[Tristán]
Los días en México se pasan rápido, sobre todo cuando tienes muchas cosas que hacer y aprender, en casi quince días he aprendido más de lo que había hecho en mi vida ya que Ximena se ha encargado de eso de una manera muy natural, sin juzgar, sin reclamos, sin nada, cosas tan sencillas que ahora me arrepiento de no haberle hecho caso a María cuando me pedía que recogiera mi ropa o simplemente el llevar mis platos a lavatrastes.
Ahora, no sólo hago eso, si no que saco a Solovino a las 7:00 am a pasear todos los días, el perro y yo ya nos llevamos mejor aunque sigo amaneciendo tirado sobre el suelo todas las mañanas, la basura sólo me ha ganado tres veces, las llaves se me han olvidado cinco, por lo que Ximena me las pone en un pequeño clavo encajado en la puerta para que las vea al salir.
Ya puedo prender el calentador y no me he vuelto a duchar con agua fría, ayudé a Ximena a sacar un ratón que se convirtió en el deporte del día porque tuvimos que mover todos los muebles y yo no tenía ni idea de como sacar uno ya que era la primera vez. Ella me enseñó a separar los blancos de los colores en la ropa para poder lavarla. De pronto, Tristán el que sólo servía para verse bonito, ahora lavaba su propia ropa y sabe poner el café.
Sobre lo que pasó en el taller día atrás no se volvió a tocar, ni si quiera ese mismo día lo hablamos, simplemente pasó desapercibido como si hubiera sido algo prohibido y no entiendo porqué, ella me gusta, yo le gusto.. pero sigo durmiendo en el sofá, aunque su actitud ha cambiado a ser más familiar. Ximena todas las mañanas me acompaña al trabajo, y por las tardes mi cuñado me lleva al piso ya que nos hemos hecho buenos amigos. Con ella viajo en metro, y debo admitir que la primera vez que me subí, quería huir. Nunca me había subido a ningún metro, siempre anduve con chofer o en mi mismo auto, pero aquí es mi medio de transporte diario.
Ahora lo hago de una manera más natural, aunque sigo sintiendo la presión de la gente contra mi cuerpo cuando se suben muchos en una estación, algo que a veces me gusta porque puedo quedar más cerca de ella y me da oportunidad de ver sus hermoso ojos negros que cuando me ven brillan y nunca, ni siquiera en Bego, había visto algo así por lo que esas miradas me provocan cosas en la piel, cosas bonitas, cosas que muero por sentir todos los días y que ella sin querer me regala en contadas ocasiones.
Mientras viajamos juntos platicamos de todo, a veces ella me pregunta de mi vida en Ibiza, sobre lo que comía, las playas y yo se lo cuento feliz porque nadie nunca me había preguntado cosas así , en cambio yo pregunto sobre sus cantantes favoritos, lo que le gusta hacer, donde quisiera ir, y así , el viaje pasa pronto y nos vamos conociendo poco a poco y cada día Ximena Caballero me gusta más, así que no sé si es normal que cuando ella se despide, en la entrada del edificio, yo la empiece a extrañar.
—¡Ey güero! — escucho la voz de mi cuñado interrumpiendo mis pensamientos de repente. Volteo a verlo y él me hace el ademán de que vaya a la pequeña oficina que tiene —cierra la puerta ¿quieres? — me pide.
Debo admitir que este tipo de pláticas me ponen nervioso porque no sé si mi suegro me echará de la empresa y yo le fallaré a Ximena que es lo que menos quiero hacer. Hasta ahora no ha habido quejas de mi trabajo y espero que siga así hasta el final, no quisiera ser otra vez el “yerno” del jefe que sólo se presenta para cobrar un salario, no, aquí quiero hacer las cosas bien.
—¿Qué pasa? ¿He hecho algo mal? — pregunto inseguro.
—¿Qué? ¡No! Para nada cuñado, sólo que no me gusta que me escuchen hablar los de afuera, tu eres V.I.P y así… —
Cuando menciona eso sonrío porque prácticamente ese ha sido mi estatus toda la vida y aquí ser V.I.P significa que tienes acceso al cotilleo de la oficina, algo que me hace mucha gracia.
—Tengo dos cosas que decirte. La primera que hoy no podré llevarte a tu casa así que tendrás que regresarte solo y la segunda ¿qué tal un festejo mañana? Es juebebes y quiero presentarte a mis amigos. —
—¿Juebebes? — pregunto y él sonríe.
—Mira la palabra lo dice todo ¿jalas o te pandeas? — me dice.
Mi rostro lo dice todo porque él comienza a reírse a carcajadas, sé que para mi cuñado parezco una tipo de animal raro que está detrás de la vitrina de un zoológico y le gusta observar mis reacciones y por eso usa esas frases apropósito.
—Jalas o te pandeas quiere decir que si vas o no vas a donde te invité — y vuelve a reírse.
—¡Ah!— respondo — Vale, vale, voy — digo seguro.
—Se dice “jalo” ¿a ver dilo? —
—Vale.. jalo — contesto y él sonríe.
—¡Ay cuñado! En verdad mi hermana se consiguió a alguien único, a veces siento que toda tu vida viviste dentro de una burbuja y nunca de te dejaron salir. Pero aquí estás en México, la mejor tierra del mundo… — dice orgulloso — así que mañana saliendo del trabajo nos iremos directo a Garibaldi ¿te parece? —
Yo asiento con la cabeza — y ¿Ximena irá? — pregunto.
—Claro que no… sólo seremos nosotros y posiblemente tequila ¿te gusta el tequila? — y yo vuelvo a asentir.
—Entonces ya se armó. Ahora si me disculpas, debo trabajar y tú también que el viernes hay junta y debemos mostrar los avances — me ordena en un tono más serio.
[…]
A las 5:00 pm salí del trabajo, le mandé un mensaje a Ximena de que ahora debía regresarme yo sólo al piso pero que no tenía ni idea de cómo hacerlo, así que después de la explicación que me mandó por mensaje, empezó la peor tarde de mi vida.
De la estación Polanco debes irte a la estación Tacubaya dirección barranca del muerto y de ahí transbordas en la linea rosa con dirección a Pantitlán y te bajas en Pino Suárez sales de la estación y caminas a la casa. Fácil.
—Vale Tristán, tú puedes hacer esto — digo en voz baja mientras camino hacia la estación del metro, paso la tarjeta en los torniquetes para entrar.
Voy seguro, a verdad es que la estación Polanco es bastante tranquila y puedo ir libre sin preocupaciones. Leo el pequeño mapa que hay pegado sobre la pared y con mi dedo ubico dónde debo ir.
—Estoy aquí ahora debo ir para acá — y me dijo cuantas estaciones son.
El metro llega me subo como si nada y como siempre lo hago me pego a la puerta del vagón atento de las estaciones para no equivocarme para salir. Cuando llego a Tacubaya, salgo y de pronto el mar de gente se hace presente, así que comienzo a abrirme paso entre familias, personas corriendo para subirse al vagón antes de que las puertas se cierren, vendedores de todo tipo de cosas, cantantes pidiendo dinero y uno que otra persona dormida sobre el suelo de la estación.
A duras penas llego al vagón para subirme antes de que las puertas se cierren. Me empujan hasta le fondo y literal quedo apretado entre dos chicos que huelen a algo que comienza a marearme como nunca en la vida había pasado, tipo aceite, o cemento o barniz de muebles. Trato de no decir nada y simplemente me fijo en las estaciones que van pasando rápidamente ante mis ojos. Para mi buena suerte, ellos se bajan dos estaciones antes y me da un descanso.
Sin embargo, al bajarme en Pino Suárez el mar de gente vuelve y después de abrirme paso entre la gente, logro caminar hacia la estación — vale, estación Pino Suárez ahora para salir— y sí, Ximena no me dijo que salida tomar para llegar a nuestro piso.
Bajo mi mano para tomar mi móvil y marcarle y no está —¿mi móvil? ¿mi móvil? — pregunto mientras busco desesperado y de pronto caigo en cuenta — ¡la Puta madre! — grito al ver que me lo han sacado … fue en Tacubaya, fue en el vagón, no lo sé, simplemente que estoy en medio de varias salidas en Pino Suárez y no sé por cual irme.
Me acerco a un chico que se ve bastante decente y al verme me sonríe — ¿Dígame? — pregunta.
— Sé que sonará raro pero tu sabéis que salida puedo tomar para salir cerca de… una escuela muy famosa — comento tratando de recordar lo que Ximena me ha dicho sobre el lugar.
—¿Escuela famosa? —
—Sí, sí… hay una iglesia, varios bares — empiezo a describir el lugar y sonríe.
—¡Sí! Por una Sor Juana te llevo — me dice y yo levanto la ceja.
—¿Una Sor Juana? — pregunto y él se ríe.
—Por doscientos pesitos — responde.
—¿200? No es mucho.—
—Pero te llevaré hasta tu casa, seguro… — me comenta.
—No, 200 es mucho. —
—Bueno, como quieras güero — me dice y se voltea.
Camino hacia la primera salida, salgo y de pronto la lluvia pega —¿Es en serio? ¿llueve en noviembre? — pregunto en voz alta mientras veo el lugar y no reconozco, y así sin tener más remedio camino por esta gran ciudad.
[…]
Entro al piso escurriendo de mojado, son las 9:00 pm y cuando Solovino viene a recibirme dejo mi mochila sobre el suelo y Ximena al verme se ríe —¿qué te pasó? — pregunta divertida.
—¿Qué me pasó? ¡Qué me pasó! — exclamo enojado — Salí a las 5:00 de la tarde de trabajar, seguí tus instrucciones, llegué a esa estación donde a ti se te olvidó decirme la salida, me quitaron el móvil en el metro así que no pude hablarte para preguntarte por donde. Llueve horrible allá afuera, no me sabía la dirección del piso y un chico por una Sor Juana me trajo hasta acá, huelo a sudor, a una sustancia que me marea y estoy hasta la madre de dormir en el sofá, así que hoy duermo contigo en esa habitación ¡Me entiendes! — termino y ella me ve atenta.
—¿Una Sor Juana? Te estafaron por 200 pesos para traerte acá — me dice.
—Lo que sea — digo enojado mientras junto mi mochila, la cuelgo en el perchero y me quito la camisa empapada — me iré a dar una ducha — comento y saco los cerillos para prender el calentador pero ella me los quita y me abraza, y esa acción inesperada hace que mi enojo baje un poco.
—Lo siento Tristán, a veces se me olvida que no eres de aquí y te has de sentir terrible, prometo la próxima vez dar instrucciones más precisas.—
—¿Estás diciendo que no te molestan lo de la Sor Juana? — pregunto y ella se ríe.
—No, sólo que no se vuelva a repetir ¿sí? — me responde y sube su rostro para verme y sonríe.
De pronto mi tarde de porquería se hace mejor al sentirla cerca de mi, la piel desnuda de mi pecho se eriza al contacto con sus brazos, mi corazón empieza a agitarse y los labios comienzan a cosquillearme —Ximena ¿te puedo besar? — le pregunto nervioso y ahora, es ella quién lo hace primero.