Pablo 

Los Karagiannis están aquí y de pronto el terror se apodera de Antonio y Théa. Uno que nosotros no entendemos, pero que vemos en sus ojos. No hay escapatoria de aquí, este es el último nivel y no creo que saltar desde el techo sea buena idea, sobre todo porque son siete pisos de alto. 

—Esto terminará mal —habla Antonio. 

—Tranquilos, llamaré a Maggy —propone David. Dándole a Luz a la niña y dirigiéndose al teléfono que está colocado sobre la pared. Él marca un teléfono rápido, y después de unos timbrazos se escucha: 

—¿Maggy?, ¿ves las cámaras? Sí. Esas personas querrán entrar al edificio, te pido que no los dejes pasar. Sí. Confío en tus métodos. Vale, gracias—. David termina la llamada y al voltear, todos los ojos están sobre él. 

—¿Qué hará? —pregunta, Théa. 

—Simplemente, no los dejará pasar. 

—¿Eso es todo? —inquiere Antonio, bastante alarmado. 

—Sí. 

—He llegado a pensar que todos nos toman como locos —habla Théa, bastante desesperada—. Han de pensar que este miedo es irracional, pero no lo es. Karagiannis ha matado gente, tiene un pasado horrible. Si se entera de que Mena existe, podría hacer cualquier cosa. ¿Qué no ven?, ¡están aquí! 

—Tranquila —responde David, en un tono de seriedad que jamás había usado—. El problema de ustedes dos es que siguen pensando que están solos. Que vamos a abrir la puerta y los vamos a dejar afuera a merced de los Karagiannis y no es así. Aquí trabajamos en equipo, vale. Y nada les pasará. Los Karagiannis no pueden ser tan poderosos como para que todo México les tema. Mi padre siempre decía que el poder de las personas se limita cuando se dan cuenta de que el mundo es mucho más grande que su propio universo. Lo que quiero decir es que tal vez Karagiannis es poderoso en sus terrenos, pero ahora, está en terrenos desconocidos, y no sabe las reglas para jugar; pronto se dará cuenta de que sus reglas no sirven. 

—Necesitamos a alguien que nos diga qué pasa abajo —comenta Tristán. 

—Yo iré. —Me ofrezco. 

—¡No! —Me prohíbe Théa, en un tono de desespero—. Si viene Chez con ellos ya te ha visto, sabrá que sus sospechas son ciertas. 

—No le tengo miedo a Chez, ni a ellos… él no tiene razones para hacerme daño.  

—Lo hará, porque sabe que estás conmigo. 

—Pues, entonces, que así sea —contesto. 

Volteo a ver a David Tristán y le pido que me preste una de sus camisas de algodón. Él lo hace, después de algunas instrucciones, y después de ponérmela, me dirijo a la puerta. Théa me detiene. 

—Ten cuidado, sí. 

—Sí, no te preocupes. No conocen a Maggy —comento, y le doy un beso casto sobre los labios. 

Así, salgo por la puerta del piso y corro escaleras abajo, hasta alcanzar el nivel de la planta donde Maggy ya está gritando al portón que si no tienen llave no pueden pasar. De artefacto de defensa, trae un palo de escoba. 

—¿Cómo va esto? —pregunto cerca de ella. 

—¡Necios! —grita Maggy—. Ya les dije que si no tienen llave no pueden pasar y nadie les puede abrir. 

—¡Le ordeno que me abra! —Se escucha la voz de Karagiannis— ¡Usted no sabe con quién está tratando! —Y los golpes en la puerta son en verdad fuertes. 

—¡Naaaaaambre! —grita ella—. No me venga con esa frase, que ya no me marea. Ni idea de quién sea. Es más, ¡ustedes no saben con quién están tratando! Yo soy la administradora de este edificio, ustedes ni los topo. Pero miren, que si no se van, le voy a llamar a mi sobrino el Caguamas para que venga a sacarlos. 

Me río bajito. La verdad es que ver a Maggy en acción es en verdad una joya. Ella se aferra al palo de escoba, y lo alza como si estuviera a punto de pegarle a una piñata. Los golpes de los Karagiannis son fuertes, hasta que, de pronto, se hace un silencio, uno que a mí me asusta de inmediato. 

¿Ya se habrán marchado?, pienso. 

La puerta del edificio se abre, Maggy se prepara y el miedo se apodera de mí. ¿Cómo lograron entrar?, ¿será verdad lo que dice Théa sobre el poder que tienen? 

Sin embargo, el alma me regresa al cuerpo, cuando veo a María Julia entrar por la puerta, de manera tranquila, y con Jo y Robert detrás de ella. Los Karagiannis, esperan de pie afuera, Chez se ve pequeño al lado del padre de Théa: un hombre alto, obeso y sin cabello. 

—Pablo, me da gusto verte. 

—Señora —contesto, lo más normal posible. 

No sé si María Julia sepa qué está sucediendo o si me vaya a preguntar al respecto. 

—¿Hay alguna razón por la que el empresario Karagiannis se encuentra dañando mi propiedad? —me pregunta, sabiendo que lo están escuchando. 

—Bueno… 

—¡ES ÉL! —expresa Chez, enojado— ¡Él es el amante de Théa! —me señala. 

Me quedo de pie sin mover ni un músculo. 

—¿Disculpe? —pregunta María Julia, y voltea a ver a Chez con ese porte de seguridad que siempre tiene—¿Cómo se atreve a hablar así de mi asistente ejecutivo? 

—¿Asistente ejecutivo? —Inquiere Cassandra. 

—Así es… Pablo es mi asistente ejecutivo y este edificio es parte del Conglomerado. Le pido que no venga a este lugar a levantarle falsos. 

—Entonces, ¿cómo es que me lo encontré con Théa en Madrid? —pregunta Chez. 

¿Encontrar?, más bien acosar, pienso. 

—No lo sé. Lo que Pablo haga en sus tiempos libres, es otra cosa.

—¿Entonces admite que Théa y Pablo son amantes? —habla Cassandra. 

—No admito nada. Ahora, ¿me pueden decir qué es lo que ustedes hacen aquí? —pregunta. 

Karagianis, hasta ahora, no ha dicho una palabra. No sé si es porque no tiene nada que decir o porque está analizando su discurso. Veo como toma aire para comenzar a hablar. 

—Nos han dicho que Théa y Antonio están aquí, en este edificio. 

—¿Quién les dijo?, ¿él les dio esta dirección?

—Bueno… —intenta hablar Karagiannis.

—Sabemos que mi hermana está en México de luna de miel con Antonio. 

—México es muy grande, querida. No solo es una ciudad —interrumpe Jo, quien está atenta escuchando. 

Sonrío levemente. 

—Entonces, considerando que México es muy grande, ¿cómo explican su presencia, exactamente en este momento, considerando que no tiene una razón creíble para estar aquí? 

—Solo sabemos que están aquí —contesta Karagiannis. 

María Julia sospecha lo mismo que yo. Lo han hecho de manera ilegal hackeando los teléfonos y ese es el motivo por el que no tienen respuesta. Sí, Antonio les hizo la llamada, pero, ellos ya estaban aquí antes. 

Ella suspira. 

—¿Es en serio que está haciendo esto, Señor Karagiannis?, ¿venir como un ogro a romper las puertas de un edificio antiguo solo porque “sabe que están aquí”? —pregunta María Julia. 

—Creo que mis acciones son apropiadas.  

—¿Eso cree? ¿Pero sabe lo que yo pienso? Creo que no hay motivos o explicación plausible para el hecho de que están merodeando una propiedad privada sin autorización, además del evidente daño a una puerta que llevaba más de 10 años intacta hasta que llegaron aquí. Así que no tengo de otra que pedirles que se retiren, o los acusaré de daño a propiedad privada y llamaré a la policía —habla firme. 

Los Karagiannis se quedan sin decir nada. Noto que Cassandra cierra el puño al ver que no se salió con la suya. 

—Karagiannis. Te pido que te retires, como los dos adultos que somos. Así como te digo que dejes de acosar a mi empleado y levantarles falsos, porque en ese caso, te demandaré también por ello. No creo que quieras otra demanda, ¿cierto? 

—Mi hija está ahí —dice entre dientes. 

—No lo sé —contesta María Julia— y, aunque lo estuvieran, no es de mi incumbencia las razones del porqué lo están. Solo me interesa que no dañen mi propiedad y no vengan a amenazarme. Así que, ustedes deciden, ¿se van o llamo a la policía?

—Vámonos —Ordena Karagiannis. 

—Pero papá, ¡Están ahí!, ¡THÉA ESTÁ AHÍ! —grita con coraje. 

—¡Vámonos te digo! —grita Karagiannis, dándose la vuelta y caminando hacia el auto. 

Cassandra le lanza una mirada llena de furia, y como niña pequeña camina lejos de nosotros haciendo berrinche. Chez, me da una mirada, pero no dice nada, solo se da la vuelta. 

—Y señor… —agrega María Julia, haciendo que él voltee—. Le voy a pedir que no vuelva más por aquí, porque me verá con la necesidad de llamar a las autoridades. 

—La policía no hará nada —se burla Chez. 

—No hablo de aquellas autoridades, sino de mis autoridades. Tal vez migración encuentre algún trapo sucio y le prohíba entrar al país. 

Y diciendo esto, ella cierra el portón dejándonos dentro. 

Me quedo en silencio, viendo como una persona tan liviana y bajita como María Julia, puso a Karagiannis en su lugar. Si ya la admiraba, hoy lo hago más. 

—Señora… 

Ella niega con la cabeza, y después, comienza a caminar escaleras arriba.

—Gracias Maggy —dice y ella asiente con la cabeza. 

Sube en silencio, como si estuviera reflexionando. Jo camina a mi lado, y nos intercambiamos miradas, como si tratáramos de adivinar qué es lo que piensa. Cuando llegamos al piso colorido, ella toca la puerta, y David Canarias abre. 

—¿Todo bien? —pregunta. 

Ella no dice nada, simplemente entra y ve a Théa y a Antonio, que parecen leones enjaulados. Théa corre hacia mí y me abraza. 

Julie se pone frente a ellos y habla: 

—Ya se fueron. Los corrí, pero no estarán tranquilos. No sé cuáles son las razones por las que los persiguen, pero les recomiendo que lo averigüen y lo terminen ya, porque no creo que puedan durar mucho tiempo escondidos. 

—Lo sabemos… 

—Antonio, te apoyamos y te queremos, pero no nos gustan los problemas. Y ahora que tienes una hija, menos. Esto se está complicando, pero entre más huyan, peor se pondrá la situación. Así que les pido que ya no lo hagan. Karagiannis puede ser alto y pesado, pero no es un hombre imposible. Ellos ya sospechan muchas cosas, ya no sirve de nada esconderse. Mi consejo: terminen de destapar la cloaca y dejen que salga toda la basura. Antes de que esta se atasque y sea demasiado tarde. Ahora, si me disculpan, necesito un café cargado —finaliza, para ir hacia la cocina. 

Antonio, Lila, Théa y yo nos quedamos en silencio. Quiero contarles lo épica que fue María Julia allá abajo, pero, sé que no es el momento. Julie nos salvó de pura suerte, pero esta se estaba terminando. 

—¿Me amas? —le pregunta Antonio a Lila y ella asiente. 

—Claro que te amo.

Voltea a verme y con una seriedad me pregunta. 

—¿Amas a Théa? 

Sonrío. 

—Claro que la amo —respondo. 

—Entonces, regresaré a Madrid y destaparé la cloaca.

—¿Qué harás? —inquire Lila. 

Y de pronto escuchamos una frase que jamás pensamos: 

—Me divorciaré de Théa. Será mi primer paso para enfrentar a los Karagiannis. 

15 Responses

    1. Tengo miedo, no deja a Théa expuesta con el divorcio… Pablo debería casarse con ella…
      Querrá Théa casarse nuevamente y tan pronto…

  1. Wow este capitulo estuvo de infartoooo…. que grande en Mujer esta chiquitina jejejeje me encantó. Los puso en su lugar como toda una dama empoderada. Bien hecho. Y esa Cassandra estupida se le tendra que caer el teatrico y ese Chez se cree que tiene comprado todo, pues fijate que no. Buenoooo ahora si se vienen con toda. Me encantaaaaaaaa

  2. Jajajajaja ya con solo escuchar ” mi sobrino el caguamas ” debieron temer los karagiannis 😂 pero la aparición de María Julia fue impresionante 😎

  3. Julie siempre a tenido un carácter fuerte y que se impone sin necesidad de hacer daño, esta mujer es fuerte.
    Antonio, Lila, Thea y Pablo llegó el momento de enfrentar la maldad y por ser libres

  4. Marta Julia siempre golpea en el punto exacto, una combinación de la astucia de Tristan y David con la inteligencia de Mena y Fátima y la experiencia de su puesto.
    Thea y Antonio. Están acuerpados por los Canarias, Ruiz de Con y Carter, y por supuesto Pablin

  5. Ojalá pronto entiendan que no están solos pero que tienen que hacerse cargo de sus responsabilidades

  6. Woow Julie mucho Julie bravo bravo quieren más o les guisa un huevito jajaja que momentazo de la sra. Julie =) esos Karadecaca ni se lo veian venir y la bruja esa se fue con el coraje atorado jajajaja Julie tiene razon en lo que les dijo y creo que lo que Antonio esta diciendo tiene sentido aunque tiene que irse con cuidado porque se pondrá la cosa fea .

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