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Sila 

¡Voy a ser madre!, y no solo lo sé y lo vi, si no lo siento y ahora que corro al baño mientras aparto a todos en el hospital, volveré a recordarlo. No sé que pasó, tal vez al principio cuando no sabía que estaba embarazada no me daban tan fuertes, ahora, no salgo del baño. 

—¡Con permiso! — le pido a una chica que va saliendo, para luego meterme en uno de los cubículos y apenas abrir la tapa del baño para volver el desayuno de la mañana. 

Siento la fuerza de mi cuerpo, mientras mis manos se aferran de donde pueden para no dejarme caer. Creo que la infusión que mi madre me dijo que preparara, no me sirve y tendré que vivir con esto todo este tiempo. 

—¿Sila? — escucho una voz en la entrada del baño. 

No respondo, solo vuelvo a mi lugar y siento el cuerpo como se cimbra ante la fuerza. Momentos después, siento como alguien toma mi trenza, la aleja y evita que alguno de mis cabellos caigan sobre mi rostro. 

—Ya, ya casi termina— escucho la voz de Moríns en mi oído. Al voltear lo veo junto a mí, vestido de traje, perfectamente arreglado y viéndose muy diferente, tanto que apenas lo reconozco. 

—¿Qué haces aquí? — pregunto, tratando de respirar y cubriendo mi boca. 

—Vine a verte, porque… 

Volteo mi rostro y vuelvo a vomitar sobre el escusado, Moríns se acomoda y me ayuda a que no me manche la bata o el cabello. 

—Ya, respira, respira— me consuela y juro que me siento tan rara en este instante. Se supone que Moríns y yo estaríamos juntos solo por lo del embarazo y, ahora lo veo a mí lado actuando tan lindo, tan natural, tan Moríns. 

Cuando ve que termino, se pone de pie, toma un poco de papel y me lo ofrece. Luego estira mi mano para que me ponga de pie, y él hace que el agua corra. Ambos salimos hacia el lavamanos y comienzo a lavarme las manos para después poner agua sobre mi boca. Moríns me observa a través del espejo, y su mirada tan intensa me hace sonrojar. 

—¿Te sientes mejor? — me pregunta. 

—Sí, gracias… es la tercera vez esta mañana— confieso. 

—Hmmmm, ¿eso quiere decir que no has comido nada? — inquiere. 

Termino de enjuagarme y luego acomodo mi cabello — todo se ha ido por el escusado. 

—Eso es un no…— habla y va hacia la puerta del baño y la abre — ven, vamos a la cafetería. 

—Moríns…estoy en plenas consultas y… 

—No quiero que nuestro bebé muera de hambre… venga, déjame invitarte algo— me insiste. 

«Nuestro bebé, dijo nuestro bebé», pienso, muriendo de emoción por dentro. 

Ambos salimos del baño y caminamos por el pasillo del área de maternidad donde en este momento estoy de guardia. Moríns va viendo hacia el frente mientras yo noto que hay varias enfermeras que le echan el ojo. Vuelvo a sentir ligeras náuseas pero, esta vez no es el bebé, es algo más. 

—¿Cómo supiste donde estaba?— pregunto llegando a los elevadores. 

—Justo preguntaba por ti cuando te vi pasar corriendo, así que solo te seguí. 

—Vaya— respondo. 

Las puertas del elevador se abren y subimos. Ambos nos acercamos y apretamos al mismo tiempo el botón del primer nivel. 

—Perdón— nos decimos, para luego sonreír levemente. 

El elevador comienza a abajar y, mientras esta a mi lado, puedo oler su exquisita loción que, por suerte no me revuelve el estómago, al contrario, la extraño sobre mi almohada, en mi baño, en todo mi piso. 

—Le enseñé a mi mamá la foto del bebé, se emocionó mucho…— me hace conversación. 

Las puertas del elevador se abren y ambos salimos de ahí. La verdad, aún se nos complica hablar entre nosotros pero, creo que poco a poco regresará, digo, al menos ya no nos gritamos.—Qué bueno, mis tíos y primos también. 

—Sí, Manuel me dijo.— Responde. Cuando llegamos a la cafetería el me pide que me siente y minutos después me trae un emparedado de queso y lo que parece un té de manzanilla— es lo único vegetariano que hay— me indica. 

—Gracias. 

Cuando siento que Moríns se sentará frente a mí, lo hace a un lado mío para después poner la mano sobre mi vientre— ¿Cuándo se empezará a notar? — inquiere, para luego sonreír. 

—Pronto… mis vaqueros apenas me cierran, así que me verás con pantalones de resorte… creo que viene grande. 

—Sí, los Moríns somos grandes — y me regala una sonrisa que me endulza el día. 

Nuestras miradas se quedan un momento viéndose mutuamente. Siento toda la tranquilidad del mundo y a la vez unas ganas de llorar enormes. Moríns será el recordatorio constante del error más grande que cometí , supongo que eso se llama Karma. Un ruido nos distrae y ambos nos separamos y él deja de tocar mi vientre para meter la mano en el bolsillo de su gabardina.— ¿viniste a consulta?, ¿te sientes mal? — hablo para llenar el silencio incómodo. 

—¿Qué?, no, no… vine porque, tengo algo que decirte, algo más… 

—¿Algo más? — inquiero, y le doy una mordida al emparedado para evitar que la sonrisa se note. 

Moríns asiente— Si, bueno, vengo a pedirte tu correo. 

—¿Mi correo? — pregunto un poco confundida. 

—Sí— habla con un tono que deja atrás el nerviosismo— te enviaré correos por algo de la fundación y pues… ya está. 

Dejo de comer y cruzo los brazos—¿entonces?, vienes hasta acá al hospital, a decirme que quieres mi correo,¿ese podría ser el resumen de tu visita? — pregunto. 

«Mejor porque no admite que me quiere ver y ya… »

—Pues sí. 

—Y, ¿no me pudiste mandar un mensaje?, ¿tenías que venir hasta acá? 

—Es que sé que no ves tu celular en el trabajo y no tengo tu correo, si no, no estuviera acá.— responde, y trato de no reírme ante la respuesta tan tonta.

—¡Vaya!, eso tiene más sentido— digo con sarcasmo. 

—No es necesario que uses ese tono conmigo, Sila.— me reclama de inmediato. 

—¿Qué tono? 

—Ese, de sarcasmo… sé que lo es porque haces tus ojos así— y veo como me imita, lo que me hace reír. 

—Claro que no… — respondo entre risas. 

—Claro que sí, te conozco mejor que nadie Sila, y a mí no me puedes engañar… haces esa cara cuando piensas que no es verdad… 

—Y yo también te conozco y sé que no estás aquí para pedirme mi correo— le respondo y él levanta la ceja. 

«Si a esas vamos, yo también lo conozco». 

Moríns suspira— entonces, ¿según tú para que vine?, a ver,.. dime. 

En ese momento quiero decirle que vino hasta acá porque muere por verme, porque desde que supo que estoy embarazada, quiere estar cerca de mi pero, su orgullo no lo deja, así que inventa pretextos tontos. Sin embargo, solo me limito a sonreír y respondo sin más. 

—Porque necesitas mi firma para los proyectos que aprobaste y dos son míos, así que vas a enviarme un correo para hacer una junta formal en la fundación… — le digo. 

—Así es…justo para eso… — me dice y luego se pone de pie. 

—Bueno, entonces, todo quedó claro… — le digo y me pongo de pie, al igual que él. 

—Bien, entonces… si ya quedó todo claro… me voy. 

—OK, adiós… — respondo y veo cómo estira la mano para despedirse con un apretón de manos. 

La situación es tan rara y tan cómica que no sé si reírme o de plano deprimirme. Definitivamente Moríns y yo ahora somos dos extraños unidos por algo tan personal que no sabemos como actuar. Supongo que nuestra relación se irá definiendo conforme pasen los días y meses. 

—Un gusto verte, Sila… 

—Igual— respondo, en un tono más tranquilo. 

Moríns se da la vuelta, camina hacia la puerta y luego se regresar— por cierto, mi madre te enviará una infusión para que te dé energía y si quieres podemos vernos hoy por la tarde para lo de las vitaminas del bebé… ¿te parece? 

—Vale… me parece y dile a tu madre que gracias— respondo. 

—De nada… así que… ¿me llamas? 

—Te llamo— afirmo y él toca mi vientre como si se despidiera del bebé. 

Regresa, va caminando hacia la puerta y cuando sale, veo que vuelve a entrar con un rostro de “no puedo creerlo” y de que su versión de que solo venía por mi correo era totalmente falsa, él quería verme, quería saber de su bebé… el correo no le importaba. 

—Me das… 

—sila@fundaciónsilacanarias.es — le interrumpo. 

—¡Vaya!, era fácil… 

—¿Ahora quién es el sarcástico?— le digo. 

Moríns esboza una sonrisa que juro hace que mi corazón lata más de lo que ya late al lado de él y, se muerde el labio— ahora sí, nos vemos al rato, Sila Canarias. 

—Hasta al rato… Francisco Moríns— respondo. 

Él, una vez más se da la vuelta y camina hacia la puerta. Después voltea, pero ya no regresa, si no saca su móvil y veo como envía un mensaje. Momentos después mi móvil vibra y al sacarlo veo su número. 

+34 91 5300525

Este es mi nuevo número de celular, por si gustas agregarlo… ¿a las seis está bien? 

Me pregunta, y yo muevo la cabeza tratando de encontrarle lógica a esta situación. 

SILA 

Te agrego… y sí, a las seis está bien. 

MORÍNS 

Bien, entonces… hasta más tarde, Sila. 

SILA

Hasta más tarde, Moríns. 

Respondo y mientras envío el último mensaje no puedo evitar pensar que todavía hay una pequeña esperanza de que él y yo terminemos juntos. Tal vez no será hoy, o mañana, pero sí en un futuro. Sólo debo jugar bien mis cartas.

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