[Ximena]

*Suena el teléfono* 

—Xime, suena tú móvil— escucho la voz de Tristán 

—¿Qué? — comento adormilada. 

—Tu móvil, suena — repite y yo me levanto con cuidado. 

No sé que hora sean, pero estoy segura que es aproximadamente como las ocho de la mañana y Tristán y yo no hemos dormido casi nada. Me pongo de pie y camino como puedo hacia la pequeña mesa de la habitación donde yace mi celular. Lo tomo y al ver el nombre Paco  lanzoun suspiro de molestia. 

—¿Bueno? — digo de mala gana. 

—¿Mena? ¿dónde estás? — me pregunta alarmado. 

—En Ciudad Obregón ¿qué pasa?  — 

—Jálate al D.F de inmediato, a papá le dio un infarto — y al escuchar esa frase todo mi sueño desaparece. 

—¡Qué! — digo alarmada y Tristán al escuchar mi voz se levanta. 

—Sí, hoy por la mañana me avisó Rosalba, yo ya voy para el hospital ¿crees que puedas llegar? — 

—Sí, sí claro, pero ¿está muy mal? ¿está grave? — pregunto mientras voy a mi maleta a buscar ropa. Tristán se para a mi lado y me ve con extrañeza. 

—No lo sé Xime, sólo jálate para acá — me dice urgido y luego cuelga el teléfono. 

—¿Qué pasó? — me pregunta Tristán. 

—Mi papá tuvo un infarto y está en el hospital — le comento mientras rompo en llanto y él me abraza. 

—Todo va a estar bien mi amor, te lo juro — me consuela mientras besa la parte de arriba de mi cabeza — todo va a estar bien — vuelve a decir. 

—No quiero que se muera Tristán — le digo llorando y él me abraza más fuerte. 

—Yo tampoco — contesta. Nos separamos un poco y él besa sobre la frente — venga vamos, que tenemos un vuelo que tomar — me alienta y yo me limpio las lágrimas del rostro para volver a buscar algo de ropa limpia. 

[…]

Ese regreso a la Ciudad de México fue el más largo que he tenido en toda mi vida. Tener que regresar a Hermosillo para de ahí tomar el vuelo y después llegar directo al hospital ha sido un verdadero suplicio, sobre todo porque ni mi hermano ni Rosalba me dicen nada. 

Entro al hospital corriendo mientras detrás mío viene Tristán jalando las maletas — ¿el señor Francisco Caballero? — le pregunto a la señorita de la recepción. 

Ella me indica con las manos que vaya por cierto pasillo y Tristán me sigue, al entrar a la sala de espera puedo ver a mi hermano, a mi tío y a Rosalba sentados. 

—¿Cómo está? — pregunto de inmediato y mi hermano va y me abraza. 

—Muy grave — comenta él — ¡Ay Mena! — y cuando lo veo a los ojos los veo completamente brillosos.

—¿Ya lo vieron? ¿lo puedo ver? — digo desesperada mientras Tristán me abraza. 

—No, esta en terapia intensiva todavía pero supongo que nada mas el doctor nos diga podremos verle, siéntate — y Tristán me abraza. 

—Todo estará bien Xime — me murmura al oído y me abraza. 

Entonces de nuevo vuelvo a sentir esa incertidumbre en mi, la misma que sentí cuando murió mi madre. No quiero perder a mi padre, yo quiero que este año termine así. Sabíamos que mi padre estaba enfermo del corazón y que se cuidaba pero ¿esto? jamás. Tristán y yo nos sentamos sobre el sofá y yo cierro los ojos. Estoy casada, no dormí bien. Ayer bailábamos sin importarnos nada, comimos y hacíamos el amor sin pensar que al siguiente día viviríamos esto. 

—Duerme mi mexicana bella, yo te cuidado — me dice Tristán  y me acurruca en sus brazos, y por más que no quiero hacerlo, caigo rendida completamente con el calor de su cuerpo abrazándome. 

****

No sé cuántas horas dormí, pero la melodiosa voz de Tristán me despierta y yo lo hago de golpe —¿Corazón? ¿amor? — me dice él. 

—¿Qué? ¿Qué pasó? — pregunto. 

—Tu padre, ya salió de terapia intensiva, ya lo subieron a piso y podemos verlo después de que tu hermano salga — me dice y yo sonrío. 

Siento los ojos hinchados de tanto llorar y me siento sumamente agradecida por saber que al menos ya no está en terapia intensiva —¿Hace cuánto se fue Paco? — pregunto para darme una idea de el tiempo que debo esperar para verle. 

—Hace unos 15 minutos, dijo que no tardaba.—

—¿Entras conmigo? — le digo mientras le miro a los ojos y él asiente. 

—Claro que si mi amor, voy donde tú quieras — y me besa la frente. 

Me siento terriblemente agradecida que Tristán esté conmigo en estos momentos, ya que al final siempre soy yo la que suele quedarse sola y sin ningún consuelo de parte de nadie. Mi hermano regresa y me abraza — parece que ya está mejor Mena, no lo hagas hablar tanto ¿quieres? — me dice y yo asiento. 

Tomo de la mano a Tristán y camino con él hacia la habitación. Al entrar veo a mi padre recostado sobre la cama, con un respirador y el monitor de su corazón suena a un ritmo normal. Tristán cierra la puerta mientras yo, con el cubre bocas, entero a verle. 

—¿Papá? — le murmuro y él abre los ojos y me ve. 

—Mi hija tan bonita, ¿no te han dicho que te pareces a tu madre? — y yo sonrío. 

—¿Cómo te sientes? ¿Estás mejor? — le digo. 

Él sonríe a duras penas y toca mi mano — creo que se va dando mi Mena, se va dando — contesta y yo sonrío. 

Tristán se queda un poco alejado de la cama y mi papá lo ve — ven mijo, ven, salúdame — le pide y él se acerca. 

—¿Cómo está señor? — pregunta con ese acento tan marcado que tiene. 

—He vivido cosas peores  — contesta y Tristán le sonríe. 

—Pa ¿necesitas algo? — le pregunto y él asiente. 

—Necesito que le pidas a la enfermera otra almohada ¿puedes? — y yo asiento con la cabeza mientras me limpio las lágrimas. 

—Está bien, regreso… — digo sin dudarlo —¿Crees que te puedas…? — y Tristán inmediatamente accede —vuelvo rápido Pa ¿si? — y le doy un beso sobre la frente. 

[Tristán]

Ximena sale de la habitación y de pronto nos encontramos mi suegro y yo solos, algo que nunca había pasado en todos estos días que he estado casado con su hija. Me quedo en silencio mientras el papá de Ximena cierra los ojos. 

—¿Amas a mi hija? — me pregunta de la nada y yo le presto atención. 

—Sí — digo seguro, y creo que es lo más seguro que he dicho en mi vida. 

Él abre los ojos y me ve para luego sonreírme — Mi Mena es una buena mujer ¿sabes? recuerdo el día que cumplió dieciocho años, esa edad cuando las mujeres empiezan a buscar algo más en los hombres. Ella se medía un vestido de novia que le iba a regalar a una de las empleadas de la empresa y se veía hermosa. Recuerdo que la tomé de la mano y le dije: Menita, espero que te encuentres a un hombre que te ame más que yo — y cuando mi suegro me dice eso sonrió, la pregunta aquí es ¿tú eres ese hombre? — 

Me quedo en silencio por un momento mientras veo como mi suegro pasa salvia y vuelve a cerrar los ojos «¿soy ese hombre? » me pregunto mientras lo observo. 

—No habrá hombre que la ame más que usted señor, pero sí, la amo — le respondo y él sonríe aún con los ojos cerrados. 

—Ximena es de buen corazón, igualita a su madre, es una chica fuerte que ha cumplido todos sus sueños a pesar de a veces tener trabas en el camino, incluso las mías propias pero, me preocupa mucho ¿sabes? — me confiesa. 

—¿Preocupar? — pregunto. 

—Sí, que quede sola, que nadie se quede con ella a hacerle compañía. Cuando su madre murió se asilo completamente del mundo y luego se consiguió a ese muchacho Rodolfo que nos engañó a todos y sobre todo a ella. Al principio la trataba como reina ¿sabes? le hizo creer que era todo para él y de pronto… — y mi suegro comienza a toser. 

—No se esfuerce señor — le comento. 

—Acomódame la almohada ¿quieres? — me pide y yo me pongo de pie y lo hago, 

—¿Así mejor? — le pregunto mientras le acomodo. 

—Sí, sí gracias.

Él guarda silencio mientras recuerda fuerza después me vuelve a ver y me sonríe — al principio Tristán, dudaba de ti ¿sabes? Me preguntaba porque mi hija se había casado contigo sin avisarme, sin ni siquiera decirme, pero luego te fui conociendo y me di cuenta del por qué, eres un buen hombre — y me toma de la mano — Ximena se fijo por fin en un buen hombre que la quiere, la respeta, no la engaña… y eso me hace feliz. Te digo, que si muero hoy lo haría feliz.—

—No señor, no diga eso — comento de inmediato — le faltan muchos años aquí con nosotros.—

—No lo sé, eso no lo sé Tristán, pero lo que si sé es que mi amada Mena se quedará con alguien que la cuide y la quiera ¿cierto? — y yo asiento — Prométeme Tristán, que cuidarás a Mena no importa lo que pase, que estarás con ella y la protegerás y la amarás mucho— me dice con una voz entre cortada. 

Nunca en mi vida le había hecho una promesa a alguien, y mucho menos a mi suegro que yace débil en la cama de un hospital, lo que me pide lo haría sin dudarlo, pero de nuevo la angustia me invade, aún así le sonrío. 

—Se lo prometo — le digo sin más y él sonríe — le prometo que yo cuidaré a Ximena y me quedaré con ella para siempre.— 

—No, no prometas para siempre mijo — me corrige — promete para hoy, porque mañana no sabemos que pase.—

—Le prometo que me quedaré con Mena, y le amaré con todo mi corazón — reformulo la frase y él sonríe. 

—Una promesa, es una promesa ¿eh? No me vayas a quedar a mal, no le vayas a romper el corazón a mi Mena, porque…— y vuelve a toser. 

—Ya no hable señor — le pido y él asiente con la cabeza y vuelve a acomorodarse. 

Justo en ese momento ella entra por la puerta y me sonríe, trae la almohada entre sus manos y se la acomoda —¿mejor papá? — le pregunta tierna y el asiente —Paco se quedará contigo hoy y mañana vendré hoy ¿sí? — y vuelve a asentir. 

Ximena me toma de la mano — ¿nos vamos? — pide — Rosalba quiere entrar a verle.—

Ella se despide dándole un beso sobre la frente — te amo papá — le dice con ternura y yo al ver la escena siento un nudo en la garganta. 

Esto está mal, muy mal, tengo que arreglar las cosas en España antes de que algo se salga de control, antes de que la bola de nieve llegue y destruya toda la felicidad que he construido con ella, antes de que todo salga mal. Salimos de la habitación y la tomo entre mis brazos — te amo Mena — le digo melancólico y ella me abraza. 

—Yo también te amo — murmura —¿nos vamos a casa? — me pregunta. 

—Sí, venga vamos — le respondo y ambos salimos del hospital. 

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