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IG: @anamarescritora 

Sila 

-Día de la boda- 

Me encuentro frente al espejo luciendo una preciosa falda blanca con bordado de flores y alebrijes y un precioso top blanco de manta que junto parece un vestido de novia. De mis orejas cuelgan unos preciosos aretes dorados, en forma de círculo y mi tía María Julia, se las ha ingeniado para hacerme un precioso peinado de corona de trenzas. 

⎯Todas las Caballero y Ruíz de Con nos casamos con el mismo peinado⎯ me dijo hoy temprano por la mañana⎯ y tú eres una de nosotras ⎯ me dice. 

No sé si sea el vestido, el peinado o algo pero, hoy me siento diferente. Siento felicidad, alegría, ansias de salir de esta habitación y casarme con mi Moríns, que sé, ya me está esperando en el altar. Veo por la ventana de la habitación que todos están ya preparados y solo falta que mi padre entre por la puerta para llevarme, tal como lo iba a hacer la primera vez. 

⎯¿Puedo pasar?⎯ escucho su voz, y al voltear, veo que entra con mi abuela Fátima del brazo. 

⎯¡Abuela!⎯ expreso feliz, ya que no le había visto llegar. 

⎯Mi hermosa niña de ojos color esmeralda⎯ me habla y toma mi rostro con sus hermosas manos⎯ ¡te ves preciosa!

⎯¿Crees? 

⎯Sí, porque te ves feliz⎯ agrega. 

Mi padre me da un beso sobre la frente y me abraza ⎯ es el conjunto más bonito que he visto en mi vida. 

⎯Es de una tienda local de Oaxaca, justo se encuentra en el mercado. Cuando iba a hacer las campañas a la ciudad, pasaba por ahí y veía ese conjunto y me decía “lo usaría para algo especial” y pues aquí está. No es un vestido Caballero pero, estoy seguro que mi abuela Mena estaría feliz. 

⎯Claro que sí⎯ agrega mi abuela. Ella se sienta sobre la cama y mi padre le pasa una caja de terciopelo negro y me la pone en las manos⎯ este es mi regalo para ti⎯ me murmura. 

Volteo a ver a mi padre y ella él asiente para que la tome y la abra. Lo hago con cuidado y al ver lo que hay dentro sonrío, es una medalla preciosa con una virgen con un bebé en brazos. 

⎯Era de mi madre, Alegra ⎯ dice mi padre.⎯ Es Santa Gianna Beretta Molla, la virgen de los pediatras y los niños por nacer. Cuando estabas en el hospital tu abuela le pidió que salvara a Fátima y cada vez que la veía le ponía la medalla sobre el pecho. Esta medalla tu abuela se la regaló a Alegra, y cuando estuvo embarazada de tu tía Ainhoa, le rezaba para que naciera sana y bien. 

⎯Te quiero regalar esta medalla a ti, para que siempre te proteja y proteja tu oficio y me gustaría que la lleves en tu cuello este día. 

⎯Claro que sí⎯ respondo de inmediato y tomo la medalla para ponérmela. 

⎯Te ayudo⎯se ofrece mi padre, y la toma para abrocharla a mi cuello. 

Siento el peso de la cadena sobre mi pecho y luego me la acomodo, voy al espejo y sonrío ⎯ muchas gracias abuela, es preciosa. 

⎯Espero la uses… esa medalla ha pasado tantas cosas, y la persona que la llevó puesta tenía el corazón más grande y puro que he conocido… espero te proteja. ⎯Mi abuela se pone de pie con ayuda de mi padre y luego va hacia mí para darme un abrazo⎯ te quiero Sila. Tu abuelo estaría muy feliz de estar aquí.

⎯Está aquí… lo sé⎯ le digo. 

Mi padre sale con mi abuela y me quedo sola por unos minutos, luego él regresa y vuelve a entrar. Mi padre se ve tan joven y tan guapo en ese traje negro con camisa blanca que decidió ponerse hoy, su cabello largo está perfectamente peinado con una cola de caballo y su barba está bien arreglada. Él me ve y sonríe. 

⎯¿Lista? ⎯me pregunta. Asiento con la cabeza y tomo su mano. 

Mi padre sonríe ⎯ te digo nada que nadie sabe⎯ me dice y yo digo que si⎯ el día que fui por ti a San Gabriel, cuando te recogí de la casa de Yepé, tuvimos un momento a solas en esa camioneta que habíamos retando tu madre y yo para viajar por México. Te llevaba con miedo, lleno de inseguridades, me daba terror que algo pasara y terminara mal. Tú llorabas y mucho, llorabas con todas tus fuerzas porque seguro te sentías mal y yo… ⎯ se le quiebra la voz⎯ me desesperé. En todos mis años como pediatra jamás me había desesperado al escuchar un llanto pero contigo, me caló tan dentro que me quebré. Paré el auto en esa carretera tan oscura y te tomé entre mis brazos y recuerdo perfectamente que comencé a acariciar tu pecho. Te pedía que dejaras de llorar que pronto estarías bien pero no parabas, simplemente, llorabas y llorabas a todo pulmón; hasta que lo entendí. 

⎯¿Entendiste qué?⎯ pregunto atenta. 

⎯Que tenías el corazón roto⎯ pronuncia y puedo ver que en sus ojos las lágrimas comienzan a notarse⎯ lo tenías roto, como yo cuando había nacido. Así que te tomé entre mis manos, te recargue sobre mi pecho y acaricie tu espalda con ternura y te murmuré al oído “me encargaré que todas estas lágrimas que derramo de tristeza, se conviertan en risas de felicidad”⎯ recita, y sin poderlo evitar, sonrío. 

⎯Y lo has logrado… 

⎯No, Moríns lo logró. La primera vez que te escuché reír con él supe que él te había curado, en cierta manera y ahora que te entrego a él, lo hago con toda la seguridad del mundo de que tu corazón, jamás estará roto… ⎯Con lágrimas en los ojos abrazo a mi padre y, ahora entiendo, todo lo que me dijo en los días anteriores. Su forma de aconsejarme y siempre comprenderme, una que iba más allá de la sangre. Me alejó de él y me seco las lágrimas sin arruinar mi maquillaje⎯ cabe destacar que esto te lo iba a decir antes de que tú le rompieras el corazón a Moríns. 

⎯¡Ay papá!, no me recuerdes eso⎯ le pido, tratando de no llorar. 

⎯Cuando le rompes el corazón a alguien, siempre tenlo presente. Porque si lo haces una vez fue por un descuido pero si lo haces dos veces, es por alguna razón⎯ recita. Él se seca las lágrimas y luego me toma la mano⎯¿lista? 

⎯Lista⎯ respondo y tomo el ramo de flores que está sobre la cajonera. Mi padre abre la puerta y ambos caminamos por la sala de mi casa para dirigirnos al jardín, veo que todos están de pie, listos para recibirnos. Entonces le doy una última mirada y le pregunto ⎯Pa, ¿sirvió? 

⎯¿Qué sirvió? 

⎯Lo que me dijiste, ¿sirvió para que parara de llorar? ⎯ inquiero. 

Mi padre asiente ⎯ como todo un hechizo, aunque también creo que estabas muy cansada… aún así, dormiste todo el resto del camino y parte de la noche, hasta que te puse en brazos de tu madre. 

⎯Yo digo que fueron las palabras ⎯ recito. 

Entonces juntos, damos un paso hacia delante para salir por la puerta, directo a ese precioso jardín decorado con antorchas flores, donde en el altar, me espera un Moríns nervioso que se ríe tan solo verme caminar hacia él. Sujeto fuerte el brazo de mi padre para después unirme al de mi madre, que con lágrimas en los ojos se aferra a mí, por última vez, como su pequeña Sila, esa niña que ambos salvaron de morir dos veces. 

Antes de cerrar la carpeta de investigación sobre mi origen, me enteré de otras cosas sobre mi familia biológica en San Gabriel. Me enteré que mi tatarabuela había llegado sola, con sus hijos a ese lugar. Que mi bisabuela había criado a sus hijos sola, ya que su marido había muerto en un accidente de campo dejándola sin otra opción. Que mi abuela había tenido a mi madre sola, para después dejarla así e irse para Estados Unidos de ilegal, muriendo aparentemente en el desierto, porque jamás se volvió a saber de ella. Y luego, estuvo mi madre, que me tuvo en su vientre por meses y que estaba decidida a criame sola, como siempre lo hacían. 

Sin embargo, sea destino o casualidad, mi madre no pudo hacerlo y la vida me dio dos personas que rompieron mi patrón. La vida, fue tan buena conmigo que por primera vez en generaciones, me dio un padre, el mejor de todos, ese que me lleva del brazo para entregarme al hombre de mi vida. Asimismo me dio una madre, que me crió como si ella me hubiese llevado en el vientre y que me ama más que a nada en el mundo. La vida, también me dio una hija y ahora, me da un esposo al que juro amaré con locura hasta el último día de mi existencia. 

También, siempre seguiré recordando que, aunque no llevo la sangre Canarias o Ruíz de con, llevo en mí el amor y cuidados de dos personas que, con valentía, me tomaron entre sus brazos y me criaron como suya…y eso, pesa más que todos los apellidos del mundo. De verdad que tienes suerte…. Sila, pienso, mientras Moríns toma la mano, de verdad que tienes mucha suerte.

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