A Contracorriente ©
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Sila
Ver el rostro de Fátima cuando los bebés regresaron a la casa me hizo muy feliz. La niña, se soltó de las manos de su abuela y corrió a mí para para abrazar mis piernas, expresando todo lo que sentía.
No dejaba de repetir “Nenes, los nenes”, mientras me pedía que los bajara a su altura para que pudiese verlos. Después de esa escena sé que no hay marcha atrás, y que estos niños están destinados a quedarse entre nosotros y a que Moríns y yo seamos sus padres.
Sin embargo, debo admitir que la duda de saber quien pudo haberlos dejado aquí es bastante grande así que, después de dejarlos en casa y pedirle a la niñera que los cuidara al igual que a Fátima, me dirigí al hospital para tratar al menos de averiguar un nombre que me pudiera dar la pista.
Sabía que no sería tan difícil encontrar a la madre, sobre todo porque lo único que tenía que hacer era buscar el nacimiento de unos gemelos y uno que padeciera Síndrome de Down, lo que no contaba es que tener acceso a los datos sin ser parte del área, iba a ser un poco más complicado.
⎯¿Cómo puede ser que no pueda acceder a los datos?, soy pediatra, debería de estar autorizada⎯ le digo a la enfermera, que me ve con unos ojos de pocos amigos, y dispuesta a seguir diciéndome que no.
⎯Mire señora, que usted sea hija del dueño del hospital, no quiere decir que tenga acceso a todos los datos de los pacientes, se llama confidencialidad, así que lo que me pide es casi imposible… Doctora Canarias, ¿quiere saber estos datos?, pida un permiso especial⎯ me dice de mala gana.
Me quedo de pie viéndola, a veces quisiera decirle que prácticamente soy dueña de este lugar y que puedo hacer lo que quiero pero, no es mi estilo. Así que me doy la vuelta y me alejo de ella hasta que en el pasillo me encuentro a Cindy, que viene algo apurada.
⎯¡Ey Sila!, ¿qué haces por acá?⎯ me pregunta con una sonrisa.
Volteo a ver a la enfermera y luego la tomo del brazo y le acerco hacia un lado⎯ necesito saber la información de una paciente.
⎯¿Paciente?, eso es confidencial…
⎯Lo sé, pero es importante que lo sepa. Mira, ayer me dejaron dos bebés en mi casa, dos gemelos…
⎯¡Qué!⎯ grita y yo le pido que guarde silencio.
⎯Sí, dos gemelos, no tienen ni dos semanas de nacidos y, al parecer, la madre de los niños estuvo en este hospital porque sabe quién soy, donde vivo y me dijo que incluso la conocí… creo saber quién es pero, necesito ver los datos para saber si es ella… me urge localizarla.
⎯¿Qué habitación era?⎯ inquiere, y sé que está dispuesta a ayudarme.
⎯Pues… no estoy segura si era 503 o 504, solo sé que estuvo aquí, y tuvo gemelos, uno de ellos tiene síndrome de down…⎯ le explico.
⎯¡Claro!⎯ expresa Cindy,⎯ ya sé quién es⎯ me asegura, mientras los ojos le brillan.
⎯¿De verdad?, ¿sabes su nombre?
Ella niega⎯ no pero, sé quien es. Te digo que fue un caso bastante raro porque la mujer llegó sola y se fue sola, casi como si no quisiera que la gente supiera qué pasaba. Llegó justo dos semanas antes del alumbramiento, como si se estuviera escondiendo y después del nacimiento de los bebés, salió por la puerta con ellos y pagó todo en efectivo.
⎯¿En efectivo?⎯ pregunto sorprendida, ya que es algo raro en estos tiempos.
⎯Sí, solo efectivo. Te puedo ayudar a averiguar quién fue pero… creo que nos será imposible, excepto que…
⎯¿Excepto qué?⎯ comento.
⎯Que lo hagas en la computadora de tu padre. Él como director del área tiene todos los datos.
⎯No, como crees⎯ respondo de inmediato, ya que en realidad no soy capaz de hacerlo.
⎯Bueno, o puedes quedarte con la duda…⎯ comenta, para luego sonreírme.
Me quedo en silencio un momento, ¿me atreveré a ir hacia la oficina de mi padre y abrir los datos de su computadora?Veo mi reloj de pulsera y me percato que aún sigue en junta directiva y que posiblemente con ayuda de Cindy pueda lograrlo.
⎯Lo hago solo si vienes conmigo… ⎯ le murmuro.
Cindy asiente con la cabeza y así, las dos vamos por las escaleras de emergencia para subir hacia el piso donde se encuentra la oficina de mi papá y al entrar, Loreto, su asistente se pone de pie con una sonrisa.
⎯¡Sila!⎯ me saluda.
⎯Hola Loreto, voy a pasar un minuto a la oficina de mi papá, necesito unas cosas que me encargó mi madre.
⎯Sí claro, adelante⎯ me responde confiada y juro que me siento bastante mal por mentirle.
Cindy pasa conmigo y al entrar sonríe⎯¡Awwww!, tu papá tiene muchas fotos, qué bonito.
⎯No te distraigas Cindy, ahora ven y ayúdame⎯ le comento. Toco una tecla de la computadora y la pantalla se ilumina pidiéndome la clave de acceso⎯ a ver, soy mi papá, y necesito accesar… probaré la clave que descubrió David hace años atrás⎯ y tecleo 1290.
NO ES CORRECTO.
⎯Yo digo que trates con algo más… personal, algo así como⎯ y veo que Cindy teclea “elpicaflor” y de nuevo sale que no es correcto⎯ pensé que lo tenía⎯ me dice entre risas.
Me quedo viendo hacia la oficina, y veo el montón de fotos que hay sobre la familia, en eso, volteo hacia el escritorio y veo la foto de cuando mis padres se casaron⎯Luz y David⎯ murmuro pero en lugar de teclear eso tecleo otra cosa “amoaluz03” y de inmediato me da acceso⎯¡Dios!, qué cursi⎯ murmuro, pero ese pensamiento se borra al ver que la foto que tiene de fondo de pantalla es una de Fátima comiendo mango y sonrío.
⎯Awwww, tu padre es super sentimental⎯ comenta Cindy, como si estuviera bajo un hechizo.
⎯Lo sé⎯ murmuro, y juro que me enternece ver el rostro de mi hija con una sonrisa. Así, entro al sistema y de inmediato pongo mi clave para desplegar todos los pacientes.
⎯¡GUAU!, ¿cómo es que tu padre no se vuelve loco?⎯ me murmura, mientras empieza buscar en el área de pediatría a la paciente.
Después de quitar a todos los que no tuvieron embarazos múltiples, busca entre las semanas y las habitaciones y de pronto sonríe.
⎯¡Aquí está!⎯ indica, y veo el nombre iluminado en la pantalla.
⎯¿Ana Borda Luzárraga?⎯ pregunto, mientras trato de ver más sobre sus datos⎯¿quién es Ana Borda Luzárraga?
⎯¡No!⎯ expresa Cindy, haciéndome voltear y la veo con los ojos en su móvil.
⎯¿Qué pasó?
⎯Sila, no tienes ni idea de quién es Ana Borda Luzárraga⎯ me dice para luego mostrarme la foto y abro los ojos sorprendida.
⎯No, no puedo creerlo…⎯ murmuro, ya que esto no me lo esperaba.