A Contracorriente ©
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Sila
Nuestra vida ha cambiado bastante en estos dos años, todos hemos cambiado. La familia sigue igual de unida pero con distintos proyectos que nos mantienen en nuestros respectivos caminos, pero que nos dan la pauta para sentarnos por las noches y convivir como siempre lo hemos hecho.
En mi pequeña Familia, Fátima, Moríns y yo, las cosas van de maravilla. Aún seguimos viviendo con mis padres pero, dentro de unos meses nos cambiaremos a nuestra propia casa, una más pequeña y cerca de las de nuestra familia. Incluso Cho y Sabina serán nuestros vecinos, ya que decidieron vender el piso y comprar una por igual; el piso no les alcanzará con lo que se viene.
Mis hermanas se encuentran en Nueva York estudiando, y casi todas las noches platico con ellas sobre todo lo que hacen y como viven. Ambas están felices, haciendo sus proyectos y disfrutando de esa vida que solo la ciudad les da. El año pasado viajamos todos para allá para festejar Navidad con ellas y Fátima, no solo vio a sus tías si no su primera nevada, momento que se fotografió con cada cámara que tuvimos a la mano; mi padre le tomó como 100 fotos.
Mi hermano, sigue de jefe proyectos en la fundación y está disfrutando de su soltería al máximo, mientras que Moríns y yo, entre que aprendemos a ser padres de Fátima y llevamos nuestras propias carreras, nos hemos unido cada vez más. Él ya van en su segundo año en la escuela de leyes, y es un renombrado y querido presidente de la fundación. Yo, soy encargada del área de terapia intensiva en el hospital, mi padre sigue de director de pediatría, pero a veces me gusta bajar a atender pacientes a emergencias, supongo que la adrenalina del lugar es adictiva.
Mis padres, después de su viaje de casi un año por América Latina, regresaron más enamorados y renovados que nunca; incluso creo que regresaron más jóvenes. Ambos empezaron a desarrollar más proyectos junto con Alegría y Zimmer, que prácticamente se vendrán a vivir a Madrid, y también son excelentes abuelos de Fátima. Si verlos de padres y tíos me enternecía, de abuelos, es lo mejor del mundo, y juro que mi niña es increíblemente afortunada.
Sé que tal vez la gente me critique porque mis padres me ayudan a criar a mi hija pero, si a ellos no les importa, a mi tampoco. Creo que separar a Fátima de mi padre en este momento sería romperle el corazón, y quién soy yo para hacerlo.
Todo ha cambiado, sin embargo, lo único que se mantiene estable son el amor, la confianza y la unión familiar, y eso, hace que todo fluya normal, sin problemas y simplemente manteniéndonos unidos.
[…]
*Continuación del capítulo 124*
⎯¿Qué demonios es lo que estás diciendo?⎯ le pregunto a David, mientras mi cuerpo aún no se recupera de lo que escuchó.
⎯¡Dios, Sila!, ¿en serio me lo harás repetir? ⎯ me pregunta mi hermano en un tono de desesperación⎯ lo que escuchaste es lo que es… ¿puedes venir?, estoy solo y los bebés están llorando desesperados y son dos, ¡DOS!, Fátima es una pero ellos son dos.
⎯Vale, vale… iré… ¿no hay nadie más que vaya contigo?, ¿Cho?, ¿Sabi?, ¿no está Jo?, ella sabe qué hacer cuando…
⎯Estoy solo, todos salieron, solo ven… porfa.
David termina la llamada y yo me quedo completamente paralizada en medio del corredor. La mirada de Cindy se empata con la mía y al ver mi reacción se acerca⎯¿todo bien?, ¿de nuevo te duele la mano?⎯ inquiere.
⎯No, no… estoy bien, ¿está el doctor Cortés? ⎯ inquiero.
⎯Sí, creo que está en la sala de descanso.
⎯¿Podrías pedirle que atienda mis últimos pacientes?, me llamó mi hermano y es una emergencia.⎯ Le pido.
⎯¿Emergencia?, ¿está bien David?, ¿quieres que llame al doctor Canarias?
⎯No, no…
⎯¿Quieres que llame a Daniel?⎯ me pregunta y yo esbozo una leve sonrisa.
⎯No, ¿por qué llamarías a Daniel?
Cindy se sonroja⎯ nada más me gusta verlo… es guapo.
La abrazo⎯ nos vemos, tengo que ir a mi casa. No se te olvide llamar al doctor Cortés⎯ le pido, y voy hacia mi oficina para tomar mis cosas y salir de ahí.
[…]
Al abrir la puerta de mi casa, de inmediato, mi hermano David sale de mi habitación y va hacia mí. Trae un rostro de preocupación y susto que me hace reír levemente.
⎯No es gracioso. Siempre temí que esto pasaría⎯ me asegura.
⎯¿De verdad este es uno de tus temores?⎯ inquiero.
⎯Algo así… ⎯ me toma de las manos⎯ Sila, no estoy listo para ser padre. Apenas estoy en la flor de la vida, ninguna persona es apta para ser padre en los veintes⎯alzo una ceja, ya que yo tuve a Fátima hace dos años⎯ bueno, hay excepciones pero yo, yo no estoy listo.
Escucho al fondo como los bebés vuelven a llorar y camino hacia mi habitación ⎯¿Cómo sabes que son tuyos?
⎯¿Crees que sean de Moríns?⎯ inquiere.
⎯David…
⎯Bueno, pues, es que es lo más lógico. Excepto que papá haya tenido un resbalón por ahí y ahora sean nuestros hermanitos⎯ bromea.
⎯Mejor guarda silencio, hermano⎯ le pido.
⎯Lo siento, estoy muy nervioso⎯ se disculpa.
Ambos vamos hacia mi habitación y veo que David ha recostado a dos bebes recién nacidos sobre la cuna de Fátima. Al acercarme, los veo llorando con una fuerza que me hace recordar a mi propia hija cuando la trajimos por primera vez a casa.
⎯Hola mis corazones⎯ les hablo con cariño⎯ y tomo al primero que enseguida se aferra a mí. Lo llevo hacia la cama y lo recuesto para comenzar a revisarlo⎯ tendrán unos tres días de nacidos. No han sido descuidados porque están limpios y al parecer no hay marcas de ningún tipo, ¿puedes traerme al otro bebé?⎯ le pido a David.
Mi hermano, como todo un experto cargando bebés, toma al otro y lo recuesta junto con el otro bebé, que se ha quedado en silencio al sentir que está cerca de su hermano. Al observarlo, es evidente que el niño tiene Trisomia 21.
⎯¿Te fijaste en las cámaras quién los dejó?⎯ pregunto preocupada.
⎯Sí, fue lo primero. Pero solo fue un taxi, el chofer se bajó completamente cubierto del cuerpo y los dejó en la puerta para luego tocar el timbre e irse⎯ explica David.
⎯Los bebés están bien, solo tienen hambre. Ve a casa de la tía Julie y trae de la fórmula que tiene ahí, yo se la repongo a Sabina luego.
⎯Vale…
Mi hermano, sale casi corriendo de la habitación, como si quisiese huir de ahí. Me acerco al bebé con Trisomia 21 y acarició su mejilla y le sonrío⎯ eres un bebecito especial, ¿eh?⎯ le pregunto y él simplemente se queda quieto. Volteo a ver al otro bebé, que no deja de llorar desconsoladamente y lo tomo entre mis brazos⎯ ya, ya… en unos momentos David traerá la fórmula y llenaremos tu pancita y te quedarás dormido⎯ le comento.
Vuelvo a dejar al bebé sobre la cama y luego me dirijo a los porta bebés donde, al lado, tienen una mochila de color negro que parece ser la pañalera. Al abrirla, veo que tiene un sobre blanco sin remitente ni destinatario. Al abrirlo y sacar la carta la comienzo a leer.
No me juzgues por lo que hice, porque todo tiene una razón. Ellos son el resultado del más grande amor que he recibido en toda mi vida pero, mi posición, no me permite que se queden conmigo.
Escuché la plática con tu esposo en el hospital y al saber quién eres, creo que los bebés están mejor cuidados contigo, que enviados a una casa de cuna donde probablemente los separen, sobre todo al bebé que nació con Síndrome de Down.
Sé que posiblemente sepas quién soy, porque lo averiguarás y un nombre se asomará pero, te pido, no, te ruego, que no me busques, no trates de regresarlos, porque son tuyos, solo tuyos. Te prometo que no sabrás una palabra de mí por el resto de mi vida.
Te pido, no los separes, ámalos y cuídalos como tuyos. Haz lo que yo no pude hacer.
Con amor…
X
P.d Uno de los niños se llama Luciano, tal como te dijo tu esposo y el otro le puse Manolo (me gusta decirle Lolo), si se los quieres cambiar, adelante… son tuyos.
⎯¿Míos? ⎯ me pregunto, mientras bajo la hoja y veo a los bebés que, ahora, han empezado a llorar a la par.
Voy hacia ellos y viéndolos ahí recostados, con las bocas abiertas y llorando sin consuelo, no puedo dejar de preguntarme, ¿cómo es que ellos llegaron a mí?, y ¿quién ha sido la mujer que ha hecho uno de mis más grandes deseos realidad?… ¿Qué pasará con ellos?