Registrada en SAFE CREATIVE
Bajo el código: 2204040855844
TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS ©
Moríns
-Horas antes de ir al piso de Sila-
Salgo corriendo del Conglomerado, con la prueba de embarazo en mis manos y con una opresión en el pecho que siento que está a punto de darme un infarto. «Necesito un doctor,» pienso, mientras siento como todas las miradas están sobre mí.
—¿Señor Moríns? — escucho la voz de mi chofer, quién me ha estado esperando todo este tiempo en la parte de abajo—¿se siente bien?
Trato de responderle lo más tranquilo posible, aunque en realidad es toda una batalla. Quiero decirle que estoy bien, que no se preocupe y me lleve a la fundación para empezar a trabajar y olvidarme del asunto pero, no puedo, necesito un doctor, necesito hablar y sentirme mejor antes de regresar a mi trabajo.
—¿Sabe donde está el consultorio del Doctor Cho Barbet? — le pregunto.
—Sí, señor Moríns.
—Llévame, necesito ir allá.
—Como usted diga, señor Moríns.
Me subo al auto y cuando el cierra la puerta saco el aire con tanta fuerza que me duele la garganta, siento como las manos me sudan y el cuerpo comienza a temblar. «¿Qué me está pasando?,¿será que estoy por morir?, ¿debería llamar a mi madre?» Las preguntas pasan por mi cabeza mientras siento cómo el auto se mueve.
Hoy, mientras venía para acá, pensé que saldría del Conglomerado con una lista de pisos por ver, después me metieron a esa sala de juntas por horas y pensé que Sila y yo daríamos fin a nuestra relación y estaba preparado para eso. Sin embargo, salgo de ahí con una noticia que me ha dejado en verdad impactado y que, si puedo ser honesto, me molestó un poco. Me siento abrumado y aprisionado.
Unos veinte minutos después, escucho la voz de mi chofer,—Señor Moríns, hemos llegado— y al ver por la ventana, veo un local bastante amplio, de color azul cielo y con un letrero que dice “ODONTONIÑOS” Clínica Dental.
—Gracias, ¿podrías esperarme por aquí?, espero no tardar— y dejo la prueba sobre el asiento.
—Señor Moríns, esperarlo es mi trabajo— me recuerda.
Por mi cuenta, abro la puerta del auto y al sentir el viento ligeramente frío, siento que un poco de alivio llega a mí. Así, voy directamente hacia el consultorio, y al tratar de abrir la puerta me percato que está cerrada por dentro.
—Buenos días, ¿tiene una cita? — me pregunta una voz por un interfón.
—Soy Francisco Moríns, quiero ver al Doctor Cho— pronuncio como puedo.
La voz desaparece por unos minutos y, sin esperarlo, escucho cómo la puerta se destraba y se abre hacia delante — pase.
—Gracias— respondo, aunque no sé de donde viene la voz.
Entonces entro al consultorio de Cho, uno que por dentro se ve bastante amplio, con una sala de espera llena de colores, juegos de todo tipo y ese olor a dentista que es bastante particular.
—¿Señor Moríns? — pregunta la voz, y por fin veo el rostro de un hombre que se encuentra sonriendo.
—Sí, soy yo.
—Soy Hugo, el asistente del señor Cho— se presenta— no sé si me recuerda de la fiesta en casa de los Ruíz de Con.
—Sí, sí, te recuerdo — hablo, tratando de tranquilizarme.
—¿Se siente bien?, ¿gusta que le traiga algo de tomar? — Hugo empieza a bombardearme con preguntas que por ahora no quiero contestar.
Para mi fortuna, Cho aparece por la puerta de su consultorio y al verme cruza los brazos a la altura de su pecho y levanta una ceja, puedo ver sus músculos a través de esa camisa tan pegada —¿no creo que seas un niño entre los tres y doce años de edad? — bromea.
—Necesito hablar contigo— pronuncio como puedo y Cho, cambia su rostro a uno más serio.
—¿Qué te pasa?, ¿te sientes mal?— me pregunta, pero todavía no puedo contestarle— Hugo, trae por favor el baumanómetro y tómale la presión al señor Moríns.
—Si doctor Cho, en seguida— le responde y va hacia un pequeño cuarto que está al lado.
Cho, camina hacia mí y me toma del brazo para llevarme hacia su consultorio— vamos, niño Moríns, tranquilízate un poco.
Ambos entramos a su consultorio y él me recuesta sobre la silla, yo me dejo caer aún con los miembros de mi cuerpo hormigueando y la presión en mi pecho — creo que me dará un infarto— hablo.
—¿Cuánto tiempo llevas así? — me pregunta.
—Como, veinte minutos.
—Si hubiese sido un infarto, no estuvieras aquí— me dice, y no sé si trata de consolarme pero, no lo está consiguiendo.
Hugo entra al consultorio y, en seguida, pone algo en mi brazo y comienza a tomarme la presión. Veo que Cho está tan tranquilo que no sé porque siento que estoy haciendo el ridículo total.
—120/80 — habla Hugo.
—Hmmmm, bien…— responde Cho— ¿puedes ir por el tranquilizante para niños?, yo te aviso cuando lo traigas.
«¿Tranquilizante para niños?, ¿a caso me va a drogar?»
—Si Doctor, el primero o el segundo— contesta el asistente.
—El segundo, con doble porción de eso… ya sabes.
—En seguida. Con permiso señor Moríns— me dice Hugo y luego sale del consultorio.
Cho suspira y me ve a los ojos— niño Moríns, lo que usted trae es un ataque de ansiedad, uno muy grande— me habla de una forma que siento que me está tratando como uno de sus pacientes.
—No tengo tiempo para esto… — comento.
—Yo tampoco, en media hora tengo una cirugía y necesito irme a la clínica, así que puedes explicarme qué te pasa mientras preparo mis cosas.
—Sila está embarazada— hablo, y lo hago tan rápido que hasta yo me sorprendo. Sin embargo, a la vez, siento como todo mi cuerpo deja de sentirse mal y se relaja.
Cho sonríe — lo sé.
—¿Lo sabes?, ¡cómo que lo sabes!, ¿por qué no me lo dijiste?, ¿desde cuándo sabes la noticia?
Veo a Cho guardando unos instrumentos en un maletín y mientras hace esto, habla—Pues, desde hace unos días. Yo descubrí las pruebas de embarazo y pensé que eran de Sabina, así que corrí a la casa de sus padres a felicitarla y ahí se reveló todo. No te lo dije porque no me pertenecía, ¿qué tal si Sila no quería que supieras?
Suspiro— esto es un desastre, Cho. Este bebé no podía venir en peor momento. Sila, y yo estamos mal, separados, yo ya me estaba haciendo a la idea de no regresar con ella, tengo un trabajo temporal y no estoy listo para ser papá — confieso, y ahora que lo digo en voz alta se escucha terrible, en mi mente todo tenía lógica.
Cho, se voltea y me sonríe — pues vete por cigarros y ya.
—¿Qué?— pregunto sin entender.
—Pues vete y ya. Mira, seamos honestos Moríns, Sila puede sola, su familia tiene el dinero del mundo, el bebé nacerá en bandeja de oro y plata. Ella le puede dar todo, comida, ropa, educación. Ese bebé viajará en avión privado antes de que pueda caminar… si la dejas en verdad, no te va a necesitar— me responde.
Me quedo en silencio al escuchar todo lo que dice —¿eso crees?
—Es evidente, mira, que si yo quisiera dejar a un bebé lo dejaría en esa familia. No te necesita, solo te lo dijo para que te enteraras pero, tranquilamente puedes ir a su piso y decirle “que gracias pero no,” que no estás listo para ser padre y a ella no le importaría. Sabe que su familia le dará todo y que el bebé será amado. Una solución fácil y segura.
Lo escucho hablar con tanta seguridad que no puedo creer que me lo está diciendo. No sé porque esperaba otra respuesta de Cho, incluso, no sé porque lo sigo escuchando.
—Se escuchó horrible, ¿cierto? —me pregunta.
—¿No lo decías en serio?
—¡Claro que no!, pero, tú y yo somos hombres afortunados Moríns porque podríamos hacerlo y ellas aún así estarían bien, pero no nuestras conciencias. En este momento, el que está hablando es el Moríns asustado, no el que verdaderamente eres. Me alegra que hayas venido acá en lugar de tomar una decisión.
—Es qué, ¿por qué?, ¿por qué ahora? — le pregunto— ella y yo ni siquiera estamos juntos. Ella me rompió el corazón, me dejó en el altar y ahora… ¿un bebé?
—Recuerda que tus acciones como pareja reflejan tus acciones como hombre— habla, cerrando el maletín.
—¿Qué? — pregunto.
— Que ante todo, querido Moríns, eres hombre, antes de novio dejado, y lo que hagas hará eco en las siguientes decisiones de tu vida. Si no quieres al bebé, ve y díselo, pero tendrás que lidiar con las consecuencias. Si, si lo quieres, díselo, pero recuerda que van a lidiar con esto juntos, por el resto de sus vidas. Porque a partir del momento que pronuncies tu decisión, sea para bien o para mal, eso te definirá como persona.
Me quedo en silencio ante las palabras de Cho, al parecer, él ha estado cerca de una situación como la mía y sabe de lo que habla—¿te pasó algo similar?
—No, pero el amor de mi vida lo vivió, y no tienes idea lo difícil que es cuando la culpa golpea al que abandonó y el eco que hace a la que fue abandonada. A pesar de que la llevan bien, las culpas de vez en cuando logran entrar a nuestro hogar. Es desgastante.
Me pongo de pie. Cho tiene razón, tengo mucho que pensar porque, Sila ya tomó su decisión y es momento de que yo tome la mía— gracias, Cho.
—De nada. No tomes una decisión apresurada, porque ésta definirá el camino de una pequeñita o de un pequeñito, y tú sabrás como lo empieza.
—Te veo luego… — pronuncio.
—¡Ey!, espera… ¿Hugo? — habla Cho, y momentos después, Hugo entra con un barquillo cubierto de chocolate y me lo da— ten, cómelo— me dice Cho— te hará bien.
—Pensé que me ibas a drogar…— le respondo y él sonríe.
—Lo que menos necesitas en un ataque de ansiedad, son drogas. Pero puedes ir al bar por una cerveza… ahora vete, antes de que te cobre 20 euros la consulta.
Me río— nos vemos, Cho, gracias por todo.
—Cómete el barquillo, y piensa lo que vas a decir — me aconseja, y yo salgo del lugar con mucho que pensar.