(Enero)
Nuevo año, nuevo país, nueva vida y nueva felicidad. Mi suegro después de pasar unos largos días en el hospital por fin fue dado de alta y está vez nos fuimos todos a la Ciudad de Cuernavaca por un tiempo. Las ventajas de ser el yerno del dueño de la empresa es que te permite trabajar desde casa y así acompañar a tu esposa a otra ciudad y sólo regresar una vez a la semana a las juntas importantes y revisar los proyectos, algo que tendré que aprender a hacer, ya que aun no sé como irme desde Cuernavaca a Polanco sin perderme o tomar otro rumbo.
Me encanta Cuernavaca, le llaman la Primavera de México por una razón, siempre está florida y el clima, a pesar de ser invierno, es mucho mejor que el de la Ciudad de México. El sol brilla todo el tiempo, es caliente y mucho más tranquilo, ya que la ciudad es más pequeña. Esta vez, Ximena y yo no llegamos a la casa de mi suegro, si no a una casa más pequeña dentro de una privada donde somos la casa 18 de 33. Después de que la seguridad nos dejó pasar, caminamos hacia lo que sería nuestra casa por unos meses.
—¡Tarán! — dice Ximena mientras abre la puerta y Solovino entra directamente para echarse en el primer sillón que ve.
La casa es pequeña, pero igual de colorida que nuestro piso en la Ciudad de México, es de dos pisos, tres habitaciones, sala, comedor, cocina y dos baños — sé que no está igual de arreglada que la otra pero tenemos lo necesario — me dice feliz mientras me da un beso.
—Esta casa es… — pregunto.
—De mi madre, aquí creció ella y me la dejó de herencia a mi. La casa donde vive mi papá, que justo está del otro lado de la barranca es para mi hermano, es mas grande pero esta me gusta mas… se limpia más fácil, pero entra, te la muestro — dice y me toma de la mano mientras yo apenas alcanzo a cerrar la puerta.
Camino por el primer piso y me fijo en la decoración, los muebles y la cocina, definitivamente mas pequeña pero lo que me llama la atención es que no se escucha el ruido de la calle. Ximena me lleva a la parte de arriba y entramos a nuestra habitación.
—Obviamente necesita mucha limpieza y tender la cama, pero servirá por estos meses ¿no? — y me abraza.
—Me encanta — digo sincero — amo que no se escucha el ruido de la calle.—
—Sí lo sé, yo antes solía venirme todos los fines de semana para acá, ya sabes, para relajarme en la palapa y en la alberca.—
—¿Palapa? ¿Alberca? — pregunto y ella sonríe.
—Lo siento, mejor te muestro — me dice emocionada y me toma de la mano y volvemos a bajar las escaleras para salir de la casa — esa es una palapa — y veo una construcción de madera, con techo de paja y unas sillas y mesas debajo.—
—¡Ah vale! — digo.
—Y Alberca es eso — y me muestra la piscina.
—¡Ah! Es que eso para mi es piscina — le digo y ella me ve.
—Móvil, celular, piscina, alberca… ¿algo más que se diga diferente? — me pregunta.
—Mmmm… no sé, pero creo que tenemos tiempo para averiguarlo ¿no crees? — y ella me sonríe.
Desde que Ximena y yo estuvimos juntos en la intimidad ninguno de los dos se ha preguntado si esto terminará en unos meses, creo que vamos aceptado los dos que nos quedaremos juntos e incluso, en año nuevo, empezamos a hacer planes a futuro, como el viajar a Europa en el verano para que ella conozca de donde vengo y supongo que también para que yo pueda reiniciar mi permiso de estadía en Mexico. Muero de miedo de regresar allá, y aunque no iremos a Ibiza, sólo de pensar que me puedo encontrar a alguien conocido me causa un poco de ansiedad… y eso que aún faltan unos meses.
—¿Qué te parece si te muestro la otra sorpresa? — me pregunta y yo asiento.
Ella toma de mi mano y caminamos por el amplio estacionamiento y al llegar al número 18 veo un automóvil Focus Ford de color rojo — He aquí, mi auto — dice orgullosa.
—¿Qué? ¡Tienes un auto! Pude haber viajado en auto todo este tiempo en lugar del metro — le bromeo.
—Oye, oye, sin el metro, no hubieras conocido a Beto el que te enseña a ligar — me contesta — además, un carro en la Ciudad de México es de verdad una aventura, pero aquí en Cuernavaca es distinto.—
—¿Sabes manejar? — le pregunto.
—Si no supiera ¿para qué me compro uno? ¿Tú sabes manejar? — me pregunta.
—Sí, claro — digo.
Obviamente mi carro no es como el de ella y la mayoría de las veces el chofer era quien me traía por todas partes, pero esas son cosas que ella no debe de saber. Ximena me toma de la cintura y me ve a los ojos. Su cabeza me queda justo a la altura, ya que es un poco más bajita que yo, y yo la envuelvo entre mis brazos.
—Tengo tantos planes ¿sabes? — me confiesa.
—¿Planes? ¿De qué? —
—Bueno, estaba pensando que podíamos salir los fines de semana a otros estados. Podemos ir a Taxco, Guerrero que está a unas horas de aquí , es hermoso y podemos comprar plata y comer todas las delicias de guerrero, o podemos ir a Tepoztlán, un pueblo mágico que está a 30 minutos de aquí en el auto o, podemos ir más lejos e irnos a San Miguel de Allende para que veas a uno de los lugares más bonitos que tiene México.—
Sonrío, me encanta esta actitud de Ximena por mostrarme sus lugares favoritos. Me hace recordar las primeras veces donde ella me comentó cómo era España y yo le contesté simplemente con un “está bien”. Sin embargo, confieso, que ahora conozco y sé mucho más de México que de mi propio país gracias a ella y eso , me encanta.
—Oye y algún día podremos ir a las pirámides de Teo.. Teoti… — y ella sonríe
—Teotihuacan — repite lento.
—Te-o-ti-hua-can— digo yo mas lento.
—¡Claro! Cuando quieras, si quieres un día que regresemos juntos a la ciudad para checar a mi tía lo haremos ¿te parece? —
—¿Tu tía? ¿quién es tu tía? — pregunto.
—Lucha, la señora que vive debajo de nosotros— y se ríe.
—¿Doña Lucha es tu tía? — pregunto sorprendido y a la vez aterrado porque resulta que se ha convertido en mi confidente número uno.
—Sí, es la hermana mayor de mi madre, el departamento donde vivimos también era de ella así que mi tía vive abajo y yo arriba, aunque te confieso que me hubiera gustado más el que está hasta arriba de nosotros ya que tiene acceso al techo — me confiesa — bueno, en fin, cuando regresemos a verla podemos ir a Teotihuacan.. ¿sí? — y yo asiento.
—Vale, pero ¿crees que podamos ir por algo de comer? Muero de hambre — le pido y ella se para en puntas y me da un beso.
—Venga vamos — me imita el acento — veamos qué podemos comer.—
Volvemos a la casa y después de cambiarnos a algo un poco más fresco, quiero decir un suéter menos abrigado, nos subimos al auto y ella prende el radio — ¡Uy! Amo esta canción — dice ella emocionada y le sube más.
“La vida sigue sin ti, yo no me voy a morir, pero regrésame al cuerpo este corazón pa’ vivir” canta feliz mientras salimos del lugar.
—No sabía que te gustaba cantar — le comento y ella sonríe.
—Sólo canto en el auto y en la regadera — me confiesa — ¿Qué lo hago mal? — y se ríe.
—No, al contrario, deberías hacerlo más seguido, me encanta la pasión con la que lo haces.—
—¡Basta! Sin burlas — me dice y luego deja de hacerlo.
—No me estoy burlando, es enserio, quiero que lo hagas más seguido, es más, todos los días — y tomo su mano para besarla — me encanta que cada día descubro más de ti — y ella me cierra un ojo coqueta.
—Tenemos mucho tiempo ¿no? — y asiento. Ella continua manejando mientras deja que la música del radio corra y yo sólo me grabo estas imágenes de ella cantando alegremente.
El rumbo donde se encuentra Ximena está un poco separado de la ciudad, lo sé, porque tuvimos que atravesar un puente para poder llegar a una calle principal, después subir y bajar. Cuernavaca está dividida por barrancas, así que para llegar de un lado a otro de la ciudad debemos atravesar varios puentes que conectan las avenidas principales. Después, bajamos hasta llegar al centro histórico de la ciudad —¡bienvenido al centro de Cuernavaca! — me dice feliz mientras estamos en alto esperando el tráfico.
—En verdad es muy bonito — comento sorprendido.
—Sí, aquí vamos a comer ¿te parece? Hay un restaurante hermoso con una hermosa terraza donde podremos ver todo.
—Me parece — repondo.
—Hoy sólo comeremos porque tenemos que ir al super mercado por comida y cosas para la casa, pero otro día, podremos venir al Palacio de Cortés que justo está aquí en la izquierda — y lo señala.
—Cortés, Cortés — le digo y ella asiente.
—Cortés, Cortés… aquí vivió después de la conquista, y por estos rumbos también está el Jardín Borda, que es la mansión donde Maximiliano de Hasbsburgo vivió con la Emperatriz Carlota — presume.
—¿Cómo sabes tanto ? — pregunto mas enamorado que nunca.
—Soy curiosa y la curiosidad abre puertas — contesta sensual y yo me acerco y le doy un beso.
—Te amo, nunca, nunca, nunca dejes de ser curiosa ¿sí? — y ella se muerde el labio.
Después de pasar el tráfico del centro, por fin llegamos al lugar donde comeremos, un restaurante llamado “Casa Hidalgo” que está justo en la plaza principal y cuyo balcón da una hermosa vista al Palacio de Cortés. Nos sentamos justo ahí, en una mesa para dos y mientras escuchamos la música en vivo que tocan en la parte de abajo, ella y yo esperamos a que nos traigan la cecina de Yecapixtla, un corte de carne asado, que lo acompaña un poco de frijoles, guacamoles, salsa, limón, crema y tortillas, que ordenamos junto con una cerveza. Al llegar la veo y sonrío.
—Parte la cecina, y tomas una tortilla, le untas guacamole, pones la cecina en medio y un poco de salsa y la comes en taco — me indica. Sigo sus instrucciones.
Ximena espera a que pruebe uno de los pedazos para saber mi reacción, siempre lo hace, es como un ritual que tiene conmigo, ella recomienda, yo pruebo y luego coincidimos. Como el taco hecho por mi y al sentir la mezcla de sabores entre salados y picantes sonrío.
—¡Me encanta! — le digo feliz —¿Dices que hay un lugar donde podemos comer más? — y ella comienza a comer.
—Sí, viene de Yecapixtla Morelos que está a unas horas de aquí, podemos ir, aunque también la venden en los mercados y podemos hacerla en la casa — me comenta.
—Sí, compremos kilos enteros — le insisto y ella me sonríe.
Seguimos comiendo y yo disfruto de amadas vistas, la que me presenta el balcón y la de Ximena feliz, explicándome mas, contagiándome todo este amor por su país — ¿Por que me muestras todo esto? — le digo y ella toma mi mano y la besa.
—Porque quiero que mi español se sienta en casa. Soy de la idea de que si desconoces la estancia se te hace pesada, pero si conoces todo lo que te rodea y lo pruebas, lo abrazas, lo adoptas y… desearás quedarte —confiesa y luego baja la mirada.
Dejo de comer y acerco mi silla cerca de la suya — ¿Por qué me dices eso? — pregunto —¿Crees que no me quedaré? —
Ella sonríe tímida — bueno, los meses pasan y la fecha límite llega y no sé hasta que punto querrás estar a mi lado Tristán, tal vez un día te despiertas y dices “no más me voy”.—
Tomo su barbilla y hago que me ve a a los ojos — me voy a quedar contigo Ximena, te amo y quiero seguir viviendo esta vida contigo y sólo contigo ¿Si? ¿me crees? — y ella sonríe.
—¿Puedo creerte? —me pregunta,
—Créeme, el que no desea regresar a Ibiza soy yo — confieso y ella me ve extrañada.
—¿Cómo? ¿Qué pasa en Ibiza? — me pregunta.
Entonces en mi alegría le confieso más y más a Ximena y me doy cuenta que pronto no podré escaparme de decirle la verdad o al menos de confesarle la situación —No, no pasa en nada, sólo que Ibiza no es de mi agrado, hace mucho calor y hay arena por todos lados, odio la arena — y ella me mira con esos ojos negros a los que me duele mentirle.
—¿Arena? —
—Además, en Ibiza no estas tú, tú estás aquí en México y donde estés tú yo me quedo.
—¿Tristán? — me dice.
—Es verdad, olvídate de lo que dije ¿quieres? Y sigamos disfrutando de esto — trato de convencerle y ella sonríe tímida — En conclusión, me quedaré contigo, no necesitas enamorarme más, ya estoy enamorado— y le doy un beso tierno.
Ximena me lo responde me río —¿Qué pasa? — pregunta.
—Tus labios saben a salsa verde — y ella se ríe encima de mis labios — me gusta la salsa verde — le comento y continúo besándola sin poder parar.
Después de la comida, Ximena y yo recorrimos el centro histórico de la mano, me llevó al mercado donde venden plata y a visitar la catedral donde tomé varias fotos con mi cámara. Finalmente, nos sentamos para tomar un café el Café Alondra que se encuentra justo en frente de la Catedral y ver el atardecer.
—Los atardeceres en este país son hermosos, no sé cuál me gusta más, el de Obregón, el de San Carlos, el de la Ciudad de México o el de Cuernavaca — y ella se roza los brazos en señal de frío y yo la abrazo para que se caliente un poco.
—¿Cómo son los atardeceres en Ibiza? — me pregunta, y de nuevo ahí está ella preguntándome, insistiéndome de nuevo sobre mi país sobre mi vida, una a la que renuncié meses atrás — y no me digas “están bien” porque me enojo — dice ella y me río.
—Son bellos — comento y recuerdo la vez que después de salir del club me quedé sentado en la playa viendo la salida del sol —se ve el mar y el sol naciendo como si saliera del agua, el cielo cambia de color y de pronto los rayos te pegan en rostro y es… terapéutico — y cuando digo esto me imagino sentado de nuevo ahí.
—Ves, como no es tan difícil contarme sobre el lugar donde vives — me comenta y sonrío.
—Te prometo que te contaré más Ximena. Te prometo que me conocerás todo lo que tú quieras — le digo y ella voltea a verme y sonríe.
—Hasta de tus novias del pasado — me bromea.
—Sólo he tenido una novia — le confieso.
—¿Qué? — pregunta sorprendida.
—Sí, sólo una y luego tú y ya no quiero tener más.—
Ximena se ríe, pero es verdad, sólo Bego ha sido mi novia, creo, y después me casé con ella en Las Vegas.
—Mientras yo sea la última — comenta y me da un beso.
—Y la mejor…— concluyo.
El café llega y ambos nos enfrascamos en la plática, ella me sigue contando datos de lo que sabe y yo sólo la escucho. Estoy enamorado de su boca, de sus ojos, de toda ella, y por más que la veo no puedo dejar de pensar que si no le respondo lo que ella me pregunta un día la verdad me explotará en el rostro, pero por otro lado, mi madre no sabe dónde estoy, no tiene contacto conmigo, no tengo móvil, no tengo nada, ni siquiera ella tiene una dirección, así que… me prometo a mi mismo que le diré poco a poco la verdad a Ximena de quién soy y qué hago, pero no tengo prisa, porque si todo ha salido bien hasta ahora ¿qué podría salir mal?