[Tristán]

El 24 de diciembre, Ximena y yo nos quedamos en casa, ya que al siguiente día iríamos a casa de su padre a festejar y comer comida navideña, una que nosotros no tuvimos en el piso ya que el 26 por la mañana viajaríamos al norte de México a la sonada boda de Maquena y Rodolfo, a la cual fui invitado de último momento. 

Ximena, para nuestra primera cena de Navidad juntos, cocinó una pasta a la mantequilla con una ensalada, todo sencillo, ya que nos iríamos por un tiempo y no quería que la comida se echara a perder en el refrigerador. Así que, entre los dos, decoramos el piso, algo nuevo para mi porque en mi casa nunca lo hacía yo si no la Ayuda y arreglamos la pequeña mesa del comedor con un mantel muy navideño que ella hizo, velas, vino tinto y también hizo una especie de bebida llamada “Ponche” dulce, muy rica y que si yo quería le podía poner pique. 

  —¿Pique? ¿También le ponen chile?  — pregunté mientras tomaba la taza 

Ximena comienza a reírse   — no tontito, pique es que le puedes poner alcohol  — y continúa riéndose a mas no poder. 

  —Oye, no te rías, que hay cosas de mi país que tú todavía no sabes y yo te las explico sin risas — le comento y ella guarda silencio con una sonrisa. 

Vuelvo a tomar otro sorbo de ponche y sonrío  — me encanta ¿cómo se llama esta fruta?  — le muestro una pequeña fruta pequeña que parece melocotón. 

  —Tejocote  — me repite 

  —Te-jo-co-te — digo y ella sonríe. 

  —Así es, no es tan difícil  — y me da un ligero beso en los labios. 

  —Es porque tú lo haces fácil  — respondo y ella se sonroja. 

  Ximena toma los platos de comida y luego camina hacia la mesa para ponerlos sobre el hermoso mantel, regresa por los cerillos para prender las velas  — Tristán ¿no le vas a hablar a tus padres? ¿es Navidad?  — me dice tierna y yo sonrío. 

  —Bueno, les envié un correo electrónico hoy por la mañana  — miento  — además, recuerda que no tengo móvil después de que me lo robaron y ahora en España es de madrugada  — aclaro. 

  —Pues del móvil puedes tomar el mío, ya sabes, una llamada por WhatsApp o algo así, no pasa nada  — y me sonríe. 

  —Lo consideraré  — contesto pero en realidad no quiero poner el número de mi madre en el móvil de Ximena. También confieso, que desde que no tengo contacto directo con ellos me he sentido más libre y feliz, me ha permitido conocer a Ximena y a su mundo, y no estoy con el constante pendiente de que de pronto me llegue algún tipo de llamada que yo no desee y arruine mi día, sobre todo de la extinta y olvidada Bego. 

Ambos nos sentamos en la mesa y mientras yo sirvo el vino tinto Ximena toma otro poco de Ponche, después me observa y sonríe  —¿qué?  — pregunto sonriendo. 

 —Nada, sólo me gusta como te queda el cabello largo, no sabía que tenías rizos hasta que lo dejaste así  — y me quita un mechón y lo pone detrás de mi oreja. 

 —Siempre lo quise así, largo, pero…  — y de pronto mi “otra vida” vuelve a pegarme  — pero no me crecía de la manera que yo quería  — lo arreglo. 

 —Y ¿cómo lo querías? ¿Sexy?  — me dice Ximena coqueta y yo sonrío tímidamente. 

Termino de servir el vino y ambos levantamos la copa  — por nuestra primera Navidad Juntos   — brindo. 

 —Por nuestra primera Navidad casados  — dice ella y luego chocamos nuestras copas y tomamos un sorbo. 

Comenzamos a comer y como siempre el espagueti me sabe mejor que el caviar que comí en el crucero por las Islas Griegas que hicimos hace un año. Ximena tiene un sazón increíble y toda su comida, desde las sincronizadas hasta la más complicada sabe deliciosa. 

 —¿Qué haces en Navidad en Ibiza?  — me pregunta de la nada. 

 Yo tomo un sorbo de vino y luego ordeno las palabras en mi mente. La verdad es que a Ximena no le he contado mucho de mi familia, incluso, entre menos sepa de ella mejor, no quiero que su sombra cubra esta nueva vida que estoy comenzando  — bueno, soy hijo único así que la Navidad es básicamente con mis padres y yo. A veces invitamos a amigos, bueno mis padres los invitan y cenamos, bebemos, hay uno que otro regalo y ya… — resumo. 

 —Vaya, sí que das detalles  — y sonrío  — ¿hay algo malo en tu familia por el cual no me quieres decir nada de ellos?  — me pregunta. 

 —No, no, no  — digo de inmediato y esa repetida línea de “No’s” hace que mi respuesta se vea desesperada  — lo que pasa es que mi familia es muy diferente a la tuya, somos menos y bueno… — trato de arreglar el problema. 

 Ximena toma un sorbo de vino y luego me ve  — si sabes que algún día tendré que conocerla ¿no?  — me dice. 

 —Claro, lo sé  —contesto  — tú ¿cómo festejas Navidad?  — pregunto para que se aleje del tema de mi familia. 

 —Bueno, cómo ves decoramos toda la casa al ritmo de los villancicos, mi madre amaba hacerlo así entonces se quedó como tradición. Días antes mis tías y mi madre, y después yo, nos reuníamos a hacer la comida, rellenar el pavo, prepara la ensalada de manzana, el famoso bacalao a la vizcaína, receta familiar, — y me río por el tono en que lo dice — y mientras lo hacíamos platicábamos de todo un poco, anécdotas, las telenovelas, que queríamos del futuro… etc. Después, por la noche, nos vestimos formal y nos tomamos fotos… cenamos y abrimos los regalos… y al otro día, el recalentado. —

 —¿Recalentado?  — pregunto. 

 —Sí, el volver a calentar la comida de la noche pasada y te juro que sabe más rica, sobre todo el pavo, me encanta el pavo  — y sonríe  — eso es lo que hacemos. — 

 —¿Y por qué no lo hicimos hoy?  — pregunto. 

 —¿Qué?  —

 —Ya sabes, vestirnos formales y tomarnos fotos…  — comento. 

Ella sonríe  — porque no es a fuerza, nosotros podemos hacer nuestras propias tradiciones, tal vez, no sé en lugar de pavo comer espagueti y ensalada y vino de promoción del “Superama”  — y nos ponemos a reír. 

 —Es bueno el vino del “Superama”  — le digo y tomo otro sorbo  — pero, eso de vestirse formal estaría genial. 

 —Entonces hagámoslo   — dice ella de inmediato  — ¿qué te parece si nos vestimos con nuestras mejores ropas para quedarnos sentados en el sofá de la sala?  — y se ríe. 

 —Tendría que vestir el único traje que tengo y es para la boda pero ¿qué te parece si lo hacemos el próximo año?  — y ella esboza una ligera sonrisa. 

Honestamente hablar del futuro para Ximena y para mi ha sido un poco raro, porque queremos estar juntos pero a la vez no sabemos qué lo lograremos, así que más bien se ve como una pequeña luz al final del túnel que vamos recorriendo juntos. 

 —Muy bien, entonces asegúrate de tener un traje nuevo para el próximo año  — me comenta  — Sin embargo, hay una tradición que tú y yo tenemos en común  — me dice feliz y se pone de pie para ir al mueble que está en la sala, de donde saca una caja de regalo y la trae a la mesa  — feliz Navidad  — me murmura y me la da. 

 —¿Qué? ¿me haz comprado un regalo?  — digo emocionado. 

 —Sí ¡Andale ábrelo!  — me invita. 

Comienzo a abrir la envoltura y me sonrío al ver el empaque  — ¿me compraste una cámara digital?  — pregunto emocionado. 

 —Sí, no sé si ya tienes una, tal vez mejor que ésta pero…  — y se queda en silencio. 

 La veo directamente a los ojos, esos hermosos ojos negros que confieso me remueven todo por dentro cada vez que me miran  — gracias  — le murmuro  — es el mejor regalo de Navidad que me han dado. — 

 —No sé si sea tan buena pero el señor del Sanborns me dijo que era la mejor para un fotógrafo profesional  — continúa  — digo, ¿qué es un fotógrafo si no tiene una cámara? ¿no?  —

Me pongo de pie en seguida y la abrazo, lo hago con todo el agradecimiento y amor que le tengo, porque ya no hay duda, la amo, la amo con todo mi ser  — gracias Ximena Caballero  — le murmuro  — es el mejor regalo que me han dado. — 

 Y es verdad, nunca me habían regalado una cámara y yo nunca me había comprado una, no por falta de dinero, si no porque en verdad no la usaría al final de cuentas, con una familia donde había el mínimo apoyo para demostrar talentos, era mejor mantenerlo en secreto. 

 —¿Por qué no la estrenas?   — dice ella feliz  — le puedes tomar una foto a Solovino con su gorro de Santa  — y volteamos para ver al perro echado sobre el sofá vistiendo ese gorro que Ximena le compró en el metro la última vez. 

 —Bueno, sí, si quieres  — le digo sonriente y a la vez nervioso. 

 —Sí, Solovino es excelente modelo y tendrás unas fotos bonitas  — y luego toma la taza, mientras tus preparas la taza iré por mas ponche ¿quieres?  — y se aleja a la cocina. 

Tomo la cámara y la veo maravillado, como si yo fuera un niño pequeño y me acabaran de regalar ese juguete que tanto quería. La saco de la caja y comienzo a revisarla, Ximena regresa  —estaba pensando que podrías llevarla al viaje y tomar fotos, te serviría de práctica  — dice feliz. 

Volteo a verla y le sonrío  — ¿te puedo tomar una foto a ti?  — pregunto y ella se sonroja. 

 —¿ A mí? ¿qué pasó con Solovino?  — pregunta. 

 —También, pero… me gustaría que la primera foto de esta cámara fuera tuya  — y me acerco a ella. Ximena se pone nerviosa, lo veo en su hermosa mirada, en la manera en como reacciona cuando estoy cerca de ella, en como sonríe  — creo que es algo de las tradiciones navideñas que podríamos tomar ¿no crees?  — y pongo un mechón de su cabello detrás de su oreja. 

 —Bueno si quieres   — murmura, lo hace tan bajito que apenas y la puedo escuchar. 

 —Sí, sí quiero  — respondo y de nuevo está ahí entre los dos esa tensión sexual que no hemos liberado aún, ese momento de intimidad tan único que hace que nuestros cuerpos reaccionen de la misma manera y donde la mente nos pide a gritos que hagamos algo, mientras el corazón nos late cada vez más rápido  — sabes, estaba pensando que yo no te tengo un regalo de Navidad  le digo mientras mis labios están ligeramente cercanos a los de ella.

 —No importa, no se trata de eso  — responde nerviosa. 

 —Pero, yo quiero darte uno ¿qué te gustaría mi mexicana hermosa?  — le murmuro y ella sonríe. 

 —Nada. —

 —¿Segura?  — pregunto y toco sus labios con los míos e inmediatamente me saben dulces. Me alejo lentamente de nuevo y su mirada se clava con la mía  — no tienes idea como te deseo Ximena  — le murmuro y ella suspira  — me traes loco, y todos las noches mientras duermo a tu lado no hago más que fantasear con tu cuerpo curvado y tus labios besando los míos mientras me tocas de maneras diferentes. —

 —Tristán  — murmura  — creo que no son pláticas muy navideñas. —

 —Pero sí de esposos ¿no?  — y ella toma aire. La tensión entre los dos crece y yo dejo la cámara sobre la mesa y luego acaricio su rostro  — eres una mujer muy guapa, me gustas, yo te gusto ¿qué más esperamos?  — le pregunto. 

Voy caminando poco a poco hacia atrás hasta que su espalda topa contra la pared  — Tristán   — dice ella nerviosa y la veo temblando como hoja  —yo, yo te deseo mucho pero… — y veo que no puede ni siquiera ligar una sola frase. 

 —No te obligaré a hacer nada que no quieras, pero  — y le beso la nariz  — quiero que sepas que te quiero y que te deseo tanto  —y beso sus labios  — y estaré listo para cuando tú lo desees. — 

 —Gracias  — dice tímida mientras esquiva su mirada y ve al suelo. 

 —No tienes que agradecer, yo no sé que te hizo Rodolfo y sé que no me lo contarás porque eso ya quedó en el pasado, pero, te juro Ximena que yo soy diferente y yo te quiero a ti y solamente a ti, y el día que lo desees será a tu ritmo, como tú quieras, como tú te sientas ¿sí?  — y le beso en los labios. 

 El ligero beso que nos damos de nuevo toma ese ritmo tan particular entre los dos, constante, lleno de deseo, de amor, de confianza y los nervios de de Ximena desaparecen  — te quiero Ximena, no lo dudes por favor  — le murmuro sobre los labios y luego me alejo  —¿qué te parece si tomamos esa foto?  — Ximena asiente con la cabeza y yo la tomo de la mano  —nuestra primera foto como esposos en Navidad ¿te parece?  — y ella sonríe. 

Ella se sienta en el sofá de Solovino y yo preparo la cámara para que salga el conteo automático y luego voy a sentarme a su lado  — ¿lista?  — le digo y ella asiente  — 1,2,3  — le murmuro y le doy un beso en los labios y se escucha click de la cámara y luego me alejo para ver sus hermosos ojos  — te quiero Ximena. — 

 —Yo también te quiero  — me murmura y vuelve a besarme.

Entonces, mientras nos tomamos fotos y le robo uno que otro beso a esos sensuales labios que tiene, no quepo de felicidad y de pronto un sentimiento de plenitud me invade, no sé qué hice para merecerla, no sé si yo la encontré o ella me encontró a mi, pero, Ximena me ha enseñado que no hay un tiempo determinado para amar a alguien y después de tan sólo unas semanas sé que mi lugar es a su lado y cuando la miro a los ojos, sé, que ella me quiere en la suya. 

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