SILA

No sé que hora del día es, ni siquiera sé si aún es de noche o de día, pero puedo sentir mi cuerpo extremadamente adolorido por el viaje de horas que he hecho desde México hasta acá. Así, abro los ojos y noto que el sol ya está arriba en el cielo, entrando por la ventana del balcón que se encuentra cerrada. Muevo mi cuerpo hacia el otro lado de la cama y veo una hoja de papel con la letra de Moríns, así que lo tomo y lo leo. 

Mi Sila, 

Me voy temprano a la cita que tengo con tu tía en Conglomerado. No sé a que hora regresaré pero te deseo un despertar tan hermoso como tú. Te amo. 

Tu Moríns.

Termino de leer con una sonrisa en mis labios y beso el papel como si le estuviera dando un beso a él. Lo dejo sobre la mesita de noche que está al lado y luego estiro los brazos por arriba de mi cabeza para dejar que mi cuerpo se relaje y veo hacia el techo. No puedo creer que esté en este lugar y que esté viviendo sola; de verdad que mis padres son los mejores del mundo y también para dar sorpresas, jamás me lo hubiese imaginado. 

De pronto, dos golpes en la puerta interrumpen mi momento de relajación haciendo que me levante y me siente sobre la cama —¿Si? — pregunto. 

«¡Qué tonta Sila!, no estás en tu habitación en casa de tus padres», me regaño. 

—Sila, soy yo… Sabi— escucho la voz de mi prima. 

Como si me hubieran empujado de la cama, me levanto de un brinco y corro hacia la puerta para abrirla y echarme a sus brazos— ¡Sabi!

—¡Sila!— contesta ella. Puedo sentir la fuerza con la que me abraza y la alegría con la que me esta saludando —¡te extrañé tanto!, ¡no puedo creer que estés aquí! 

—¡Yo también te extrañé muchísimo! — le digo. 

Ambos nos separamos y nos vemos al rostro. La hermosa sonrisa de Sabina me hace sentir bienvenida y sobre todo querida. Definitivamente no importa cuanto tiempo pase ella siempre será mi mejor amiga. Las dos pasamos dentro del piso y ella comienza a ver a su alrededor. 

—Dios, extraño tanto este lugar. 

—Lo sé, pero gracias por mudarte —comento entre risas y ella se ríe también. 

Sabina se me queda viendo al rostro y veo que está tratando de comunicar algo con sus gestos. Así que suspiro y le digo— dime, no entiendo indirectas. 

—Pensé que ya estarías lista— me habla. 

Entrecierro los ojos y pregunto —¿para qué? 

—¿Qué no has visto tu móvil? — inquiere y camina hacia la barra de la cocina para tomarlo y traerlo hacía mí. 

Al desbloquearlo me percato que tengo decenas de mensajes en un grupo llamado “Las Canaritas” al cual me agregaron hoy por la mañana. 

—¿Las Canaritas?— pregunto. 

—Sí, lo puso la tía Luz, dice que es un chat al que mi tío David jamás se acercará— habla Sabina encogiendo los hombros— en fin, te estamos esperando abajo para ir a la modista, tu vestido está listo. 

—¿Te estamos esperando? — insisto. 

—Sí, te están esperando abajo, tu madre, la tía Ainhoa, Lila y Alegra. Así que vístete y vamos porque también tenemos que ver los vestidos de las damas, tenemos que ir a comprar otras cosas y tu vestido para la fiesta de graduación. 

Suspiro, en verdad pensé que este día iba a pasarla con Moríns, tranquila, en la cama y posiblemente besándolo hasta que los labios se me desgastaran, pero, al parecer mi familia ya tiene otros planes.

—Bien, déjame ducharme y estaré lista en veinte minutos. 

—Diez, la modista nos espera a las 12:30 y vamos a comer con mi mamá y Jo a las 2:00 de la tarde así que… 

Sonrío — ya los extrañaba a todos — el digo. 

—Y nosotros a ti, ahora vamos, que el tiempo corre. 

Entonces empezó todo. Después de una ducha rápida que traté de disfrutar, de buscar un atuendo indicado para la ciudad y unos zapatos cómodos. Por fin baje junto con mi prima para encontrarme a todas esperando por mí para irnos con la modista que ya tenía listo mi tan esperado vestido de novia. 

Al terminar los saludos, nos subimos a los autos que nos llevarían al lugar y mientras íbamos escuché todo lo que faltaba por hacer. Aún Moríns y yo, teníamos que ver lo del pastel, algunas cosas sobre la decoración, algo de la comida y no sé cuántas cosas que comenzaron a estresarme un poco. 

—Y eso que no te casarás como la tía Ainhoa— me comenta mi madre al ver mi rostro de frustración— esa sí que fue una boda, y tu abuela andaba como loca haciendo sus vestidos, y los demás entre comida, flores y preparación. Ochenta invitados no es nada. 

—¿Ochenta? — pregunto sorprendida—¿ya son ochenta? 

—Sí, tuvimos que invitar a algunas personas del conglomerado, ya sabes…— me acaricia el rostro— pero tu boda será hermosa, ya lo verás— me asegura. 

El auto se detiene en frente de las puertas de un local y el chofer nos abre la puerta para que bajemos. Lila y Alegra se bajan junto a mí y veo que del auto de la tía Ainhoa bajan ella y Sabina, platicando. 

«¿Es normal que ya empiece a sentirme tan nerviosa cuando aún faltan unos meses?, o ¿es algo que pasan todas las novias?»

Cuando estamos todas juntas, las puertas del local se abren y una señora, ya mayor, nos recibe con una sonrisa —¡Bienvenidas!, las estaba esperando— ella se acerca y me ve —Sila, estoy loca porque te pruebes tu vestido, creo que quedó tal y como tu abuela hubiese querido, nada más debemos hacer unos ajustes. Espero que no hayan cambiado las medidas de cuando te vi en diciembre— me comenta. 

Volteo a ver a mi madre y se muerde los labios emocionada y la tomo de la mano para que vayamos juntas al interior del lugar. Este, por dentro, es un poco más amplio y exclusivo, con enormes espejos y maniquíes luciendo otros vestidos de novia que se ven preciosos. 

—¡Dios!, recuerdo cuando tu madre nos llevaba a su taller improvisado, ¿recuerdas?, para medirme los vestidos que me hacía — recuerda mi tía Ainhoa mientras le comenta a mi madre. 

—Recuerdo cuando me hizo el mío, también…—se le corta la voz— hubiese sido genial que se lo hiciera a Sila. 

—Lo sé— responde Ainhoa y le da un abrazo. 

—Bueno, ya basta — habla Sabina— ese es un bonito momento y le dimos los patrones y diseños de la abuela para que quedará un vestido “Caballero” para Sila y sabemos qué lo tendremos, ¿cierto? — pregunta viendo a la modista. 

—Por supuesto, Sila, ¿me acompañas? — me pregunta. 

Yo volteo a ver a mi madre y ella asiente con la cabeza mientras una preciosa sonrisa se forma en su rostro. Camino hacia la trastienda para después pasar al cambiador y al ver el vestido colgado en gancho sonrío. Mi madre no hizo que mi vestido fuera uno con los patrones de mi abuela, hizo que mi vestido, fuera el de mi abuela. 

—Te acordaste— murmuro, y recuerdo la vez que le mencioné a mi madre, en frente de mi abuela, que si un día me casaba sería un honor llevar el vestido que mi abuela misma había hecho para su boda—¿entonces el diseño que me hicieron escoger? — le pregunto a la modista. 

—Tu madre quería darte la sorpresa, así que te tomé medidas y adapté el vestido de tu abuela a ellas. No cabe duda que era excelente en su trabajo y lo hacía de una forma bellísima. 

—Lo era— contesto con melancolía. 

La modista, con mucho cuidado me ayuda a ponerme el precioso vestido de bodas que ambas tratamos con una total delicadeza. Siento la tela suave y bien cuidada sobre mi piel, paso las manos sobre la falda, el corsé en forma de corazón y los detalles en él. Finalmente, cuando me ponen la fina capa que sirve también como cola, me emociono al máximo. Ahí, frente al espejo, con mi cabello negro cayendo sobre mis hombros y con mis ojos verdes, veo el ligero reflejo de mi abuela, que a pesar de que no llevo su sangre sé que, en mí, está su esencia. 

—¿Salimos? — me pregunta y yo asiento con una sonrisa. 

Cuidando mis pasos, ambas salimos del cambiador para ir hacia el salón de los espejos, donde las mujeres de mi familia están esperando por mí. Al entrar escucho cómo mi madre se queda sin aliento y se lleva las manos a la altura de la boca para cubrirsela. 

—¡Oh por Dios!, te ves hermosa— expresa y las lágrimas comienzan a caer por sus mejillas. 

Me pongo en medio de todas y las miradas de cada una de ellas se posan en mí. Mi hermana Alegra toma una foto, Lila y Sabina simplemente se queda sin palabras y mi Tía Ainhoa abraza a mi madre. 

—¡Ay Sila!, te ves bella. Tu abuela Ximena debe estar feliz en el cielo— recita mi mamá— ahora entiendo porqué se emocionaba tanto con nuestras bodas. No sabes lo feliz que soy de poder vivir este momento. 

Volteo para verme en el espejo y, al ver mi imagen, me percato que todo se hace un poco más real. Hace unos meses atrás la idea de una boda surgió en diciembre y ahora, falta tan poco que ya hasta tengo un vestido de novia. 

—¿Te gusta Sila? — me pregunta Sabina que no deja de filmar el momento con su móvil. 

—Claro que me gusta— contesto de inmediato— este es mi sueño hecho realidad, podré llevar el vestido de la abuela en mi boda y me casaré con el hombre de mis sueños… ¿crees que no me gusta? 

—Moríns se volverá loco al verte llegar así… muerto por fotografiar esa expresión— escucho la voz de Alegra, y al decirlo me pongo nerviosa. 

Todo esto está pasando tan rápido que siento que vuelo. Todo es tan perfecto que parece que es una utopia. Todo es tan bonito que siento que vivo en cuento de hadas, donde ha triunfado el amor y un hada madrina me ha hecho el vestido más hermoso de todos. 

Siento la mano de mi madre posarse sobre mi hombro y veo el reflejo de su sonrisa en el espejo— Gracias mamá, gracias por esto, no sabes lo que significa para mí. 

—No hay de qué agradecer — responde—es una realidad hija, te vas a casar, Yessenia, tu padre y yo, te deseamos lo mejor. 

Ella me abraza y al sentir su cuerpo junto al mío hace que las lágrimas corran por mis mejillas. No puedo creer que lo tengo todo, absolutamente todo, tal y como mis padres le prometieron a mi madre el día que ella falleció. No cabe duda que soy “la niña con suerte”.  

«¿Estás viendo mamá?, me voy a casar. Espero que estés feliz dondequiera que estés», pienso, para después continuar festejando con mi familia.

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