y después sus dedos largos comienzan a buscar la manera de quitarme los leggings que añoro con desespero que se arranquen de mi cuerpo. Antes de hacerlo besa mi intimidad sobre la tela y después echa un poco de su aliento cálido terminando de humedecerme por completo.

Cierro los ojos al sentir cómo la tela se desliza por mis piernas hasta que los leggings quedan fuera de mi cuerpo. Él comienza a besar mis pantorrillas lentamente erizando mi piel. Después sube hasta mis muslos, esta vez utilizando su lengua que lleva a mis manos a aferrarse con la alfombra que hay por debajo de mí. Gael llega a mi braga y comienza a besar la tela. encendiéndola aún más. Nos estamos disfrutando, me quiere comer lentamente como si fuera un helado, sentir cada sabor en su boca para después con su lengua jugar de distintas maneras con mi intimidad. 

Quita con cuidado mi braga, la desliza fuera de mis piernas y por fin, después de mucho tiempo, me encuentro completamente desnuda ante él. Sube un momento para ver la escena y sonríe, parece ser que no era la única persona que pensaba que esto no volvería a suceder. Regresa a mis caderas, las besa y con mucho tiento separa mis piernas para que yo pueda darle total acceso a mi intimidad que muere por sentirlo. La besa, y después mi piel completamente sensible comienza a recibir pequeñas olas de placer mientras él hace maravillas con su lengua dentro de mí. 

Los gemidos constantes comienzan a invadir la habitación. Mis manos comienzan a desesperarse y acarician lo que les place. Pasan primero por mi cara, donde muerdo uno de mis dedos para ahogar un gemido, después suben hacia mi cabello para así bajar hacia mi cuello y deslizarse hasta mi pecho. 

Me tomo uno y lo aprieto mientras mis ojos lo observan a él disfrutándome, como siempre lo había hecho. Podrían pasar años y él seguiría tocándome y besándome en los lugares correctos para hacerme vibrar. 

Mis manos dejan mis pechos y se dirigen a su cabello el cual comienzo a acariciar con ternura y locura a la vez, esos rizos que me encantan se enredan entre mis dedos y al hacer esto puedo ver cómo la piel de su espalda se eriza. Solo estamos él y yo dentro de esta habitación, comiéndonos la piel a besos y caricias mientras el mundo se cae a pedazos afuera. 

Su lengua pasa dos veces más sobre mí y mi cuerpo responde a tantas caricias dadas en el lugar correcto. Esa ola de placer sube por mi espalda hacia mi cerebro, alterando todo, expresando todo.

 Gael se agacha sobre la alfombra y después me toma con sus manos para subir mi torso hacia él y pegarme al suyo, me besa, su boca sabe a mí, nos volvemos a hundir en un beso profundo, él desliza sus manos por debajo de mis muslos llegando a mis glúteos y me carga sin mucho problema para sentarme sobre sus caderas. 

Me acomodo y sin más tomó su hombría en su máxima excitación y la dirijo hacia mi intimidad, permitiendo que entre en mí. Ambos gemimos y por un momento nos quedamos así sin hacer ningún movimiento, queremos asegurarnos que todo esté bien para continuar. 

Gael pasa su mano por mi rostro y al llegar a mis labios los acaricia con sus dedos, puede sentir el calor que desprenden, las ansias que tiene por besarle y hacerle sentir placer. Mete un dedo a mi boca y yo succiono su dedo lentamente, jugando con él, pretendiendo que es su hombría la que está dentro de mi boca.

 ―Muévete, Adela ―susurra―, quiero sentirte en mí, húmeda, excitada, quiero sentirte mía.

Comienzo a mover mis caderas lentamente y el gemido de Gael entra por mi oído, baja sus manos para tomar mis glúteos y los aprieta levemente mientras yo hago movimientos circulares y subo y bajo sensualmente provocando su hombría. Pongo mis manos en su rostro y lo atraigo hacia el mío para fundirnos en un beso que nos corta la respiración. Sentir sus manos presionando mis glúteos y sus labios presionando los míos se vuelve en la escena más sensual que hayamos tenido en todos los años que hemos estado juntos. 

Nuestros cuerpos excitados, sensibles al tacto, responden a cualquier caricia que nos damos. Él se separa de mis labios para luego bajar a mi cuello y besarlo. Echo un poco mi cuerpo hacia atrás para que su boca logre alcanzar mis pechos y pueda besarlos y morder mis pezones ligeramente. 

Los movimientos de mi pelvis no cesan y se vuelven un poco más rápidos conforme va subiendo la temperatura. El cuerpo de Gael despide un calor increíble, puedo sentir las gotas de sudor bajando por su pecho y perderse en la profundidad de su abdomen. Su boca se besa con la mía, nuestras lenguas juegan juntas y mis brazos lo envuelven pegándole a mí tanto como es físicamente posible.

Separamos nuestras bocas de pronto, los gemidos comienzan a opacar los besos, sus manos presionan con más intensidad mis glúteos y mis movimientos están empezando a lograr lo que ambos deseamos.

―Llega conmigo Adela, fundámonos juntos ―me murmura excitado.

Entonces así, de pronto nos derretimos de placer uno dentro del otro, desatando una ola de gemidos que automáticamente se apagaron en besos.

 Él sube sus brazos hacia mi espalda y después echa su cuerpo hacia adelante, provocando que ambos volamos a caer sobre la alfombra. Sus labios no se quieren desprender de los míos y por un rato nos quedamos así. 

Él entre pausa y pausa me ve a los ojos con incredulidad y me sonríe para después volver a besarme. 

―Te extrañaba Adela ― me confiesa. 

―Y yo a ti. ―Y con mis dedos muevo un poco el cabello para ver la herida que ahora tiene sobre la frente―. Tus admiradoras preguntarán ¿sabes? Ellas se fijan en el más mínimo detalle. 

―Entonces le pediré a la maquillista de Adela Carasusan que me ayude a desvanecerse sin que se den cuenta. ― Y me sonríe. 

Hago lo mismo.

―¿Qué será de nosotros Gael? ―murmuro y él me da un beso en la frente. 

―Ahora no te preocupes por eso Adela, con el tiempo iremos arreglando cada una de las situaciones. 

Gael se levanta de pronto y observo su cuerpo desnudo, caminar fuera del cuarto. Escucho el ruido de una puerta y después regresa con una cobija entre sus brazos, la extiende y la echa encima de mí cubriéndome por completo. Cabe admitir que la alfombra es lo suficientemente acogedora para recostarse ahí. Él se asusta a mi lado y yo me volteo hacia él para pegarme a su cuerpo y poner mi cabeza sobre su hombro, puedo sentir sus brazos, envolviéndome, y su mano jugando con mi cabello que cae sobre mi espalda. 

―No me dejes, ¿quieres? ―le murmuro mientras comienzo a caer dormida. 

―Nunca Adela, ni esta, ni ninguna noche más ―me dice bajito. 

Así, mientras juega con mi cabello y el latido de su corazón se convierte en mi canción de cuna personalizada, cierro los ojos feliz, pensando que hoy la realidad fue mejor que la fantasía. 

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