A Contracorriente ©
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Sila
Ha pasado casi un mes desde que di a luz a mi pequeña Fátima y, ahora, es momento de que me reúna con ella. Las dos estuvimos en peligro, luchando por nuestra vida y venciendo a todos los pronósticos, viviendo un día a la vez y hoy, hoy es nuestro día.
Así, me voy acercando lentamente hacia el área de terapia intensiva donde mi hija yace con unos bebés más en ese lugar, esperando por la recuperación, por salir a vivir una vida tan bonita que Moríns y yo le tenemos preparada.
⎯El padre también llegó ⎯ me dice mi papá, quién viene empujando la silla.
Al llegar, veo através del espejo a Moríns cargando a mi hija, la tiene pegada a su pecho, envuelta en una preciosa cobija blanca y no puedo evitar sonreír. Momentos después mis hermanos se acercan y me sonríen, al igual que mis primos y tíos. Estoy tan feliz de verlos, y de saber que mi tía Ainhoa está mejor.
Mi padre me lleva hacia la entrada y después de abrir la puerta, entro a este lugar que conozco tan bien, al que tantas veces entré para consolar a los bebés, para cuidarlos y enseñarles a sus padres su evolución. Veo a mi madre, tan solo pasamos al área de los cuneros, y viene hacia mí para poder abrazarme.
⎯¡Mi hija hermosa! ⎯ me dice con lágrimas en los ojos.
Mi madre aún tiene esos morados en el rostro, pero se ve en verdad más recuperada y eso me alegra tanto. Ese día pensé que la perdía y solo el hecho de no volver a ver sus preciosos ojos de nuevo, escuchar su voz y sentir su abrazo calientito me hizo reaccionar así. No podía perder a mi madre, no a otra.
⎯Pasamos, la ceremonia se tiene que hacer rápido, no podemos estar todos aquí ⎯ me dice mi papá.
Con cuidado empuja la silla de ruedas y veo a Sabina sonriéndome junto con Cho a su lado. Sin ellos, no sé que hubiese sido de mi Fátima, por eso es que son sus padrinos y los que estará aquí para ella.
Me acercan al lado de Moríns y él de inmediato voltea a verme y sonríe. Veo a mi bebé, tan pequeñita, tan frágil pero a la vez tan fuerte, dormida sobre su pecho y no puedo contener las lágrimas. Morísn me ve a los ojos y asiente con la cabeza.
⎯¿Quieres cargarla? ⎯ me pregunta.
Asiento con la cabeza y estiro las manos para poder recibirla. Fátima se mueve levemente al sentir la separación del cuerpo de su padre, pero, luego, al sentir mis manos se tranquiliza un poco. Observo su cuerpecito, sus manos, pies, piernas y brazos y todo mi conocimiento médico se va de mi mente. Hoy soy madre, no quiero pensar en más, solo quiero que esté bien.
⎯Ven mi pequeña ⎯ murmuro y la pongo sobre mi pecho para que sienta el latido de mi corazón. Ella se posa sobre mi, siento mi piel, yo siento la suya y de inmediato toma mi dedo y lo aprieta con fuerza ⎯ Hola Fátima, soy mamá. Ya estamos juntas mi amor… ya estoy aquí. Ya no nos volveremos a separar.
Juro que veo a mi hija sonreír, juro que siento su felicidad, su cercanía. Las lágrimas corren por mis mejillas mientras ella no deja de apretarme fuerte, muy fuerte. Moríns me da un beso sobre la frente.
⎯Es nuestra ⎯ murmura ⎯ es nuestra bebé amor, tenemos una Moríns.
Volteo a verlo a los ojos y asiento con la cabeza ⎯ juntos ¿cierto? ⎯ le pregunto.
Él asiente ⎯ juntos, como siempre debió de ser.
⎯¿Listos? ⎯ pregunta el padre interrumpiéndonos. Moríns y yo decimos que sí ⎯¿y los padres del papá? ⎯ inquiere.
⎯Afuera, no pudieron entrar todos ⎯ justifica David y al voltear veo a Bety y al maestro Minos afuera, pegados al vidrio, junto con mis hermanos y primos.
⎯Bien, los padrinos, ¿listos?
⎯Listos ⎯ dice Cho y abraza a Sabina.
Moríns toma la pequeña mano de Fátima que abarca mi dedo y luego acaricia su frente. Empezamos a escuchar las palabras del sacerdote que habla en un tono bajo ya que no puede hacerlo de otra manera. Rezamos un poco y cuando termina, nos ve.
⎯¿Cómo se llama la niña? ⎯ pregunta.
Volteo a ver a Moríns y luego veo a mis padres ⎯ Fátima Luz Moríns Canarias.
Mi madre se muerde los labios para luego abrazar a mi padre, quién no ha parado de llorar. Supongo que ya no es tan Canarias como él cree.
⎯Fátima Luz yo te bautizo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo… ⎯ sentencia el padre mientras le pone un poco de agua bendita y le da la bendición.
Finalmente termina la ceremonia y se dirige hacia otro cunero donde otros padres le han pedido que rece por su bebé. Todos observan a la pequeña Fátima, que día con día se recupera mejor; mi hermana Alegra nos toma una foto.
⎯¿Fátima Luz? ⎯ pregunta mi mamá.
⎯Sí, lo decidimos hace unas horas, le quisimos poner así no solo porque esperamos que tengan mucha luz en su vida, si no porque queríamos darle honor a su abuela, Luz, la patea traseros de Con ⎯ pronuncio.
Mi madre se ríe, al igual que los demás ⎯ es un honor que mi nieta se llame así, te amo mi pequeña, te amo mi Sila.
⎯Yo más…
Mi padre se acerca a Fátima y le da un beso sobre la frente y luego uno a mí ⎯ nos vamos, los dejamos con su bebé ¿Estás bien Moríns?
⎯Sí ⎯ responde él ⎯ ya estoy con la mejor pediatra del planeta tierra ⎯ pronuncia.
Sabina, Cho y mi madre se despiden de nosotros y finalmente, después de todo, nos quedamos los dos con nuestra preciosa bebita. No podemos dejar de verla, de sentir su cuerpecito que ya ha cogido mas calor, de acariciar sus manitas.
⎯Tenemos tantos planes para ti, tenemos tanto que mostrarte mi Fátima… naciste en la mejor familia del planeta ⎯ le dice Moríns ⎯ jamás te dejarán sola, jamás.
Volteo a ver a Moríns y le sonrío ⎯ un día a la vez mi amor, un día a la vez.
Moríns asiente y luego me da un beso ⎯ pero juntos… ⎯ agrega.
⎯Juntos ⎯ respondo.
Nuestra pequeña Fátima fue dada de alta dos meses después…completamente sana.