Karl 

No sé cómo sean las tácticas de Moríns, pero creo que un paseo por la playa con cervezas en la mano no es un método aprobado para las reconciliaciones. Hace frío, estoy desvelado y la cerveza ya se calentó. 

Volteo a ver a Antonio y creo que la cerveza no es de su agrado, aun así, finge tomar, y da sorbos tan pequeños que apenas bajan el nivel de líquido en la botella.

Moríns y Daniel platican sobre cosas del Conglomerado, mientras juegan con las botellas sobre la arena. Si esta es una actividad para que Antonio y yo estrechemos lazos, no está funcionando. Aunque, para ser verdad, no sé qué tan unidos debemos ser: ¿como concuños, amigos, o casi hermanos?

Durante mucho tiempo he visto la relación de Cho y Moríns y son increíblemente unidos. Moríns es un buen amigo mío, y lo considero mi guía en esta familia. Pero, ¿Antonio? ¿Es necesario que por ser pareja de Lila, tengamos que ser igual? ¿Es necesario que todos los nuevos nos juntemos con los nuevos?

― Piensas lo mismo que yo ―me habla Antonio, quien se ha acercado a mí.— Y es una afirmación, no una pregunta. 

—Si tu pensamiento va a ¿qué tan unidos debemos ser tú y yo?… Estás en lo correcto. 

—Me pregunto lo mismo. ¿Es requisito para estar aquí? —pregunta, para luego sentarse a mi lado. 

Ambos bajamos la mirada, observando la arena. Seguimos molestos pero ya no enojados. Pero, esa molestia ya no tiene que ver con la pelea, sino más bien, con todo lo que provocamos: la pelea entre hermanas. 

Antonio suspira. 

—Mira Karl. No sé si antes de estar en la misma familia yo te agradaba, pero, tú sí me agradabas a mí. Creo que eres un excelente doctor y prudente. Buen hombre y sensato. Y lo sigo pensando. Así que me dolió bastante que pensaras que yo soy capaz de amenazar. 

—No lo pensé, eso fue lo que me dolió a mí. No te consideraba mi amigo antes, pero no me desagradabas. Siempre supe que tu familia y vida eran complicadas, pero, creo que eres un buen hombre.  Ahora, ya no importa lo que pensamos, sino lo que somos y lo que podemos llegar a provocar.

—Hablas de la pelea.

—Ellos no pelean, ¿ves? Tienen discusiones, pero, no lo hacen, lo resuelven. Tú y yo estamos inmersos en otra dinámica, nacimos en familias donde ganarse un lugar, la aceptación, es luchar hasta que cediera. Aquí no, todos tienen su espacio, su personalidad y entre ellos se apoyan. Y Cho y Moríns nos llevan ventaja porque crecieron con ellos. Nosotros, tenemos que ganarnos ese lugar. 

—¿Qué estás diciendo? —pregunta, bastante interesado. 

—Que al no tener esa ventaja, es importante hacerles saber que somos buenos candidatos para estar en esta familia, ¿comprendes? Aquí no es como con la familia de Cassandra que el dinero es la llave. En esta familia es lo que podemos aportar para que continúe siendo fuerte. El último pilar está por irse, y necesitarán buenos cimientos. No solo problemas, ¿comprendes? Lila y Alegra nos necesitan, no solo como parejas, sino que su familia debe tener la seguridad de que todo estará bien

Antonio suspira. 

—Lo comprendo. 

—Hoy, se pelearon Lila y Alegra, jamás lo hacen, y nosotros fuimos el gatillo. No podemos hacerles esto. Mucho menos ahora que tenemos hijos, nacidos con meses de diferencia y para los que ellas tienen cientos de planes. Sé que hice mal acusándote enfrente de todos, pero, en mi defensa, no pensé que Lila y tú regresarían. Todo se veía tan complicado y ella juró que no te perdonaría, por eso lo olvidé. Pero ahora que estás aquí, no podía soportar la idea de que me tratarás como si nada hubiese pasado, cuando si pasó algo. 

—Pero yo no fui… 

—Entonces fue alguien de tu familia —digo con firmeza. 

Me aterra que Antonio no ponga un rostro de sorpresa, sino que encarne la ceja, como si fuese algo obvio. 

—No me extrañaría —murmura—. Tal vez fue Antonia, ella llevó todo lo de mi padre. No me gusta que me levanten falsos, Karl, porque no soy un mal hombre. Antes de todo esto que está sucediendo, yo era un joven soñador como Lila, por eso la amo, porque me recuerda a mí, antes de que esto se complicara.

—Lo siento, prometo no volverlo a hacer. 

—Y, ¿confiarás en mí? —inquiere. 

—Tal vez… —digo en un suspiro. Alzo la mano y se la ofrezco a Antonio—. ¿Hacemos las pases? 

Antonio toma mi mano y la aprieta. 

—Todo perdonado. Tienes razón, no debemos ser los concuños que aportan problemas. 

—No, no queremos. 

De pronto, levanto la vista y noto que Moríns y Daniel se han ido. Supongo que cuando comenzamos a hablar, supieron que era el momento de irse, para que ambos pudiéramos hacer las pases. Ese Moríns es un tipo sabio, ahora entiendo por qué Sila se enamoró perdidamente de él. 

—Supongo que, ahora, debemos ir a ver a Lila y Alegra y saber cómo quedaron ellas. 

—Están bien. Su amor es mucho más grande que cualquier acusación. Quedémonos aquí un rato, dejemos que el mar nos tranquilice y que ellas hablen más. Hace mucho que se extrañan. 

Antonio se acomoda a mi lado. El atardecer está a punto de ceder, así que el cielo se encuentra cubierto de colores naranjas, tan maravilloso que me hacen sonreír. Escucho un suspiro, y de reojo veo a Antonio. Se ha de sentir fatal con todo lo que está sucediendo. Debe pensar que él ha traído la desgracia a la familia y que ahora, todos estamos hundidos en esto. 

—¿Te cuento un secreto para que estemos parejos? —comento. 

—¿Secreto?, ¿no lo sabe Alegra? 

—Lo sabe. Así como Lila sabe lo tuyo. 

—¿Qué secreto? —pregunta. 

Lo veo a los ojos. 

—Solo si prometes guardarlo. 

—¿Esto es “el secreto que nos une? —bromea, y yo sonrío. 

—No lo sé. Lo hago para que no pienses que eres el peor de todos. Yo también tengo mis cosas. 

—Dime. 

—Soy parte de un consultorio clandestino en Nueva York. Este utiliza material robado de la clínica puesta por la fundación y, estoy ahí resguardando los intereses. 

—Bueno… resguardas los intereses. 

—Y me gusta… —Agrego, y él sonríe—. Me gusta la adrenalina. Por eso estoy con Alegra. 

Antonio ríe bajito. 

—Entonces, supongo que nuestro lugar en esta familia está dicho, somos los concuños que viven al filo del peligro. Dejemos que Cho y Moríns sean los niños buenos. 

—Me agrada —accedo, y brindo con la cerveza. 

Ambos las vemos con desdén.

—¿Te parece si voy por una botella de whisky y brindamos? —propone. 

—Por favor, no quiero fingir más que me gusta la cerveza —contesto, y Antonio sonríe. 

Al parecer, pasamos de enemigos a aliados en segundos. Ahora me siento terrible con Alegra y con todo lo que provoqué. Espero que ellas se hayan reconciliado y que nuestra pelea no traiga más problemas. Lo que menos necesita esta familia ahora es un escándalo que opaque las fiestas y que dé a entender que la familia está débil, porque está más fuerte que nunca.

5 Responses

  1. Que bueno que se arreglaron y que también juntos puedan descubrir quien los están metiendo en líos a ambos…

  2. Jajaja los del peligro y loa niños buenos, jajaja estuvo buena esa. Si quiera ya todo se arreglo pero ya quiero saber todo ese embrollo de la muerte del papá de Antonio y todo lo que se armó. 🙏

  3. Estamos completos niños malos niños buenos, cheve y vino =) jijiji aquí la variedad es mucha =) que bueno que ya van mejorando y todo siempre para el bien familiar =)

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