A Contracorriente ©
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Sila
-Madrid-
(Dos meses después)
Llevo 48 horas de guardia y he perdido la cuenta de cuántos vasos de café descafeinado que he tomado para mantenerme despierta, aunque solo es un placebo. Sé que para una mujer embarazada no es lo recomendable pero, en mi defensa, Ben me dijo que podía hacerlo solo en las primeras etapas y que ya más adelante tendría que descansar más. Lo haré, solo que hoy no y posiblemente un mes mas.
Por fortuna, la noche en urgencias ha estado tranquila ya que los pacientes que han entrado han sido por cosas mínimas, como una gastritis, indigestión y una que otra molestia que se ha curado en minutos. Ahora estoy cerrando mi día con un chico de unos 20 años que está bajo el efecto de drogas, temo que algo más fuerte que la marihuana, y trata de ubicarse para saber dónde está.
—¿Es esta una nave espacial? — me pregunta mientras Cindy lo está canalizando para ponerle el suero.
—No, pero, ¿te gustaría? — bromeo y Cindy se ríe.
—No, claro que no, ¿entonces porque me están poniendo esto?, ¿a caso me insertarán tubos?, ¿estoy siendo abducido?, ¡me llevarán!
Cindy y yo tratamos de no reírnos de él pero, en realidad es imposible no hacerlo, el chico es en realidad chistoso.
—¿Cómo te llamas? — pregunto con paciencia, mientras termino de revisar sus pupilas.
—Córdoba, me dicen Córdoba.
—Bien Córdoba, ¿qué fue lo que consumiste esta noche?— inquiero.
—Nada, sólo una pequeña galletita, muy, muy pequeñita y otras cosillas.
—¿Esa galletita traía algo más?, ya sabes, como ¿hierbita?, y ¿qué cosillas?
—¡Ja!— responde— no te responderé eso extraterrestre, mejor haz lo tuyo y averígualo, ¿crees que te diré?
Volteo a ver a Cindy — canalízalo y ponle lo que siempre ponemos en estos casos— le ordeno mientras lleno los papales y los firmo— lo dejan en observación hasta que sepa que está en un hospital y que su madre está afuera rabiosa regañando a la novia y que posiblemente jamás vuelva a salir con ella.
—Lo haré doctora Canarias— responde con una sonrisa — descanse.
—Nos vemos pasado mañana.
Doctora Sila Canarias se le solicita en el área de pediatría, Doctora Sila Canarias se le solicita en el área de pediatría.
—¡Ay no!, y ahora qué — murmuro cansada. Observo el reloj y me percato que son justo las ocho de la mañana —¿sabes si hay otro pediatra disponible?— le pregunto.
—Ni idea Sila— responde Cindy.
Salgo del cubículo, me dirijo al centro de enfermeras y firmo el formato. Cindy me sigue y pone la mano sobre mi vientre ya abultado y lo acaricia.
—¿Aún no se deja ver? — me pregunta.
—No, tengo el presentimiento que está esperando a su papá, así que hasta que no regrese no lo sabré. Odio que los últimos dos ultrasonidos los vio por videollamada.
Doctora Sila Canarias, se solicita en el área de pediatría, Doctora Sila Canarias se le solicita en el área de pediatría.
—¿Y si finjo que ya me fui?— le comento y ella se ríe.
—Ve, tal vez es algo bueno, quién sabe.
—No lo creo, tal vez me piden que me quede medio turno más, si es así, terminaré desfalleciendo en el corredor— me quejo— en fin, recuerda, sábado por la noche, Sabina y Cho estarán ahí— le recuerdo.
—No faltaré, no me perdería esa fiesta por nada— comenta.
Salgo del área de urgencias para subir al elevador cuando vuelvo a escuchar el llamado Doctora Sila Canarias se le solicita en el área de pediatría.
—¡Ya voy! — hablo a la cámara del elevador como si me escuchara. Mientras subo voy moviendo mi cuello de lado a lado, relajando mis hombros y acariciando mi vientre, estoy demasiado cansada para tener otro paciente.
—Te prometo que nada más veo que eso y nos vamos — le hablo a mi bebé Moríns.— ¿Qué te parece si le pedimos a la abuela un caldo de verduras para este frío?
Sonrío, sé que mi bebé aun no me puede responder como quisiera pero me gusta mucho hablarle. A Moríns le gusta por igual cuando nos vemos por video llamada, sin embargo, no es lo mismo, deseo con toda mi alma ya verlo, no puedo creer que hayamos pasado tanto tiempo separados por nuestra protección.
Cuando llego al octavo piso las puertas se abren y veo a mi padre frente a mí, dándome como siempre una sonrisa y al parecer recién llegado de su viaje. Al acercarme me abraza y me da un beso sobre el cabello.
—Te ves como toda una doctora de urgencias— me felicita — y hueles a café, ya te dije que no exageres de eso Sila…
—Necesito sobrevivir— le comento,— además es descafeinado.
—Lo sé, pero aún así— me regaña.
—Te prometo que después de esto no volveré a tomar una gota. Creo que ya no tengo sangre en mis venas, si no café, ¿acabas de llegar? — inquiero.
—Sí, pasé a verte primero antes de ir a casa con tu madre— comenta, con un tono melancólico. Estos meses la ha pasado mal, o más bien, con mucha tensión.
—Gracias, pero es la última vez que sustituyo a alguien en urgencias— le reclamo— lo hice en mis prácticas, lo hice cuando tenía que hacerlo, pero, ya no más.
—Lo siento mi amor, pero eres mi única opción. Tienes todo mi confianza, la formación, el compromiso…—me alaba.
—Sí, pero esta vez te pasaste. Me dejaste para urgencias y pediatría, tienes suerte de que no llegó ningún paciente de urgencia.
—Lo sé, y lo siento, ya me disculpé, y te recompensaré dándote 48 horas de descanso— habla entre sonrisas.
—Si claro— respondo sin creérmela mucho— ahora dime, ¿cuál es la urgencia?, me urge ir a dormir, temo que me quedaré dormida en el metro.
—¿En el metro, Sila?, ¿haces que Karl viaje en metro?, Sila qué te he dicho…
—Necesito sentirme normal un minuto, además a Karl le gusta… — le insisto.
—¿Él te ha dicho que le gusta?— pregunta.
—Sí, vamos platicando y hace bien su trabajo…— justifico.
—Sila, sabes que las cosas aún no están bien. Pensé que Alegra era el problema yéndose a trabajar o escapándose a los eventos de Dj y regetton que le gustan pero tú, estás embarazada y sabes que…
—Prometo que ya no lo haré, es más… hoy me puedes llevar en el auto a la casa…¿vale?, ahora dime… ¿qué pasa?
—Paciente, en la habitación tres.
—Aja, ¿y dónde está su perfil? — respondo.
—No sé, acaba de llegar, así que te toca revisarlo.
—¿No puedes hacerlo tú?— inquiero.
Mi padre levanta una ceja y pone un rostro de sorpresa —soy tu superior así que ve y atiéndalo Doctora Canarias — comenta tratando de ser serio.
Me acomodo el estetoscopio, la bata y le doy una mirada a mi padre — en seguida Doctor Canarias.
—Gracias— habla y luego da una media sonrisa.
—Pensé que por ser tu hija me tratarías mejor, y porque estoy embarazada de tu nieto o nieta— comento provocándolo como siempre.
—No, eso se llama nepotismo y eso no hay aquí. Ve y después de que lo atiendas te puedes ir, ¿segura que no quieras las 48 horas? — insiste.
Muevo la mano diciendo que no mientras camino hacia la habitación tres. Me percato que las persianas están cerradas, lo que se me hace raro pero no le presto mucha atención. Toco la puerta dos veces y entro —Buenos dí… — digo pero me percato que no hay nadie recostado sobre la cama —¿qué demonios? — murmuro.
Sin esperarlo, siento como un mano me cubre los ojos y me quedo tensa al sentir un cuerpo detrás del mío. Meto mi mano al bolsillo tomando el gas pimienta y digo — tengo un gas pimienta y no dudaré en usarlo— habló con fuerza y decidida.
—¡Oh bueno!, pues yo te aviso que sé karate porque vi Karate Kid y me puedo defender.
De pronto escucho esa voz, esa que por días completos fue mi compañía por videollamada y teléfono y la que no puedo olvidar así pasen años. En un movimiento me suelto, me doy la vuelta y de pronto lo veo ahí, con esa sonrisa tan grande que me hace sonreír.
—¡Moríns!— expreso emocionada.
—¡Espera!, ¡espera!, ¡espera!— me pide levantando las manos — guarda el gas.
—¡Oh!, cierto— respondo nerviosa, guardándolo de inmediato en mi bolsa. También aprovecho para peinar un poco mi cabello que debe ser un desastre.
En eso nos vemos envueltos en esta atmósfera tan rara pero conocida a la vez, como si las manecillas del reloj se hubiesen parado, el corazón latiera emocionado y las palabras no salieran aunque tienes tantos que decir y no sabes cómo empezar.
Moríns me sonríe —Te dije que llegaría. Lento pero seguro, ¿qué no?— me comenta, —y aquí estoy.
Sin pensarlo mucho y en un impulso me lanzo hacia él. Moríns me recibe de inmediato, me levanta por los aires y yo me ato a él como si pensara que es un espejismo o un fantasmas y me estoy cerciorando de que es real. Siento la fuerza de sus brazos, ese delicioso olor a colonia y el calor de su cuerpo. De pronto todo el cansancio se ha ido, cientos de sensaciones se despiertan de golpe y me siento feliz.
—Sila, Sila, amor… el bebé— me comenta.
—El bebé está bien, está perfecto— le consuelo.
Ambos nos vemos a los ojos — te dije que te encontraría, ¿no es así? — me dice en una voz tan suave que me siento en un sueño.
—Se me había olvidado lo que era sentir hasta este momento que te volví a ver — recito, como él me lo dijo y sin perder más tiempo le doy un beso sobre los labios.
No sé como le hizo, no sé cuánto va a durar, pero está aquí, tal como lo prometió y me alegra que finalmente haya encontrado su camino hacia la misma meta, como me lo dijo ese día que voló hacia México para ponerse a salvo, tal como mi tía lo prometió.
Moríns se separa de mí y viéndome a los ojos me pregunta—¿En serio guardas un gas pimienta en tu bata?
—Esta profesión es muy peligrosa, tú no sabes — respondo, para luego reír feliz.
Él, pone su mano sobre mi vientre y lo acaricia— no tienes idea cuanto los extrañé.
—Dime que regresaste para quedarte, dime que ya no te irás, que ya no estás en peligro— le ruego.
Moríns me da un beso sobre la frente— te prometo, Sila, que esta vez es para siempre…
Volteo hacia la puerta y veo a mi padre sonriendo. Pongo mis pies sobre el suelo y me dirijo hacia él — creo que si tomaré las 48 horas, doctor Canarias— le digo. Mi padre simplemente sonríe para después cerrar la puerta.