A Contracorriente ©
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Sila
Mi hermano regresa de la casa de mi tía María Julia, cargando dos pañales y la fórmula que le pedí. Debo confesar que me muero de ternura al ver como entra con ese rostro de preocupación y haciéndose responsable sobre el asunto.
⎯También les traje pañales⎯ me dice.
⎯Gracias, David, pero son muy grandes, Lolo y Luciano son recién nacidos.
⎯¿Lolo y Luciano?, ¿ya les pusiste nombre? ⎯ inquiere nervioso⎯, al menos pudiste haberme preguntado, ¿no?, yo más bien me iría por un nombre exótico ⎯ comenta, para luego suspirar ⎯¿crees que papá me mate?.
Volteo a verlo para luego darle un ligero zape sobre la cabeza.⎯Quién sabe que culpas andas cargando David, pero no, estos bebés no son tuyos⎯ le aclaro.
⎯¿No?⎯ me contesta sorprendido, abriendo los ojos de par en par ⎯¿estás segura?
⎯Sí lo estoy.
⎯¡Perfecto!⎯ dice aliviado, para luego dejar la fórmula sobre la cajonera que hay en la habitación ⎯ porque tengo un viaje a la Rivera Maya que no quería cancelar.⎯ Confieso. Yo niego con la cabeza mientras me acerco a uno de los niños y trato de tranquilizarlo⎯y, si no son míos, ¿de quién son?
⎯Pues…
⎯De Moríns… ¿son de Moríns?⎯ me interrumpe.
⎯No son…
⎯¿Algo que compartir con la clase? ⎯ escucho la voz de mi marido, interrumpiéndome. Volteo a la puerta y lo veo completamente sorprendido, incluso a tirado la mochila llena de libros sobre el suelo.
⎯¡Uy Moríns!, sabía que ibas a meter la pata con esa tutora privada que tienes… pero dos ¡tío!, ¡dos!, ¡qué semental!
Moríns le cubre la boca con la mano⎯ guarda silencio, que entre los bebés llorando y tú diciendo estupideces ya estoy mareado.
⎯Los bebés no son tampoco de Moríns⎯ aclaro⎯ al parecer nacieron en el hospital y los abandonaron en frente de la puerta de la casa, encontré en el fondo una carta de la madre donde lo confiesa.
Moríns toma la carta entre sus manos para comenzarla a leer. David toma la fórmula y me ve a los ojos ⎯¿cómo se la preparaba a Fátima de recién nacida?⎯ inquiere, haciéndome sonreír.
⎯Sí, solo que una onza menos⎯ le pido, y él toma las mamilas de la bolsa y luego se aleja, dejándonos solos a Moríns y a mí.
⎯¿Si se los quieres cambiar, adelante son tuyos?⎯ me pregunta él, mientras baja la carta y me ve a los ojos⎯¿qué es esto Sila?, y, ¿por qué uno de los bebés se llama justo como nosotros planeábamos ponerle a uno?.
Niego con la cabeza ⎯ no lo sé, no tengo idea⎯ respondo.
Los bebés vuelven a llorar desconsoladamente, así que Moríns deja la carta sobre la mochila y luego va hacia el bebé que está recostado sobre la cama. Observo como lo toma con mucho cariño, lo carga entre sus brazos como todo un experto y me hace recordar cuando Fátima estaba recién nacida.
⎯Ya, ya… ahorita David te traerá rica lechita⎯ le consuela. Él le acaricia el rostro y luego el cabello⎯ ¿crees que lo abandonaron por su condición? ⎯ me pregunta.
Me acerco con el hermano entre mis brazos y veo de nuevo al bebé con Síndrome de Down⎯ no lo sé, su madre en la carta menciona otras razones pero, si lo abandonó por esto… no sé qué pensar de ella.
Ambos comenzamos a arrullar a los bebés hasta que poco a poco se van tranquilizando. Uno de ellos levemente abre los ojitos y los veo de un café profundo, como los de mi Moríns, incluso juro que tienen sus pestañas.
⎯Pobrecitos, abandonarlos tan pequeñitos a su suerte… yo no sé si me atrevería a dejar a mi Fátima en una puerta de unos desconocidos. Lo bueno es que la fundación apoya a una casa de cuna en Madrid y sé que ahí estarán seguros.
⎯¿Cómo?⎯ pregunto, quitando mi vista del bebé y viendo a Moríns⎯¿casa de cuna?
⎯Sí, así es, no piensas que nos lo vamos a quedar, ¿o sí?⎯ inquiere. Me quedo en silencio pero, al parecer, mi mirada lo dice todo. Moríns comienza a negar con la cabeza ⎯ Sila, no… pero claro que no.
⎯¿Por qué no?, ella dice que está haciendo nuestro deseo realidad y además, no los dejó en casa de desconocidos si no en una enorme familia que los va a amar. Son tan pequeñitos mi Moríns, míralos.
⎯¿Estás loca?⎯ me pregunta bastante serio, y luego comienza a mecer al bebé para que no vuelva a llorar; David se está tardando con los biberones⎯estos bebés fueron abandonados, si la madre cambia de opinión nos pueden acusar de robo o algo peor, secuestro. No podemos solo quedárnoslos y hacerlos pasar por nuestros, amor. Es una locura.
Escucho las palabras de Moríns y sé que tiene razón, mucha razón, pero, él y yo hemos pasado tanto tiempo pensando en tener otro bebé, en agrandar nuestra familia, que solo el hecho de saber que estos niños han llegado a nuestra vida me emociona por completo, ya que está 100% confirmado que yo no volveré a gestar un bebé de nuevo, y que la única forma de agrandar la familia es con un vientre de alquiler o adoptando.
Volteo a verlo y sonrío⎯ Lolo⎯ murmuró y veo al bebé que trae Moríns ⎯ Luciano, así los llamaremos.
⎯Sil… es en serio⎯ me pide⎯ no podemos, no es correcto. Sé lo que te está pasando por la mente mi amor, pero… no debe ser así.
Me pongo triste, pero sé que dice la verdad. David entra a la habitación con los dos biberones y aún con ese rostro de sorpresa que trae desde antes de que llegara Moríns⎯ lo siento, tuve que lavar los biberones y todo eso que hay que hacer… ya están⎯ se disculpa, para dárnoslos y luego salir.
Ambos tomamos los biberones y con cuidado los ponemos sobre sus boquitas para que ellos empiezan a succionar. Lo hacen de inmediato como si no hubiesen comido y en seguida uno estira la mano y coge mi dedo con ella.
⎯Esperemos que ellos no tengan el corazón roto⎯ murmuro.
Moríns se acerca a mí y me da un beso sobre la frente, luego ve a Luciano y suspira⎯ te tengo una propuesta⎯ habla⎯ ¿qué te parece si esperamos a tus papás para ver qué piensan al respecto?, que los bebés duerman esta noche aquí y mañana los llevamos a la casa de cuna, ¿te parece?
Veo a Lolo y sonrío.⎯ Está bien, acepto tu propuesta.
⎯Bien. Creo que llevarlas hoy a la casa de cuna será muy impactante para los bebés. Mejor que duerman tranquilos y calientitos, bajo un techo seguro. Además así le podemos dar tiempo a la madre de arrepentirse de haberlos dejado.
⎯¿Crees que se arrepienta?⎯ pregunto seria⎯ la mayoría de las madres que abandonan a sus hijos, no lo hacen. Me dolería ver que estos angelitos crecieran en una casa de cuna para luego pasar a un orfanato.
Moríns termina de darle el biberón al bebé, y luego lo recarga sobre su hombro para comenzar a sacarle el aire. Le da pequeñas palmadas sobre la espalda mientras él bebé se mueve acomodándose sobre él. Mi esposo se encuentra concentrado, en ese papel de padre que desde hace dos años adoptó y, cuando voltea a verme sonríe.
⎯¿Qué?⎯ inquiere.
⎯Nada, hace tiempo que no nos veía en esta situación⎯ le confieso.
⎯Sila, por hoy hagamos nuestro trato, ya mañana nos preocuparemos por otras cosas. Por ahora, Luciano y Lolo nos tienen, haremos su estadía cómoda y tomaremos la mejor decisión para ellos, ¿si amor?
Ya no digo nada. Simplemente me quedo en silencio y volteo a ver al bebé que está ya profundamente dormido entre mis brazos. ¿Qué mujer tiene el corazón tan duro para abandonar a sus bebés así?, pienso, y volteo a ver a Luciano y su condición, *lo que me da miedo es que, si van a la casa de cuna y los adoptan seguro los separarán y no creo que Luciano tenga la misma suerte que su hermanito. Si tan solo pudiera hacer algo, si tan solo pudiesen quedarse con nosotros hasta saber la verdad. Espero que esto no se quede solo en un sueño, si no que se vuelva una realidad.