A Contracorriente ©
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IG: @anamarescritora
Sila
Encontrar la casa de Ana Borda evidentemente fue fácil, ya que la dirección de su casa no está para nada escondida, sin embargo, encontrar el pretexto perfecto para poder hablar con ella sin que nos corriera o simplemente no nos recibiera fue difícil. Por lo que Moríns y yo usaremos el pretexto de la fundación para acercarnos.
No conozco a Ana Borda pero, mi hermano David, nos dijo que era “cool” y que las veces que convivió con ella le fue “cool”; así que no tenemos mucho del perfil y tendremos que adaptarnos.
Mientras la camioneta va entrando por la reja principal, Moríns y yo nos quedamos impactados por lo grande del terreno y los frondosos árboles que dan la bienvenida. La casa de los Borda, a diferencia de la mía, es bastante grande y antigua, heredada del abuelo al abuelo al padre y que gracias al constante mantenimiento se ha mantenido firme.
Los Borda, también tiene un increíble estatus en la vida social de Madrid, los rumores dicen que hasta los mas famosos se codean con ellos, algo que en mi familia no pasa. La única que se codea con los famosos es mi madre, cuando la contratan para tomar los retratos de sus familias, hay rumores de que el Rey pronto la buscará.
⎯¿Nerviosa?⎯ me pregunta Moríns, mientras nos acercamos a la puerta que está decorada con flores.
⎯Algo… solo espero no nos cierre la puerta en el rostro en frente de todos y nos dé las explicaciones que necesitamos⎯ respondo, y luego tomo su mano y la aprieto.
⎯Verás que todo saldrá bien⎯ me murmura, para luego besar mi mano haciéndome sonrojar.
⎯Dios Moríns, te ves tan guapo en ese traje que juro podría hacerte muchas cosas en este instante…
⎯Reservémoslo para la ducha, querida⎯ me bromea.
La camioneta se detiene en frente de la puerta y el chofer, momentos después, me abre la puerta para que Moríns se baje y luego me ayude a hacerlo.
Tan solo pongo las zapatillas sobre la tierra, una joven alta, de cabello rubio y ojos azules, sale por la puerta vestida con un precioso vestido morado y una sonrisa que muestra sus dientes perfectos.
⎯¡Bienvenidos!⎯ habla, y Moríns y yo nos vemos de inmediato. No sabíamos que éramos esperados⎯mi nombre es Sofía Galán, soy la hermana del novio, ¿nombre para buscarlos en la lista?
⎯¿Disculpa?⎯ pregunta Moríns confundido.
Sofía se ríe⎯ pues, ¿qué no vinieron al brunch prenupcial? ⎯ nos pregunta y ahora sabemos que hemos escogido un pésimo día.
⎯Bueno… pues⎯ comienza a hablar Moríns.
⎯Somos Sila Canarias y Francisco Moríns, presidente de la Fundación Sila Canarias.
Sofía sonríe más⎯¡Oh por Dios!, ya sé quién eres, tu hermano David y tu primo Daniel estuvieron en mi fiesta de cumpleaños hace meses atrás… tan lindos.
⎯Sí, muy lindos…⎯ respondo.
⎯Ana no nos dijo que iban a venir. No se preocupen, seguro está tan nerviosa que olvido ponerlos en la lista… pero, adelante… ya hay algunos invitados.
Sofía entra a la casa, y de pronto nuestra jugada ha cambiado. Nosotros veníamos dispuestos a enfrentarla y pedirle explicaciones pero, ahora resulta que llegamos a una fiesta donde posiblemente todo los Borda estén ahí.
Ambos entramos tomados de la mano, agradecidos de que hoy nos vestimos adecuados para la situación y podemos pasar desapercibidos.
La casa de los Borda nos da la bienvenida, con una escalera en medio del recibidor, techos altos y unas habitaciones tan amplias que creo toda mi familia podría caber aquí sin problemas.
Las paredes blancas y beige, están llenas de cuadros de arte, y por todas partes figurillas y bustos de sus múltiplos viajes. La casa parece más un museo que una casa familiar.
Seguimos a Sofía hasta el jardín y de, inmediato, podemos ver un sinnúmero de invitados, disfrutando de una que otra bebida y otros cerca de la mesa con comida.
⎯Esperen aquí, llamaré a Ana⎯ me comunica, y se pierde entre las personas que no han notado nuestra presencia.
Moríns y yo nos quedamos viendo al rededor, vemos el despliegue de elegancia que hay por todo el lugar, personas de distintas nacionalidades conviviendo y la música de cuerdas suave que acompaña las pláticas.
⎯Nuestra boda no será así, ¿eh?⎯ me advierte Moríns, haciéndome reír bajito.
⎯¿Cómo quieres que sea?
⎯Pues, definitivamente será taquiza y no estas muestras médicas de comida⎯ bromea y me río.
Sé que Moríns está haciendo esto para sobrellevar los nervios y lo amo por eso, yo también, por dentro, estoy temblando.
Minutos después, vemos que Sofía regresa entre la gente y, detrás de ella, una mujer que parece ser Ana Borda. Nuestras sospechas se disipan cuando se acerca a nosotros y abre los ojos asombrada.
⎯¿Por qué no nos dijiste que Sila Canarias estaba invitada junto con el presidente de la fundación?⎯ le reclama con cariño Sofía y Ana se queda sin palabras.
⎯Bueno… ⎯ murmura, y de pronto el rostro de Ana cambia de color y se pone sumamente pálido.
⎯¿Te encuentras bien?⎯ pregunto.
Sin embargo, ella ya no contesta y se desvanece por completo, haciendo que Moríns reaccione y la tome entre sus brazos antes de que caiga al suelo.
Supongo que Moríns y yo hemos causado una fuerte impresión en este evento…