[Ximena]
«Esto es una locura » pienso mientras voy caminando con Tristán hacia su hotel, mientras viene tranquilo con la alianza de matrimonio sobre su dedo. Mis anillos brillan, brillan demasiado y creo que lo que le pediré no le gustará para nada.
Llegamos a la puerta del hotel y él sonríe —¿quieres subir? — me pregunta y yo me río.
—A las 10 pm ¿subir a tu cuarto? ¿crees que no me la sé todas? — le respondo.
—Bueno, no sería nada malo. Somos esposos y sería muy normal que, bueno… — y lo que insinúa me da risa.
—Eso, no creo que vaya a pasar Tristán.—
Él se acerca a mi cuidadosamente. Su altura me intimida un poco, él ha de medir más o menos 1.80 metros, si no hasta más, echa su pecho evidentemente trabajado hacia mi y después, con toda la naturalidad del mundo me toma de la cintura pegándose a mi.
—¿Qué no te gusto? — me pregunta en un murmuro, que con su acento y su voz medio grave me pone nerviosa.
—No es eso, sólo que…— paso saliva.
—Entonces si te gusto — y esboza un media sonrisa — tú también me gustas a mi ¿sabes? eres muy guapa, y bella.—
Con ese comentario me hace sonrojar pero no se por qué siento que eso le dices a todas —mira Tristán, yo no te conozco, no sé si lo que me dices es verdad o mentira pero por el momento diré que no te creo nada — contesto firme y él sonríe.
—Haré que me creas Ximena Caballero — y sigilosamente se acerca a mis labios para besarlos.
El beso es raro, nada romántico, incluso puedo decir que hasta incómodo. Sé que Tristán y yo ya hemos estado juntos de manera sexual pero, no recuerdo nada, así que este momento no es algo que quiera continuar. Poco a poco lo alejo con mis manos y nos separamos. Él se muerde los labios y luego me sonríe.
—Tendremos mejores besos, te lo aseguro — dice confiado.
—¿Ya sabes qué harás mientras pasan los 6 meses? — pregunto cortando la tensión
—Pues, me iré a vivir contigo, somos esposos ¿qué no? Necesitamos conocernos.—
—¿A vivir conmigo? ¿En mi departamento? ¿El que no te gustó?—
—Yo nunca dije que no me gustaba, dije que era muy colorido, pero de qué me gusta, me gusta. Además, no puedo vivir en un hotel por seis meses mientras “nos conocemos”, necesitamos convivir, estar juntos.—
Siguiente característica que puedo decir sobre él, Tristán es muy insistente y creo que por eso obtiene siempre lo que quiere —está bien, vivimos juntos — digo como si no me quedara otra y él sonríe.
—Perfecto ¿entonces? ¿quieres pasar tu luna de miel en el Gran Hotel de la Ciudad de México? — insiste.
Tomo los anillos de compromiso y se los doy quedándome sólo con la alianza —ten— le digo.
—¿Por qué me los das? — comenta.
—Me gustan mucho pero necesito que los cambies por algo mas sencillo y menos ostentoso. Yo no soy así, entre más sencillo mejor además al menos que quieras que al asaltarme me corten un dedo, es mejor que se haga el cambio.—
—No te gusta lo que yo te ofrezco ¿verdad? — me comenta en aire melancólico y ese cambio de actitud se me hace muy tierno.
Llevo mi mano hacia su rostro y lo acaricio — no es que no me guste Tristán, pero es parte de conocernos. Sé que puedes ser alguien esplendoroso pero no va conmigo, yo soy más sencilla y no me gusta mucho lo exagerado. Espero comprendas.—
—Vale, Ximena Caballero — y la manera en que dice mi nombre siempre me hace sonreír —Nos vemos mañana en tu casa— y sin que yo lo espere me da un beso ligero sobre los labios que debo admitir me gustó mucho más que el otro.
—Hasta mañana Tristán, descansa— le digo mientras me alejo de él.
—Hasta luego esposa — grita divertido y yo simplemente levanto la mano diciendo adiós.
[Tristán]
(Día siguiente)
Cuando pensé que este era el plan perfecto, algo que no esperaba pasó, y me enteré mientras desayunaba tranquilamente en el restaurante del hotel. Un mensaje de Iñaki fue todo lo que bastó para que esto se convirtiera en un desastre.
IÑAKI
Hermano, siento ser el portador de malas noticias, pero tu padre acaba de cancelar todas tus tarjetas, así que espero traigas dinero en la cartera. No pude hacer nada, órdenes son órdenes supongo.
Saludos.
—¡Me estás jodiendo! — es lo único que se me ocurre decir mientras tomo mi cartera y veo que traigo 3,000 mil pesos en billetes, aproximadamente 120 euros. Sí me los gasto, no hay más —y ¿ahora qué haré? — digo en voz alta — no traigo más ropa que la que está en la maleta, planeaba comprar más estando aquí en México y ahora no podré hacerlo.
En seguida le marco a mi madre y después de dos timbrazos contesta —¡Oh Tristán! — escucho que dice y sé que se ha enterado de la situación.
—¿Por qué me han congelado las tarjetas? ¿De qué viviré seis meses? — pregunto angustiado y ella simplemente guarda silencio.
—Me dijo tu padre — dice por fin — que si vas a hacer este experimento de vivir seis meses allá, que no lo harás con su dinero, si no que tendrás que conseguir el tuyo propio — me dice entre lágrimas.
—¡Pero cómo! — pregunto inocentemente. Escucho como mi madre le pasa el móvil a mi padre y él responde.
—Trabajando, ponte a trabajar allá, te di todo para que sobrevivas. Nos vemos en seis meses — y la última frase lo dice de tono burlón. Cuelga.
De pronto me quedo sin poder decir una palabra, mis padres me han abandonado, no tengo dinero, estoy en un país extranjero y de pronto me he dado cuenta que la vida como la conocía se ha terminado, que ahora soy otro Tristán y que tal como siempre lo había deseado, ellos ya no van a molestarme por un rato.
«Ten cuidado con lo que deseas » pienso, mientras no sé qué hacer.
***
—¡Voy! — escucho la voz de Ximena al otro lado de la puerta y al abrirla un perro enorme salta sobre mi feliz.
—¡Solovino! — grita ella pero el perro insiste en olerme y lamerme la cara —¡Basta Solovino! A la casa — le indica y él se mete corriendo —lo siento Tristán — dice apenada — pero le gustan mucho las visitas.
Ella me ayuda con mi pequeña maleta y ambos entramos a su piso. Solovino el perro se echa en el sofá donde yo dormí la vez pasada.
—No sabía que tenías perro — hago observación.
—¡Ah! Sí, es que cuando estuviste aquí mi hermano se lo llevó al Nevado de Toluca a caminar y un rato y lo regresó ayer por la noche, pero Solovino es mío, bueno, en este caso, ya es nuestro.—
Veo de nuevo el piso y sonrío. Este lugar tan colorido será mi casa por seis meses y aunque Ximena no me crea me gusta mucho. Ella, que está vestida con un pantalón suelto y una blusa de tirantes comienza a cerrar las ventanas ya que inesperadamente ha comenzado a llover. Pongo mis maletas sobre el piso y me acerco a un pequeño altar que hay en la esquina de la sala, no estaba cuándo vine la primera vez.
—¿Qué es eso? — pregunta tocando una flor entre amarilla y naranja.
—Es un altar para los muertos — me explica y yo volteo a verla con cara de extrañeza.
—¿A los muertos? — pregunto.
—Sí, es una tradición mexicana. Cada primero y dos de noviembre ponemos un altar para las personas que amamos que ya se fueron. Ella es mi mamá, se llamaba Lila — y me enseña una foto de ella — murió cuando yo tenía 15 años, todo lo que ves aquí es lo que a ella le gustaba beber y comer.—
—¿Y qué se supone que pasa? — pregunto.
—Ella viene mañana bebe y come y se va… no viene físicamente si no en espíritu. Es una manera de recordarle que no será olvidada nunca y bueno, al final podemos coreemos el pan, las mandarinas y así… pero sólo después, primero debe ser ella — y me sonríe —¿cómo son tus papás? —
—Bueno, mi madre — comienzo y me doy cuenta que en realidad no la conozco tanto y que tampoco a mi padre, siempre estuve al cuidado de María, mi niñera, y cuando se fue la perdida fue insuperable — mi madre y mi padre son españoles — contesto y Ximena se ríe.
—Eres en verdad el maestro de la descripción detallada — bromea y se aleja de ahí —Esa es tu cama — dice señalando el sofá donde está Solovino — ese es el baño, mi habitación, cocina, sala y la puerta.—
—¿Voy a dormir el sofá? — es lo primero que reclamo.
—Sí, pero no dormirás solo, posiblemente Solovino quiera dormir contigo— y voltea a verlo — es un buen perro te caerá bien.—
—Pero… ¿no dormiré contigo? — pregunto — los esposos duermen juntos.—
—No estos esposos, tendré que ver como eres antes de dejarte dormir a mi lado, ahora si me disculpas me iré a cambiar, tenemos que ir al mercado para comprar que comer… instálate, eres libre — y entra a su cuarto.
Me quedo solo en medio de la sala, veo de nuevo la casa y a pesar de saber que estoy en problemas porque no tengo dinero, sonrío. Crea o no Ximena me gusta y sé que en algún punto de nuestra convivencia, yo le gustaré también.