[Tristán]

Sigo caminando de la mano de Ximena por todo el Centro Histórico de la Ciudad de México. La tarde cae, los pies me duelen pero el sentir el latido de su corazón en mi mano me hace continuar. 

Por fin, con los pies sobre la tierra, después fuimos a comer en un restaurante muy famoso llamado “Sanborns de los Azulejos” que justo se encuentra en frente de la Torre Latinoamericana y Ximena, como siempre tenía una historia que compartir. 

—Esta fue la casa del Segundo Conde del Valle de Orizaba,  quien lo revistió de azulejos de Talavera poblana, que si ves es azul… azulejos — y yo le presto atención mientras como unas enchiladas “Sanborns” que debo admitir están deliciosas —la leyenda cuenta que este joven vivía una vida de despilfarro, por lo que su padre lo reprendió diciéndole que de seguir en ese camino nunca llegaría lejos “ni haría casa de azulejos”. Esto llevó a rectificar al joven conde, quien trató de demostrar su nueva forma de vida a su padre, forrando de azulejos esta residencia— termina y de pronto siento que esa historia me queda como anillo al dedo. 

—¿Entonces? ¿él se rectificó? — le digo y ella sonríe. 

—Así es… y pues ahora es restaurante Sanborns, famoso por su restaurante, área de revistas y sobre todo.. por sus baños — y me río — son limpios, gratuitos y siempre hay papel.— 

—Amo que sepas tanto… ¿eras guía de turista? — y ella niega con la cabeza. 

—No, pero me gusta saber del lugar donde vivo, y prácticamente nosotros vivimos en el Centro Histórico, así que es bueno saber.— 

La observo comer la  sopa azteca y disfrutarla como si fuera lo mejor — ¿crees que el conde se rectificó porque tenía una Ximena Caballero en su vida? — le pregunto. 

—Posiblemente — contesta coqueta — las Ximenas somos buenas para escuchar.. literal mi nombre significa eso .— 

—Me gusta tu nombre — comento.

—A mi el tuyo, que significa — me pregunta y yo alzo los hombros.

—No sé, siempre pensé que tenía que ver con Tristán e Isolda, la historia de amor… ya sabes, la princesa y así… pero en realidad no sé nunca le he preguntado a mis padres.—

—Es la primera vez que hablas de ellos — dice curiosa — es más, es la primera vez que hablas de tu familia…¿tienes hermanos? ¿hermanas? — pregunta y yo me quedo en silencio. 

—No, soy hijo único y no tengo tantos tíos, ni primos como tú.— 

—Créeme pocos países en el mundo tienen familias con tantos parientes como en México — y me río —¿tienes amigos? — 

—Sí, uno, Iñaki, es mi amigo de la infancia — contesto frío, porque en realidad no sé si Iñaki en verdad es mi amigo —¿no lo viste el día de Las Vegas? — comento y ella niega. 

—No, sólo te vi a ti en la barra del bar, es todo lo que recuerdo y después… adiós.— 

—La noche que cambió nuestras vidas — digo. 

—Así es.. y aquí estamos.— 

Hay una pausa entre los dos y luego continua —¿nos vamos? Todavía hay varios lugares que ver o ¿ya nos vamos al departamento? — me pregunta. 

 —No, quiero seguir viendo todo… quiero ver la Ciudad de Noche, me gusta mucho — comento feliz, en serio muy feliz. 

 —O.K, entonces vamos.— 

Salimos del Sanborns de los azulejos y justo, atravesando la avenida, en frente se encuentra el famoso Palacio de Bellas artes, tan bello y monumental que no puede ser ignorado. 

De nuevo Ximena me toma de la mano y entramos para ver los murales que alberga el palacio dentro. Murales de Diego Rivera, Alfaro Siqueiros y Clemente Orozco, pintores mexicanos que se dieron a la tarea de pintar sobre los muros la historia y acontecimientos importantes de México para que los que no podían leer pudieran enterarse de lo que había pasado en el país. 

—Porfirio Diaz lo mando a construir, por eso es tan europeo — me dice ella mientras salimos de nuevo. 

—Sí, te digo que esta ciudad se parece mucho a Madrid. Un día te llevaré a Madrid — le digo y de pronto me veo haciendo promesas que quiero cumplir, porque Ximena se lo merece, porque quiero descubrir el mundo junto a ella.—

—Ven, todavía nos falta un lugar más y te prometo que te encantará — me dice y toma mi mano para llevarme de nuevo a caminar por esta gran ciudad.                     

Mientras vamos por la acera esquivando a las personas y a los vendedores ambulantes que se encuentran gritando sus mercancías en la orilla de la calle llegamos a un restaurante que tiene una fila enorme para entrar — cuando yo te diga que entres, entras ¿va? — y Ximena se mete hasta el fondo de restaurante y a los pocos minutos me hace con la mano que entre y lo hago de inmediato. Llego y me siento en la mesa que ella ha encontrado para nosotros —listo, es que así funciona aquí en “El Moro” — dice segura. 

—Hace un calor horrible— me quejo. 

—Sí, pero los churros valen mucho la pena y el chocolate…mmmm, delicioso — y me guiñe un ojo   —¿quieres que pida por ti? — comenta y yo asiento —quiero dos ordenes de churros con dos chocolates uno de agua y otro de leche — le dice al mesero y luego voltea a verme — ¿te gusta el cita tour? — me pregunta y yo tomo su mano y la beso. 

—Claro que sí, y me gusta más la guía — le comento y ella se sonroja. Ese gesto tan natural me vuelve loco pero ella no lo sabe —Crees que después de aquí ¿me puedas llevar a la terraza del Sears? — le pregunto — tu hermano dijo que debía subir ahí.—

—Sí, por su puesto, hay una cafetería así que podemos tomar algo ahí antes de irnos al departamento ¿te parece? — pregunta tierna. 

—Me parece — y vuelvo a besar su mano y la conversación se acaba justo a tiempo para recibir la orden y comenzar a comer. 

De pronto ante mi hay un plato con ocho churros azucarados y dos tazas de chocolate que sólo con olerlo se antoja tomar — prueba ambos chocolates y escoge el que más te gusta — me dice y tomo un sorbo a la taza con el chocolate de agua y luego al de leche. 

—No sabría cuál escoger— le digo y ella toma el de leche. 

—¿Qué te parece mitad y mitad? Así, como todo lo que tenga que ver con el matrimonio — sugiere y al parecer ambos estamos de acuerdo ya que sin decir nada comenzamos a comer. 

[…]

Después de comer en el moro y de caminar lentamente por la avenida para llegar de nuevo a Bellas Artes y ahora si verla hermosamente alumbrada de noche. Ximena y yo entramos a una tienda Sears que está justo en frente de la explanada y unos pisos después llegamos a una cafetería con una vista maravillosa, principalmente al Palacio y un poco más allá. 

Pasamos a la terraza de la cafetería y mientras esperamos la última bebida caliente del día, envuelvo a Ximena entre mis brazos para que reciba el calor de mi cuerpo, ya que el clima en la ciudad es muy frío por la época del año —traes la nariz roja — le digo tierno mientras ella se la cubre con el abrigo para calentarla. 

—Y el norte será más frío en unas semanas así que… más vale que te compres un abrigo— me dice. 

—Este me gusta mucho, es mi color favorito y todavía “aguanta”  — menciono esa frase que Paco siempre me dice con respecto a ciertas cosas que aún pueden usarse sin problema. 

—¡Ay Tristán! — dice ella sonriendo y yo le doy un beso en la frente. 

—¿Crees que pueda sacar algo de tu bolsa? — le pido y ella asiente. 

Meto la mano y desde el fondo saco una cajita. Ella me ve y alza la ceja — todo este tiempo estuvo ahí — dice divertida. 

—No, lo traía yo en la bolsa del abrigo y ahora lo metí, me gusta la magia y después de ver la cara que hiciste, creo que lo volveré a hacer.— 

Abro la caja y le muestro en anillo y ella sonríe — ¿Mucho mejor que el otro? — comento y ella asiente con la cabeza 

—¿Qué hiciste con el otro? — pregunta curiosa mientras yo tomo su mano y quito la alianza. 

—Tu hermano me dijo que lo llevara al ¿Monte de Piedad?— y ella se ríe ligeramente — Lo vendí y me dieron dinero, y ese dinero es el que he estado usando para las cosas de la semana, para Garibaldi y… bueno, te prometo que lo pondré en la cajita — le digo. 

Finalmente pongo el anillo y después la alianza. Se ven tan bonitos en su dedo anular que me emociona como si en verdad me hubiera hincado en medio de esta terraza, con está maravillosa vista y le hubiera dicho a ella que se casara conmigo. Pero no fue así, eso pasó en Las Vegas, y es una lástima que no lo recuerde. 

—No tenías por qué hacerlo Tristán — me dice ella tímida. 

—Sí, sí tenía y espero que ahora que es más pequeño lo uses ¿vale? — y ella asiente con la cabeza. 

La veo a los ojos, esos hermosos ojos negros, grandes y resplandecientes. Esos labios carnosos y suaves y su hermoso rostro que soy muy afortunado de ver todos los días. Desde que estoy con ella soy feliz, muy feliz y sólo quiero que ella también lo sea. 

—Te quiero Ximena — le murmuro cerca de los labios —¿Tú también me quieres? — 

Entonces Ximena me ve fijamente y esboza una sonrisa que se quedará grabada en mi mente por el resto de mi vida. 

—Te quiero Tristán — murmura — Te quiero como nunca había querido a nadie— y bajo la hermosa vista de fondo, el olor a café, el aire fresco corriendo y las estrellas. Esta noche, de nuevo, cambiaron nuestras vidas. Yo la quiero, ella me quiere y lo demás… ya no me importa. 

One Response

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *