A Contracorriente©

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Moríns 

Regresar a casa de Lachevre es una locura, así como fue preguntarle a Sila lo que pasaba, ¿cómo que Alexandre era un Canarias?, ¿en qué momento cambió todo? No pude preguntar más sobre el asunto, así que solo me di la vuelta y tomé un taxi para que me llevara hacia allá. 

Esta vez voy sin invitación, sin nada que hacer ahí, esperando que otra vez la suerte esté conmigo y pueda salir invicto de todo esto, sobre todo porque cada día se hace más peligroso y no quisiera arruinarlo de alguna manera que perjudique a más personas.

⎯Espero que no estés en casa Marie ⎯ voy murmurando, mientras miro por la ventana y poco a poco voy reconociendo el lugar por donde voy. 

Cuando finalmente sé que estamos cerca, con mi poco francés le pido que me deje unas casas antes par así tener la oportunidad de percatarme si Marie está ahí o tendré que esperar a que salga. 

No debí venir sin un plan, pienso mientras me bajo del auto y comienzo a caminar a pasos cortos hacia la casa donde ya había estado y donde había fingiendo ser otro, no tengo ni idea si volvía a funcionar. 

Al llegar a la puerta me quedo de pie, esperando un poco, pensando en lo que tengo que hacer y si me estrategia servirá o no. ¿Qué estrategia Moríns?, no tienes estrategia.

Toco la puerta y en seguida la chica del personal de ayer la abre. Al verme sonríe, lo que creo es una buena señal para todo esto. 

Bonjour… 

⎯¿Viene otra vez a la dosis? ⎯ me pregunta, abriendo la puerta. 

⎯Sí, vengo… sólo que antes me gustaría hablar con la señorita Marie ⎯ comento, solo para saber si se encuentra dentro. 

⎯Lo siento, después de la cena de ayer, la señorita se fue a casa del joven Alexandre. 

⎯¡Ah!, vale, vale… entonces, pasaré y veré lo de la dosis y así. 

Así, sin que nada me lo prohiba, subo las escaleras de la casa a pasos agigantados como si alguien me estuviese persiguiendo, y camino hacia la puerta de Lachevre. Toco dos veces y al ver que no hay respuesta, entro con cuidado, abriendo la puerta lentamente para no molestar. La misma habitación obscura me recibe, solo que ahora lo es más porque parece que cerraron las cortinas gruesas. 

⎯¿Señor Lachevre? ⎯ pregunto en voz baja ⎯¿señor? 

Entonces me voy acercando a la cama, solo para percatarme que ésta está vacía y que Lachevre ya no está postrado, sedado y enfermo, ¿qué demonios?, ¿entonces qué fue lo que yo vi? 

Siento un golpe sobre la cabeza, como si me hubiesen dado con una lámpara o algo… y momentos después caigo completamente desmayado en el suelo. Tal vez, solo por esta vez la suerte no corrió de mi lado. 

[…] 

Pocas veces me he sentido tan mal como me siento en este momento. Mientras abro los ojos, puedo ver que sigo en la habitación, que mi cuerpo está boca abajo sobre la alfombra y el olor a medicina en verdad es más potente que antes, como si a alguien se le hubiese caído un frasco de sedente a mi lado. 

Muevo mi cuerpo poco a poco. Logro que mi cerebro conecte con el resto de mi cuerpo y mi mano se va directamente a la parte de atrás de mi cabeza, solo para descubrir que tengo un chichón y me duele como el demonio. 

⎯¿Qué pasó? ⎯ pregunto al aire. 

⎯No te muevas ⎯ escucho la voz temblorosa de alguien. Me levanto un poco más para toparme con un señor extremadamente desgastado, delgado y de mirada perdida, apuntándome con una de las jeringas llenas de un líquido transparente ⎯¡no te muevas! ⎯ habla. 

Niego con la cabeza y me hago para atrás para alejarme de ahí. Volteo a los lados y me percato que seguimos solos. ⎯Señor…

⎯¿Quién eres? ⎯ me pregunta con un español cargado de un acento en francés. 

⎯Mi nombre es… 

¿Miento?, ¿no miento?, bueno, ya será de Dios… 

⎯¡Dímelo! ⎯ habla para después respirar agitado. Puedo ver cómo la mano con la jeringa le tiembla bastante, como si tuviera una especie de Parkinson. 

⎯Soy Francisco Moríns, soy el presidente de la Fundación Sila Canarias ⎯ hablo con sinceridad ⎯ yo vine anteriormente a verlo pero ustedes estaba dormido. 

⎯¡Cierra!, ¡Cierra la puerta! ⎯ me pide ⎯ pon seguro, pon seguro… ⎯ Me levanto del suelo a duras penas, y voy hacia la puerta para ponerle llave. Veo a Lachevre, poner la jeringa sobre la cama, para después verme ⎯¿qué haces aquí? 

⎯Vine a limpiar mi nombre, la señora María Julia me mandó para averiguar por lo del robo de los proyectos que hizo su empresa y… 

⎯¡Yo no fui!, ¡yo no fui! ⎯ me repite, con una voz lastimosa que hace que comience a temblar como un niño pequeño ⎯¡te juro que yo no fui! ⎯ me repite. En un sorpresivo movimiento se echa al suelo y trata de ponerse de rodillas para tomar mis manos. 

⎯Señor ⎯ le hablo, tratando de ponerlo de pie y sentarlo. 

⎯Tienes que ayudarme, me quieren matar… matar… te lo pido, ayúdame ⎯ me ruega. 

⎯Guarde silencio, se lo pido ⎯ respondo en verdad asustado ⎯ nos pueden escuchar y no quisiera arruinarlo todo. 

Lachevre, como todo un anciano desahuciado, débil y bastante desnutrido, no hace más que llorar y tomarme de la gabardina. 

⎯Si no me sacas de aquí me van a terminar matando⎯habla desesperado⎯ te lo pido.

⎯Señor…no puedo sacarlo, ¿dónde lo llevaría?, no tengo como sacarlo de aquí⎯ le comento⎯ literal su personal está bajo en su sala, el jardín. 

⎯Hoy sólo está Aurore…⎯ me habla⎯ sé que hoy solo está Aurore…

⎯¿Cómo lo sabe? 

⎯Los martes y jueves y domingo vienen a ponerme la dosis… ayer me tocaba pero no me la pusiste porque no eras el enfermero, así que pude despertar… hoy es viernes, ¿no es así? 

⎯Lo es…

⎯Aurore solo se queda los viernes porque el chofer se va con Alexandre y el cocinero descansa… solo está Aurore… ella es buena, dile que suba, dile que nos vayamos… 

⎯Pero señor…

⎯Te lo pido… ⎯me ruega, sácame de aquí y juro que te diré todo lo que quieres saber pero, sácame de aquí…

¿Suerte de tonto o condena de idiota?, pienso. 

Entonces desesperado por lo que ha pasado, suelto con cuidado a Lachevre y niego con la cabeza⎯ lo siento pero… 

⎯¡No!, me van a matar, me van a matar… 

Así, abro la puerta de la habitación, para luego salir y alejarme caminando lo más rápido por el pasillo. Esta es una locura, una vil locura, ¿cómo puede pensar que haré algo así?, si Marie o Alexandre me descubren estoy muerto y no puedo morir si quiero ser padre… 

Llego al borde de las escaleras para bajar e irme cuando, ese impulso que me hace hacer las cosas, llega a mí. 

No Morins, no…me regaño. 

Me quedo viendo hacia los escalones ⎯¡Ay Moríns!, ¡Ay Moríns!, espero no la cagues⎯ murmuro. Para después regresar a la habitación de Lachevre y ver cómo trata de ponerse de pie⎯ tiene un plan… ¿cierto? ⎯le pregunto desde la puerta para luego cerrarla atrás de mí.

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