A Contracorriente ©

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Sila 

Mas tarde – 

Enfrentar a Marie no era una de las cosas que quería hacer en este momento pero, para mi familia es importante por lo que he venido hacerlo, al igual que Moríns. Así ambos, junto con mis padres y mis tíos Ainhoa, Julie, Manuel y Robert, hemos venido terminar con esto para dejar todo atrás y continuar con nuestras vidas. 

⎯¿Todo bien? ⎯ me pregunta Moríns, mientras me toma de la mano. 

⎯Sí, solo me quedo un poco ansiosa por dejar a Fátima en la casa. Sé que Cho y Sabina la cuidan bien y mis hermanos igual pero, no es lo mismo. Pasé tanto tiempo separada de ella que ahora no quiero hacerlo por nada del mundo ⎯ confieso. 

Moríns me toma de la cintura y me da un beso sobre la frente ⎯ Tranquila, vamos a salir rápido de ésta ⎯ me promete. 

Todos seguimos caminando hasta llegar a una de las salas del juzgado cuando, de pronto, el abogado de Alexandre y Marie nos intercede ⎯Señor Canarias, ¿puedo hablar con usted? ⎯ le pregunta. 

Mi padre asiente con la cabeza y luego camina con él para alejarse de nosotros. Mi madre voltea a ver a mis tíos ⎯¿habrá pasado algo? ⎯ pregunta mi tía Ainhoa. 

⎯No lo sé, esperamos que no ⎯ la consuela mi Tío Manuel. 

Mi padre regresa y después de suspirar nos dice ⎯ Alexandre y Marie quieren hablar conmigo y con Sila.

⎯¿Conmigo? ⎯ pregunto, ⎯¿a solas? 

⎯No, con el abogado, primero entraremos con Alexander y luego con Marie, no se pueden ver, y no pueden estar juntos. Al parecer entre ellos terminó mal todo. 

⎯¿Deberíamos de sentirnos mal por eso? ⎯ contesta mi tía Ainhoa. 

⎯No, solo lo comenté ⎯ explica mi papá. A veces olvido que ellos dos son hermanos y que entre ellos la dinámica es diferente, ya que mi madre y mis tíos siempre se encargan de recordárselos a todos. 

⎯¿Entrarán juntos? ⎯ inquiere Moríns, ⎯no me gustaría que Sila entrara solo con ella. 

⎯Sí, quieren hablar con ambos, no dejaré sola a mi hija. ⎯ Le contesta. 

David le da un beso a mi madre sobre la frente y luego me da una mirada para que empecemos a caminar juntos. Yo me despido de Moríns y voy hacia mi padre para, después, entrar tras una puerta que nos lleva a pequeñas salas. El abogado nos hace una seña y nos invita a pasar a una sala donde se encuentra Marie sentada, con las esposa al frente, el rostro pálido y la mirada perdida.  

Ambos nos sentamos en frente de ellos y el abogado lo hace a su lado ⎯ Marie, David Canarias y la señorita Canarias están aquí ⎯ le habla, como si no nos hubiese visto. 

Marie levanta la mirada y me ve fijamente a mí, solo a mí, ignorando a mi padre ⎯ perdón ⎯ pronuncia en un tono frío ⎯ te pido perdón por lo que te hice. 

El abogado me ve a los ojos y luego esquiva la mirada hacia un lado ⎯ supongo que te lo pidieron para reducirte la sentencia, ¿o me equivoco? 

Marie deja de verme y luego asiente levemente, como si no quisiera que el abogado la viese. ⎯Ahí está, perdón. 

Asiento con la cabeza y me aseguro de que el abogado lo vea. No voy a creerme un perdón que no muestra ni una pizca de arrepentimiento. 

⎯¿Es todo? ⎯ pregunta el abogado. Marie asiente con la cabeza, y luego ve a mi padre. 

⎯Perdón ⎯ vuelve a decir. 

⎯Te perdono, por la memoria de tu padre ⎯ contesta. 

El abogado nos pone unas hojas enfrente que, al leerlas, dice que aceptamos las disculpas. Tomo la pluma y al tratar de firmar la mano de tiembla un poco, mi padre, con cariño la sostiene y espera a que deje de hacerlo, desde lo que pasó mi mano derecha tiembla un poco al tomar las cosas, pero no es nada grave.

Firmo con facilidad y luego dejo la pluma sobre la mesa para entregar el papel ⎯ ¿Es todo? ⎯ pregunto. 

⎯Sí, gracias. 

Así, me pongo de pie junto con mi padre y justo estamos por abrir la puerta cuando Marie habla ⎯ Te envidio, ¿sabes? ⎯volteo a verla y por primera vez veo una expresión diferente en su rostro que me hace tener mucha lástima ⎯ te envidio porque tu madre te defendió, y tu padre te salvó la vida, te envidio porque a pesar de que no eres suya, te aman como tal… a mi, mi madre, siendo sangre de su sangre no me amó como era, ni siquiera ha venido a verme. Alexandre me prometió que estaríamos juntos y ahora me siento tan sola. Te envidio, Sila, pero mi intensión jamás fue matarte. 

⎯No son tus intensiones las que importan, son los actos que hiciste Marie. Te deseo mucha paz, la necesitarás ⎯ finalizo, para después salir con mi papá de ahí. 

Mientras esperamos al abogado, mi padre me abraza y me da un beso sobre la frente ⎯ te amo, hija ⎯ me murmura. 

⎯Y yo a ti. 

Momentos después sale el abogado y nos hace pasar a otra sala donde vemos a Alexandre, con las manos cubriendo su rostro y como si estuviera hablando solo. Cuando mi padre se sienta frente a él, levanta la cara y lo mira a los ojos, su mirada es muy diferente a la de Marie. 

⎯No te pediré perdón ⎯ le dice. 

⎯Bien ⎯ habla mi papá y se pone de pie. 

⎯¡No he terminado! ⎯ exclama en voz alta, haciendo que el abogado le tome la mano para tranquilizarlo. 

⎯Habíamos quedado que si le pedías perdón tu sentencia… ⎯ le trata de explicar. 

⎯¡Mi sentencia no es nada comparado con todo lo que pasé por culpa de su padre! ⎯ grita ⎯y aún así, ganaste… ¡ganaste! 

Mi padre niega con la cabeza ⎯ no gané, simplemente jamás competí contigo, ni con nadie. Tú y yo somos iguales Alexandre, no tienes idea cuánto. 

⎯¿En qué lo somos?, en que llevamos el mismo apellido, ¿en eso?, te equivocas…claro que no somos iguales. Tu padre fue un asesino, tu padre fue un mal hombre, tu padre fue un canalla… mi padre no. 

⎯En eso también tienes razón ⎯ admite mi papá y luego me ve a mi y me guiñe un ojo discretamente. 

⎯¿Entonces?, ¿lo aceptas?, ¿eres igual de traidor que tu papá? ⎯ lo provoca. 

Mi papá suspira ⎯ no, no soy traidor, simplemente dices la verdad. Mi padre fue un hombre terrible, un pésimo padre, un asesino y un canalla, me alegra que esté muerto ⎯ admite. ⎯ Me alega que se esté pudriendo en el infierno. Ahora, David Canarias, mi otro padre, me enseñó que el perdón se pide y se da una vez y yo te lo doy. 

⎯¿Qué? ⎯ pregunta con los ojos abiertos ⎯¿de qué hablas? 

Mi papá sonríe levemente ⎯ te dije que tú y yo somos iguales porque, somos unos don nadie. Tú, acabaste aquí, en prisión, vengando una venganza que no te pertenecía y yo, porque en realidad no soy un Canarias; soy un don nadie. 

Alexandre lo ve a los ojos ⎯¿No eres un Canarias? 

⎯No ⎯ dice mi padre ⎯ no hay sangre Canarias corriendo por mi cuerpo, ni una gota. Mis hijos, ninguno tiene sangre Canarias, tu venganza es inútil, porque los Canarias murieron con él*.

⎯No te creo.

⎯Es la verdad…mi padre, fue un gran hombre que me acogió y me hizo quién soy. Me dio su apellido y me crió como suyo a pesar de todo lo que sufrió. Por eso te aseguro que mi padre es lo peor pero, David Canarias, es el mejor de los hombres. Por eso te digo que somos iguales, llevamos el mismo apellido pero ambos somos nadie, absolutamente nadie. 

Mi padre se pone de pie y yo lo hago con él ⎯eso es mentira, yo soy hijo de Gastón Canarias, nieto de Gastón Canarias… 

⎯Así es, lo eres… pero, ¿qué te dejaron?, ¿qué legado tienes? Yo no tendré su sangre pero tengo sus enseñanzas, tengo su ejemplo, a mi familia y mi carrera.. tu no tienes nada Alexandre y, cuando pudiste tenerlo todo, lo echaste por la borda… y es por eso, que no hubieses durado con la empresa ni un segundo. Tus padres estaban en la ruina y por eso se fueron dejándote atrás, porque sabían que no tenías remedio. 

⎯¡No! ⎯ grita. 

⎯Porque tu tratamiento era muy caro y no podían ya pagarlo. 

⎯¡No!, ¡tu padre los mató!

⎯No, mi padre, David, él fue a darles dinero para que no actuaran contra los Ruíz de Con, su familia y tus padres, ¿qué hicieron?, en lugar de invertirlo, quisieron huir a otro lugar, dejándote atrás, pero se accidentaron… y aquí estás… un don nadie. Como yo. 

⎯No, no, no… ⎯ repite Alexandre, poniéndose como loco.

⎯Salga de aquí señor David ⎯ pide el abogado. 

Mi padre toma la hoja y la firma ⎯ te deseo mucha paz ⎯ repite mi frase ⎯ hasta nunca, Alexandre Desplat ⎯ le habla, para luego salir de ahí junto conmigo. Luego, voltea a verme y suspira ⎯ nunca cargues tanto dolor como yo Sila, nunca, porque un día te pasa factura. 

Asiento con la cabeza ⎯Papá…

⎯Lo que escuchaste ahí dentro se queda entre los dos, para siempre, ¿me escuchas? Somos el legado de tu abuelo David, y así se quedará. 

⎯Sí, papá ⎯ respondo, para luego irnos de ahí. 

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