[Tristán] 

Firmo, firmo cada uno de los papeles que se deben firmar y al poner la última, siento como toda la pesadez se va. Soy libre, soy completamente libre, de mi madre, de mi padre, de la vida que estaba “destinado a vivir” de un matrimonio sin amor y por pura conveniencia. Pero hoy, siento la libertad por fin en mis manos y no la pienso soltar. 

—Listo— me dice Iñaki mientras firmo la última hoja. 

—¿Es todo? — digo viendo el reloj, sabiendo que en una hora me tengo que despertar. 

—Supongo, de mi parte sí, es todo. Sólo que siento que te arrepentirás muy pronto… ¿estás seguro que quieres hacer esto? —

—Muy seguro, no hay marcha atrás. Ahora si me disculpas, tengo que irme, hay un viaje de cumpleaños que no me debo perder — le digo — pero antes de irme ¿cómo me encontraste? — pregunto porque es algo que no me deja tranquilo. 

—Pff vamos Tristán, tu sabes de los contactos que tengo, podría saber dónde estás aunque te fueras a Marte — y se ríe. 

Tiene razón, una de las situaciones por las que me juntaba con Iñaki era justo por eso, sus contactos, sus relaciones, por todo lo que se podía conseguir con sólo ser su amigo, pero ya no lo necesito más. 

—Pues buena suerte — le digo y le doy la mano para despedirme de él. 

—Buena suerte…— repite y me da la mano. 

Salgo de la habitación y después de escuchar como cierra la puerta, puedo sentirme un hombre completamente nuevo, uno que ahora puede explorar y vivir la vida con la mujer que ama, con la persona que lo hace ser mejor cada día. Renuncié a todo, sí, a todo completamente por Ximena y no hay ni una pizca de arrepentimiento, nada que me haga regresar a aquella habitación y romper esos papeles a trizas, nada que me haga cambiar de opinión. 

Bajo corriendo las escaleras como si fuera un adolescente enamorado, y me dirijo a mi auto, voy hacia ella y ambos nos vamos a hacer ese primer viaje después de haber firmado mi libertad. Hoy, un día después de mi cumpleaños, Tristán Ruíz de Con, es libre.

***

El regreso hacia la casa fue igual de rápido, así que al entrar, el único que notó mi ausencia fue Solovino que, otra vez recostado sobre el sillón, alzo la cabeza y me vio para después mover la cola — ¡Ey chico! ¿sigue dormida? ¿vas a guardar mi secreto? — y el perro mueve la cola. 

Subo con cuidado y al entrar a la habitación me doy cuenta que ella sigue profundamente dormida, abrazando la almohada como siempre lo hace y con ese hermoso cabello, trenzado, apoyado sobre su espalda. Me siento con cuidado a su lado y la veo dormir, estoy tan listo para verla así por el resto de mis días. Acaricio su caliente y tersa piel, y al sentir mi tacto ella abre los ojos. 

—¿Ya es hora? — me pregunta mientras se levanta un poco cubriendo el cuerpo desnudo con la cobija — pero ¿ya estás vestido? — y se ríe levemente. 

—Te amo Ximena — le digo de inmediato — te amo con el alma y quiero que eso lo sepas siempre— y la beso. 

Ella me lo responde lentamente y luego al separarse me ve a los ojos — ¿todo bien? — pregunta. 

Acaricio su rostro y le sonrío — nunca estuve mejor en mi vida, esposa mía, mi Ximena, mi mexicana bella — y le abrazo — si sabes que me quedaré contigo ¿verdad? —

—¿Eso quiere decir que no hay divorcio? — pregunta. 

—No Ximena, ni después de 180 días habrá divorcio, yo me quedo contigo para siempre.—

[***]

El viaje desde Cuernavaca hacia Michoacán dura aproximadamente 5 horas, y cómo se debe llegar a la apertura del parque de la Mariposa Monarca, se pide salir muy temprano, es decir de madrugada. Todo el viaje me la pasé profundamente dormido, tomado de la mano de Ximena que yacía al lado de mi recargada sobre mi hombro descansando su cabeza. Sin embargo cuando llegamos al santuario y despertar con los primeros rayos del sol, mis ojos no podía creer el magnifico bosque que yacía ante mis ojos, algo, que no había visto en mi vida jamás. 

Nos bajamos de la van y el chico del tour, Fernando, nos dijo que podíamos desayunar algo antes de subir, que era lo recomendable, ya que el recorrido hasta arriba podía ser de horas y más adentro no se permitía comida. 

—¿Comemos una sopa de hongos? — me pregunta ella mientras caminamos hacia los pequeños comedores que hay en el estacionamiento. 

—¿De hongos? — pregunto. 

—Es deliciosa y si la acompañas de unas quesadillas de flor de calabaza o de queso Oaxaca, sabe mucho mejor — me dice sonriente. 

No sé muy bien lo que me explica, pero quiero probar, como lo he hecho desde que llegué a este país, probar y probar hasta que decida si me gusta o no. La tomo de la mano y le beso — lo que tu digas, yo lo hago — le digo y ella se muerde un labio. 

—Muy bien, entonces vamos.—

Llegamos a uno de los tantos lugares y ella ordena por mi. Dos platos de sopa de hongos, con dos quesadillas de flor de calabaza y dos de queso Oaxaca. Mientras esperamos observamos a la gente que comienza a subir al bosque. 

—Hoy con tu cámara no te darás a vasto, en verdad es muy bello allá arriba — me dice emocionada. 

—¿Ya has venido entonces? —

—Sí, vine con Fer, hice este tour sola, antes viajaba sola y conocía lugares.—

—Y ahora lo haces conmigo — y le doy un beso sobre la frente. 

—Lo sé y ahora es mucho mejor. Estoy emocionada ¿sabes? — 

—¿Ah sí? — pregunto y la abrazo. 

— Sí, porque quiero que conozcas todo, que lo disfrutes y que siempre recuerdes estos viajes únicos. Sobre todo este, que es de tu cumpleaños y que es un regalo de mi parte. Te traje a ver una de las maravillas de mi país, que sólo puede verse por temporadas y tú tienes la suerte de estar aquí, tenemos la suerte de estar los dos, juntos y ¿enamorados? — dice tímida. 

—Muy enamorados— le respondo — Enamorado como nunca en mi vida había estado.— 

Y es verdad, lo he repetido millones de veces pero con Ximena es con la única persona que he sentido lo que es el verdadero amor, con ninguna otra  y eso siempre, siempre la hara especial. Por eso, valió la pena haber renunciado a todo lo que tenía sólo por quedarme a su lado y ser feliz porque eso es lo que soy con ella F-E-L-I-Z con todas sus letras. Ella es todo lo que tengo, lo que quiero, y ya nada ni nadie nos va a separar. 

La señora me trae la sopa hirviendo y debido al frío puedo ver cómo el vapor emerge del platillo —¡Ah! Hongos — digo y después de  echarle un poco de salsa verde, de la cual ya soy fanático, pruebo la sopa. El rostro de expectativa  de Mena es el mismo de siempre, con los ojos abiertos y mordiéndose el labio esperando por mi veredicto. Toso. 

—¡Pica la salsa un chingo! — digo y ella se ríe. 

—Mexicano ¿ya? — y yo tomo un poco de agua de jamaica. 

—Es que en realidad pica mucho…pero está buenísima la salsa — como un poco de quesadilla, tortilla de maíz blanco rellena de queso y vuelvo a probar — mmm, buenísima como siempre tus recomendaciones son de diez, mi amor — y le doy un beso. 

—Me acabas de pasar todo el picor de la salsa — y se ríe — pero tienes razón, está buenísima, es mejor que empiece a comer.— 

Después de la comida, empezamos nuestro recorrido hacia la entrada del santuario de la mariposa monarca. Mientras vamos caminando podemos encontrar en los pasillos varios locales, con recuerdos de todo tipo, donde venden de todo, la mayoría con figuras y dibujos de la mariposa. Llegando justo al arco que da la bienvenida, ya se pueden divisar algunas mariposas que despistadas comienzan a volar entre las personas que después subirán al bosque y desde ahí comienzan las fotografías. 

—Es bueno que hayamos llegado justo cuando empieza salir el sol, ya que las mariposas cuando sienten los rayos comienzan a volar por todas partes y bajan de los árboles — me cuenta Ximena — y por eso la vez volando hasta acá.—

Estamos al santuario y se dan las explicaciones. Si una mariposa se para en la ropa no espantarla toscamente, fiarse donde se pisa ya que se pueden aplastar, en caso de que haya en el camino se deben quitar con cuidado y moverlas al lado, todo lo necesario para preservarlas. Comenzamos a caminar escaleras arriba, y de pronto, el ruido de la gente se sustituye por uno muy particular que es el del aleteo de las mariposas, hay tantas y es tan fuerte que parece un zumbido. Pongo mi cámara hacia el cielo y tomo una foto donde se pueden ver miles de mariposas volando de un lado a otro, sin importarles nada, porque este es su territorio y nosotros nada más estamos aquí para observar. 

—Ves eso que hay entre los árboles — me indica y volteo a ver unas ramas que salen de ellos. 

—¿Esas ramas? — pregunto, 

—No, son ramas, son mariposas, tiene frío y por eso se quedan así, juntitas y parecen ramas, están así hasta que da el sol y pueden empezar a volar¿genial no? — y yo volteo y la abrazo. 

—Como tú cuando dormimos ¿que te quedas junto a mi porque te da frío? — y Ximena se ríe. 

—Me quedo junto a ti porque me das paz ¿sabes? —

—Paz— 

—Así es, paz. Contigo soy quien debo ser, no me avergüenzo de nada y por eso por las noches me abrazo a ti para no dejarte ir — y se ríe. 

—Yo tampoco te dejaré  ir Ximena. Es más, te propongo algo — comento y ella me ve a los ojos — ¿qué te parece si nos volvemos a casar? — y ella abre los ojos como platos al escuchar eso. 

—¡¿Qué?! — pregunta. 

—Sí, que te parece si nos volvemos a casar, aquí en México, con tu familia, en Cuernavaca, en ese jardín de la casa de tu padre, no tiene que ser tan grande, puede ser sencillo, puedes diseñar tu propio vestido y… — las palabras se me cortan —¿qué te parece? —

Ximena me sonríe y luego me besa — ¿Es en serio? — pregunta. 

—Sí, muy enserio, tú y yo casados en frente de todos, sin secretos, acordándonos de todo — y al escuchar esa frase Ximena se ríe —¿Qué dices? ¿nos casamos de nuevo?—

Veo el hermoso brillo en sus ojos y cómo mueve la cabeza asintiendo feliz — ¡Sí! ¡Sí me caso contigo! — y se cuelga de mi cuello para darme un beso que me sabe a pura felicidad —¿esta vez recordando todo? — pregunta. 

—Todo, ésta si la recordaremos — le contesto entre risas y ella vuelve a darme un beso. 

No, no era mi plan pedirle matrimonio a Ximena en este momento o más bien pedirle que nos casáramos de nuevo, pero el saber que sólo la tengo a ella y que soy feliz, me impulsó a hacerlo ¿para qué esperar más? Yo la amo, ella me ama y no hay más qué decir. 

Después de varios besos ella me ve a los ojos de nuevo —¿Continuamos? — y me toma de la mano. 

—Claro que sí… continuamos — le murmuro. 

El viaje continúo, entre besos, mariposas, fotografías y muchas risas. Ximena se encuentra feliz y tira de mi mano mientras bajamos del bosque de las mariposas monarcas donde podré contarles a nuestros hijos que le pedí matrimonio a su madre, donde podré decir que renuncié a una vida de lujos y comodidades por quedarme con el amor de mi vida, el viaje que recordaré toda la vida, donde fui libre, donde me sentía así… donde todo es un sueño del cuál no quiero despertar. 

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