[Ximena]

Podría decir que, después de la noche de ayer, recuerdo perfectamente porque me casé con Tristán en Las vegas, pero en realidad no, no tengo ni idea y la verdad ya no quiero saber, sólo quiero disfrutar. Mientras abro los ojos lentamente y lo veo ya despierto viéndome de frente y con una sonrisa de infarto, me doy cuenta que todo lo pasado antes es eso… pasado. 

 —Buenos días  — me murmura y yo me sonrojo inmediatamente. 

 —Buenos días  — respondo y luego él me besa ligeramente la nariz. 

Nos quedamos viendo por un momento y sin querer rió ligeramente. No sé si este grado de intimidad que ahora tenemos me hace sentirme como una chiquilla que acaba de descubrir lo que significa hacer el amor y experimentarlo por primera vez. 

 —¿De qué te ríes?  — me pregunta él con ese hermoso y marcado acento español que ahora  se ha vuelto parte de mi día a día. 

 Subo la mano y acaricio ligeramente su labio  — Que fuiste tú el de la noche de boda. — 

Y Tristán comienza a reírse también. Verlo así de feliz y sonriente me encanta, el Tristán que llegó hace un mes no se compara con el que está ahora frente a mi. 

  —No puedo creer que hayas estado con ese hombre  — me dice mientras se acerca a mí y me besa en los labios  — ¿Cómo un mujer tan hermosa pudo andar con ese patán?  — y yo bajo la mirada. 

 —A veces tomamos decisiones equivocadas Tristán, la mía tiene nombre y apellido y para mi mala suerte no me pude zafarme de su presencia, así que…  — y él sonríe. 

  —Me dolió todo lo que te dijo ayer ¿sabes? Me molestó como habló de ti y como trata de manipularte, por eso le golpee, porque nadie le falta al respeto a la mujer que amo ¿sabes? sobre todo porque es la mejor esposa del mundo…  — y yo sonrío. 

 —Lo dices ahora que ya en realidad soy tu esposa  — le digo y él me besa, para después mirarme de nuevo a los ojos. 

  —¿No sientes como si estuviéramos destinados a estar juntos Ximena? Como si nuestras vidas se hubiera llamado para unirse  — comenta con tanta alegría que podría creerle todo en este momento. 

 —No sabía que eras tan poético  — le murmuro y él sonríe. 

Acaricio su rostro y lo admiro, la mirada de Tristán es tan sincera y potente que no sé a veces qué decir o como controlarme  — te amo  — le digo sincera y él me responde con un beso  — nunca pensé que volvería a enamorarme pero parece que el destino me tenía una grata sorpresa de una isla en España  — y él vuelve a besarme. 

 —Y quién iba a pensar que yo me enamoraría de una mujer de otro continente y con un acento que me vuelve loco  — y yo me río. 

Bajo mis manos hacia sus bien formados brazos y comienzo a contar los lunares que tiene sobre la piel  — eres como una pequeño mapa y estos lunares son las ciudades principales que hay que visitar  — le comento mi analogía y él se acerca a mi.

 —¿Te gustó explorar este mapa?  — me comenta y me sonrojo  — me encanta cuando te sonrojas Ximena Caballero te hace ver tan linda y tierna… eres una de día y otra de noche ¿sabes? Eres linda, tierna, cuidadosa de día, pero de noche… eres muy pasional y… ¿excitante?  — 

 —¡Basta Tristán!  — digo mientras me cubro el rostro con la almohada. 

 —¡No! ¡No te cubras!  — me dice divertido mientras siento su mano tratando de remover la almohada  —lo digo en serio, eso me gusta, es como tener a dos Ximenas en una  — y yo me muerdo el labio cuando por fin lo veo. 

Aún sigo sin créeme que Tristán sea mi esposo, a veces cuando lo veo siento que lo sacaron de una película de esas que hablan de amor y el protagonistas es como él, guapo, educado.. bueno, ya se lo pueden imaginar  —¿qué haremos hoy Ximena Caballero?  — me murmura para luego besarme ligeramente en los labios. 

 —No lo sé, no  había pensado nada pero … — y Tristán empieza recorrer con sus manos la línea entre mis pechos erizando la piel.

Vuelve a besarme, pero esta vez se prende de mi boca como si quisiera probar cada rincón de ellos, saboreándolos, disfrutándolos, encendiendo de nuevo mi cuerpo como lo hizo ayer por la noche  — esta es mi idea  — me dice ya agitado por todo lo que está pasando  —¿te unes?  — y yo lo tomo de la nunca y lo empujo un poco más hacia mi para que su cuerpo quede encima mío. 

Parece ser que ahora que hemos roto esa barrera que había entre los dos, Tristán y yo nos haremos el amor las veces que se nos dé la gana sin que haya alguien que nos lo prohiba o nos diga que no. 

 — Te amo Ximena  — me murmura mientras sus manos bajan por mis muslos y luego los separan un poco para que él pueda entrar en mi haciéndome gemir levemente  — me encanta hacerte el amor y te lo haría todo el día  — dice esas palabras en mi oído y con ese voz tan armoniosa que tiene me excita más 

 —Y yo quiero que tú me lo hagas siempre  — le respondo inmediatamente y él sonríe sobre mis labios. 

Tristán continua moviéndose lentamente, disfrutando cada tacto, cada beso, cada suspiro y gemido que ambos damos cuando sentimos que el placer llega y recorre nuestros cuerpos y eriza nuestras pieles que en este momento se encuentra más calientes que el calor del desierto que rodea este Estado. 

Los latidos de mi corazón están tranquilos, pero mi respiración esta igual de agitada que la suya, provocando que mi pecho suba y baje a toda velocidad. Tristán besa mi cuello, luego mis hombros, baja hasta mis pechos para después volver a subir hacia mi boca y volver a prenderse a ella cortándome la respiración. 

 —Eres una diosa Ximena  — me murmura  — y yo seré tu discípulo el resto de mi vida  — y así entre besos y acaricias ambos llegamos a ese tan soñado placer paradisíaco que tanto nos ha gustado desde que lo probamos por primera vez. 

Gimo, lo hago fuerte en su oído, hundiendo un poco mis uñas en su espalda para después sentirlo desfallecer sobre mi. Nos recuperamos mientras escuchamos poco a poco a nuestras respiraciones tranquilizarse y después, silencio. Él sigue recargado sobre mi pecho mientras mis manos juegan con la punta de su cabello rizado que tanto me gusta. 

 —¿Qué te parece si nos vamos de aquí?  — le sugiero. 

 —Yo voy a donde tu quieras Ximena Caballero  — y yo sonrío. 

 —Podemos irnos a Ciudad Obregón, comer tacos de asada, hot dogs  — y él levanta el rostro y me ve. 

 —¿Hot dogs?   ¿Qué tienen de especiales?  — me dice. 

 —Uy, no tienes la menor idea…  — y él me besa en los labios. 

 —¿No puedo comerte a ti?  — y yo me río. 

 —¿De nuevo? ¿no acabamos de hacer eso?  — y él se ríe. 

 —Vamos, vamos a donde tú quieras, yo me dejo llevar por ti . —

 —O.K. pero primero, iremos a un lugar que te encantará  — le comento y me levanto provocando que él haga lo mismo. 

De pronto me quedo sentada sobre la cama con mi cuerpo desnudo ante este hombre al que le he dejado explorarlo sin ninguna limitación  — ¿Qué te parece mejor una baño en la bañera?  — me dice pícaro. 

 —Me encantaría  — le comento y él me besa. 

 —Te amo Ximena Caballero, te amo más de lo que tu puedas imaginar. — 

[…]

Ambos nos metimos a la bañera llena de espuma y de esencias, unas que encontramos como parte del spa del hotel y que luego cargaríamos a la habitación de Rodolfo. Tristán se metió primero y después yo me quité la toalla que tenían enredada en el cuerpo y al sentarme me recargué mi espalda sobre su pecho. Me acomodé dejando que la espuma cubriera nuestros cuerpos y al recargar la cabeza y sentir un beso de él , suspiré. Él, envolvió mi cuerpo con sus brazos y nos quedamos en silencio por un momento. 

 —Siempre quise un baño así  — le murmuro   — alguien que lavara mi cabello y se relajara conmigo. 

Tristán besó mu cuello  — pues ahora tienes a alguien que lo hará por ti. Tal vez cambiemos la ducha por una que tenga bañera y podamos hacerlo en el piso ¿no crees?  — 

Sonrío  — Tal vez, y después ahí bañemos a Solovino ¿ te parece? ¿si sabías que es blanco?  — y Tristán se ríe. 

 —Ese perro es… es increíblemente consentido, que me hace unas rabietas cuando no le dejo comer la basura en la calle… uff  — se queja haciéndome reír. 

 —¿En Ibiza tienes perro?  — pregunto tratando de averiguar un poco más. 

Tristán comienza a jugar con mi cabello y sin querer lanzo un leve gemido de placer que él ignora por completo. Creo que no quiere convertir esta hermosa escena en algo sexual, este momento de intimidad entre él y yo que estamos disfrutando al máximo mientras nuestros cuerpos sienten el agua caliente. 

 —No, no tengo perros, ni siquiera tengo mascotas  — me comenta en ese tono tan parcial que siempre tiene  — pero me gusta tener a Solovino  — me dice. 

 —¿Y nunca quisiste uno?  — pregunto de nuevo. 

 —Sí, pero…  — y se queda en silencio  — mi vida en Ibiza es… rara  — me confiesa y volteo a verlo con cuidado. 

 —¿Rara?  — pregunto. 

 —Bueno diferente, no tengo hermanos, ni mascotas, mis padres trabajan todo el tiempo y básicamente siempre estoy yo solo, si que.. todo lo que cuente será sumamente aburrido Ximena  — y me vuelvo a acomodar entre sus brazos  — contigo mi vida es mejor y tiene sentido ¿te puedo preguntar algo?  — me dice. 

 —Dime —

 —¿Cómo es que decidiste hacer vestidos de novia?  — me pregunta y yo me río levemente. 

 —Es una larga historia . —

 —Soy todo oídos Ximena Caballero  — me murmura al oído. 

Suspiro  — Bueno, mi madre cosía, bordaba y hacia arreglos a ropa cuando era chica. Ella no estudió nada pero era buena porque mi abuela la enseñó y ella me enseño a mí. Mi madre de pequeña era pobre y no tenía mucho dinero así que vivía de eso, de arreglar ropa y a veces de confeccionar. Cuando se casó con mi padre ya no tenía necesidad de hacerlo pero siguió y por ende me enseñó a mi. Me encantaba verla concentrada bordando y arreglando pantalones y camisas en la asociación donde trabajaba como voluntaria y yo aprendí. —

 —Entonces, ¿desde chica sabes cocer?  — me pregunta. 

 —Desde los 11 exactamente. Un día, una de las chicas se iba a casar y no tenía dinero así que compró un vestido de novia de segunda mano y no le quedaba bien y se lo llevó a mi madre para que se lo arreglara. Era el vestido más hermoso que había visto y ahí lo supe… haría vestidos de novia  — y de pronto se me hace un nudo en la garganta. 

 —¿Qué? ¿qué pasa?  — me pregunta. 

 —Mi madre nunca me vio haciendo un vestido de novia ni en uno  — y me quedo observando el agua  — le dije que un día me vería con una tienda de novias y que cada mes haría un vestido para una persona que no pudiera pagarlo y lo he cumplido  — y sonrío  — pero ella nunca me vio, ni tampoco me vió a mi vistiendo uno. —

  —¿Porque te casaste en Las Vegas con un desconocido?  — me dice y yo río. 

 —Mi madre hubiera puesto el grito en el cielo, pero después te hubiera querido. —

 —¿Por qué soy simpático?  —pregunta. 

 —Por presumido, por eso  — y él se ríe. 

 Tristán besa mi cuello  — por ti soy un mejor hombre Ximena Caballero y eso quiero que siempre lo recuerdes ¿si?  — y esa frase de pronto me crea desconfianza. 

 —Tristán, por que nunca me quieres decir nada de tu vida en España, te confieso que me causa un poco de desconfianza, siento como si me ocultaras algo. —

 —No mi amor, para nada  — me dice tierno  — sólo que mi vida en España es muy aburrida, créeme y no tengo mucho que contarte pero si me preguntas sobre mí, sobre lo que me gusta hacer o no sé, comer, te lo contesto con todo gusto  — y me besa  — te dije eso porque quiero que lo recuerdes, que siempre que Rodolfo u otra persona que digan cosas como las de ayer o peor, sepas que yo antes de ti no era ni la mitad de lo que ahora soy contigo y que me has cambiado en tantas formas que me hacen increíblemente feliz… estaba perdido y te encontré mi hermosa mexicana. — 

 —Nos encontramos, porque así que digas ¡Ah qué dirección traía!  — y él se ríe. —¿Estás listo para la siguiente aventura?  — le pregunto. 

 —Listo, muy listo, ya quiero ir contigo a explorar y tomarte muchas fotos y después regresar a ver a Solovino y… sólo llévame Ximena Caballero y yo te sigo  — y me acurruco sobre su pecho. 

 —¿Qué te parecen 5 minutos más?  — murmuro. 

 —El tiempo que quieras hermosa, si quieres nos quedamos así el resto de la vida  — me dice. 

 —No, sólo 5 minutos porque muero de hambre  — le digo y él se ríe conmigo. 

 —¿Qué te parece si le cargamos un servicio a la habitación a Rodolfo como regalo de boda?  — me dice Tristán divertido y yo me río. 

 —Y también lo del mini bar  — le sugiero y entre los dos nos empezamos a reír. 

 —Haremos que Rodolfo se acuerde de nosotros  — dice Tristán entre risas. 

 —Creo que con los golpes de ayer se acordará muy bien de ti  — y reímos. 

 Él vuelve a abrazarme y a pegarme a su cuerpo y mientras siento el latido de su corazón, sus manos acariciando mi piel y toda esa ternura sólo me viene a la mente «quiero compartir mi vida con él, no me quiero divorciar ».

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