A Contracorriente ©
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Morins
Debo admitir que pasamos una noche bastante entretenida entre los gemelos y Fátima, ya que ella cada vez que los bebés lloraban se despertaba y nos pedía que fuéramos a verlos. Después, cuando todo se tranquilizaba ella volvía a caer dormida entre nosotros, para luego, volver a despertar para avisarnos de que era momento de ver a los “nenes”, como ella le ha puesto.
A pesar de que fue lindo cargarlos, consolarlos, darles fórmula y ver a Fátima feliz por estar con ellos. El acuerdo seguía en pie por lo que, a la mañana siguiente, nos despertamos desvelados y cansados pero aún así nos preparamos para ir a la casa de cuna, donde dejaríamos a Lolo y a Luciano al cuidado del personal.
Sin embargo, lo que no me esperé fue que, alejar a Fátima de los “nenes”, fue en realidad todo un drama, uno que jamás le había conocido, al grado que tuvieron que intervenir no solo su abuelo, si no su tío David que decidió llevársela al jardín para que nosotros los pudiésemos sacar.
Evidentemente, al subir a la camioneta, Sila y yo íbamos con el corazón pequeñito, recordando el llanto de nuestra hija que, al parecer, se había encariñado con los bebés mas rápido de lo que creí y lo que me hizo sentir como un padre muy malo, por hacerla llorar.
⎯ No pienses en eso⎯ me consuela Sila, mientras vamos en la camioneta con los dos bebés en sus porta bebés,⎯ Fátima posiblemente lo olvidará, y jugará de nuevo con sus tíos y cuando regreses te recibirá con una sonrisa.
⎯ No lo sé…esperaba todo menos eso… ahora, me siento terrible⎯ confieso, para luego ver a los bebés que por fortuna vienen dormidos.
Sila voltea a ver hacia la ventana del auto y suspira⎯ tan solo dejemos a Lolo y a Luciano, en el hospital averiguaré todo lo que pueda, no puedo quedarme de brazos cruzados pensando en ellos y sus razones para dejarlos.
Asiento con la cabeza, y tomo su mano con ternura haciéndola voltear⎯ te prometo que les daré seguimiento, ¿si?
⎯ Lo sé⎯ murmura, para volver a regresar a ver la ciudad.
Momentos después, llegamos a la casa de cuna y en cuanto la camioneta se para nos quedamos viendo mutuamente. Es el momento, y de pronto la decisión que ayer se veía como la más segura ahora parte la más descabellada.
Sila acaricia la frente de ambos y veo como los ojos se le llenan de lágrimas⎯ adiós pequeñitos, les prometemos que estaremos al pendiente de ustedes, ¿vale? ⎯ les murmura, par luego secarse las lágrimas.
⎯ ¡Ay Sila!⎯ murmuro, ya que verla llorar me hace llorar a mi también.
⎯ Es que no entiendo porqué no pueden pasar tiempo en nuestra casa, la carta decía que eran nuestros, y que podíamos criarlos y ahora por miedo a que sea una trampa los dejaremos a su suerte aquí.
⎯Sila…
⎯ ¿Sabes las posibilidades de que adopten a Luciano con su condición?, son bajísimas, podrían incluso separarlos. Hay personas que no están dispuestas a tener en casa un bebé con su condición, sobre todo porque no sabemos que tanto le impide aprender… yo no sé si podría vivir en paz.
⎯ y, ¿crees que yo podré vivir en paz?⎯ le pregunto en voz dura⎯ ¿crees que hacer esto es algo que a mi me agrada?, solo de pensar que voy a dejar a estos dos bebés aquí me parte el corazón.
⎯ Entonces, no hay que hacerlo Moríns…por alguna razón llegaron a nosotros, ¿qué no?, por alguna razón Luciano tiene ese nombre… es el destino.
⎯¿Crees que lo sea?⎯ le pregunto y ella asiente con la cabeza. Me quedó en silencio y suspiro⎯amor, no es que no quiera a los bebés, lo que sucede es que… me da miedo que nos los quiten.
Sila, abre sus hermosos ojos verdes y brillantes y me pregunta⎯ ¿cómo?
⎯ Qué tal sí nos los quedamos pero, en el proceso de adopción llega la madre y nos los quita. Ya todos estaremos encariñados con ellos, serían nuestros hijos y Fátima sería su hermana… me da miedo que nos rompan el corazón, que no podamos luchar para que se queden, que los perdamos… ¿qué tal si los perdemos? Eso no lo podría soportar.
⎯ Y que tal si no…⎯ me comenta⎯ que tal si nunca aparece y los bebés crecen felices a nuestro lado, Moríns. Que tal si, ella no los quiere y sabe que cuidamos de ellos. También piénsalo, dale una pequeña oportunidad a ese pensamiento, sólo hazlo⎯ me pide.
Me quedo viendo a la puerta de la casa de cuna para luego abrir la de la camioneta.⎯¿Irás conmigo?⎯ le pregunto.
⎯No⎯ me dice Sila para luego acariciar el cabello de los bebés.
⎯Vale..
Con ayuda del chofer, quito los porta bebés y los tomo uno en cada mano para después cerrar la puerta. Puedo sentir el ligero frío que hay en el clima, y como es que ellos se van despertando poco a poco al saber que ya no están bajo techo. Lolo comienza a llorar.
⎯ No, no llores⎯ le pido, porque yo también siento como el corazón se me hace pequeñito.
De pronto me siento culpable, como si fuera la decisión de Sila y mía de abandonarlos, cuando en realidad nosotros no tenemos nada que ver, solo estamos pensando lo que es mejor para ellos.
⎯ No llores, Lolo, no llores⎯ le pido, ya que el bebé sigue llorando desconsolado como si supiera lo que va a pasar; sin embargo, todo empeora cuando le contagia el llanto a Luciano.
Aún así, llegó en frente de la reja de la casa de cuna y me quedo viendo hacia dentro. Veo los patios con los juegos, veo los dormitorios y comienzo a recordar los datos que me dieron cuando fueron a pedir ayuda a la fundación.
⎯Es la mejor decisión⎯ murmuro, pero, no sé si se los estoy diciendo a ellos o me estoy convenciendo.
De pronto, siento que alguien me toma la mano y al voltear, veo a Sila llorando⎯ me arrepentí, no estoy de acuerdo con tu decisión⎯ me confiesa⎯ por favor Moríns, tengo una corazonada sobre esto… te lo pido.
Veo a los bebés que siguen llorando desesperados y sin decir ni una palabra asiento con la cabeza, para luego regresar hacia la camioneta y volver a subirlos.
⎯Dijimos que tomaríamos la decisión correcta y esta es la decisión correcta, lo sé… ⎯ me habla Sila.
Y no sé por qué siento que es verdad… la decisión correcta es quedarnos con ellos.