Ximena. 

—No me agrada Rodolfo igual que ti, pero tomemos este viaje como si fueran unas pequeñas vacaciones ¿te parece?  — y yo sonrío. 

  —Tienes razón, hay muchas cosas que podemos hacer aquí y no necesariamente que tengan que ver con la boda, así que te daré un tour, uno rápido y efectivo  — y él se ríe. 

  —Contigo voy a donde quieras  — me responde. 

Entonces me recargó sobre su hombro y me aferro a su brazo  — Estás calientito  — le murmuro mientras cierro los ojos y después me quedo dormida el resto del viaje. 

[…]

Entrar a San Carlos es una de las vistas más bonitas que se pueden ver, el mar, es lo primero que te da bienvenida mientras el entras por la carretera, después vienen las casas, los bares y todo pequeños locales  — ves ese  — le digo a Tristán que ve por la ventana  — se llama Rosa’s Cantina, podemos venir a desayunar más al rato  — le platico y él sonríe. 

  —¿Crees que podamos ir a la playa?  — me pregunta entusiasmado. 

  —Claro, podemos hacer lo que quieras, sólo después de la prueba de vestido de Maquena  — y él me besa. 

  —Cuando quieras, cuando puedas, yo te espero  — me repite y yo sonrío. 

El camión se estaciona y bajamos para tomar el taxi que nos llevará al Hotel San Carlos Plaza, donde nos hospedaremos ya que ahí será la famosa boda del “año” por la que tanto tiempo estuvieron esperando Rodolfo y Maquena debido a su embarazo “ups” que lo detuvo todo. Así que por fin, después de tantos arreglos y de que los padres de ella la perdonaron por comerse la torta antes del recreo, la boda se llevaría a cabo mañana y no sé porque siento un alivio. No sé si es por el hecho de que Rodolfo oficialmente estará casado o porque por fin no tendré a Maquena cada semana en mi tienda pidiendo detalles ridículos de su vestido. 

Cuando por fin llegamos  al hotel y de hacer el famoso check in por fin subimos  a la habitación que para nuestra suerte estuvo lista antes de la una de la tarde. Una hermosa vista del puerto de San Carlos se veía desde nuestra ventana, todo el mar de Cortés en todo su esplendor nos daba la bienvenida y al fondo, coronado todo el paisaje, el cerro del Tetakawi. 

Tristán sale al balcón y se queda viendo todo lo que está en frente de él  —¿te gusta?  — le pregunto. 

  Él me abraza y me da un beso sobre el cabello  — me encanta, pero me gusta más que lo estamos viviendo juntos  — y yo sonrío  — te quiero Ximena y sé que te lo repito todos los días pero es que ya no puedo dejar de decírtelo. — 

  —Yo también te quiero, y estoy emocionada porque es la primera vez que hago un viaje con mi esposo a Sonora y quiero mostrarte todo, así que ¿quieres ir a explorar?  — y él sonríe. 

  —Vamos, que muero de hambre y quiero ver todo de este lugar  — y me toma de la mano  —¿A qué hora es lo del vestido?  — me pregunta. 

  —A las cuatro de la tarde. —

  —Entonces, eres mía hasta las cuatro de la tarde. Venga vamos  — me dice feliz. 

Tristán y yo salimos del hotel y caminamos por las hermosas calles de San Carlos directo al Rosa’s Cantina uno de los restaurantes más visitados por los extranjeros del lugar, donde hay comida mexicana pero ideal para los que visitan de otros países. Él se pidió unos chilaquiles verdes con cecina arriba, un platillo que le encantó desde la primera vez que lo probó y yo algo menos mexicano, un pan francés calientito con café mucho café. Después, salimos a para seguir explorando y eso nos llevó a la playa, que a pesar del sol, se podría sentir el viento frío correr por nuestro cuerpo. 

Tristán toma fotos, muchas fotos del paisaje, del mar, mías muriendo de frío, riendo, disfrutando de cada momento que estamos construyendo juntos. Me besa de vez en cuando y sus labios calientes se junta con los míos fríos, me abraza para calentarme un poco más y aprovecha para decirme al oído que me quiere y que es feliz conmigo, lo que provoca que sonría levemente. 

Él me toma de la mano y caminamos juntos por la orilla de la playa, así hasta llegar a un punto donde podemos sentarnos y descansar un poco. Él se sienta sobre la arena y yo lo hago entre sus piernas recargando mi espalda sobre su pecho. Tristán me rodea con sus brazos y posa su mentón sobre la parte de arriba de mi cabeza   —¿esto es cómo en Ibiza?  — le comento

  —No, es muy diferente  — murmura  — por eso me gusta el mar, porque cada paisaje es diferente en todos los lugares a donde vas, pero  creo que aquí hace más frío  — bromea y yo me río. 

Nos quedamos en silencio escuchando las olas del mar romper en la orilla, me acomodo un poco más pegada a él y le doy un beso en los labios  — ¿todavía te preguntas por qué nos casamos en Las Vegas?  — le digo. 

  —No, pero creo que ya no necesito preguntarme ¿o tú sí?  — y yo sonrío. 

  —Entonces ¿se quedará como una incógnita en nuestro matrimonio?  — le pregunto y debo confesar que siento raro en decir “matrimonio” porque nunca había utilizado esa palabra. 

  —Tal vez, tal vez la felicidad de esta relación y de nuestro matrimonio es no saber porqué nos casamos, así tendremos algo que decirles a nuestros hijos  — y yo volteo a verlo al escuchar la última frase. 

  —¿Hijos?  — pregunto y él se queda en silencio. 

Tristán y yo ni siquiera hemos estado juntos de una forma íntima, en este lapso que llevamos juntos, y de pronto menciona hijos de la manera más natural provocando que mi reacción de inmediato. 

  —¿Qué no quieres tener hijos?  — me pregunta de manera tan natural que pareciera que llevamos años de relación y no 2 meses. 

  —¿Hijos? Bueno, yo…  — digo nerviosa  — no es que no quiera pero… — y él me abraza. 

  —Tranquila, no pasa nada, es un decir, yo sé que no estamos ni siquiera cerquita de poder hablar de niños cuando apenas definimos esto que tenemos, lo siento, no fue mi intensión  — comenta en un tono de voz que me llama la atención. 

 Me levanto un poco y volteo a verlo  — no pasa nada  — le murmuro  — no lo digas en un tono de que hiciste algo malo, soñar no tiene nada de malo y no hiere a nadie. Yo, nunca dije que no quería tener hijos sólo que por ahora nuestra situación no es tan…  — y él sonríe  —¿qué te parece si pasamos estos seis meses de plazo y luego retomamos la plática de los bebés? ¿Qué dices?  — y él me vuelve a abrazar. 

  —Lo que tú digas Ximena Caballero  — murmura en mi oído y ambos nos quedamos en silencio disfrutando el ruido de las olas del mar. 

[Tristán]

Fue una lástima que tuviéramos que regresar al Hotel por la tarde, pero Ximena tenía que ver lo de la prueba del vestido y yo, decidí que era buena idea bajar al bar del hotel y tomarme una cerveza mientras la esperaba. Observo a mi alrededor y sigo pensando que estoy viviendo en un sueño, definitivamente uno del que no quiero despertar. Ximena y yo, cada día nos acercamos más y yo cada día la quiero más, lo que me ha hecho olvidar la vida tan vacía y vana que tenía antes de que ella llegara a mi vida. Mientras espero el coctel de mariscos que pedí para comer veo a lo lejos que Rodolfo se acerca y me saluda. 

  —¡Joder!  — murmuro molesto. 

  —¡Ey Amigo!  — me dice en un tono que me molesta  —¿Puedo tomarme una cerveza?  me pregunta. 

  Con mi mano le indico que se siente en la silla que está a mi lado y él lo hace  — ¡Una Pacífico por favor!  —le dice al chico del bar y luego voltea a verme  — ¿listo para esta noche?   —

  —¿Para esta noche?  — pregunto. 

  — Sí, para mi última despedida de soltero y tú estás invitado   — me dice mientras me da una palmada sobre la espalda. 

  —¿Yo? ¿Por qué debería de estar invitado?  — 

  —Porque eres mi amigo ¿no? y todos mis amigos irán hoy por la noche al bar  — sentencia. 

Me quedo observando a Rodolfo y sonrío  —¿qué quieres conmigo?  — le pregunto serio. 

  —Nada, sólo que bueno, Maquena es amiga de Mena y pues pensé que tú y yo deberíamos de igual manera ser amigos, digo ¿qué puede pasar?  — y toma un sorbo de su cerveza. 

  —Rodolfo, yo no sé quieres conmigo, y no quiero averiguarlo, sólo te anuncio que no soy tu amigo, no me importa si Maquena o quien sea sea amiga de Ximena, yo a ti no te tengo nada de confianza, no entiendo porqué invitar a Ximena a tu boda o tratar de formar una relación conmigo, pero, yo amo a Ximena y no caeré y tampoco no la molestarás más… amigo. —

Rodolfo cambia el semblante, la cara amigable se fue y esa pesadez que lo caracteriza regresa  — así como yo no te caigo, tú no me caes a mí, no me compro esa historia de que tu y Mena están enamorados, ya te dije, ni del españolito que viene por amor a quedarse con ella… yo te voy a descubrir y cuando lo haga se lo diré a todos, incluyendo a Ximena, y veré como te saca a patadas de su casa. —

  —Vale, pero ¿ a ti que te beneficia eso?  — pregunto con una ola de coraje recorriendo mi cuerpo. 

En eso, veo que Ximena viene a lo lejos y me pongo de pie  — gracias por la invitación pero mi esposa y yo tenemos planes para esta noche. Disfruta tu última noche de soltero y nos vemos mañana en la boda  — le comento. 

  —Que carguen tu comida a mi habitación  — me contesta de pronto  — yo te invito, socio  — y luego sonríe. 

Al ver a Ximena cada vez más cerca, respiro, y después, sin hacer mucho escándalo, me alejo de él para regresar al lado de la mujer que amo.

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