[Tristán] 

Después de un desayuno muy norteño, huevo revuelto con machaca, tortillas de harina y una rica salsa que  me he atrevido a probar porque admito que cada día me gusta más el sabor que le da, Ximena y yo tomamos nuestras cosas  y antes de irnos a Ciudad Obregón, pasamos al mirador  donde, a pesar del frío, pudimos ver todo el hermoso Mar de Cortés y el Tetakawi. Le tomé algunas fotos, me tomé otras con Ximena y luego miles de más a ella, ya que me encanta lo fotogénica que es.

No cabe duda que nuestra relación a evolucionado de una manera que no me esperaba y admito que me siento profundamente enamorado de mi esposa, de todo lo que dice y hace y que me vuelve loco la manera en cómo me habla, me toma de la mano, me besa, se ríe y sonríe. 

«Sí que tengo suerte » me repito cada vez que ella me da un beso en la mejilla o me toma de la mano para que camine a su lado. 

Al finalizar la sesión fotográfica, tomar el autobús y viajar por unas horas a nuestro siguiente destino,  nos registramos en el hotel Holiday Inn para después comenzar a explorar la ciudad. El primer lugar donde me llevó fue al Mercado Municipal, donde vimos de todo un poco, tomamos agua de cebada increíblemente fría pero deliciosa y comimos uno que otro antojito, para después seguir caminando por las calles. 

 —Si quieres antes de irnos puedo comprar cebada para que la llevemos a la ciudad de México  — me dice feliz mientras me toma de la mano. 

Ir y disfrutar al lado de Ximena  todos estos lugares es algo tan romántico que me siento dentro de estas películas de amor, donde los protagonistas se besan a cada rato, se intercambian helado y siempre hay una canción linda de fondo… se escucha raro, pero así me siento con ella. 

—¿Por qué dejaste de vivir aquí? — le pregunto mientras tomamos un vaso con un “choco milk” completamente frío a pesar de que ya se siente en el ambiente. 

—Mis padres decidieron que lo mejor era irse a la Ciudad de México, bueno principalmente a Cuernavaca, luego yo me fui a estudiar a la Ciudad de México y finalmente nos mudamos todos. No recuerdo mucho de Ciudad Obregón, estaba muy chica así que… es bonito regresar a la tierra donde creció mi padre — me dice mientras vamos entrando a un hermoso lugar con una laguna en medio. 

La tarde cae en esta ciudad y debo admitir que es una de las más hermosas que he visto en mi vida, ese sol tan hermoso y rojo acompañado de nubes que le da un toque de romance o no sé, como si estuviéramos viviendo en un cuadro. 

—Esta es la laguna del Nainari — me explica como siempre — es uno de los lugares más emblemáticos de esta ciudad. 

De la mano, comenzamos a caminar alrededor de la laguna mientras vemos los patos nadar y acercarse a la orilla. Varios puestos de comida se unen al paisaje, y puedo ver a las familias comiendo, jugando, haciendo ejercicio o caminando como nosotros. 

—¿Qué te parece si tenemos una cita? — le pregunto y ella me ve extrañada. 

—¿Una cita? ¿ahora? — y se ríe  —¿Para qué una cita? —

—Como que para qué… — le comento — porque no hemos tenido una cita y creo que nos merecemos una, de esas en las que no nos conocemos y yo te compro un coco y tú te sonrojas — y comenzamos a reírnos. 

—Tristán, llevamos casi dos meses juntos, hoy por la mañana hasta nos dimos un baño… — y se ríe. 

Me volteo a verla — Yo nunca he tenido una cita ¿sabes? — y me ve extrañada. 

—Tú, ¿nunca has tenido una cita? — dice con un tono de incredulidad. 

—No — niego— no tengo ni idea de lo que es eso.—

—¿Qué no salías con chicas en Ibiza? Vamos… es como una fiesta por 24 horas ¿no? — y se ríe. 

Sí, tal vez para ella sea algo raro, pero es verdad. Cuando Bego y yo nos hicimos novios en la secundaria podría decir que fui impuesto por mi madre y como al principio era sexo y nada más nunca huboe espacio para el romance, para conocernos, para al menos saber si estaba enamorado o no, y cuando menos me di cuenta ya éramos adultos y teníamos que casarnos. 

—No, es verdad — le reafirmo — nunca he tenido una cita y tampoco sé lo que es eso de conquistar a una mujer, salir al cine y esas cosas… presentarme a sus padres — y me río. 

—¿Y quieres una cita conmigo? — me pregunta. 

—Sí, quiero una cita contigo, hoy… en esta laguna ¿te parece? — y ella vuelve a reír. 

–O.K … entonces qué ¿me voy por otro lado y finjo no conocerte? — y ahora soy yo quien sonrío. 

—O llego y te digo.. Hola ¿acaso es el día del juicio final? Porque no entiendo porque están bajando los ángeles… ¿qué tal?, soy Tristán ¿y tú? — y entonces Ximena estalla de risa. 

—¿Dónde chingados aprendiste eso? — me dice sin parar de reir. 

—Beto, el chico del metro, al que le compro goma de mascar y eso… me dijo que era un Latin Lover y me está enseñando frases para conquistar.—

—¿El chico del metro? — y vuelve a reír. 

—Sí, después de que me llevó al piso, ahora lo veo todos los días y platico con él unos segundos antes de ir a casa — le confieso. 

—No lo puedo creer— sigue riendo.

—Bueno ¿funcionó? — le pregunto y ella asiente. 

—Eres impredecible Tristán — me dice entre risas y yo la tomo de la cintura y le doy un beso sobre los labios y ella me responde sin dudarlo dos veces. 

—Es porque soy un hombre enamorado… — y la vuelvo a besar —¿Entonces? ¿Me gané una cita? —

—¿Qué te parece si vamos a ese puesto y me compras uno tostielote? —

—No sé lo que sea pero presiento que lleva chile  en muchas texturas y niveles de picor — y ella asiente — vamos, que también los quiero probar. 

Así que después de comprar un tostielote, que prácticamente es una bolsa de tostitos sabor salsa verde, con cacahuate, granos de elote, queso chile y no sé tantas cosas más y que sí, sabe delicioso, ella y yo terminamos sentados en una banca viendo como el sol se metía. 

—¿Qué más podemos hacer en nuestra cita? — le pregunto. 

—No sé… ¿ir al cine? — me propone y yo niego con la cabeza mientras siento el picor por toda mi lengua. 

—Me quedaré dormido — le confieso — no soy mucho de cine. —

—Mmm… ¿qué te parece salir a bailar? Dijiste que no sabes qué es eso. — y yo me río 

—Me encanta bailar.—

—Y después de ahí vamos a comer hot dogs ¿te parece?— 

—Me parece, aunque temo que tendré que hacer más deporte para no engordar con tanta comida que me has dado a probar— y le doy un beso sobre los labios — te amo Ximena ¿me amas? — y ella me responde con un beso. 

—No sé si decir te amo en la primera cita es buena idea — me comenta riendo. 

—Si nos casamos el día que nos conocimos ¿por qué no decir te amo en la primera cita? —

—Mmmm… no lo había pensando así — responde entre risas y debo admitir que su risa es la más bonita y melodiosa que he escuchado en mi vida y de la que me he vuelto admirador. 

—¿Entonces? ¿A bailar? — pregunto y ella asiente. 

—Vamos al hotel y de ahí… a la segunda parte de la cita — contesta y me toma de la mano para alejarnos de ahí.

[…]

Era la media noche cuando Ximena y yo fuimos a la calle Miguel Alemán para poder entrar a uno de los tantos bares y clubs que hay para tomar algo o bailar. De nuevo de su mano entramos a uno donde la música electrónica se escuchaba a todo volumen. 

—Amor — le dije al oído y ella se volteo sonriente —¿qué te parece algo diferente? — le comento, porque en verdad siento que la música electrónica no es para bailar con la mujer de tus sueños. 

—¿Entonces dónde? — pregunta. 

—Algo más… para bailar juntos — le pido y ella vuelve a salir conmigo del lugar. 

—Pensé que te gustaría — comenta mientras caminamos por la calle. 

La verdad es que sólo de pensar en algo que tenga que ver con Ibiza o mi vida allá me trae un poco de malos recuerdos a la vez que me hace pensar que si no hago algo pronto, esto podría desaparecer. Llegamos a otro lugar, uno que parece más bar que club y al escuchar la canción que suena ella comienza a bailar feliz mientras toma mi mano. 

Pregúntale a quien tú quieras

Vida, te juro que eso no es así

Yo nunca tuve una mala intención

Yo nunca quise burlarme de ti

Canta ella mientras se mueve y yo empiezo a bailar con ella — Venga, vamos a la pista — le digo y ella asiente con la cabeza. 

Caminamos ambos hacia una pequeña sección del bar donde hay varias personas bailando y entramos al ritmo de la música. Me encanta bailar, y, aunque yo nunca salí a hacerlo con Bego porque prácticamente ella va a las fiestas a sentarse y platicar de su único viaje a Turquía. Yo solía hacerlo sólo en mi habitación con los audífonos puestos, ahora, tengo una pareja digna de presumir. 

Solo en tu boca

Yo quiero acabar

Todos esos besos

Que te quiero dar

A mí no me importa

Que duermas con él

Porque sé que sueñas

Con poderme ver

Mujer qué vas a hacer

Decídete pa’ ver

Si te quedas o te vas

Sino no me busques más…

Le canto al oído mientras mis manos se aferran a su cintura y se mueven con el ritmo. Ximena baila y ríe, me toma de la mano, se da vueltas tan sensuales que me hace imaginarme miles de cosas con ella. Se acerca y me da un beso en los labios.. y sonrío. Así, de esta manera me olvido de todo, de que en otro continente tengo una “prometida” que piensa que estoy en Nueva York, que no tengo dinero todo el dinero que quisiera, que mi vida de lujos ha desaparecido, y en verdad no me importa, ya no me interesa. Si en mi vida no está Ximena entonces no quiero nada. Prefiero vivir en ese piso colorido, con un perro que por días me hizo dormir sobre el suelo, con una rutina de 7 am a 10 pm y una vecina que escucha música a todo volumen los sábados por la tarde para regresar al Tristán que era antes. Al solitario Tristán que gastaba su vida y no la vivía para nada. 

La música cambia y Ximena se pega a mi cuerpo y me sonríe, la veo y de nuevo bailamos solitos en medio de toda la gente.  La amo, estoy enamorado y un nudo en la garganta se forma y lo deshago con una risa fuerte al ver que Ximena comienza a cantarme con una acento español que con el tiempo ha ido perfeccionando por escucharme hablar. 

Ella, mi hermosa mexicana, sí sabe cómo quererme, como tratarme, como mantenerme inmensamente feliz. Ya no me importa lo que digan los demás, yo me quedo con ella por siempre, para siempre, para siempre amarle… y así entre risas, baile y copas, tengo con ella… mi primera cita. 

 […]

—Estos son los hot dogs más ricos que he probado en toda la historia — le comento mientras vamos por la calle de regreso al hotel comiendo. 

—Te lo dije,me vendría a vivir acá sólo por ellos y los tacos de asada — y da una última mordida al pan y cierra los ojos — mmmm, manjar — concluye y yo al verla así me sonrío. 

—¿Y ahora? — le pregunto. 

—¿Ahora qué? —

—¿Qué sigue en esta cita? — y Ximena ve hacia el hotel y sonríe. 

—¿Qué te parece si me acompañas a la puerta de mi casa? — y yo le doy la mano. 

Ambos entramos al lobby y después al elevador para subir hacia nuestra habitación —¿Te la pasaste bien en tu cita? — me pregunta y yo asiento. 

—La mejor de toda mi vida — comento y las puertas del elevador se abren para darle paso al pasillo y así comenzar a caminar. 

Llegamos a la puerta de la habitación y nos quedamos de pie frente a ella — bueno Tristán, fue un gusto salir contigo ¿quieres que te dé mi número por si gustas salir conmigo después? — y yo asiento mientras me río. 

Ximena abre la puerta de la habitación y pasa — me la pase genial, espero tengamos otra — dice y luego cierra la puerta dejándome en el pasillo. 

Doy una leve sonrisa y luego la puerta se vuelve a abrir sólo un poco para escuchar su voz — aquí es donde tú dices algo como ¿crees que pueda pasar? o tratas de besarme — me dice ella divertida. 

—¡Ah! Si claro — digo siguiendo su juego —Ximena ¿crees que te pueda besar? — le digo y ella se ríe. 

—No tontito es ¿crees que pueda pasar? — y ella abre la puerta y me jala del cuello de la chaqueta para meterme a la habitación que se encuentra completamente a oscuras. 

Mi respiración se agita al sentirme tan cerca de ella, de sentir sus manos sobre mi pecho — Ximena — le murmuro — ¿crees que te pueda besar antes de que llegue tu papá? — digo en un tono bajo de broma. 

—Que bueno que ya estás casado, porque eres pésimo para las citas — me responde — y sí, sí me puedes besar — responde. 

Sin pensarlo dos veces mis labios se unen a los suyos y así con un beso vuelvo a reafirmar que Ximena es la casualidad más bonita de todas. 

—Hazme el amor — me murmura mientras quita mi chaqueta y la arroja al suelo. 

—Lo que tú digas mi hermosa mexicana, lo que tú digas — le murmuro mientras la comienzo a desnudar. 

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