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Moríns
-Piso de Sila-
—Creo que me faltaron mis quince minutos, ¿crees que podemos hablar?— le digo.
Ella asiente con la cabeza— sí, claro, pasa.
—No, preferiría que fuera en un espacio neutro. Creo que el cuarto de paz funcionó muy bien— hablo y ella sonríe.
—Vale, si quieres, podemos ir a la cafetería que está a una cuadra… ahí podemos hablar mejor— me sugiere.
—Bien, entonces, ¿te espero abajo?
—Sí, sí, claro… voy enseguida.
Sila cierra la puerta y yo dirijo mi camino hacia el elevador, presiono el botón con la letra “L” y cuando las puertas se abren, entro. Después de la sesión con Cho, no fui a trabajar y caminé un rato por las calles pensando en todo lo que estaba sucediendo. Me sirvió bastante, porque tuve tiempo para pensar en todo y en todos y, finalmente, cuando llegué a mi edificio, ya tenía una decisión hecha, una que era lo mejor para los dos.
Así, las puertas del elevador se abren y yo doy unos pasos hacia el recibidor para esperar a Sila cerca de la puerta. Reviso mi móvil y me percato de los cientos de correos que no revisé hoy y de todo lo que tendré que hacer mañana. Sin embargo, esto es muy importante, ya que definirá todo mi futuro en este trabajo y en esta familia.
Unos quince minutos después, la campana del elevador suena y puedo ver a Sila salir. Trae puesto unos pantalones de mezclilla y una playera que dice “save water, drink tequila”, que me hace sonreír. No quiero saber de donde la sacó.
—Lista— habla.
—Bien, vamos.
Le abro la puerta del edificio y juntos salimos de ahí. Cuando estamos en la acera, caminamos lado a lado pero sin decirnos nada, ni siquiera vernos. Esto, después de que ella me dejara plantado, es lo segundo más raro que se ha suscitado entre los dos y, para ser honesto, no puedo esperar a que termine.
Cuando llegamos a la cafetería, no sentamos en la parte de afuera, ya que el olor a café es bastante intenso y, después de ordenar algo, nos vemos a los ojos y nos quedamos aún más en silencio, como si ambos esperáramos quién será el que hable primero.
—Moríns, Sila — ambos pronunciamos nuestros nombres.
—Lo siento, ve tú— me dice y esboza una ligera sonrisa.
—Bueno, antes de empezar… ¿te sientes bien?— le pregunto y ella asiente con la cabeza.
—Muy bien, gracias.
—Qué bueno, que bien— respondo.
Sila tomo un sorbo de té, mientas sus ojos no dejan de ver los míos. Amo su mirada, pero hoy la odio, no solo porque me está poniendo más nervioso de lo normal, sino, porque me recuerda a muchas cosas que vivimos.
—Sila, lo siento si salí corriendo del Conglomerado hoy por la mañana. La verdad es que, una noticia como esta deja impactado a cualquiera, sobre todo si se la dan de esta manera.
—Lo sé, y, lo siento… mi intención no era así, pero, no había un espacio “seguro” para hacerlo y decidí que era la mejor opción— suspira— sé porque huiste Moríns, y lo entiendo, pero antes de que sigas quiero decirte…
Entonces levantó mi dedo haciendo que guarde silencio, saco mi celular y en el cronómetro pongo quince minutos— ahora es mi turno, ¿recuerdas?
—Cierto, cierto…— repite y guarda silencio.
Doy un hondo suspiro y hablo— No estoy listo para ser padre, Sila. Sé que en algún momento te dije que sí, pero, en mi vida pensé que tú y yo nos separaríamos así, por lo que mis ideas han cambiado un poco desde hace un mes atrás.
— Y yo lo entiendo…
—Espera, es mi turno— le pido, al verme interrumpido por ella.— No estoy listo para ser padre, pero, pensándolo bien, jamás lo estaré. No importa si este bebé hubiese llegado antes o después, no hubiese estado preparado sin embargo, ya está aquí y por la decisión que tomaste, ya no hay nada más que hacer.
Los ojos de Sila brillan, pero esta vez lo hacen porque sé que está a punto de llorar. Ambos seguimos sensibles y, al parecer, aún hablar de frente nos cuesta mucho pero poco a poco se hace más fácil.
—Yo ya no sé si te amo, Sila Canarias — pronuncio con dolor — pero, te amé lo suficiente como para pensar un futuro contigo. Uno, donde me veía rodeado de nuestros hijos mientras éramos felices. Te amé tanto que te pedí matrimonio y te amé tanto, que cuando hicimos el amor, llegó este bebé. Así que, te guste o no, si el bebé se queda, yo me quedo. No me importa si tú y yo no estamos juntos, no me importa si después pierdo el trabajo y tengo que trabajar de lo que sea con tal de darle lo necesario, me voy a quedar. Lo hago por él, por el amor que algún día nos tuvimos y sobre todo, porque después del caos, esto me ha dado un camino, que pienso seguir.
Sila se muerde los labios y veo como las lágrimas corren por sus mejillas— sé que no lo haces por mí pero, gracias Moríns.
—Gracias a ti, por no dejarme a parte.
Ambos nos quedamos en silencio y ella se limpia las lágrimas aunque, por más que lo intenta, sigue saliendo de esos hermosos ojos que tiene. No puedo ver a Sila llorar, jamás he podido, así que acerco mi silla cerca de ella y la abrazo.
Sila, se quiebra ante mí, y comienza a llorar con una fuerza que me hace llorar a mí también. Por fin, después de un mes de separación de hacer catarsis por nuestra cuenta, era momento de que lo hiciéramos juntos y, sobre todo, de tomar esta decisión que pudo haber sido diferente. Porque sí, llegué a pensar que, Sila y el bebé, estarían mejor sin mí.
Después de un rato de llanto nos separamos, y le doy un beso sobre la frente— todo estará bien, ¿llegamos a un acuerdo?— le pregunto.
—Sí, un acuerdo está bien— pronuncia, mientras trata de ya no llorar.
—Estaremos juntos en todo lo que tenga que ver con el bebé, ¿sí?, visitas al médico, comida, ropa, medicinas y cuando nazca, yo me encargaré de ayudarte pero…
—Pero el resto de las cosas lo haremos por separado, tú vives tu vida y yo la mía. Solo juntos por el bebé.
—Así es… Ya que llegué el bebé veremos cómo le hacemos, pero, quiero que cuentes conmigo Sila… tendremos una crianza compartida— le pongo la mano sobre el vientre— no le faltara nada, absolutamente nada, ¿de acuerdo?
—De acuerdo— pronuncia ella — gracias Moríns, definitivamente eres el mejor de los hombres— pronuncia, y se limpia las lágrimas con la servilleta de tela.
Suspiro— trato, en verdad trato— le digo.
Sila toma otro poco de té y suspira— mañana tendré mi primer ultrasonido, iré con Sabina, por si quieres ir…
—¡Ahí estaré!— le aseguro— y, tampoco me cambiaré de departamento, me quedaré en el edificio, así si necesitas algo estaré en segundos.
—Está bien, la verdad es que nunca me molestó que vivieras arriba de mí.
Me río— ¿segura?, porque ya no me mudaré.
—Segura— responde más tranquila. Sila estira la mano y me ve a los ojos —¿paz?
—Paz— le respondo y tomo su mano para estrecharla.
—Supongo que ahora tendremos que aprender a ser padres-amigos.
—Supongo…— respondo y ambos sonreímos.