A Contracorriente ©
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Moríns
-Después de ir al orfanato-
Traté de hacerlo pero, no pude, no pude dejar a los dos bebés en la puerta de ese orfanato y marcharme de ahí como si nada hubiese pasado. Era demasiado para mí. Sé que he cambiado y me he vuelto más maduro y pensante pero, no soy cruel, no tengo las agallas para abandonar a un bebé, aunque no sea mío.
Después de regresar a la camioneta, llevé a Sila y a los bebés a la casa y los dejé ahí. Mi suegra, al vernos regresar con los bebés en los brazos no dijo nada pero, en sus ojos se notó lo feliz que estaba y que habíamos hecho lo correcto.
Fátima, fue la mas feliz, supongo que estar en contacto con sus primos le hace pensar que todos los “nenes” que llegan a la casa son parte de la familia. Tal vez, esos nenes si lleguen a hacerlo.
Así regresé a la oficina sintiéndome mejor conmigo mismo pero, un poco preocupado, los bebés ahora estaban con nosotros pero, ¿por cuánto tiempo?, ¿ un día, dos?, ¿qué pasa si todo esto simplemente es una decisión tomada en un momento de dolor y después, los quieren de vuelta.
⎯¿Es verdad lo que dicen en el grupo de la familia?⎯ me interrumpe la voz de David, quien se aparece frente a mi oficina vestido con un traje perfectamente hecho a la medida.
⎯Depende de lo que dicen⎯ comento, aunque al ver mi celular veo que tengo 40 notificaciones del grupo donde estamos todos agregados.
David se acerca a mí y se sienta en una de las sillas frente a mi escritorio y me ve⎯ creo que estás tomando la decisión correcta.
Esbozo una media sonrisa⎯ Tú, ¿de todos tú?, el que se quería morirse porque tendría que cancelar su viaje a la Rivera Maya porque pensó que era padre.
⎯Créeme, si hubiesen sido míos hubiera tomado responsabilidad de inmediato. Soy fiestero pero no un mal hombre. Sin embargo, ¿quién quiere ser padre a los veintiuno? ⎯ me pegunta, para luego reírse.
⎯Aún así, ¿por qué crees que estoy tomando la decisión correcta?, ¿sabes algo que no sepa?⎯ inquiero preocupado.
⎯No, pero, creo que si llegaron a ti fue por una razón. Abandonar a un hijo no es una decisión que se toma al azar, es más bien una mezcla entre desesperación y oportunidad. La madre de esos niños sabe lo que hace y los dejó en la casa correcta, lo que quiere decir que posiblemente estuvo espiándolos a ti y a Sila antes de llevarlos.
⎯¿Espiándonos?⎯ pregunto preocupado.
⎯Tranquilo hombre, es una forma de decirlo. El punto aquí es que no los dejó ni en casa de Manu, ni en casa de Julie, los dejó ahí… y sabía que ahí estaban ustedes dos. Así que, esos bebés no están contigo por casualidad si no por un acto bien medido y premeditado.
⎯¡Guau!, a veces me sorprendes con tanta sabiduría… ⎯ contesto y David sonríe.
⎯Sé que estas haciendo un tono de sarcasmo pero, soy lo suficientemente guapo para que no me importe y lo suficientemente inteligente para saber que me crees poco brillante y, no lo soy⎯ responde con seguridad, haciéndome reír.
⎯No eres tonto, en realidad, eres bastante brillante para tu corta edad… por eso es que trabajas en este lugar…
⎯¡Ah vaya!, Moríns me considera clave en su equipo… ya no es porque soy parte de la familia⎯ se burla, para después ambos reírnos.
Por un momento ambos nos quedamos en silencio, escuchando como suenan los teléfonos en las oficinas aledañas, y las voces del personal que va y viene por por pasillos.
⎯Todo es tan raro, David⎯ hablo al fin⎯ es demasiada coincidencia todo. Sila y yo buscamos ser padres de nuevo y de pronto dos bebés aparecen en la puerta de nuestra casa y ¿son nuestros?
⎯Y, ¿por qué te dan miedo las coincidencias?⎯ inquiere ⎯¿desde cuándo Moríns le tiene miedo a eso?, cuando tú solo defendías que las coincidencias eran lo mejor que te había pasado en la vida…
⎯Después de lo de Marie y Alexandre… las coincidencias no son mis amigas… sobre todo porque casi pierdo a Sila y a mi hija.
⎯¿Entonces?, ¿toda la vida tendrás miedo a las coincidencias?⎯ me regaña.
Niego con la cabeza⎯ no pero…
⎯Entonces, ya tienes lo que deseabas, ahora sé feliz… tienes dos bebés que llegaron a tu vida después de dos años tratando de que pasara. Nada pasará, llegaron a la mejor familia Moríns, a una que los va a amar y proteger por el resto de sus vidas… ¿qué más quieres?
⎯De verdad estás emocionado o tu hermana te envío para hacerme lavado de cerebro para que deje de pensar que algo malo pasará⎯ le reclamo.
⎯De verdad estoy feliz por ustedes, además de que Fátima se puso feliz y sabes que me encanta verla feliz… no me gusta que hagan llorar a mi niña⎯ habla tierno.
La verdad, David es un tío maravilloso con Fátima, y ha hecho un vínculo muy especial con ella al grado de que ella lo busca mucho para jugar y salir a pasear; quiero pensar que David en un futuro será buen padre.
⎯¿Señor Moríns?⎯ escucho la voz de mi asistente, quién entra con varios sobres y dos carpetas.
⎯Dime Santiago⎯ contesto.
⎯Llegó esto de parte de la sede de México, y le recogí su correo⎯ me comunica, para después ponerme todo en la mesa de al lado donde suelo poner todos los papales para ordenarlos.
⎯Gracias Santiago…
⎯También le dejé algunas cosas en su escritorio, señor David.
⎯¡Joven David!, que el único señor David es mi padre⎯ reclama, haciendo a Santiago reír.
David se pone de pie, toma uno de los dulces de café que hay sobre mi escritorio y me guiñe el ojo⎯ felicidades de nuevo, papá Moríns…te veo al rato⎯ me dice, para luego salir de la oficina.
Santiago se me queda viendo con un rostro de no entender nada ⎯¿va a ser padre de nuevo Señor?⎯ me pregunta.
Me pongo de pie⎯ al parecer… si⎯ afirmo, y confieso que decirlo me hace sentir mejor.
Comienzo a ordenar las carpetas y a abrirlas para ver lo que contienen, Santiago me ayuda para que todo sea más rápido. Después, tomo la correspondencia y comienzo a ver los remitentes de los sobres, hasta que encuentro uno con solo mi nombre escrito a mano, lo que atrae mi curiosidad.
⎯¿Qué pasa?⎯ pregunta Santiago, al ver que tomo el sobre entre mis manos y lo abro.
Entonces, saco la hoja y leo atento:
“Gracias por no dejarlos en la Casa de Cuna… ahora sé que estarán seguros con ustedes. Cuídenlos mucho y ámenlos como yo no pude hacerlo. Me voy tranquila.”
⎯¿Esta carta de dónde vino?⎯ pregunto de inmediato.
⎯No sé señor Moríns, venía junto con toda su correspondencia…
Entonces, sin decirle nada, tomo la carta y camino fuera de la oficina y tomo el elevador para ir hacia la parte de seguridad de la empresa. Después de pasar lo filtros, entro al cuarto de cámaras donde dos de las guardias se ponen de pie al verme.
⎯Señor…
⎯Necesito que me enseñen el video de cuando la correspondencia llegó esta mañana, rápido…⎯ les pido, y ellos en seguida se ponen a recorrer el video hasta el momento en que la paquetería llegó.
Me quedo atento viendo a las cámaras cuando veo a una mujer vestida con un abrigo negro hablando por teléfono que choca contra el hombre de la paquetería y después le ayuda a recoger todo para finalmente quedarse de frente al edificio y cerciorase de que el hombre entre.
⎯¿Esa mujer?, ¿ha venido antes?⎯ inquiero, y ellos dos niegan con la cabeza.
⎯Si vuelve a acercarse, ¿quiere que hagamos algo? ⎯ pregunta uno.
⎯Sí, me llaman de inmediato…⎯ les ordeno, para después salir de la oficina un poco más preocupado de lo que estaba.
Era verdad lo que decía David, los bebés no llegaron por azar a nosotros, llegaron por la decisión de esa mujer y, antes de tomar cosas legales sobre el asunto, necesito saber quién es y por qué nos ha elegido.